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Macri se decide por una política de shock 

 

“Va a ser impresionante. Los diarios no van a saber qué información poner primero en la tapa”, bromea Marcos Peña, futuro jefe de gabinete de Mauricio Macri y encargado del shock de medidas que el gobierno electo prepara para las primeras horas de su mandato. (La Nación, 29-11-15)

 

Desde el triunfo de Macri las noticias se amontonan sin cesar. El desafío es comprender el sentido de los acontecimientos ayudando a los trabajadores a enfrentar los ataques que se vienen.

 

La “anormalidad” de un gobierno empresarial

 

Nos interesa comenzar profundizando el análisis del gabinete anunciado por Macri. Lo hemos caracterizado como “un gobierno atendido directamente por sus dueños”.

Queremos profundizar aquí qué significa esta connotación. La semana pasada habíamos desarrollado la idea de que con la salida del kirchnerismo terminaba el período de los “gobiernos de mediación”. Es decir, aquellos gobiernos que, como producto de la rebelión popular del 2001, tuvieron el objetivo de realizar un “arbitraje” entre las clases dando algunas concesiones a las masas en beneficio, en última instancia, de sostener el sistema capitalista.

Señalábamos, también, que el gabinete de Macri era la expresión de que este ciclo de gobiernos de mediación se terminaba: se pone en pie un gobierno burgués normal (y hasta reaccionario, agregábamos, por la globalidad de los ataques que anticipa).

Sin embargo, se trata de una normalidad que no deja de tener sus “rarezas”. Es que en los gobiernos burgueses clásicos, para mantener la apariencia de las cosas, lo normal es que los políticos profesionales ocupen sus cargos, no directamente los empresarios.

Aranguren, ex gerente de Shell, en el Ministerio de Energía; Malcorra, ex ceo de IBM y Telefónica, en Relaciones Exteriores; Alfonso Prat Gay y Luis Caputo, hombres de la Banca Morgan, en cargos clave de la economía; Gustavo Lopetegui, vicejefe de gabinete y ex gerente de LAN; Avelluto en Cultura, un personaje originado en el gran pulpo editorial Mondadori, etcétera. La larga lista de integrantes del gabinete provenientes de grandes holdings y multinacionales acredita un “gabinete empresarial”.

¿Qué dificultad puede tener esto para la normalidad burguesa? Adelgazar los “colchones” tradicionales de cualquier gobierno burgués. Los políticos profesionales que no aparecen como directos mandaderos de los empresarios; cualesquiera sean los desaguisados que cometan, se trata de evitar que esto impacte de manera directa sobre la clase dominante. No por casualidad el viejo Engels hablaba de los gobiernos burgueses como la “junta que administra los intereses generales de la clase capitalista”.

Pero Macri resulta un gobierno tan directo de los empresarios que puede dar lugar a consecuencias no queridas que la mayoría de los analistas, en su fervor, parecen perder de vista: ¿cómo se evitará que si el gobierno de Macri se desprestigia, la crítica de los trabajadores apunte más directamente hacia la clase capitalista en su conjunto?

Una circunstancia que puede llevar a una radicalización política, a una toma de conciencia haciendo directamente responsables a los patrones de las circunstancias.

 

El que golpea primero, golpea dos veces

 

Algunos medios han dejado trascender que Macri se inclinaría por una política de shock. Marcos Peña lo afirma en un reportaje otorgado a La Nación: van a anunciar tantas medidas que ni siquiera los medios van a poder cubrirlas. La táctica: aturdir a la población para que no logre tener cabal conciencia del sentido de las mismas.

Para los gobiernos capitalistas que se inician siempre está la disyuntiva: tomar las medidas desagradables rápidamente, pagando el costo político al comienzo de la gestión, o avanzar en cuotas con el riesgo de no llegar al lugar deseado.

Macri parece haberse decidido por la primera opción bajo la divisa, off de record, de que “pegar primero es pegar dos veces”…

De cualquier manera, tampoco es que haya que esperar al nuevo gobierno para comprobar lo que se viene: en las panaderías, carnicerías, supermercados y demás lugares de abastecimiento ya se está evidenciando un aumento de los precios en torno al 20%, anticipándose a la devaluación y a la quita de retenciones que viene.

