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“(…) los piquetes y cortes que capitaneó la izquierda (…), una vez más, fueron determinantes para vaciar las calles y desincentivar a quienes hubieran querido ir a trabajar” (La Nación, 10-06-15).

Ayer martes 9 se realizó el quinto paro general bajo el kirchnerismo y el segundo este último año de Cristina. La medida fue contundente: la suma de la bronca contra el gobierno, el paro de los gremios del transporte y los piquetes realizados por la izquierda alcanzaron para paralizar el país.

El mensaje fue tanto para este gobierno como para el que viene. Cualquiera que quiera imponer medidas de ajuste deberá enfrentar a una clase obrera que está intacta, con sus filas recuperadas luego del desempleo de masas de década y media atrás.

Los trabajadores muestran sus músculos

Veamos primero los alcances del paro. Hay un dato que no se debe naturalizar y tiene que ver con la histórica capacidad reivindicativa de la clase obrera argentina; un rasgo que hunde sus raíces en el siglo pasado. No es común que en otros países se celebren paros generales de manera habitual como en la Argentina.

Unos pocos ejemplos sirven para que se entienda lo que queremos decir. Brasil nunca vivió un paro general: lo más cerca que estuvo de esto fue en 1988, con una convocatoria sólo parcialmente exitosa. Inglaterra, país de gran tradición sindical, no vive un paro general desde la gran huelga general ocurrida en 1926. Y la lista podría seguir con muchísimos otros países.

Es verdad que otros sí han vivido jornadas de paros generales los últimos años: desde España y Grecia pasando por Bélgica, Francia, Portugal, Italia, Uruguay, Chile, Bolivia y así de seguido.

Sin embargo, aun con todos los límites de este tipo de medidas conducidas por la burocracia (no es lo mismo un paro general que una huelga general activa), nunca es “inconducente” una medida que muestra a cielo abierto el poder potencial de la clase obrera cuando decide cruzarse de brazos: ¡se trata de una advertencia que cualquier gobierno haría muy mal en no tener en cuenta! 

Desde el retorno de la “democracia” se vivieron en la Argentina períodos con gran cantidad de paros generales (13 bajo Alfonsín), y otros donde tendieron a debilitarse (bajo Menem, con 8). Durante los primeros años de Kirchner, la burocracia evitó la realización de medidas de este tipo (previamente, se había cuidado como de hacerse pis en la cama de que los paros no confluyeran con las jornadas más álgidas del Argentinazo).

Ya con el pasaje de Moyano a la oposición y con la tendencia al deterioro en las condiciones de vida, los paros volvieron a hacerse “moneda corriente”, todos ocurridos en el segundo mandato de Cristina: noviembre del 2012, abril y agosto del 14, y marzo y junio del 2015.

Habrá que ver ahora si, como afirman Moyano y compañía, vuelven a convocar a una medida de fuerza luego de las PASO “si no hay respuesta a los reclamos”…

En todo caso deberían darle continuidad a la medida ante la respuesta más probable del gobierno de hacer como si el paro no hubiera ocurrido (luego de intentar desprestigiarlo por la boca de Randazzo que afirmó que “se tomó de rehén a la población”).

Paritarias blue

Veamos a algunos rasgos concretos de la medida de ayer.

Fue contundente en la mayoría de las actividades. Tuvo desigualdades, por ejemplo, en bancarios, que no adhirió luego de cerrar su paritaria la semana pasada. En los servicios la adhesión fue dispar: esto se notó en un flujo vehicular relativamente mayor que en el paro de marzo. Pero en la industria, la educación, el transporte, las reparticiones del estado y salud, así como en el interior del país, la adhesión fue casi completa.

Lo más significativo fue la bronca expresada alrededor del salario y el impuesto al trabajo. El conjunto de los trabajadores rechaza que sus ingresos se deterioren contra la inflación; algo que cobra más relevancia en momentos en que están cerrándose paritarias en casi todas las actividades.

Esta presión se está traduciendo en las dificultades del gobierno para anticipar el ajuste cerrando, nuevamente, paritarias a la baja. Es verdad que lo logró en gremios afines como la UOM, UOCRA, en Comercio y UPCN. También en cierto que, de momento, la inflación ha tendido a moderarse, un argumento que obra en favor del oficialismo.

Sin embargo, ya el año pasado las paritarias cerraron a la baja: de ahí que el porcentaje que quieren imponer Kicilloff y Tomada exprese un intento de mantener y/o profundizar ese deterioro del salario real.

Pero este intento parece estar fracasando para un conjunto de gremios. De ahí el surgimiento de lo que se llama “paritarias blue”: acuerdos como el de aceiteros que lograron quebrar el techo del 27%. Algo apenas disimulado mediante la firma de un acuerdo “oficial” al tiempo que se admite uno “paralelo” firmado de forma privada con los empresarios.

