Por Ale Kur


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Impulsemos una amplia solidaridad internacional con la lucha de los jóvenes palestinos contra la ocupación colonial sionista

 

 

En 1993, los líderes de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) firmaban con el gobierno israelí los Acuerdos de Oslo. Estos acuerdos “legalizaron” el actual “statu quo” entre el pueblo palestino y el Estado de Israel. Más precisamente, a través de ellos la OLP renunciaba a desarrollar las perspectivas de un levantamiento popular contra la ocupación sionista (tal como había comenzado con la Intifada de 1987). A cambio, obtenía el derecho a conformar la Autoridad Nacional Palestina (ANP), un organismo fantoche con muy poco poder real, y la promesa nunca concretada de que en algún momento se establecería un auténtico Estado palestino.

Desde la firma de los Acuerdos de Oslo, la situación solamente empeoró de manera dramática para el pueblo palestino, que vio cómo la ocupación sionista avanzaba cada vez más sobre su territorio, sus derechos, sus libertades, sus tierras, sus recursos y hasta sus propias vidas.

Por lo tanto, las causas que llevaron al estallido de la Primera Intifada de 1987 (la famosa Rebelión de las Piedras) quedaron sin resolver. Nuevos estallidos ocurrieron en el año 2000, con la Segunda Intifada, y toda clase de enfrentamientos de alta o baja intensidad se suceden desde ese momento.

Desde hace varias semanas, un nuevo levantamiento del pueblo palestino parece estar gestándose[[1]].Se habla en muchos casos inclusive de una Tercera Intifada. Si bien todavía no está claro que tenga la magnitud suficiente para ser comparada con las dos anteriores, bien podría estar avanzándose en ese sentido.

El hecho más característico y distintivo de esta nueva rebelión, es su carácter profundamente juvenil. En la mayoría de los casos, la edad promedio de los participantes parecería estar por debajo de los 20 años.

Esto significa que la generación actual que se está rebelando no es otra que la que nace con los Acuerdos de Oslo. Esto tiene una especial importancia, porque le da un tono distintivo diferente a las dos anteriores Intifadas.

La primera característica que define a la generación de Oslo, es que creció y se desarrolló no sólo bajo la ocupación sionista, sino también en una Palestina representada (formalmente) y “gobernada” por la infame ANP.

La ANP es un organismo que cumple tres funciones centrales:

1) Colaborar con la “seguridad” del Estado sionista actuando como represor interno del movimiento palestino, evitando cualquier enfrentamiento real.

2) Actuar ante los palestinos y la comunidad internacional como voz oficial del mismo, encargándose de darle un barniz de legitimidad a la ocupación sionista, al mismo tiempo que sostiene una pantomima de “resistencia” absolutamente impotente. Esto significa, también, generar ilusiones en que es posible una vía “diplomática” para solucionar el interminable conflicto con Israel, y desalentar de esa manera una salida real por medio del levantamiento popular.

3) Administrar la miseria en los territorios palestinos (es decir, aquellos que Israel permite ser reconocidos como tales), y al mismo tiempo hacer negocios en base a ella.

Es decir, la ANP actúa como una especie de “burocracia” del movimiento palestino, que se encarga de refrenarlo y a la vez de hacer negocios para vivir como una casta privilegiada parasitando a su base social. La existencia de la ANP sólo sirvió para que el Estado sionista avanzara a costa del pueblo palestino. Pero esto a la vez generó una consecuencia de gran importancia: aceleró y desarrolló hasta el infinito la descomposición de la dirección del movimiento nacional palestino.

Con esto nos referimos a la vieja dirección nacionalista burguesa, laica, referenciada en la figura de Yasser Arafat, en manos del partido Al Fatah. Se trata históricamente de la dirección de la OLP, que estuvo al frente del movimiento de liberación palestino desde la década del 60. Durante décadas contó con un enorme prestigio entre los palestinos, en el mundo árabe en general, y entre todos los movimientos de “liberación nacional” de corte tercermundista.

La existencia de la ANP, decíamos, consiguió terminar de pudrir a esa dirección histórica, logrando que pierda prácticamente todo su prestigio entre gran parte de los palestinos, especialmente entre aquellos que tienen que vivir dentro de los “territorios ocupados” de Cisjordania. Este mismo fenómeno explica, por ejemplo, que el grupo islamista Hamas haya logrado desplazar a Al Fatah del gobierno de la Franja de Gaza en el año 2007 (ganándole inclusive a Al Fatah unas elecciones generales en todos los territorios palestinos, que esta última organización desconoció, con apoyo de Israel, EEUU y los imperialismos europeos).

