Por Ale Kur


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La situación político-militar en Siria se está modificando sensiblemente en las últimas semanas.

Hace casi un año atrás, la balanza de la relación de fuerzas había comenzado a inclinarse hacia el lado de los rebeldes anti-Al Assad (mayormente islamistas y apoyados por Turquía-Arabia Saudita), con la toma de la ciudad de Idlib y el retroceso permanente del ejército sirio.

Precisamente para evitar la profundización de esta tendencia, en septiembre de 2015 se concretó la intervención militar de Rusia[1]. Con el pretexto de «combatir al Estado Islámico», Vladimir Putin desplegó a su poderosa y moderna fuerza aérea en el país árabe. Su rol no fue precisamente combatir al EI (tarea que quedó principalmente en manos de las YPG-YPJ kurdas con el apoyo aéreo de EEUU), sino reforzar al régimen de Al Assad contra los rebeldes (islamistas y no islamistas) de todo el país: un conglomerado de fuerzas que incluye a Jabat Al Nusra (Al Qaeda en Siria), Ahrar al Sham y Jaish al Islam (fuerzas islamistas locales), y distintas brigadas locales, entre ellas varias provenientes del Ejército Sirio Libre.

Durante los primeros meses de la intervención no pareció haber grandes cambios en la relación de fuerzas. Pero durante este período la coalición internacional que apoya a Al Assad fue acumulando y concentrando fuerzas en Siria: Rusia multiplicó su presencia aérea, e Irán, Irak y Hezbollah desplegaron miles de tropas y milicias. Esto aumentó de manera brutal la presión militar ejercida sobre los rebeldes en toda Siria, y comenzó un efecto de desgaste que parece haber pegado un salto cualitativo en las últimas semanas.

Este proceso se expresa de manera catastrófica (para el bando rebelde) en la pérdida del cinturón de aldeas del norte de Aleppo, una de las dos ciudades más grandes del país y la más importante económicamente. Concretamente, esto significa que se cortan las líneas de suministros de los rebeldes hacia Turquía, su principal sponsor y base logística. Esto tiene principalmente dos consecuencias: por un lado, plantea por primera vez la posibilidad para el régimen de Al Assad de establecer un sitio total de la ciudad de Aleppo, y eventualmente derrotar a los rebeldes y recuperar la ciudad, lo que significaría su mayor triunfo militar desde el comienzo de la guerra civil. Por otro lado, significa que toda la larga franja fronteriza entre Aleppo y Turquía (hasta ayer en manos de los rebeldes sirios) queda aislada del resto del territorio dominado por los rebeldes, lo que plantea la posibilidad inmediata de su caída.

Es decir, por un lado, pone sobre la mesa por primera vez en 4 años la posibilidad estratégica de un triunfo categórico de Al Assad en la guerra civil (cosa que de cualquier manera no va a ser nada fácil ni a ocurrir en poco tiempo), posibilidad que venía siendo descartada por casi todos los analistas internacionales en todo este período.  Por otro lado, en el corto plazo, abre la guerra del “todos contra todos” por el control de la franja Aleppo-Turquía. Y esta expresión no es una mera “forma de decir”, ya que hay concretamente tres actores político-militares que compiten por ocupar este terreno que hoy está en manos rebeldes: el régimen de Al Assad, las fuerzas kurdas de las YPG-YPJ y el Estado Islámico. Estos tres actores “rodean” esa franja de territorio amenazando con engullirla en los próximos días, semanas o meses.

El tablero político regional

Estos desarrollos tienen, en el terreno internacional, un claro ganador y un claro perdedor. El ganador es el eje Rusia-Irán-Irak-Hezbollah. El perdedor es el eje Turquía-Arabia Saudita[2].

Para este último significa una tendencia hacia la catástrofe: pueden perder todo aquello que vinieron sosteniendo en Siria desde el estallido de la guerra civil de 2012, y quedarse sin ningún tipo de influencia en la Siria del futuro. Esto significa en el tablero regional un duro golpe, muy difícil de digerir. Significa aceptar sin rechistar la tendencia al ascenso regional de Irán (multiplicada por el acuerdo nuclear de esta última con Estados Unidos) y su incorporación al mercado mundial de venta de petróleo.

Para Turquía, además, esta derrota tiene un regusto especialmente amargo. Por un lado, porque desde el inicio de la guerra civil, Erdogan soñaba prácticamente con anexionar Siria (o al menos el norte del país) para su proyecto de “imperio otomano reconstituido”: para ello estableció a su país como principal base de operaciones de los rebeldes sirios (y también del Estado Islámico).

