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La competitividad cambiaria argentina sufrió ayer otro duro golpe al disponer China la mayor depreciación para su moneda en un día desde 1994 y desatar una nueva oleada mundial de devaluaciones frente al dólar estadounidense que no hace más que acelerar la marcada apreciación del peso” (Javier Blanco, La Nación, 12 de agosto del 2015).

El domingo pasado se realizaron las PASO presidenciales. Con el 38.4% de los votos se terminó imponiendo Scioli. Redondeando un 30.1% salió segunda la coalición Cambiemos (impulsada por el PRO, los radicales y la Coalición Cívica). UNA de Massa y De la Sota obtuvo el 20.6%. Mientras tanto, la izquierda repitió una buena performance obteniendo el FIT 700.000 votos (entre sus tres integrantes repartidos en dos listas) y 100.000 votos nuestro partido.

A continuación nos dedicaremos a evaluar el escenario abierto hacia las elecciones de octubre y la votación de la izquierda y nuestro partido con sendos artículos de este autor y Marcelo Yunes en las primeras páginas de esta edición.

¿Puede Scioli imponerse en primera vuelta?

En la madrugada del lunes 10, cuando ante la lentitud de la carga de datos en la provincia de Buenos Aires se especulaba con que Scioli estaba haciendo una elección peor a la esperada, crecía la impresión que habría segunda vuelta dado que el ex motonauta quedaba demasiado lejos del 40% soñado para evitarla.

En los matutinos de ese día los editorialistas lanzaron la especie: tomando en cuenta que Macri se alzará en octubre con el grueso de los votos obtenidos por Sanz y Carrio, una diferencia de sólo seis puntos “podría dejar al ingeniero a las puertas de forzar un balotaje en octubre” afirmaban.

El final del escrutinio provisorio cerca de las 13 horas del lunes 11 dio un poco por tierra con estas especulaciones. Scioli lograba estirar nuevamente la diferencia con Cambiemos hasta 8 puntos.

Además, en la comparación con Macri considerado individualmente, la diferencia se estiraba hasta 14 puntos: una diferencia que llevó a diversos analistas a quejarse de la “magra” cosecha obtenida por este.

Las cosas parecieron volver a su lugar visualizándose la posibilidad que, efectivamente, Scioli se termine imponiendo en primera vuelta el 25 de octubre. A esta hipótesis se le vino a agregar la elección del tercero en discordia: Massa. Obtuvo, finalmente, el 14% de la votación mientras que De la Sota se alzó con el 6%.

El interrogante es por dónde pueden ir Scioli y Macri para consagrar sus pretensiones: el primero, imponerse en la primera vuelta; el segundo, forzar una segunda.

Macri se quedará seguramente con la abrumadora mayoría de los votos de Sanz y Carrio; esto lo deja en los porcentajes obtenidos por Cambiemos: 30%. Massa retendrá seguramente su propia votación. Y como Stolbizer y Rodríguez Saa han obtenido votaciones menores, el “botín” a disputar pasa por los votos del actual gobernador cordobés: 1.400.000 votantes.

Con sus más y sus menos es entre estos electores que se juegan las posibilidades que Scioli logre evitar una segunda vuelta. Y la verdad es que salvo que la coyuntura “meta la cola”, y dado el apoyo abierto o encubierto que lograría de parte de Schiaretti (futuro gobernador de Córdoba), más la “libertad de acción” que acaba de darle Massa a sus intendentes de la provincia de Buenos Aires (para no ser derrotados por lo que sigan a Scioli en octubre), el escenario luce “matemáticamente” para el lado que Scioli logre consagrarse presidente el 25 de octubre.

¿Será así?

Cuando la coyuntura mete la cola

Este análisis seria unilateral si perdiera de vista dos elementos de importancia. Una cosa es que, a priori, Scioli haya quedado cerca de imponerse en primera vuelta; otra muy distinta es que haya cerrado el pleito y que de aquí a octubre la campaña sea un “paseo” (¡solo con observar el inmenso drama de las inundaciones ya se tiene un idea de la “eternidad” que falta hasta octubre y como podrían cambiar las condiciones respecto de la del domingo pasado!).

Esto no es así: el escenario actual no es el del 2011 cuando Cristina obtuvo en agosto algo el 50% de los votos mientras que el segundo, lejísimos, fue Binner con el 17%. La elección había quedado resuelta el paso por octubre fue un trámite formal.

El resultado del domingo dejó a Scioli bien posicionado. Pero está muy lejos de resolver las cosas como ocurría cuatro años atrás. A esto se le debe agregar un elemento potencialmente “disruptivo” de enorme importancia: la evolución de la coyuntura económica, que luce con elementos de grave deterioro.

La Argentina no es un país donde dos meses sean un “corto plazo”. Menos que menos cuando parece observarse un deterioro de la coyuntura: de aquí a octubre falta mucho y por entre medio podrían “colarse” algunos de los elementos que venimos analizando y que hablan de la avería en el entorno económico y político por el que transita del país.

Económicamente, cada día crecen más las presiones sobre la cotización del dólar (oficial). Las últimas semanas se caracterizaron por la presión de la devaluación del real sobre la moneda argentina. Pero ahora resulta que la mismísima China acaba de devaluar su moneda, el yuan: la mayor devaluación diaria en el gigante oriental en 21 años.

Es decir: mientras que el dólar oficial se mantiene estable en nuestro país, el real y la moneda china se devalúan, lo que pega duro sobre la línea de flotación de la competitividad argentina.

