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“Los industriales no comparten el optimismo de los principales candidatos presidenciales de cara al próximo año. No ven un 2016 fácil, todo lo contrario. Su principal preocupación es que ‘ninguno habla de devaluación’” (La Nación, 29 de julio del 2015).

 

Al cierre de esta edición el elemento más destacable es cómo se ha deteriorado –de manera acelerada– el contexto económico en el cual se va a transitar lo que resta de las elecciones hasta octubre. Deterioro que difícilmente hacia el 9 de agosto (PASO), pero sí en octubre, podría introducir alguna modificación en el resultado electoral.

 

China

 

La primera mala noticia para la economía argentina viene del mercado internacional. La bolsa en China volvió a caer el lunes 27 un 8,5%, llevando a una jornada de pánico en los mercados internacionales (fue la caída diaria más grande del mercado bursátil chino desde el 27 de febrero del 2007).

Si bien luego se recuperó algo, la bolsa del gigante asiático arrastra una caída de un tercio de su valor durante el 2015, lo que está poniendo en serio riesgo las inversiones de 90 millones de pequeños ahorristas que se endeudaron para comprar acciones en un mercado en su momento en ascenso.

La causa de fondo del retroceso bursátil chino, sin embargo, hay que encontrarla fuera de la bolsa: en la economía real. Hace tiempo que se especula sobre si dicho ascenso accionario no se trataría de una burbuja (precios inflados) en la medida que no se corresponde con la ralentización del crecimiento del país.

De un promedio de 12% anual, en los últimos dos años la tasa de crecimiento ha venido disminuyendo, esperándose para este año un aumento del PBI del 7%. Sin embargo, incluso este índice (enorme para los parámetros mundiales, pero bajo para la serie histórica de China en las últimas décadas), se comienza a cuestionar que sea alcanzado.

El problema de fondo es que el sideral crecimiento económico viene siendo el factor legitimador del régimen del Partido Comunista Chino. Su vuelta al capitalismo ha podido justificarla en una cierta dinámica de “ascenso social” de una población cuya abrumadora mayoría viene del medio agrario, y que se ha urbanizado y mercantilizado (transformación de todos los productos en mercancía) de manera sin precedentes en la última década.

Esto ha ocurrido bajo condiciones de súper-explotación del trabajo, de un régimen interno de control poblacional (pasaporte interno, Hukow) que no permite establecerse de manera definitiva en las ciudades a los trabajadores migrantes del campo, y una larga lista de condiciones de injusticia y opresión que sin embargo, en la medida en que el país ha venido creciendo, han quedado como soslayadas.

¿Pero qué pasará si este crecimiento continúa disminuyendo, si el factor legitimador que este supone salta por los aires y estallan las tremendas contradicciones sociales de la segunda potencia económica mundial?  ¿Cómo hacer para evitar una crisis de sobreproducción que termine en una recesión en la propia China?

Se trata de interrogantes que no hallan respuesta todavía, pero que ya están incidiendo no solo en dicho país sino internacionalmente, dado el peso económico que tiene hoy en la economía mundial, y de manera muy obvia en nuestro país.

 

Brasil

 

Si de China nos desplazamos a Brasil, el gigante sudamericano, la crisis aquí es abierta. Confluyen dos determinaciones: una crisis económica creciente (y sin precedentes en la última década), sumada a una dramática crisis política del gobierno de Dilma Rousseff, que podría terminar eyectándola de la presidencia.

En el terreno económico Brasil ha sido afectado, en primer lugar, por la caída del precio de las materias primas, caída en la que, entre otros factores, influye precisamente la lentificación del crecimiento chino.

Pero a esto se le agrega un factor más específicamente brasileño, que es la pérdida de competitividad del país en los últimos años; de ahí que se haya venido operando en los últimos meses una enorme devaluación de la moneda, la que a estas alturas está largamente superando los tres reales el dólar (3,36), sin que el gobierno parezca tener la menor preocupación en parar esta devaluación: la pérdida del valor de la moneda alcanza el 26,3% en lo que va del año, la peor desde el 2003.

