Por Esteban Fernández


Temas: ,

 

 

Con un abstencionismo de cerca del 52%, las elecciones mexicanas dejan un escenario contradictorio. Por un lado el abstencionismo no llegó al 60%, que para Enrique Peña Nieto hubiese sido un completo desastre. Pero, por otro lado, las elecciones se llevaron adelante de modo irregular. La militarización de zonas enteras con objetivos electorales, aclara esa manera irregular, anormal. Fue una victoria en clave de debilidad para el PRI (Partido Revolucionario Institucional) y Enrique Peña Nieto, así como una experiencia política de la vanguardia y sectores de clase trabajadora. Todo eso augura un futuro de mayor conflictividad social. Tal parece ser el resultado final de la elección, que abre más cuestionamientos de los que cierra.

 

Queda claro que la lucha de clases en México, por un instante, quedó reflejada en la pugna entre abstencionismo y elecciones democrático-burguesas y en esa medida podemos decir que la política abstencionista fue correcta. Política que desde la Corriente Internacional Socialismo o Barbarie también levantamos.

 

El discurso de Enrique Peña Nieto (EPN) al final de la jornada electoral, inusual y entrometido, absolutamente inapropiado para los modales de una democracia burguesa “moderna”, ha sido clarificador en cuanto EPN asume al abstencionismo como el enemigo a vencer.

 

Una mirada más detallada

 

En las zonas más pobres o “peligrosas” de México (Michoacán, Oaxaca, Guerrero, Chiapas, etc.)  la elección se vio cuestionada de manera militante por sectores trabajadores y populares. Mientras que, en las zonas económicas más desarrolladas, las elecciones fueron más “normales”. Allí, si no hubo un cuestionamiento de conjunto, sí hubo un debilitamiento del PRI, como el caso del estado de Nuevo León.

 

El cuestionamiento abstencionista fue un punto político común frente al gobierno de Nieto por parte de sectores de vanguardia, que incluye a sectores de la clase trabajadora –los docentes jugando un rol de primer nivel en la implementación de la política abstencionista– y a importantes sectores de vanguardia juvenil. Estos no sólo están hartos de la democracia burguesa fallida del Estado mexicano. Además, generacionalmente, están enfrentados con formas absolutamente “anómalas” de “democracia burguesa moderna”; el ejemplo más claro son los 43 de Ayotzinapa.

 

Queda ahora la tarea de potenciar esta unidad de acción, de darle un contenido cada vez más político, para dar paso a una organización que combata en todos los frentes (incluso en las elecciones, si es necesario) al gobierno del narco-Estado, así como a todos los mandos medios, del partido que sean, que están convirtiendo a México en modelo latinoamericano de barbarie, explotación y opresión.

 

Es que si está organización no se profundiza, entonces la victoria pírrica del PRI podría convertirse en una victoria política más en forma. Es una victoria débil, pues se basa en un abstencionismo no de 60% o más, sino “apenas” de un 52%. Por supuesto, lo anterior es si asumimos los datos oficiales, que en México son casi siempre adulterados.

 

La elección demuestra que el PRI y Peña Nieto son el partido y gobierno actual a vencer. Por esto mismo ni de cerca es una victoria plena; todo lo contrario. Es una elección que no logra ocultar la realidad, no crea apariencias “religiosas” que las masas sigan. Entre el abstencionismo y la militarización, las elecciones a penas salieron. Y si el gobierno tuviese que enfrentar nuevas movilizaciones, entonces esas penas se harán más profundas para EPN.

 

La existencia del vulgar Partido Verde, un partido “tureca”[[1]] del PRI, es la demostración más radical de la manera corrupta de la democracia burguesa mexicana. Un partido que expresamente hizo campaña de manera ilegal. En veda electoral, organizó una  marea de futbolistas y artistas a sueldo de Televisa, que explícitamente llamaron a votar por el Partido Verde, apoyándose en las formas más enajenadas de la conciencia de oprimidos y explotados mexicanos.

 

El progresismo: el PRD y MORENA

 

Por otro lado, los claros derrotados en las elecciones son las plataformas “progresistas”. En un sentido, el PRD (Partido de la Revolución Democrática) y MORENA (Movimiento Regeneración Nacional) son responsables directos de la actual situación política mexicana. Esto, en tanto ambos han tenido en sus filas al presidente electo de los ciudadanos mexicanos, que por su propia orientación política no tomó el poder en México. Andrés Manuel López Obrador ya ganó dos veces la elección mexicana, y capitulando ante el fraude, dejó pasar su oportunidad sin dar una batalla consecuente. Es que eso habría exigido convocar a una movilización revolucionaria, a la que las masas estaban dispuestas…

 

Además, el actual PRD carga la responsabilidad de que sus autoridades en el estado de Guerrero –desde el alcalde de Iguala al gobernador– fueron ejecutores y/o cómplices de la desaparición de los 43. Por eso el derrumbe del PRD fue catastrófico… pero a manos del PRI.

