Por Martiniano Rodríguez


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Otra guerra fratricida (y olvidada) en América latina

 

 

Decir que las empresas capitalistas en Latinoamérica han estado detrás de guerras fratricidas y golpes de Estado, es a esta altura una obviedad. Pero más obvio es decirlo durante la Guerra del Chaco (1932-1935). Este fue  un enfrentamiento armado entre Bolivia y Paraguay. Produjo una masacre, en una disputa detrás de la cual operaban dos grandes empresas petroleras: la Standard Oil of New Jersey de EEUU y la Royal Dutch Shell, británica-holandesa. Junto a la Guerra del Pacífico y la Guerra de la Triple Alianza (de las que hablamos en otros artículos), es la tercera gran guerra que sufrió América del Sur después de su independencia… para defender intereses de otros.

En tres años atroces que duró la Guerra del Chaco, más de cien mil personas murieron o fueron mutiladas. Fue una guerra terrible por la zona de altas temperaturas y agua escasa… y por generales a los que no les importaba la cantidad de muertos… algo que ya se había visto poco antes en la Primera Guerra Mundial.

Para los dos países significó cambios a posteriori. Estos fueron especialmente importantes para Bolivia. El desastre de esta guerra marcó a una generación… y en Bolivia esto detonaría con la Revolución de 1954.

El conflicto

La zona en disputa fue el Chaco Boreal, la región al norte del río Pilcomayo, que en parte es frontera con Argentina. Allí, en el Chaco Boreal, se suponía que había abundante petróleo y/o gas. Además, había grandes bosques de quebracho, una madera necesaria para la producción de tanino. Esto despertó los apetitos de la Standard Oil y la Shell.

Asimismo, hay  que tener en cuenta que Bolivia venía de perder su salida al mar en la Guerra del Pacífico (1879-1884). Asentarse en esta zona, se suponía que abría la posibilidad de una salida al mar a través de los ríos Paraguay y Paraná.

Aprovechando que el Chaco Boreal estaba escasamente poblado, Bolivia se preparó para la guerra, pensando que como tal no existiría. El presidente boliviano Salamanca (1931-1934) creía que Paraguay aún estaba diezmado por la Guerra de la Triple Alianza. Como Bolivia contaba con un ejército más grande, suponían que el presidente paraguayo Eusebio Ayala  (1932-1936) no intentaría nada.

Bolivia tenía un ejército más grande, es verdad. Pero Salamanca no tuvo en cuenta que ese ejército estaba doblemente dividido: en el alto mando por cuestiones políticas, pero también de conjunto por etnias. Por arriba, los oficiales eran blancos privilegiados y, por abajo, una tropa en gran parte de indígenas discriminados y maltratados, tanto en las fuerzas armadas como en la sociedad.

Dividido en cuanto a etnias, no sólo era un ejército atrasado en su formación.  Era también detestado por el propio pueblo boliviano, que constantemente sufría sus ataques. Los soldados bolivianos hablaban las lenguas indígenas y muchos no entendían el español… y lo opuesto sucedía con sus oficiales blancos.

Otra verdad era que Paraguay estaba marcado por la derrota de la Guerra de la Triple Alianza. Pero las consecuencias de esto iban en sentido contrario a lo que imaginaba Salamanca. El pueblo paraguayo apoyó a su ejército. No quería perder más territorio. Estaba herido y con ganas de revancha.

En definitiva, un sector del ejército boliviano, sin esperar órdenes de su gobierno, atacó un pequeño fortín paraguayo y la masacre comenzó. Salamanca había creado un clima de guerra en Bolivia que no pudo controlar y los paraguayos respondieron. Ambos bandos, apoyados respectivamente por cada una de las citadas petroleras, entraron en guerra. La Standard Oil sostenía a Bolivia y la Shell, a Paraguay.

El Chaco Boreal es una región donde la temperatura alcanza los 50 grados. En medio de este infierno, miles de aborígenes bolivianos acostumbrados a vivir en montañas y valles fríos, fueron puestos en marcha. El ejército de Bolivia (como el de Paraguay) no tenía la movilidad necesaria para mover miles de soldados, agua y pertrechos. La tropa generalmente marchaba a pie. Pero, además de una disposición a luchar mayor de la que existía del lado boliviano, el clima y las condiciones generales del Chaco Boreal para las tropas paraguayas eran menos diferentes a las de su hábitat normal.

Frente a los caídos por las armas del enemigo, se destacó la gran cantidad de muertos por enfermedades, generadas o agravadas por la falta de agua. Bolivia hizo gastos desmedidos en tanques que no se podían usar en ese terreno y armas que nunca llegaron, como sucedió con las compradas a la firma inglesa Vickers. Más de tres años de infierno representó esta guerra, en especial para Bolivia.

Asimismo, el alto mando boliviano y paraguayo eran muy diferentes. El gobierno boliviano puso al frente a un oficial alemán de la Primera Guerra Mundial,  el general Hans Kundt… que hizo desastre tras desastre. Los paraguayos, en cambio, fueron comandados por el joven teniente-coronel José Félix Estigarribia, un oficial que anticipó, teórica y prácticamente, la superación de la guerra de posiciones de la Primera Guerra Mundial por la guerra de movimientos que primaría en la Segunda.  Sus operaciones de “cerco y aniquilamiento” anticiparon las batallas de la década siguiente.

El saldo de la guerra fue desastroso para ambos bandos, pero mucho más para Bolivia. Murieron unos 60 mil jóvenes bolivianos y 30 mil paraguayos.

Luego de tres años de guerra, el Chaco Boreal fue repartido entre ambos países; Paraguay se quedó con la mayor parte, pero podemos decir que ningún país ganó. Bolivia, que había iniciado el conflicto, perdió una quinta parte de su territorio. Los fabricantes de armas se llenaron los bolsillos.

Consecuencias

Fue una terrible masacre, que ni siquiera sirvió para arreglar los límites. Esto muestra cómo las burguesías dependientes de nuestros países nunca pensaron en un desarrollo serio, sino en seguir los mandatos de empresas que apenas les pagaban regalías como la Shell o la Standard, aunque esos designios implicaran guerras contra países vecinos. Una muestra más del servilismo de las burguesías latinoamericanas.

Pero la derrota de Bolivia tendría consecuencias históricas. Se agudizaron los problemas internos y el descontento. El racismo de la burguesía boliviana, la opresión y explotación de la clase trabajadora, en primer lugar los mineros, y los problemas de tierra que castigaba a los campesinos fueron generando tensiones y duras luchas que finalmente desembocaron en la revolución de 1954. En esa revolución, el ejército boliviano, que venía ya muy desprestigiado por los horrores de la guerra y las dictaduras militares, fue completamente derrotado por los mineros, en uno de los hechos revolucionarios más importantes de la historia de Sudamérica.

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