Rousseff combina el dejar correr la devaluación –con la consiguiente escalada inflacionaria– con duras medidas de ajuste económico: ajuste fiscal, recesión, aumento de las tasas de interés, medidas que están afectando de lleno el nivel de vida de los trabajadores. Así las cosas, unas de las “joyas” del gobierno del PT, el nivel de empleo, está siendo afectando duramente: el desempleo ha alcanzado el 9% de su PEA, algo sin precedente en los últimos años.

La combinación de la crisis en estos dos gigantes cuyas economías son tan importantes para nuestro país, está metiendo presión sobre la economía argentina justo a días de la realización de las PASO.

¿Estallará una grave crisis en medio de la coyuntura electoral? Ese es el gran interrogante a estas horas.

 

Devaluación

 

Contra lo que quería el gobierno, y en unas condiciones donde las elecciones se están viviendo en una suerte de “veranito” donde las expectativas de la sociedad son “optimistas” (y los principales candidatos patronales prefieren callarse las malas noticias que anunciarán en caso de imponerse en octubre), la señal de alarma está viniendo por el lado de la cotización del dólar paralelo.

En una escalada que no se veía desde el año pasado, y luego de haberse mantenido estancado el paralelo en 12,5$ durante meses, en las últimas jornadas el ha escalado sin parar alcanzando los 15$. Para esta presión sobre el dólar afectan varios aspectos, a algunos de los cuales ya nos hemos referido aquí.

Hay determinaciones que vienen del lado político: la fórmula Scioli-Zannini es observada como demasiado “continuista”. A la vez, el debilitamiento de Macri les ha quitado esperanzas a aquellos que esperaban que se viniera una corrección más directa de las variables económicas (igualmente, ¡quién puede adelantar que no sea Scioli el que finalmente lleve adelante un plan así!).

De todos modos nos interesa referirnos más específicamente a las causas económicas. Hay una serie de hechos que no ayudan a la mantención del valor actual del peso. El primero tiene que ver con la devaluación del real: “Nuestro tipo de cambio real con Brasil se ha desplomado hasta equiparar el nivel de 1998. Semejante deterioro de la competitividad frente a nuestro principal cliente industrial, es un dato cuya gravedad no puede ser subestimada” (La Nación, 29 de julio de 2015).

Presiona también a la devaluación la baja en los precios internacionales de las materias primas (lo que coloca en debate el nivel de retenciones). En diversas economías regionales no cerrarían los números (el caso de la frutihortícola en el Valle del Río Negro). Hasta la soja ha caído de los máximos alcanzados años atrás: de 550 dólares la tonelada a la más modesta cotización de 350 dólares (¡lo que de todas maneras todavía es sideral respecto de los 80 o 90 dólares de los años 90!).

Al mismo tiempo, la emisión monetaria del año aparece por encima del aumento de los precios –que tuvieron una leve retracción por efecto de la recesión económica–, factor que también presiona al aumento del dólar por la relación entre la cantidad de pesos en circulación y cantidad de divisas en manos del BCRA.

La conclusión de este conjunto de elementos es que las patronales se quejan de que sus números no cierran, que los costos han aumentado en dólares, que para colmo las divisas escasean para facilitar el normal desenvolvimiento de los negocios (importaciones, giro de ganancias al exterior): un “verdadero muro de los lamentos” entre los que se incluye su crítica de que los candidatos (Scioli y Macri) no dicen la verdad a los votantes (¡para no espantarlos, evidentemente!): que el que gane la elección tendrá que devaluar la moneda.

 

Ajuste

 

Eso es lo que se introdujo en la coyuntura electoral la última semana: la expectativa de una devaluación. El gobierno viene rezando para que la economía no se meta en la campaña. La oposición pena porque el tema no es hoy el principal interés de los votantes (¡aunque tampoco prefiere hablar de qué hacer frente a tan espinoso asunto!). Conclusión: viene careciendo de este ariete contra el oficialismo.