La síntesis de relaciones políticas y sociales que permitan un “giro progresista”–como los de Argentina, Brasil o Venezuela– han existido ya en México. La pregunta que se abre, más bien, es si volverán a existir. La historia es la fuerza crítica más grandiosa de todas y es una incógnita si la historia no le ha pasado ya por encima al progresismo mexicano.

 

Es decir, queda abierta la cuestión de si el actual deterioro de las relaciones sociales (en un sentido cada vez más capitalista) en México, hacen imposible una síntesis progresista-reformista. Sólo baste mencionar el poco o nulo detalle que en esta campaña electoral el PRD o el MORENA le dieron a los 43 desaparecidos. Casi ni los mencionaron. Las dos derrotas han dividido lo que hubiese podido ser el movimiento progresista mexicano, y hoy se han repartido su pastel electoral.

Esto, por supuesto, abre espacio para una organización militante y revolucionaria. La unidad de la acción abstencionista debe servir para ocupar, con una organización revolucionaria y socialista, el espacio que deja abierto esta división y degradación del progresismo, procurando un movimiento de masas no sólo “progresivo”, sino revolucionario.

 

La novedad: Nuevo León y “el Bronco”

 

Jaime Rodríguez Calderón (alias “el Bronco”), un ex militante del PRI, ganó la Gubernatura del estado de Nuevo León, al norte del país. Es el primer candidato “independiente” –es decir, que no pertenece al PRI, el PAN, el PRD u otro partido– que gana una elección. Triunfa además en un estado fronterizo con el de New Mexico (EEUU), que además es uno de los más ricos del Estado Federal.

 

Sin duda es una elección muy significativa. De alguna manera, expresa el desprestigio de los partidos burgueses. Pero también expresa el límite de una posición abstracta anti-partido. Ya hemos visto al antipartidismo en distintos lugares de la región y siempre llegamos a la misma conclusión: el antipartidismo abstracto, que incluye también un rechazo a los partidos políticos socialistas y revolucionarios, siempre termina en el fortalecimiento de alguna figura burguesa o, incluso, de un partido burgués.

 

En su discurso de victoria, “el Bronco” ha prometido una “nueva revolución mexicana”. Esto, por supuesto, es inconcebible a manos de este empresario millonario, que además fue militante del PRI durante 33 años… hasta que con buen olfato renunció para presentarse como candidato “independiente”. Nuevo León es, además, un estado clave del dominio económico tanto del imperialismo norteamericano como de la burguesía mexicana. Cualquier turbulencia allí podría generar un cuestionamiento más de conjunto al Estado mexicano. Pero una cosa es verla venir, y otra bailar con ella… y más aún si se invoca a la revolución social.

 

De todos modos, es relevante que “el Bronco”, para hacer demagogia y ser bien visto desde abajo, deba hablar de una “nueva revolución mexicana”.

[1].- Un partido “tureca” se dice en Centroamérica de un “partido” que es controlado por otro partido. De manera tal que el “partido” atrae una masa de votos que luego van a estar en función del partido “serio”, tal como el Partido Verde con el PRI.

¿Qué hacer frente a esta victoria pírrica del gobierno?

 

Entonces de conjunto existe una victoria pírrica del gobierno, que mantiene mayoría legislativa con la alianza PRI-Partido Verde, pero que enfrentará una oposición no legislativa, sino callejera.  Las elecciones han fortalecido a los extremos. Esto podría anunciar una lucha social más radicalizada. Peña Nieto logró sostener su gobierno y con él al Estado.  Pero lo hace también en clave de debilidad. Vienen ahora tres años más de gobierno débil, probablemente con mayor lucha de clases.

 

La tarea militante y de la vanguardia de clase y estudiantil, es pasar de un abstencionismo electoral a una posición estratégica más definida. En México no hay que huir utópicamente del capitalismo tal como aspira el autonomismo (ese remozado anarquismo) ¡hay que destruirlo! Y para ello se debe organizar a la clase trabajadora con independencia política frente a los partidos burgueses y a los dirigentes sindicales que sean sus agentes. Y así colocar a la clase obrera en condiciones de crear un nuevo México.

 

A esta tarea estratégica le apostamos en la Corriente Internacional Socialismo o Barbarie y llamamos a todo el activismo mexicano a construir un partido revolucionario socialista, que conspire contra el gobierno burgués. Peña Nieto usa el ejército para lograr sus objetivos políticos. Oprimidos y explotados mexicanos deben enfrentar este tipo de actos. La democracia de la burguesía no es el opuesto al uso brutal de la fuerza: es simplemente su otra cara.

 

La burguesía mexicana está dispuesta a matar. Eso está claro con la desaparición de los 43. ¿No está dispuesta la vanguardia política mexicana a organizarse en un partido revolucionario para combatir por sus propios objetivos? (E.F.)

Dejanos tu comentario!