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Devaluación, dólar futuro, tarifazos…

 

La gestión Macri acaba de anunciar, por boca del ministro Prat Gay, que, finalmente, honrará su promesa de levantar el cepo y unificar el tipo de cambio (dos cosas que, como veremos, no tienen por qué coincidir). Aún está por verse la instrumentación concreta de esto. Sea como fuere, la condición número uno es conseguir una generosa masa de dólares para aguantar eventuales embates que hagan subir la cotización inicial: la apuesta del macrismo es que el dólar no pase los 14,50 pesos.

Ese verdadero “blindaje”, que recuerda a la desdichada operación con ese nombre de 2001, consiste en una batería de entradas de divisas desde distintas fuentes. Lo más grueso es el financiamiento momentáneo a baja tasa (llamada “repo”) con bancos extranjeros (JP Morgan, Goldman Sachs, Deutsche Bank). Claro que esos bancos hasta ahora exigían que ese préstamo tuviera como garantía bonos soberanos, con cotización en mercados internacionales, al estilo del Bonar 24. Pero eso es difícil: una emisión de ese tipo a su vez requiere de una medida (“stay”) del juez Griesa, para asegurar que no haya embargos. Y, a su vez, no puede haber “stay” sin que se haga un depósito a los buitres en garantía, opción que hoy no está sobre la mesa. De modo que queda por ver contra qué se consigue ese préstamo de los grandes bancos, por un monto que, según las versiones, va de 4.000 a 8.000 millones de dólares, todo gestionado en EE.UU. por el secretario de Finanzas Luis Caputo (que también habló con los buitres, enseguida veremos con qué resultado).

Por lo pronto, a los bancos que operan en Argentina el BCRA les exigió que se desprendan de todos sus dólares por corto plazo hasta que se libere el cepo y se estabilice la cotización del dólar. Se raspan todas las ollas: habría 1.400 millones de dólares disponibles del Banco de Francia y el BIS (Basilea), y los sojeros se comprometieron a liquidar 330 millones de dólares por día (el monto total sin liquidar, según quién lo calcule, va de 4.500 a 12.000 millones de dólares…).

El swap de monedas con China ya no sólo no se critica, sino que se ruega renovarlo y ampliarlo; hay 2.000 palos verdes en gateras. La excusa es que China dejó de ser un aliado exótico y sospechoso y pasó a la categoría de leal miembro de la “comunidad financiera internacional”. En efecto, el FMI decidió que el yuan será parte de la canasta de monedas que forman la divisa del organismo, los DEG (derechos especiales de giro), privilegio que compartirá ahora con el dólar, el euro, la libra y el yen.

Y falta el plato principal: hay pocas dudas de que se recurrirá al FMI, tema sobre el que perdura un sospechoso silencio. Sí se sabe que ya está en marcha la instrumentación del artículo IV (revisión de las cuentas nacionales a cargo de funcionarios del Fondo), paso previo al mangazo.

Queda flotando una duda: habrá unificación del tipo de cambio, es decir, devaluación, pero ¿habrá levantamiento total de las restricciones? ¿Se comportarán con tanta caballerosidad los mismos empresarios que especularon tan abiertamente con el dólar futuro y que hoy especulan con los precios? El arreglo de palabra es que sí, pero la burguesía argentina, como Oscar Wilde, puede soportarlo todo menos la tentación. Lo propio vale para la clase media con ahorros, que votó a Macri con la esperanza de comprar de una buena vez todos los dólares que quiera sin pasar por las odiosas autorizaciones de la AFIP. ¿Tiene cuantificada el equipo económico de Macri la demanda eventual de divisas si hay una estampida de esa gente?

De todos modos, la gran incógnita es qué pasará con los precios. Los aumentos brutales de diciembre anticiparon en parte la devaluación; queda por ver si era un adelanto a cuenta o si los empresarios simplemente estaban queriendo establecer un nuevo piso a partir del cual sumar la devaluación posterior. Conociendo el paño, es para apostar lo segundo.

 

Amigos son amigos, negocios son negocios

 

Tal como ocurrió con el asunto de los dólares a futuro vendidos por el BCRA (ver aparte), más de uno se está desayunando de que para el establishment una cosa es que Macri sea “market friendly”, empresario, neoliberal y “del palo”, y otra cosa es que le regalen dinero. Veamos algunos casos.

La negociación con los buitres empezó amigable (“¡Por fin gente con la que se puede hablar!”, decían), pero el gesto del enviado de Macri, el secretario de Finanzas Luis Caputo, de asegurarle el puesto al mediador y “special master” Daniel Pollack, a quien el kirchnerismo recusaba por su connivencia con los buitres, no fue retribuido con buenas noticias. Más bien todo lo contrario: Prat Gay y Cía. esperaban que el total de monto a reclamar por los hold outs (incluidos los “me too”) no llegara a los 8.000 millones de dólares, y resulta que Pollack les tiró 10.000 millones como piso, con un total estimado mínimo, con intereses y punitorios, de 15.000 millones. Cuenta un columnista que “el monto alarmó al enviado” (C. Burgueño, Ámbito Financiero, 10-12-15).