Una rebelión juvenil que desborda al “establishment” político palestino

Esta larga introducción es necesaria para explicar un punto central del actual levantamiento palestino: la absoluta desconfianza que sus protagonistas tienen hacia las viejas direcciones del movimiento palestino, tanto Al Fatah como Hamas.

Uno de los puntos de partida de la rebelión es la fuerte caída de la imagen del Mahmud Abbas, presidente de la ANP. Los jóvenes que protagonizan los enfrentamientos actuales son concientes de que la podrida dirección de Al Fatah no sólo no es parte de la solución, sino que es parte del problema. Este hecho por sí mismo genera una enorme diferencia en relación a los estallidos anteriores.

Pero tampoco tienen ninguna confianza en Hamas. Esta organización, si bien ha mostrado una mayor disposición a enfrentar al Estado sionista (ganando por eso mayores simpatías entre los palestinos), actúa con una lógica de aparato totalmente desligado de la lucha real del movimiento palestino. Por eso Hamas, dependiendo de la situación, o se embarca en guerras que sustituyen al movimiento de masas, o se juega a refrenar el movimiento de masas para evitar que se les vaya de las manos. Lo último es lo que parece suceder en este momento.

Los analistas que comentan el actual movimiento de los jóvenes palestinos, coinciden en que no tienen un liderazgo claro. Predominan los elementos “espontáneos”: la organización es producto de múltiples iniciativas dispersas, coordinadas a través de las redes sociales. Ninguno de los grandes aparatos –Al Fatah o Hamas– es parte de su dirección.

En ese sentido, el nuevo levantamiento de los jóvenes guarda vínculos evidentes con la Primavera Árabe comenzada en 2011, y con el ciclo más general de rebeliones populares que se vive en gran parte del mundo.  Un interesante documental de la cadena Vice News titulado “Intifada 3.0.”[[2]], da cuenta de esas modernas características del movimiento. En el mismo sentido, un artículo publicado en el sitio Al Monitor se titula “La Intifada de los Smartphones”[[3]].

Otro rasgo distintivo y enormemente progresivo es el protagonismo de las mujeres en la lucha en las calles. Éste puede ser claramente identificado en todas las imágenes y videos que circulan en las redes. Se trata de un elemento que contrasta abiertamente con la deriva patriarcal y retrógrada de los movimientos dominados por el islamismo, tanto en Palestina como en todo Medio Oriente.

Estos rasgos hacen que el nuevo levantamiento tenga un gran potencial, ya que desborda a los grandes aparatos burocráticos del movimiento palestino y pone en el centro a las movilizaciones e iniciativas de los jóvenes. Los medios de comunicación prefieren hacer énfasis en los casos de apuñalamientos, hechos motivados por la desesperación de los jóvenes palestinos, carentes de futuro, de trabajo y de hogar, y que ocurren por responsabilidad de la propia ocupación sionista. Sin embargo, si bien estos hechos forman parte del mismo proceso de rebelión juvenil, son sólo una parte del mismo. El centro de la rebelión está puesto mucho más en los enfrentamientos entre los jóvenes y las odiosas fuerzas de seguridad sionistas, auténticos ejércitos de ocupación. La rebelión es por lo tanto enormemente progresiva, más allá de que tenga manifestaciones desiguales.

Para que esta rebelión pueda seguir creciendo, transformarse en una Intifada en toda la regla y quebrar el espinazo de la ocupación sionista, debe poder forjar una nueva dirección política, independiente de los aparatos putrefactos del nacionalismo burgués y del islamismo. Una dirección que denuncie los reaccionarios Acuerdos de Oslo y la farsa de la “solución de los dos Estados” que sólo significa la limpieza étnica de los palestinos (como sostiene el intelectual de origen israelí Ilan Pappé). Debe luchar por un Estado único palestino, laico, donde puedan coexistir los diferentes grupos étnicos y religiosos, sobre la base de desmantelar la ocupación sionista y a su Estado colonial.

¡Viva la rebelión de los jóvenes palestinos!

¡Impulsemos una amplia solidaridad internacional con su lucha!

[1]Este hecho es el que ya comenzamos a analizar desde Socialismo o Barbarie en un artículo publicado recientemente: “Palestina: ¿Se cocina una tercera Intifada?, por Ale Kur, Socialismo o Barbarie, 08-10-15.

[2] La primera parte se titula “Clashes in the West Bank: Intifada 3.0 (Dispatch 1)” y se puede encontrar en https://news.vice.com/video/clashes-in-the-west-bank-intifada-30-dispatch-1.

[3]http://www.al-monitor.com/pulse/originals/2015/10/west-bank-palestinian-protests-social-media.html.

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