Pero la escalada del dólar los últimos días –que no logró ser frenada siquiera por el aumento de las tasas de interés y por la resignación de 90 millones de dólares de reservas– amenaza con hacer volar por los aires semejante impostura.

Así las cosas, la campaña de nuestro partido alrededor de que Scioli y Macri preparan un nuevo ajuste, comienza a adquirir más entidad. No lo decimos nosotros: ¡están las declaraciones de empresarios y economistas que señalan que la nueva devaluación (y su consecuente duro ajuste) es un hecho: que sólo hay que ver en qué momento se hará!

En todo caso, lo que se preguntan los analistas es a qué gobierno le tocará “convalidar” la devaluación: si es a Cristina o, como es mucho más probable (si la economía aguanta), a quien asuma en diciembre próximo.

Pero lo que es un hecho es que se viene una devaluación, y con ella un ajuste económico en regla: tratarán de que paguen los trabajadores la cuenta de la crisis con el consecuente deterioro salarial, un eventual aumento del desempleo y otros flagelos por el estilo. Todo para recuperar las ganancias empresarias y los ingresos del Estado (esto último, entre otras cosas, para afrontar pagos de la deuda externa).

Aunque agudizado, Brasil podría ser un espejo para lo que se venga en la Argentina en el 2016: luego de la euforia por la eventual “reelección del modelo” llegará la hora de la verdad: ¡un duro ajuste económico al cual los trabajadores deben prepararse para enfrentar!

 

¡A romper el piso proscriptivo!

 

Camino a las PASO, la actividad electoral de nuestro partido viene en franco ascenso. Existe un enorme entusiasmo entre la militancia por la campaña que estamos realizando y el “impacto” que está teniendo entre los más vastos sectores.

Una campaña que tiene ya la enorme ganancia de que hemos ampliado nacionalmente el radio de acción territorial de nuestro partido, sumando a la vez a nuevos y viejos compañeros y compañeras a la actividad.

Sobre todo, la valoración súper favorable que estamos recibiendo de los ejes políticos de la campaña, de la figura de Manuela, de nuestros spots, etcétera.

Parte importante de la misma campaña, de sus ejes, es justamente la denuncia del ajuste económico que viene, así como marcar a fuego los límites del progresismo K, del posibilismo capitalista de nuestros días, y el planteamiento general acerca de la necesidad de una alternativa socialista (cuestión que ni siquiera roza la propaganda de los dos grupos que van a la interna del FIT).

Sobre estas bases, insistimos, la percepción de nuestra militancia es que la campaña viene creciendo. De todos modos, conviene alertar que lograr romper el piso proscriptivo por parte de un solo partido sería una hazaña: ¡hazaña a la cual debemos jugarnos de todos modos con todas nuestras fuerzas!

En los diez días que restan hasta la elección debemos concentrarnos en pedir los 400.000 votos que necesitamos, organizar los actos-comidas-brindis de cierre que realizaremos en todas nuestras regionales, así como organizar la fiscalización nacional de nuestros votos en los cuatro puntos cardinales de la Argentina.

Hemos realizado una campaña extraordinaria. Hemos llevado nuestras boletas a todo el país: ¡otra verdadera hazaña para un partido de la izquierda que se presenta con nombre propio en elección presidencial! ¡Ahora se trata de que defendamos cada uno de nuestros votos no dejando ni un solo distrito sin fiscalizar!

Organicemos la fiscalización nacional de la elección del nuevo MAS de manera tal de garantizar que lleguemos a octubre. Invitamos a todos nuestros simpatizantes, amigos, nuevos grupos y compañeros y compañeras que se suman al partido a ayudarnos en la tarea.  

 

(Página 2)

El retorno a las épocas del “fraude patriótico”

Organicemos la fiscalización de la lista 13 en todo el país 

 

José Luís Rojo

 

“Según el fallo de la Cámara, es responsabilidad del Estado –y no sólo de los fiscales partidarios– ‘velar por la efectiva disponibilidad de las boletas’ en las mesas de votación (…) la misión de los jueces electorales es asegurar la más genuina expresión de la voluntad popular (…) la boleta no es un instrumento al servicio del partido, es la posibilidad física para que se exprese el ciudadano” (La Nación, 29 de julio del 2015).