Las calificadoras de riesgo tampoco son de las que creen en lágrimas o en el carisma danzarín de presidentes  market friendly: sólo creen en lo que ven, en lo posible en efectivo. Standard & Poor’s avisó que no mejorará la nota de la deuda argentina de su actual SD (default selectivo) hasta que no haya novedades en serio. Y advirtió que la única “solución estructural” al cepo y la situación del BCRA es acordar con los holdouts, justo el orden inverso al que pretende el gobierno. Así que no se hacen tantas ilusiones: “Consideramos que el gobierno de Macri se moverá más lento de lo que algunos de los observadores prevén, debido a la complejidad de los problemas económicos”, dicen (AF 10-12).

Tratamos aparte la negociación por el dólar futuro, pero el gobierno se podría haber imaginado la cara de perro que le pondrían si hubiera atendido a una noticia que pasó casi inadvertida. Resulta que empresas exportadoras, alentadas por el fallo de la Corte que restituyó fondos de coparticipación a tres provincias, amenazaron con reclamar judicialmente por el supuesto cobro indebido de retenciones ¡desde 2010!, ya que el impuesto fue ratificado por “procedimiento legislativo irregular” (la cámara de origen debía ser Diputados y fue el Senado). ¿Significa esto que esos muchachos van a ir por todo judicialmente y empiojarle el frente fiscal y cambiario a Macri? No… por ahora. En todo caso, es un ejemplo de hasta dónde están dispuestos a presionar si los amigos del gobierno no les dan lo que quieren en rubros menos inciertos.

Finalmente, la baja de retenciones al agro implica un agujero fiscal estimado en unos 60.000 millones de pesos. El cálculo es bastante confiable: lo hizo el Estudio Bein, asesor estrella del derrotado candidato Scioli, que maneja bien el tema, ya que la idea de bajar retenciones y compensarlo con aumento de tarifas tiene copyright del propio Miguel Bein.

Justamente, aunque se anunció el tarifazo en luz y gas, todavía no está el cronograma de a qué ritmo se irán eliminando los subsidios. Saben que difícilmente se pueda dar de un solo saque: en ese caso, el cargo fijo aumentaría un 127%, pero el cargo por kilowatt/hora, es decir, el consumo, se multiplicaría por 10 (diez). Tanto como para que parezca menos brutal, el ministro Aranguren ya propuso que las boletas sean mensuales en vez de bimestrales, “como ocurre en otros servicios como cable, teléfono e Internet”. Se ve que para el ministro todo es igual de imprescindible.

Lo curioso del caso es que así y todo hubo fundamentalistas que no quedaron conformes con la baja de retenciones, pese a su corolario de tarifazos, y se quejan de que, al fin de cuentas, el grueso de los ingresos vienen por la soja, que bajaron sólo un 5%; hasta Bein proponía bajarlas del 35 al 20%.

Como el miedo no es zonzo, el BCRA gestión Sturzenegger ya anunció una sideral suba de las tasas de interés, de modo de tentar a los empresarios a depositar sus pesos a plazo fijo en vez de comprar dólares. Los capitalistas de todas las latitudes, y los argentinos más aún, hablan con mucha mayor fluidez el lenguaje de la rentabilidad que el del sacrificio patriótico. De allí que la tasa en pesos se irá al 38% a 30 días, y al 35% a 250 días.

De esto se desprenden tres conclusiones: 1) las promesas de la burguesía al gobierno de no agitar las olas cambiarias se sostendrán mejor si se les hace ganar mucha plata, 2) si el BCRA calcula el horizonte inflacionario para agosto en un 35% anual, qué miserable es el 28% que puso Moyano como virtual techo para las paritarias, y 3) qué poco incentivo tendrá nuestra clase capitalista para poner su plata en inversiones productivas en vez de en la especulación financiera, en pesos o en dólares, con la consiguiente caída de la actividad económica en un país que ya viene en recesión. ¿O será que el macrismo apuesta a que la baja del salario sea tan grande que la producción de bienes y servicios dará más ganancia que ese 35% anual?

La respuesta a este último interrogante (y, en el fondo, a todos los demás) vendrá junto con la respuesta que den los trabajadores y el pueblo al ataque que ya mismo, sin esperar mucho, empieza a descargar Macri sobre el conjunto de la población. En esa pulseada se dirimirá el mucho o poco futuro de las “Macrinomics”.

 

Marcelo Yunes

 

 

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