En definitiva, la paritaria real a la que se está arribando en muchas actividades, refleja esa capacidad reivindicativa de la que venimos hablando: de cómo difícilmente los trabajadores se dejarán esquilmar en el 2016; del arduo trabajo que demandará al nuevo gobierno imponer medidas de ajuste económico.

El peligro del rutinarismo

Pero también hay que hablar de los límites del paro general: el hecho de que nadie espere que el gobierno dé una respuesta de conjunto favorable a los reclamos. ¿A qué se debe esto?

Ocurre que más allá del importante rol de los piquetes, en lo que hace al grueso de los trabajadores el paro fue mayormente pasivo.

Los gremios del transporte y Moyano convocaron a sabiendas de que sería contundente. Pero volvieron a cuidarse de darle cualquier carácter activo a la medida: de ahí que no hayan convocado a un paro de 36 horas, ni a una movilización durante el mismo. Prefieren, si movilizan, no hacer paro, y si hacen paro, no movilizar.

 

El cuidado que tienen en todo esto es evidente: si el paro es pasivo resulta controlable por la burocracia. Pero si incluye elementos activos (de emergencia de la base trabajadora), podría desbordar a los dirigentes.

De ahí el carácter “dominguero” de la medida, como habitualmente se la llama.

El peligro es que este carácter pasivo y sin expectativas de generar respuestas favorables de parte del gobierno, termine restándole fuerza a la medida haciéndola “rutinaria”.

La burocracia no quiere convocar a paros con continuidad de manera tal de no incentivar la rebeldía por abajo; las bases no logran irrumpir porque pasada la jornada de un día de paro todo sigue más o menos igual. En estas condiciones el gobierno aguanta el chubasco y luego todo sigue su curso habitual.

Estos son los límites de un paro “dominguero” que contrastan con los rasgos de conflictos parciales pero extraordinarios como el de aceiteros, que con asambleas de base y aplicando métodos contundentes de pelea, lograron quebrar el techo salarial.

Una nueva generación en los piquetes

De cualquier manera, hay otro tipo de “naturalización” de la medida de fuerza que es enormemente progresiva: los piquetes de la izquierda, que fueron los que dieron comienzo formal al paro: “La jornada de protesta comenzó antes que saliera el sol, cerca de las 5, cuando militantes de izquierda y organizaciones sociales bloquearon el tránsito en el puente Pueyrredón, Puente La Noria, Acceso Oeste y en dos puntos de la autopista Panamericana (…) Los cortes tuvieron un efecto disuasivo que ayudó a la postal de parálisis (La Nación, 10-06-15).

Una vez más se demostró la importancia de los piquetes. Los propios medios salieron a reconocer como “natural” esta participación y la eficacia de la medida: da argumentos suplementarios a aquellos trabajadores que no quieren ir a trabajar; opera como un obstáculo para los que quisieran carnerear.

Dentro del papel de la izquierda, queremos destacar el rol de nuestro partido. Junto con el PO y el PTS (que aparecen en los medios bajo el paraguas del FIT), fuimos nuevamente la tercera organización que más militancia movilizó en todo el país. Las simples fotos en el Puente Pueyrredón, 202 y Panamericana, Acceso Oeste, el acceso a autopista La Plata, en Córdoba, Neuquén, etcétera, da la medida de lo que estamos señalando.

Una participación que además de expresarse en delegaciones de trabajadores de diversos gremios, hace a la forja de la nueva generación partidaria, que va adquiriendo experiencia en este tipo de acciones más allá de que estas sean hoy todavía bastante “light” pero que mañana podrían ser mucho más duras (¡ver las declaraciones de Laje al respecto de que el próximo gobierno debería “acabar con esta anarquía”!).

Sumate al nuevo MAS    

Tan o más importante que el significado del paro general para el actual gobierno es el mensaje para el que viene.

Es verdad que el poder de convocatoria lo maneja la dirección sindical tradicional. La izquierda configura el sector de avanzada de la medida, pero no es capaz de convocar por sí misma a una medida nacional.

De todos modos, detrás de los convocantes está una clase trabajadora que se ha fortalecido estructuralmente en la última década. Y del seno de la cual emerge una nueva generación de activistas obreros vinculados a la izquierda que “ganan cada vez más influencia en las bases de las fábricas” como reconoce el oligárquico diario La Nación.

Existe una contradicción que los K no han podido resolver: han “apaciguado” el conflicto social, pero como acaban de demostrar las históricas jornadas del “Ni una menos” y el paro general de ayer, no han logrado resolverlo: la Argentina sigue siendo un país movilizado como toda la última década.

El desafío de la izquierda revolucionaria tiene que ver con traducir al plano político y orgánico los profundos procesos sociales subyacentes: eso es lo que le dará la talla de una fuerza histórica. La construcción de nuestro partido (que está dando un salto constructivo en estos días) está colocada al servicio de esta tarea.

Te invitamos a sumarte al nuevo MAS para dar juntos esta pelea estratégica.

 

 

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