Aunque ya hicimos un primer balance “en caliente” de la movilización #Ni Una Menos, nos quedaron algunos aspectos más finos en el tintero y algunos debates para profundizar.

En primer lugar, queremos reafirmar algo con lo que no vamos a dejar nunca de insistir: medio millón de personas movilizadas por un objetivo progresivo, es en sí mismo un hecho que mueve la balanza social y política en favor de los explotados y oprimidos.

Hay que insistir en esto por varios motivos. Primero, porque la joven generación de luchadores y militantes pos Argentinazo no tiene ninguna experiencia de esta clase de acciones masivas, sólo han vivido acciones de lucha de vanguardia, aunque sea una vanguardia muy amplia como la que se moviliza, por ejemplo, los 24 de marzo.

Segundo, porque esa falta de percepción de la cualitativa diferencia entre “mucha gente” y “multitudes” está intentando ser aprovechada por un montón de actores políticos para minimizar el peso y el significado de esta inmensa acción popular. Ellos son: el gobierno K; sus voceros oficiales y no oficiales; las corrientes centristas que aunque no lo confiesen quieren defender al gobierno; simples sectarios que se sienten tan desubicados en las acciones de masas que se ponen enseguida a buscarles defectos; machistas de toda laya y grado; agrupaciones feministas que se incomodaron porque unas convocantes que no son “del palo” les quitaron el espacio; partidos como el PO, que ni siquiera fue al Congreso y que para justificar tamaño desastre político pretende que el hecho no existió; y sigue la lista. Hasta los medios están anunciando los nuevos femicidios diciendo que “el mismo día de la marcha mataron a otra mujer”, “a dos días de la marcha, otro femicidio”, etc., como si alguien hubiera anunciado que la movilización iba a hacer desaparecer por arte de magia a todos los psicópatas del país.

¿Por qué el número de gente movilizada es tan importante? 1) Muestra la magnitud de la barbarie a la que hemos llegado; 2) muestra que esa magnitud ya pasó el límite de horrores que la gente está dispuesta a soportar. Esta combinación de cantidad y calidad es lo que dejó al gobierno en descubierto. Más allá de los figurones de los medios, más allá de los funcionarios hipócritas que fueron, más allá incluso de las propias convocantes, la movilización dijo que aquí hay un genocidio y que el gobierno, como mínimo, no hace nada para pararlo. Y lo dijo de la única manera incontestable que hay: multitudes en el mismo lugar a la misma hora, multitudes de las que el gobierno no puede escapar. Ese fue el significado de la jornada del 3 de junio.

 

La marcha fue objetivamente contra el gobierno

 

Oficialmente no hablaron de la marcha hasta el día anterior, pero por abajo el kirchnerismo hizo de todo para desprestigiar la convocatoria. En los lugares de estudio y trabajo donde la gente se preparaba para asistir, los militantes K advertían que era una marcha contra el gobierno de partidos de derecha y de izquierda, que la gente iba a ser manipulada, que iba a ser como la marcha por Nisman y bobadas por el estilo. Taparon pintadas y carteles. Se unieron al coro machista en los lugares de laburo con la idea de que “una marcha no cambia nada”. Agitaron que “va la Pando” y “va Tinelli”, como si la marginal de la Pando le importara a alguien y como si el candidato K no hubiera ido al programa de Tinelli como primer acto de campaña.

También hubo presiones hacia las convocantes para que cambiaran el lugar de Congreso a Tribunales y para que sacaran del documento la denuncia sobre la falta de presupuesto y de aplicación de las leyes contra la violencia de género. Las convocantes, a pesar de ser partidarias del gobierno, mantuvieron su posición, y en su documento se pronunciaron además por el derecho a decidir sobre el propio cuerpo y reivindicaron al movimiento feminista.

Pero además, la mejor parte de la movilización empezó en realidad cuando las convocantes dieron por terminado el acto. Los cientos de familiares que se habían agolpado junto al escenario con las fotos de sus muertas, los ríos de gente que seguían llegando a la plaza, siguieron manifestándose y reconociéndose, y allí los cantos contra el gobierno de la batucada de Las Rojas fueron coreados por todo el mundo. Ni una sola voz de esas que escuchamos en otras ocasiones: “Chicas, no nos dividamos, acá estamos todos”… No, nadie en esa multitud dudaba de que al gobierno K le importa un pito la violencia contra las mujeres. Y en esa multitud estaban las mujeres de los barrios populares, las que cobran la AUH, los pibes y pibas que recibieron la netbook en la escuela pública, trabajadores y clase media baja…

 

¿Cómo seguir la pelea?

 

Este hecho político de primera magnitud nos dejó una responsabilidad a los que luchamos por los derechos de las mujeres: organizar, al menos en parte, a esta corriente masiva de repudio a un aspecto central de la barbarie capitalista. La pregunta que mucha gente se hace después del 3 de junio, ¿cómo seguir?, tiene que ver con construir un movimiento unificado y con un plan de acción para exigir medidas concretas al Estado y al gobierno.

Las Rojas ya estamos llamando a plenarios abiertos en varias localidades, para empezar a discutir cómo aportar a esta tarea. El gobierno y sus aliados van a pelear para que la enorme fuerza que se mostró en la movilización se diluya. Tenemos que ser muchos para pelear por lo contrario, para que todo ese repudio se traduzca en un movimiento permanente y extendido que se dote de un programa para terminar con la violencia y con la insoportable desigualdad que sufren las mujeres.

En los plenarios, en los lugares de estudio y trabajo que se movilizaron, en las marchas de familiares de víctimas, vamos a llevar este debate y la convicción de que la bronca se puede y se debe organizar en un gran movimiento, que revolucione el Encuentro Nacional de Mujeres, que se plante con acciones unificadas por todo el país, y que siga tiñendo el año electoral con los sonidos y los colores de la lucha.

Te invitamos a sumarte con tus propuestas.

 

Patricia López

 

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