Pero por otro lado, porque le pega en un punto especialmente sensible: porque la caída de los rebeldes en el norte de Siria abre la posibilidad de que este “vacío” militar sea ocupado por las milicias kurdas de las YPG-YPJ.Esto significaría concretamente el establecimiento de una franja continua de control territorialpor parte de los kurdos, que abarque la totalidad de la frontera turco-siria. Esto quiere decir: unir los tres cantones de Rojava[3] (Kobane, Jazira, Efrin), sellar la frontera con el enemigo más feroz que Turquía pueda imaginar (impidiendo cualquier posible filtración de jihadistas hacia Siria), y darle un triunfo político fenomenal a los kurdos a costa de Turquía. Esto a su vez multiplicaría la efectividad política y militar de los propios kurdos de Turquía, que están llevando a delante una heroica resistencia en sus ciudades contra las FFAA turcas.

En definitiva, se trata un escenario de pesadilla total para Erdogan, un golpe brutal a su política exterior y su proyecto de reconstrucción imperial. Por eso mismo, es muy difícil que simplemente permita pasivamente que el norte de Siria colapse. No está nada descartado que puedan ocurrir zarpazos de desesperación, como una intervención militar directa turca en esa región. Esto significaría un salto brutal en la guerra civil siria, convirtiéndola definitivamente en una guerra internacional, entre grandes potencias regionales y mundiales.

El futuro de Siria

Por todo esto, se abren varios escenarios para el futuro de Siria (inclusive en el corto plazo). Uno de ellos, que no puede ser descartado, es un salto cualitativo en la guerra, con intervenciones militares directas de una o varias potencias. Esto sería muy peligroso porque, entre otras cosas, puede llevar a una confrontación directa entre Rusia y la OTAN, de consecuencias incalculables para el mundo.

Otro escenario posible es el de un acuerdoentre las distintas partes involucradas. Esto podría tener como puntapié inicial la tregua que ya están negociando entre EEUU y Rusia. La enorme dificultad de este punto es que no parece haber un “terreno intermedio” en el cual puedan coincidir los diferentes actores interesados. Con el régimen de Al Assad teniendo la ventaja en el terreno militar, no parece que Rusia vaya a aceptar nada menos que la continuidad total del régimen, lo cual significa una derrota en toda la línea del bloque turco-saudí. No hay ninguna razón para pensar que estos últimos entregarían todos sus intereses sin pelear.

En cualquiera de estos escenarios, las mayores perjudicadas son sin duda las propias masas sirias. En caso de continuar la guerra, porque significaría que continuarán muriendo cientos de miles de personas y la destrucción total del país, sin que se avizore ningunasalida progresiva para la situación (demás está decir que los jihadistas apoyados por Turquía y los saudíes no tienen nada mejor para ofrecer que el régimen). En caso de un acuerdo, porque seguramente esto ocurriría a costa de la impunidaddel régimen criminal de Al Assad, de la dictadura de su pandilla mafiosa, y de la reducción de Siria a una semi-colonia del eje ruso-iraní. Esto, llegado el caso, podría ser el “menor de los males”, pero de ninguna manera una salida a festejar o a disfrazar de un “triunfo”  (como seguramente haría buena parte de la “izquierda” de cuño chavista o castrista).

En el marco de esta situación global desalentadora, hay un posible desarrollo parcialde contenido progresivo: sería el caso de un triunfo de las YPG-YPJ y sus aliados en el norte de Siria, lo que significaría por lo menos una victoria democráticaen una región del país. Esto al mismo tiempo tiene dos grandes límites: que por su propia naturaleza no puede extenderse al resto de Siria (ya que se trata de un proyecto localista), y que no traspasa los límites “democrático-burgueses”, en el sentido de no establecer una dinámica de poder obrero y de transición al socialismo. Sin embargo, sería cualitativamente más favorable a los explotados y oprimidos que la opción del restablecimiento liso y llano del régimen de Al Assad, o que el establecimiento de un “califato” jihadista sostenido por Turquía.Por eso, de todas las opciones puestas sobre la mesa, es la única que podría ser realmente considerada como un triunfo y un paso adelante, aunque no exenta tampoco de contradicciones.

[1]Siria: La intervención militar rusa, un salto cualitativo en la guerra civil,por Ale Kur, Socialismo o Barbarie, 24-09-15.

[2] Estados Unidos, en tanto aliado del segundo eje, ve debilitada su principal “inversión” geopolítica en el país, pero al mismo tiempo pudo armonizar hasta cierto punto sus intereses con el primer eje (tienen como enemigo en común a los jihadistas, incluido Al Qaeda, y el interés por estabilizar la región).

 

[3]Rojava es el nombre del Kurdistán sirio, administrado de manera autónoma desde 2012 a través del sistema de “Cantones”, defendidos a su vez por las milicias armadas YPG-YPJ.

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