Por Ale Vinet


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Enfrentar el gobierno de la austeridad es la primera tarea

 

Como señalamos en nuestra declaración luego del acuerdo alcanzado en la mañana del lunes entre Tsipras y las “instituciones”, el mismo constituye una capitulación en toda la línea a las exigencias de los acreedores, que consagra el carácter “semicolonial” de Grecia en el armado imperialista de la eurozona. Al firmarlo, Tsipras enterró además la voluntad popular expresada el 5 de julio en el referéndum donde el 62% de la población, con picos de 70% u 80% en la clase trabajadora y la juventud, rechazó una propuesta que era “mejor” que el acuerdo actual.

Sin embargo, aunque la capitulación ha dado lugar al desánimo y a la desorientación entre la clase obrera y la población, no se trata ni por lejos del “final de la película”. Al contrario, desde el anuncio del mismo, las voces en su contra se multiplican, haciéndose carne en sectores amplios de las organizaciones políticas de izquierda y del movimiento obrero griego, que daba el puntapié inicial de la lucha contra este nuevo memorándum mientras escribimos estas líneas, con una jornada de huelga y movilización a la iniciativa principalmente de ADEDY, la confederación sindical de trabajadores del Estado. Una nueva crisis política parece comenzar a abrirse paso en Grecia.

Al mismo tiempo, la firma del acuerdo marca el fracaso de la estrategia de Syriza, su respeto total de las instituciones de la Unión Europea imperialista y de la moneda común, y de la orientación de aquellos en la izquierda revolucionaria que soñaban con que Syriza fuera “mas allá de lo que quería” y abriera el camino de una ruptura revolucionaria. De lo que se trata no es simplemente de denunciar la traición de Tsipras, sino de entender los presupuestos políticos estratégicos que llevaron a la situación actual y de proponer un programa alternativo al servicio de los trabajadores y el pueblo griego.

Veamos estos dos elementos más detenidamente.

Se profundiza la crisis del gobierno

Desde que el gobierno presentó su propuesta de acuerdo al Eurogrupo, comenzaron las fisuras. Al momento de la votación parlamentaria que valido el mismo para que Tsipras fuera a negociar, la abrumadora mayoría obtenida (250 parlamentarios sobre 300) no pudo ocultar un hecho significativo: Syriza había perdido formalmente la mayoría absoluta, pasando de 162 escaños a 139. Esto fue el resultado de la votación de diputados del ala izquierda de Syriza: dos diputados que votaron en contra, ocho se abstuvieron y siete se ausentaron de la votación explicitando estar en contra del acuerdo; a ellos se sumaron 15 diputados que votaron a favor “para no quitar la mayoría al gobierno antes de las negociaciones” pero que se pronunciaron en contra del acuerdo.

A partir de ese momento, una vez firmado el acuerdo definitivo, este curso se acentuó y la crisis política al interior de Syriza y del gobierno se profundiza a cada hora que pasa. La Plataforma de Izquierda de Syriza (que dispone de una treintena de diputados) ya ha declarado que votará contra el acuerdo y prevé la realización de un acto el lunes próximo en el que defenderá su plan alternativo de salida del euro, nacionalización de la banca y anulación de la deuda. La vice-ministra de finanzas, Nadia Valavani ha renunciado en rechazo al acuerdo, y la presidenta del parlamento, Zoé Konstantopoulou, ha llamado al parlamento a rechazar el acuerdo.

A esto se suman una serie de rechazos al acuerdo que parecen ganar terreno cada vez mas en el seno de Syriza. La Juventud de Syriza llama en una declaración del 13 de julio a “impedir que el acuerdo sea votado”; cada vez más secciones locales o regionales de Syriza se pronuncian en contra. Incluso en el Comité Central de Syriza, 109 miembros sobre 201 en total han firmado una declaración en la que rechazan el acuerdo, que consideran impone “odiosas y humillantes condiciones de tutelaje”.

El gobierno podría imponer sin embargo sin dificultades el acuerdo en el parlamento: contaría sin dudas con el apoyo de los partidos burgueses pro-europeos To Potami, PASOK y Nueva Democracia. Formalmente, el gobierno aun puede seguir en pie incluso si ha perdido el apoyo de una parte de sus parlamentarios: sólo la ruptura con el bloque de Syriza de un numero de parlamentarios suficiente para que la mayoría caiga por debajo de 151 diputados obligaría a Tsipras a presentar una nueva moción de confianza al parlamento y constituir un nuevo gobierno.

Más allá de los acuerdos parlamentarios que se alcancen finalmente, está claro que una crisis en regla se ha abierto en Syriza y en el gobierno. De manera más general, la misma es el reflejo del rechazo que el acuerdo ha generado en sectores importantes de la clase trabajadora y el pueblo griego, que más allá del probable desanimo y desorientación todavía tiene enormes reservas de combatividad y puede ponerse en pie de guerra contra el nuevo memorándum. Por más que lo desee, Tsipras no puede borrar de un plumazo la gran batalla del referéndum, que dio lugar a una importante polarización de clase y a la movilización por abajo de amplios sectores que batallaron por el NO.