Se trata de una fuerte señal: ¡un gobierno electo que como primera medida descarga semejante ataque contra las condiciones de vida!

Son las expectativas creadas por estas medidas las que están llevando los precios para arriba. Primero, el levantamiento del cepo en 24 horas, que estaría ratificado a pesar de que el macrismo todavía no tiene asegurados los fondos que necesita para evitar una corrida. Se dice que EE.UU., México y Brasil (¡no se sabe cómo haría esto Brasil, que tiene sus propios problemas!) habilitarían fondos para el BCRA “de hasta 25.000 millones de dólares para engrosar las reservas”.

Segundo, la eliminación inmediata de retenciones a todos los productos agro-ganaderos, así como la reducción del 5% en las de la soja, una medida de libre mercado cuyo efecto es aumentar, automáticamente, los precios de los productos vendidos en el mercado nacional (¿por qué principio se abastecería el mercado interno a un precio menor que el de exportación?).

La devaluación y la quita de retenciones aumentarán la inflación, al tiempo que el ajuste del gasto agigantará las tendencias recesivas: “El escenario (…) quedó (…) plasmado ayer en un sondeo que hizo la agencia Reuters entre operadores y analistas, del que surgió que la economía local se contraería 0,5% en el 2016 (tras una anémica expansión del 0,8% este año) y la inflación se aceleraría hasta alcanzar el 35%, después del 27,1% con el que cerraría el 2015” (Javier Blanco, La Nación, 2/12/15).

Como supuesto “contrapeso” a esta dinámica (sin olvidarnos también de cómo han aumentado ya las naftas) están las afirmaciones de Aranguren de que llevaría los precios del gas y la luz “a los valores de mercado, pero mediante aumentos paulatinos”, y del nuevo ministro de Transportes, Dietrich, de que “no se aumentarán los pasajes del transporte público”.

Además el macrismo anunciaría el aumento del mínimo no imponible a 30.000 pesos, lo que plantea las siguientes objeciones. Por un lado, es evidente que no se dispone a eliminar el aberrante impuesto al trabajo: sólo elevará el mínimo al tiempo que enviaría al Congreso un proyecto de ley para que el piso se eleve automáticamente acorde a la inflación.

Pero hay algo más en la trampa de levantar meramente el piso de este impuesto. En definitiva, el impuesto atañe solamente a una parte del salario de los trabajadores que lo pagan, no al salario en su conjunto (por lo que compensaría solo en parte la inflación). A la vez, solo una mínima parte de los trabajadores pagan dicho impuesto, razón por la cual no tendrán ninguna compensación por el aumento de los precios.

 

Scioli no hubiera sido muy distinto de Macri

 

Aquí se coloca la trampa que pretende escenificar la anunciada perspectiva de un “pacto social”. Resulta ser que en la Argentina neoliberal de Macri, el único precio controlado será el salario: se verá forzado a un pesado mecanismo institucional de negociación para lograr aumento (para colmo, los empresarios lo quieren un 30% más abajo que el actual en términos dólar).

Todos los representantes de la burocracia han dicho que se le dará “tiempo al gobierno para que pueda implementar sus medidas”. El que más lejos llegó fue el alcahuete profesional Barrionuevo, que declaró que “habría que darle al menos un año de gracia a Macri” sin convocar a medidas de lucha.

En este contexto, muchos trabajadores se preguntan qué rol cumplirá el kirchnerismo. El que espere que venga de Cristina o Máximo el enfrentamiento al ajuste, se va a llevar un desengaño.

El kirchnerismo permanecerá como una de las corrientes del PJ, aunque no está claro si será su dirección. Entre los gobernadores, diputados y senadores, y en lo más granado de la burocracia sindical, lo que domina es un ánimo de “gobernabilidad”, de “acompañar al nuevo gobierno”, de “no poner palos en la rueda”.

¿Qué es lo que ocurrirá con el kirchnerismo propiamente dicho? Parece necesario recordar que los K son una corriente burguesa que estuvo al frente del país durante 12 años, sin operar ninguna modificación en la estructura capitalista dependiente de la Argentina. Tuvo roces con algunos grupos económicos y con el imperialismo yanqui, pero siempre en beneficio de mantener la dominación de los capitalistas en el país.