Un país, por lo demás, que tiene un bajo nivel de reservas. Tan pocas reservas tiene el BCRA que el gobierno se la debe pasar administrando las importaciones, limitando la compra de divisas por parte de los ahorristas, inhibiendo el giro de ganancias al exterior, creando reservas en otras monedas (el mismo yuan por 6000 millones de dólares) y un largo etcétera: de ahí que la patronal este exigiendo el levantamiento del “cepo cambiario”: ¡algo que como reconoció el propio Kicillof, se llevaría puestas las reservas en pocos días salvo que se impusiera una devaluación del peso acompañada de un ajuste económico en regla!

Si de la economía pasamos a la política, la región está irradiando “factores desestabilizadores” también en ese terreno. La base de esa desestabilización es económica, mostrando como en toda la región está pegando el fin del “viento de cola” de la última década (amén de otros factores como denuncias de corrupción). Pero la particularidad del caso es que la misma está teniendo consecuencias políticas. Dilma Rousseff en Brasil, Bachelet en Chile, Humala en Perú y Vásquez en Chile (todos ellos gobiernos “progresistas”, algunos recientemente electos) están pasando por agudas crisis que combinan varios elementos: medidas de ajuste económico sumadas al creciente descontento (por derecha e izquierda en combinaciones diversas según los casos) que están recibiendo a su gestión. ¡Esta circunstancia podría ser el espejo en el cual deberá mirarse el gobierno que asuma el 10 de diciembre en el país!

Si estos elementos de deterioro se replicarán en nuestro país antes de octubre, el escenario electoral podría modificarse respecto de lo que espera el kirchnerismo.

¿Hacia un giro a la derecha electoral?

Esto nos lleva a un elemento fundamental del resultado electoral. La reapertura de la crisis mundial a la que podría llevar una mayor caída del producto en China, sumado a los elementos de inercia que acumula la económica nacional auguran que, seguramente, el gobierno que venga aplicara medidas de ajuste económico.

Si el grueso de los trabajadores y sectores populares votaron a Scioli (un voto “conservador progresista” como lo hemos llamado), si una parte de esta misma clase trabajadora -sobre todo la fabril de la zona norte del gran Buenos Aires- lo hizo por Massa (un voto enojado con Cristina), y el grueso de las clases medias urbanas se inclinó por Cambiemos de Macri (un voto de características “caceroleras”), de todos modos, mostrando lo artificial de la polarización electoral, las tres candidaturas patronales confluyen en un punto fundamental: el ajuste económico que viene de manera inevitable.

Hay un dato que deparan las elecciones que no puede soslayarse: las mismas no marcaron un giro a la derecha electoral. El progresismo k (trasmutado en “sciolismo”) sigue siendo la fuerza política más cerca de imponerse en la elección (un triunfo de Macri configuraría, si, un neto giro a la derecha político-electoral).

Sin embargo, aun a pesar que la izquierda volvió a hacer una elección de importancia para los parámetros del país, no deja de ser una exigua minoría (la proporción en votos es de 20 a 1) frente a los candidatos del ajuste, que acapararon el 90% de la votación.

Es verdad que ninguna ha hablado en ese nombre. Ni Scioli ni Macri ni Massa se han referido a qué medidas tomarían de llegar al gobierno. Más bien, Scioli ha señalado que sus medidas (de ajuste, obvio) serán “graduales”; Macri ha escondido declaraciones como las de que “acabaría con el cepo en un día” (¡lo que significaría un clásico ajuste ortodoxo de shock!), y que Massa solo afirma que tiene el “equipo económico más calificado” de los presidenciables…

Todos siguen la fórmula de Menem que respondía “cándidamente” cuando le preguntaban porque no había dicho durante la campaña las duras medidas que iba a imponer: “si lo decía perdía la elección”.

Scioli, Macri o Massa no lo han dicho hacia agosto. Pero de todas maneras, cualquiera sea el signo del gobierno que asuma en diciembre, tendrá un problema real: la sociedad explotada y oprimida no quiere oír hablar de un nuevo ajuste económico, de una nueva devaluación, ese es el límite de un giro a la derecha electoral que aún no se ha operado, el límite para la expectativa de un eventual triunfo de Macri en una eventual segunda vuelta.

Prepararse para enfrentar el ajuste que viene

Es en este cuadro que resalta la elección de la izquierda. Sumando los votos del FIT, los de nuestro partido y, generosamente, los del MST (que se reparten entre izquierda y centroizquierda), hemos obtenido 900.000 votos. Se trata de un resultado de una franja minoritaria de las masas que es expresión –aun desigual- de la creciente inserción y fuerza social de la izquierda en nuestro país: en el seno de la nueva generación obrera, entre los docentes y estatales, en el movimiento de mujeres, en la juventud estudiantil.

Una fuerza, básicamente, opuesta a los candidatos del sistema y al ajuste.

Parte de esta elección es el inmenso valor que tienen los cien mil votos obtenidos por nuestro partido, por segunda elección consecutiva, y con el valor agregado de ser una votación de una campaña que se plantó, claramente, por una alternativa socialista.

La tarea inmediata es transformar esta importantísima votación en un salto constructivo que apunte a consolidarnos como una organización nacional, al tiempo que vamos enfocándonos hacia la gran tarea que viene: enfrentar el ajuste en las luchas cotidianas de nuestra clase.

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