De lo que se trata ahora es entonces de romper abiertamente con el gobierno, que se ha transformado definitivamente en el nuevo gobierno del memorándum, rechazar el acuerdo en el parlamento y llamar a la movilización en las calles para combatirlo.

No hay lugar para ninguna ambigüedad: como dicen correctamente los compañeros de la OKDE-Spartakos, “quien sigue aportando un apoyo crítico al gobierno, aporta un apoyo ‘crítico’ a la austeridad”[1]. De ahí que la postura centrista de la Plataforma de Izquierda alrededor de la votación el viernes para “habilitar” a Tsipras a negociar no haya estado a la altura de las circunstancias. Los últimos desarrollos plantean de todas maneras un giro a la izquierda de este sector. Para jugar un rol progresivo, la Plataforma de Izquierda debe denunciar abiertamente este gobierno pro-austeridad, romper con el mismo y tomar las calles con todos aquellos que estén dispuestos a luchar por la anulación del tercer memorándum.

Como hemos señalado, la lucha contra el nuevo memorándum ya ha comenzado. La Central de Trabajadores del Estado, ADEDY, ha llamado a una huelga de 24 horas para este miércoles, con una movilización a las 19hs en la Plaza Syntagma, frente al parlamento donde se estará discutiendo la propuesta. A esta jornada de lucha se han sumado las farmacias, los empleados de las municipalidades y los trabajadores del metro de Atenas. Evidentemente, los compañeros de la coalición anticapitalista Antarsya se han sumado a las diferentes iniciativas y han impulsado varias movilizaciones frente al parlamento desde el viernes pasado en el que Tsipras obtuvo el apoyo del mismo para negociar con la UE.

El primer punto, entonces, es una ruptura clara con el gobierno y el llamado a la movilización en las calles para rechazar el nuevo acuerdo. Junto con esto, es necesario hacer el balance de la estrategia equivocada que ha llevado al impasse actual, y proponer un programa anticapitalista alternativo.

Por un programa alternativo: ruptura anticapitalista con la UE y el euro

Si Tsipras pasó claramente por arriba de la voluntad popular expresada en el referéndum, la simple alusión a una “traición” no da cuenta verdaderamente del fenómeno real de Syriza. La situación actual no es la consecuencia de la “deshonestidad” de Tsipras o de la dirección de Syriza, sino el resultado lógico de una estrategia política que esta formación defendió desde el inicio.

Cuando se alzo con el poder en enero de este año, Syriza prometio la cuadratura del círculo: romper con la austeridad sin romper con el euro y la Unión Europea. Basada en una creencia que Stathis Kouvelakis define como “casi religiosa” acerca del carácter positivo per se de las instituciones europeas, o en todo caso de la posibilidad de mejorar la situación en el estricto marco de las mismas, la dirección de Syriza emprendió el largo camino de negociaciones que, a falta de un programa alternativo de ruptura, dieron lugar a concesión tras concesión hasta llegar al acuerdo actual.

En efecto, la crisis griega ha demostrado de manera aguda el limite insalvable de la “izquierda europeísta” (en el sentido de la izquierda que considera la Unión Europea actual como objetivamente progresiva o en todo caso como un terreno “neutro” donde alcanzar “compromisos benéficos”) y de su ilusión en el “euro bueno”. La Unión Europea actual es una construcción del capital imperialista, principalmente alemán y francés, que han desarrollado un modelo económico basado en un mercado común que consagra y profundiza una división centro/periferia donde países como Grecia pagan los platos rotos de una moneda fuerte que favorece a los países más desarrollados; en primer lugar a Alemania.

Es por esto que el rechazo a toda medida de ruptura con la UE y con el euro solo podían llevar a la situación actual: a la aceptación de medidas de austeridad más duras que aquellas impuestas por el PASOK y Nueva Democracia, en nombre de haber alejado la “pesadilla” del Grexit (ruptura con euro y/o la UE) y de seguir en la zona monetaria común.

En vez del “espacio de negociación” donde podían ser alcanzados “acuerdos mutuamente benéficos” con el que soñaba la dirección de Syriza, la Unión Europea mostró su verdadero rostro: una institución al servicio de las burguesías imperialistas, que no dudaron en imponer a Grecia un plan que lo hundirá económicamente por los próximos años y que no resuelve ni siquiera del punto de vista capitalista su crisis. Así se trata de mantener un esquema de dominación regional favorable a los países centrales y de aterrorizar a todos aquellos que osen cuestionar la austeridad.

Por eso, es necesario sacar las conclusiones programáticas de esta bancarrota del reformismo “europeísta” y levantar de manera clara la perspectiva de un Grexit anticapitalista. En efecto, ha quedado demostrado que ninguna salida positiva para los trabajadores puede ser obtenida en el marco de la UE y del euro. No se trata de una posición abstracta o dogmatica sobre la moneda común, sino del balance de la experiencia de los últimos meses.