De ahí que su cometido principal haya sido normalizar las cosas, reabsorber los fervores. Si su compromiso con la Argentina capitalista nunca estuvo en duda, ¿por qué lo estaría ahora, cuando es evidente que cualquier expectativa de volver al poder deberá pasar por recuperar el beneplácito de la clase capitalista?

Otra cosa es la “escenificación” que está haciendo Cristina en los últimos días de su mandato. Como corriente política de tintes “progresistas” que, además, quiere conservar el capital político de un gobierno saliente visto por amplios sectores con un balance positivo, va a teatralizar lo más que pueda sus “diferencias” con Macri.

Pero escenificar es una cosa, y tomar medidas prácticas contra el ajuste que viene es otra muy distinta: no hay que confundir ambos términos de la ecuación.

Hay que entender, incluso, que ni siquiera a nivel del discurso lo suyo es auténtico: no se trata de los dichos e intenciones, sino de la lógica última de todo gobierno burgués: siempre que las vacas quedaron flacas, los gobiernos progresistas giraron a la derecha.

En última instancia, lo que se impone es la realidad, el interés de la clase a la cual se responde: y en el caso de los K, es la clase capitalista (por ejemplo, los burgueses industriales, algunos de los cuales no parecen tan contentos con Macri).

La realidad marca que las bases económicas del país ya se venían debilitando: los precios extraordinarios de las materias primas terminaron hace rato; las rentas extraordinarias de las que supieron gozar estos gobiernos se acabaron hace rato y, por lo tanto, se acabaron con ellas las bases materiales del progresismo; esto auguraba un margen de maniobras muchísimo más estrecho, tanto para Macri como para Scioli.

Cristina pudo “aguantar las chapas” porque se está yendo; Scioli no hubiera podido hacer algo muy distinto de lo que Macri quiere ensayar, al quedarse sin un dólar el BCRA.

Si se tiene alguna duda, se puede observar a Brasil y el plan de ajuste ortodoxo que viene aplicando –en medio de enormes crisis políticas, sociales y económicas que podrían terminar volteándola– Dilma Rousseff.

 

El ejemplo cordobés

 

Así las cosas, hay que alertar que se viene un durísimo ataque a las condiciones de vida de los trabajadores. Pero que alertemos sobre los ataques no significa que no esperemos pequeñas y grandes luchas de los trabajadores que deriven, en definitiva, en enormes enfrentamientos de clase.

Porque existe una discordancia entre la escenificación brutal del gobierno de Macri, y las reservas de lucha y organización que anidan entre los trabajadores, el punto real donde están colocadas las relaciones de fuerzas.

Ahí está el ejemplo de los municipales de Córdoba. Se trata de un gremio de tradición combativa, dirigido hoy por el moyanismo. Mestre, intendente radical reelecto de la ciudad de Córdoba, puso en marcha un plan de privatizaciones que afecta el empleo y el salario de los municipales.

La paradoja además es que en Córdoba el 70 u 80% de los votantes lo hicieron por Macri; entre ellos, inevitablemente, muchos municipales.

Pero aquí se coloca una cuestión que señalábamos en nuestra edición anterior: la contradicción entre la conciencia inmediata y la conciencia política, histórica, de los trabajadores. Su conciencia política sigue siendo muy baja, de ahí la masiva votación a Macri entre los trabajadores cordobeses. Pero su conciencia reivindicativa, su combatividad, la conciencia de sus intereses inmediatos, es muy alta.

De ahí que se haya desatado un conflicto de importancia, con enormes movilizaciones, con la ocupación parcial de parte del predio de la intendencia.

Los municipales cordobeses pueden ser una anticipación del país que viene; Macri podría llevarse un chasco si creyera que las tendrá todas consigo.

Por el camino de la más amplia unidad de acción para enfrentar el ajuste, en la perspectiva de derrotar el nuevo gobierno de Macri, con la tarea de organizar a los sectores independientes en un gran encuentro de luchadores que apunte a disputarle la dirección a la burocracia, estas son algunas de las tareas de la izquierda revolucionaria en el próximo período, tareas que discutiremos en nuestro Plenario Nacional de Cuadros este fin de semana en el Hotel Bauen recuperado por sus trabajadores.

 

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