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El pasado domingo 4 de octubre tuvieron lugar las elecciones legislativas en Portugal. Las mismas han registrado una fuerte caída de la coalición conservadora en el poder -que sin embargo obtuvo el primer puesto- y un consecuente aumento del caudal electoral de la izquierda en sentido amplio (el PS socialdemócrata, el Bloco de Esquerda y el Partido Comunista Portugués). Se han abierto una serie de negociaciones que determinarán la coalición que finalmente gobernará el país.

En ese sentido, la alianza “Portugal al Frente”, compuesta por el PPD/PSD (Partido Popular Democratico/Partido Social Democratico, centro derecha) y el CDS/PP (Centro Democratico Social/Partido Popular, derecha), ha pasado del 50,37% y 2.800.000 votos[1] a sólo 36,93% y 1.980.000 votos: una caída de casi el 33% de su electorado. Como hemos dicho, ha logrado alzarse con la victoria, pero perdiendo la mayoría absoluta y viéndose forzado por lo tanto a lograr un acuerdo con el PS para gobernar.

Por su parte, el Partido Socialista, que implementó las primeras medidas de austeridad desde el gobierno entre 2009 y 2011, no logró aprovechar a fondo el desgaste electoral de la coalición gobernante, al aumentar sólo en 200 mil votos (de 1.566.347 a 1.741.986) y no lograr alzarse con la victoria. El PS paga sin dudas así el hecho de haber sido la “punta de lanza” de la austeridad en el país y el haber jurado respeto absoluto a la UE, el euro y el pago de la deuda externa.

La gran novedad de la elección la ha dado el Bloco de Esquerda, partido amplio similar a Syriza o Podemos, que ha duplicado su porcentaje de hace 4 años, alcanzando el 10% de los votos y consagrando 19 diputados (contra 8 en la última legislatura). Se trata del mejor resultado de la historia del BE[2], que ha tomado como eje de campaña la defensa de una serie de derechos sociales (aumento del salario mínimo, defensa de derechos laborales, del “Estado de Bienestar”), además de una tímida critica a la cuestión de la deuda (la “negociación” de una “reestructuración”, con la posibilidad de un plan B de salida del euro en caso de que esta fracase).

Completa el terreno electoral el Partido Comunista de Portugal, que ha mantenido un caudal prácticamente idéntico al de hace cuatro años: 8,27% y 17 parlamentarios. Sin grandes variaciones, se apoya así en una base –fiel- que ha logrado mantener durante el último periodo, realizando elecciones similares desde hace varias legislaturas.

En este sentido, puede decirse que las elecciones expresan un giro a la izquierda en Portugal, con el enorme límite que la coalición conservadora se ha alzado con la victoria y podría continuar en el poder. Pero más allá de esto, no puede perderse de vista que los conservadores han sido duramente castigados por las urnas y que organizaciones “anti-austeridad” como el BE y el PCP totalicen casi el 20% de los votos. Los resultados actuales podrían en ese sentido expresar un rechazo por debajo de las políticas de austeridad llevadas adelante los últimos cuatro años y pre-anunciar un ciclo de movilizaciones mayor.

Pero además, las elecciones han abierto un escenario de inestabilidad, dada la inexistencia de una mayoría absoluta. De un cómodo gobierno conservador que aplicaba a pie juntillas todos los dictados de la UE, se ha pasado a un rompecabezas parlamentario que aún no se ha resuelto. Es más, aún si algún enjuague parlamentario da lugar a un gobierno de coalición (lo que tarde o temprano terminará por ocurrir), eso no evacua totalmente la posibilidad de nuevos problemas y dolores de cabeza.

La danza de las alianzas

Como producto de esta fragmentación parlamentaria, las reuniones entre los principales partidos se suceden frenéticamente durante los últimos días. Dos escenarios se perfilan: una “gran coalición” entre los conservadores y el PS o la concreción de un “gobierno de izquierdas”.

Una gran coalición podría sustentarse en el hecho de que tanto los conservadores como el PS son furiosamente europeístas (es decir, sumisos a las órdenes de la UE), que respetarán a rajatabla el pago de la deuda y los equilibrios presupuestarios exigidos por el imperialismo europeo. En este marco, las coincidencias estratégicas serían un “cemento” suficiente para la coalición y lo que estaría en juego serían ciertos cambios cosméticos que están en negociación: el aumento del presupuesto de ciertas áreas, eventualmente incluso del salario mínimo. Pero en el fondo, no se trataría sino de una “austeridad light”.

Tal escenario no significaría sin embargo dejar atrás para siempre los escenarios de inestabilidad: una colaboración de este tipo no dejará de estar cruzada de contradicciones, pudiendo generar crisis incluso en el seno del PS. Aún si la misma lograra atravesar los próximos años indemne, podría tener consecuencias importantes para el PS, que debería mirarse en el espejo del PASOK griego, caído definitivamente en desgracia luego de su participación en el gobierno de Nueva Democracia de 2012.

El segundo escenario posible sería el de una coalición PS-BE-PCP, que cuenta con escaños suficientes para imponerse. En este sentido, las negociaciones entre el PS y el BE están en curso y Catarina Martins, portavoz del Bloco de Esquerda, ha declarado que hay condiciones para formar un gobierno que “defienda las jubilaciones, los salarios y el empleo” y que el mismo “partiría del programa del PS”.

Pero si según el propio programa electoral del BE, el “chaleco de fuerza” de la deuda externa y el respeto de las obligaciones presupuestarias impuestas por la UE (que incluyen centralmente la obligación de limitar los gastos del Estado) impiden cualquier “política progresista”, cómo es posible que la alianza con un partido profundamente pro-EU y social-liberal como el PS (que ya ha demostrado que está dispuesto a imponer la austeridad como lo hizo en su último mandato) permita “defender las jubilaciones, los salarios y el empleo”?

El Bloco, que dice haber “sacado las experiencias de Grecia”, centralmente al integrar a su programa el “Plan B” de la salida del euro, está dispuesto a embarcarse en un experimento de “austeridad light” de la mano de los social-liberales del PS, que serían ampliamente hegemónicos en un hipotético gobierno. No existe manera más eficaz de dilapidar el capital político en tanto que formación anti-austeridad que el Bloco ha conquistado de cara a estas elecciones.

En todos los casos, lo que está claro es que a la clase trabajadora y a la juventud portuguesa le esperan nuevos ataques de importancia. Tal vez uno de los datos más importantes del último periodo ha sido la relativamente débil movilización en ese país, a pesar de la grave situación de crisis social: se calcula que medio millón de personas se han visto obligadas a partir del país en los últimos años (sobre una población de 10 millones de habitantes) y el desempleo juvenil alcanza el 40%.

Allí está la clave para desbloquear la situación actual y no en algún enjuague parlamentario por arriba, ni siquiera uno que dé vida a un “gobierno de izquierdas”. En el fondo, la única fuerza capaz de poner un freno a la austeridad brutal y la degradación de las condiciones de trabajo y de vida son las luchas y la organización independiente de la clase obrera, la juventud y los sectores oprimidos de Portugal.

 

Ale Vinet

[1] En realidad, en las elecciones de 2011 ambos partidos fueron separados: el PPD/PSD obtuvo el 38,66% y el CDS/PP el 11,71%. Luego de las elecciones formaron la coalición gobernante, y en estas elecciones decidieron concurrir directamente como una alianza electoral unificada.

[2] No puede dejar de señalarse que el BE ya había obtenido resultados similares: en 2009 se alzó con el 9,81% de los votos, para caer luego al 5,17%.

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