A medida que el enfrentamiento con el gobierno se desarrolle, la perspectiva de un Grexit por izquierda se hace cada vez más fuerte. Y esto va a constituir muy probablemente la línea de demarcación programática en el próximo periodo frente a la bancarrota de la mayoría de Syriza. De ahí que Antarsya haya defendido desde hace tiempo la perspectiva de una ruptura anticapitalista con la Unión Europea y con el euro, y que la Plataforma de Izquierda de Syriza avance esta perspectiva como alternativa a la capitulación de la mayoría.

La ruptura con el euro no es una solución mágica en sí misma. Deberá ser acompañada de una serie de medidas anticapitalistas que abran verdaderamente la perspectiva de la transformación social al servicio de la clase trabajadora. En este sentido, hay que pelear por la nacionalización de la banca, del movimiento de divisas y del comercio exterior, así como de los sectores claves de la economía. Es la única manera de impedir que un Grexit se vuelva contra la propia clase trabajadora.

La cuestión del poder

Otro elemento que comienza a aparecer, aunque sea aun en el trasfondo, es la cuestión del poder. Cuando el gobierno de Syriza se encaminaba al gobierno en Grecia, señalábamos que, además de hacerlo en una situación económica mundial infinitamente menos favorable que la de los gobiernos “progresistas” latinoamericanos, lo hacía con bases estructurales mucho más débiles.

En efecto, el chavismo se apoyó en un sector del ejército y luego en un movimiento de masas organizado; Evo Morales era dirigente campesino y de masas antes de acceder al gobierno, amén de miembro de los pueblos originarios; incluso Lula se apoyaba sobre un gran partido como el PT y la principal central obrera, la CUT, productos de grandes luchas y una recomposición política fenomenal de la clase obrera brasileña luego de la caída de la última dictadura. En Argentina, el kirchnerismo capitalizó sobre un estallido social que derrocó a un presidente y desarrolló por abajo un vasto movimiento orgánico.

El gobierno de Tsipras, ¿en que se apoyaba? En una simple victoria parlamentaria, de un partido cuya influencia en el movimiento obrero es menor que la del KKE (PC griego)…

Esta flaqueza se vio multiplicada al infinito frente a los “mastodontes” de la Unión Europea. Frente al gran capital, su capacidad de desfinanciar la economía griega (limitando la liquidez otorgada por el Banco Central Europeo), el poder concentrado de los grandes medios, de la burguesía local, de prácticamente el conjunto de la clase política, Tsipras y la dirección de Syriza tuvieron poca resistencia que ofrecer. Además, desde el principio, la línea de Tsipras fue la de no movilizar. Así se negaba a sí mismo la posibilidad de construir una fuerza orgánica de masas como las que se apoyan los gobiernos “progresistas” latinoamericanos.

Como hemos dicho, la situación actual no es sino el resultado esperable del rechazo a tomar cualquier medida estructural de la parte del gobierno griego, y por consiguiente de apoyarse en la movilización de las masas.

De ahí que hay que sacar una conclusión clara: en el enfrentamiento al gran capital internacional y a la burguesía local, no hay votación, referéndum o parlamento que valga. Por supuesto, esos elementos pueden ser puntos de apoyo secundarios, que en determinadas condiciones pueden impulsar la movilización de las masas, como pudiera haber sido la victoria del NO en el referéndum en caso de ser aprovechada revolucionariamente.

Pero en definitiva, lo que es clave es la capacidad de construir un contra-poder suficiente fuerte para hacer frente al poder del capital, poder que solo puede apoyarse en la más amplia organización y movilización independiente de la clase trabajadora.

Sin dudas, en un periodo histórico donde la democracia burguesa sigue siendo el lugar de resolución por excelencia de los problemas –e incluso el “antídoto” para situaciones, como las rebeliones árabes, que la sobrepasaron ampliamente–, hablar de doble poder puede parecer una exageración. Sin embargo, es una de las enseñanzas fundamenatles de la crisis griega: nuestro enemigo tiene enormes medios a su disposición y los hará entrar en juego. Hay que responder con una fuerza estructural y una organización comparables. Por otra parte, la profundización de la crisis política podría acelerar el desenlace de la situación y abrir un periodo de enfrentamientos mucha más duros entre las clases.

Para levantar el programa de ruptura anticapitalista con la Unión Europea y el euro, para avanzar en la socialización de los medios de producción, para impulsar una organización por abajo que se oponga y reemplace al poder del Estado y de la burguesía, hace falta asimismo construir una organización revolucionaria que defienda esta perspectiva.

Las experiencias políticas realizadas alrededor de la lucha del referéndum, la clarificación programática alrededor de la cuestión de la Union Europea y el euro, el terremoto que ha significado la capitulación de la mayoría de Syriza y la “rebelión” al interior del partido que comienza a vivirse son la base material para pelear por una recomposición política revolucionaria, a la izquierda de Syriza, que se nutra de lo mejor de la experiencia de la vanguardia de estos años de lucha y levante la perspectiva del poder obrero y del socialismo.

[1] Entrevista con Manos Skoufoglou, en francés: http://anticapitalisme-et-revolution.blogspot.com.ar/2015/07/grece-qui-continue-dapporter-un-soutien.html

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