 

Al cierre de esta edición, in extremis, la Cámara Nacional Electoral ordenó revertir la orden del juez subrogante de provincia de Buenos Aires (Laureano Durán) de que se podía colocar sólo 25 boletas de cada partido por mesa. Se trata de un avance, aunque de todos modos parte del daño ya había sido hecho porque es difícil revertir la carga de boletas en las mesas donde esta tarea había sido completada.

El hecho es que la resolución de Durán fue un escándalo que puso en riesgo la transparencia de la elección en el principal distrito del país (38% del padrón), llegando casi a abrir una crisis política de proporciones. Tan burda como fue la maniobra, era imposible que no desatara un escándalo como el que desató.

Lo decía un puntero del PJ off the record: mediante maniobras de este tipo el peronismo podría alzarse con un 3 a un 5% suplementario de la votación: una cifra nada despreciable de la elección, evidentemente. Esto es lo que intentó una parte del Frente para la Victoria, presumiblemente el sector vinculado a Domínguez y Espinosa, que son los que controlan el grueso del aparato de las intendencias, al limitar la cantidad de boletas por mesa.

Las mesas tienen unos 350 votantes. Se trata en la provincia de 34.500 mesas repartidas en 5000 colegios, lo que requiere un ejército de 35.000 personas para fiscalizarlas (como mínimo). ¿Alguien se imagina que otro partido que no sea el PJ o la UCR pueda poner esta cantidad de fiscales?

La maniobra del juez kirchnerista era muy burda. Se apoyaba en una definición o interpretación de la ley electoral provincial: que supuestamente es “responsabilidad de cada partido fiscalizar la elección y proveer de boletas cada mesa”…

De tan escandalosa, la resolución se vino abajo. Lo mismo que la inicial prohibición de que fiscales de un distrito puedan ir a controlar otro: Servini de Cubría entendió que en una elección presidencial, el país como un todo es un “único distrito”.

En todo caso, lo interesante es entender lo que estaba detrás de la medida de Durán. Es que si, finalmente, la fiscalización de la elección es sólo una tarea “privada” de cada partido; si el Estado no tiene responsabilidad alguna en garantizar que todas las listas puedan participar en pie de igualdad en los comicios, lo que se viene abajo en todo caso es la idea misma de elecciones libres y democráticas: se volvería así al régimen electoral oligárquico del “fraude patriótico” como el que regía el país a fines del siglo XIX, cuando de manera desnuda los aparatos (o el patrón del lugar) imponían su voluntad: ¡votar se transformaba en una pura formalidad! ¡La “voluntad popular” no tenía siquiera los atributos formales que le otorga la democracia burguesa: era directa y abiertamente pisoteada!

La Cámara Nacional Electoral esgrimió así el tipo de argumentos que estamos señalando aquí: argumentos irrefutables desde el punto de vista de la democracia burguesa. Porque si el Estado no vela por la elección de conjunto; si el Estado no se hace cargo de que cada ciudadano tenga la boleta que se dispone a votar en el cuarto oscuro, lo que se consagra es un nuevo régimen de “fraude patriótico”.  

Como señalábamos arriba, a pesar de la reversión de la orden del juez Durán, parte del daño quedó hecho: a las 25 boletas por mesa hubo que agregarles 25 más en condiciones de plazos exiguos, decenas de militantes trabajando día y noche para preparar los envíos, etcétera, lo que puede dar lugar a errores y faltantes.

En todo caso, frente a los descarados intentos de manipular la elección por parte del oficialismo, así como el hecho de que la campaña de nuestro partido viene en franco ascenso y esté planteado pelear por romper el piso proscriptivo, ello nos obliga a redoblar los esfuerzos militantes por fiscalizar los votos del nuevo MAS en todo el país.

No hay tarea organizativa más importante de aquí al 9 que organizar en todas las regionales partidarias la fiscalización.

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