Por Martiniano Rodríguez



Rosas para  muchos es el representante del federalismo nacional, de la democracia y el poder del pueblo pobre. Pero dentro del federalismo de esa época, comenzaban a surgir diferencias en cómo llevar adelante este proyecto. Dentro de la oposición aparecerá la figura de Justo José de Urquiza, caudillo entrerriano, ganadero muy importante de la región. Él unirá a todos los enemigos de Rosas (desde uruguayos, hasta el Imperio de Brasil) y en Caseros derrotará al caudillo bonaerense, que deberá exiliarse.

Esta victoria hará que los porteños (federales o unitarios) decidan tomar la decisión de separarse del resto de las provincias. Dentro de ellos estará Mitre, hombre que marcará los destinos de la formación de la nación argentina. Principal enemigo de Urquiza.

Durante la década de 1850 y principios de la 60, Urquiza será quien encabece el federalismo del interior contra la ciudad-puerto de Buenos Aires. La figura de este caudillo se hará tan grande que, incluso luego de demostrar reiteradas veces que ya había bajado todas sus banderas, todo el federalismo esperará pacientemente su vuelta a la lucha con grandes expectativas.

Hoy Urquiza tiene muchos adherentes, es visto con muy buenos ojos en el interior por ser quien habría defendido a las provincias contra el “totalitarismo” de Buenos aires. Pero no deja de ser un problema para quienes defienden el federalismo como democrático y a Rosas como su principal figura. Urquiza era federal, pero enemigo de Rosas.

Su vida

Era hijo de realistas, que se afincaron en Concepción del Uruguay luego de Mayo de 1810 para dedicarse al campo y el comercio.

Fue en la década de 1820 que entró en la política dentro del bando federal y que también ingresó en la vida militar. Para 1841, luego de ocupar varios cargos militares y políticos menores, es elegido gobernador de Entre Ríos. Dieciséis años estaría en ese cargo, hasta la federalización de la provincia durante su presidencia, cuando Buenos Aires se separa de la Confederación Argentina.

Junto a su creciente posición política crecía también su posición económica, gracias a sus tierras y el ganado que criaba en ellas. Esa posición económica se puede ver hasta hoy en su casa: el “Palacio San José”, en las cercanías de Concepción del Uruguay.

El federalismo

Los federales no eran un grupo “monolítico”. Había una clara diferencia entre federales bonaerenses y los del litoral y el interior. Sin duda algunas ideas eran compartidas, la autonomía era algo que podía unir a los federales de todos lados. Era admitir la autonomía en los negocios de cada provincia y en que cada una iba a administrarlos a su antojo. Una constitución federal podía abarcar a todos: era la forma de legalizar la autonomía.

Pero he aquí una diferencia. Una, pero muy importante: la aduana. Los federales bonaerenses tenían algo en común con los unitarios (lo que facilitó la alianza entre ellos luego de la victoria de Urquiza sobre Rosas en 1852): la aduana le daba a toda la provincia de Buenos Aires, incluidos comerciantes y ganaderos, una ventaja sobre el resto. Y ningún sector estaba dispuesto a dejar de lado esta ventaja.

Rosas logró mantener esta disputa en estado latente durante un par de décadas. Pero luego del triunfo de Urquiza, quien prometía poner el programa federal en marcha hasta el final, los bonaerenses en general no podían permitir perder la aduana y terminar con la ventaja. Por eso la separación de Buenos Aires y la alianza entre federales y unitarios.

Los federales del litoral, atados al ganado, necesitaban la libre navegación de los ríos y la federalización de la aduana, para poder competir de igual a  igual frente a los ganaderos de la campaña bonaerense. Es este gran interés lo que hizo que Urquiza se dispusiera a derrotar a Rosas (representante de los ganaderos bonaerenses) y lo que le permitió organizar una alianza contra él.

Claudicación de las ideas federales

Buenos Aires se separó del resto de las provincias, quienes formaron la Confederación al mando de Urquiza. En la Confederación, Urquiza quiso poner en marcha un programa económico de progreso: fundó colonias agrícolas, estimuló el comercio para que Rosario pudiera competir con Buenos Aires, creó bancos, un correo, etc. Pero todo este ideario se veía estrangulado por la falta de entradas financieras. La Confederación había ganado la batalla político-militar, pero perdía en el plano económico.

El esfuerzo que pedía la situación comenzó a “cansar”, hasta al mismo Urquiza. El candidato que sucedió a Urquiza fue Derqui, quien comenzó a acercarse a Mitre, buscando la paz. Los ganaderos del litoral ya no querían verse perjudicados por constantes guerras.

La situación entre Buenos Aires y la Confederación llevó a nuevas batallas. Luego de que Urquiza venciera nuevamente a los porteños en Cepeda (1859), se retiró en la batalla de Pavón (1861) otorgando la victoria a Mitre. Pavón fue la batalla decisiva, la que unificó con Buenos Aires a la cabeza a todas las provincias a pesar de la resistencia de otros caudillos.

Pavón dejó un interrogante en la historia: Urquiza abandonó una batalla que estaba ganando o que tenía grandes probabilidades de ganar. ¿Por qué?

Halperin Donghi dice: “Hubiera salido de la batalla sin nada en que apoyarse”[1]. ¿En que podía apoyarse Urquiza? No eran las fuerzas militares; era su propia clase, la burguesía ganadera, quien podía quitarle el apoyo. ¡Diez años de conflicto con Buenos Aires! ¡Era hora de volver a los negocios y lamentablemente no podían hacerlo sin Buenos Aires! Urquiza prefirió dejar de lado sus ideas, para permitir el libre negocio, sin interrupciones ni cargas. Era hora de la paz, de negociar las ideas y claudicar frente a los enemigos.

La burguesía ganadera del litoral tampoco fue entonces fue una alternativa de progreso nacional. Queda bien claro que frente a la disyuntiva de seguir vendiendo al exterior o seguir peleando por un desarrollo más federal, se inclinaron por lo primero. Al punto que Urquiza no se levantaría más contra Buenos Aires (a pesar de contar con fuerzas para ello) e incluso apoyaría la guerra contra Paraguay. La burguesía ganadera nunca fue una fuente de desarrollo nacional. Sus intereses le dictaban otra cosa.



[1] Halperín Donghi en el documental “Historia Argentina 1880-1930”, dirigido por Felipe Pigna.

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