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Por José Luís Rojo 

Todo el mundo sabe que desde hace un mes el gobierno ha girado a un brutal ajuste económico. El arte del triunfo en esta política reside en que mientras el dólar y los precios se disparan, los salarios queden planchados: la clásica receta de que los trabajadores paguen la cuenta de la crisis. Mientras tanto, la burocracia sindical en todas sus expresiones le da largas al asunto a la espera de que lleguen las fechas formales de las paritarias, y evita como la peste hablar de medidas de conjunto. Es en este cuadro que entran las responsabilidades de la izquierda frente a la crisis.

«No tenemos ninguna responsabilidad»

En las últimas elecciones la izquierda se alzó con más de un millón de votos. El FIT, pero también nuestro partido, obtuvimos una votación de enorme importancia, agigantada en el caso del primero por la obtención de varios parlamentarios. Es evidente que estos resultados, además de ser un enorme éxito político-electoral, crean obligaciones políticas. Se votó a la izquierda porque expresa a organizaciones que se encuentran en la oposición al gobierno desde el punto de vista de los trabajadores. Claro: es un hecho que la izquierda, como tal, no tiene capacidad de llamar a grandes acciones de lucha; la llave de esto reside, todavía, en manos de la burocracia sindical. Pero esto no quiere decir que deba carecer de toda iniciativa, sobre todo en el terreno político. 

Es en este terreno donde colocamos nuestra crítica al comportamiento que ha tenido el FIT hasta el momento. El Frente de Izquierda podría ser y proyectarse –en conjunto con otras organizaciones, como nuestro partido– en un polo político de lucha contra el ajuste. Posee cierta capacidad de atracción que le viene de ser la sumatoria de tres organizaciones de la izquierda, amén de las representaciones parlamentarias obtenidas.

Sin embargo, no ha sido capaz, en un largo mes de desatada la crisis, de convocar a nada; no digamos a una movilización u acción de lucha, ni siquiera a una reunión para intercambiar ideas acerca de qué hacer frente a la crisis.

Esto no es una novedad. Prácticamente en todas las grandes crisis desde que esta cooperativa electoral ha sido constituida, el patrón ha sido el mismo: «esta boca no es mía» parecen decir, y pasan por delante de los asuntos. Lo más que han hecho es emitir declaraciones. Pero como se puede observar en la declaración publicada recientemente a consecuencia de la devaluación, el FIT no asume el compromiso de llamar a la acción alrededor de ninguna iniciativa.

Mirar pasar los acontecimientos 

Desde nuestro partido venimos señalando que desde la izquierda se debería llamar, inmediatamente, a una gran jornada nacional de lucha contra el ajuste. El FIT, sumado al nuevo MAS y otras organizaciones de la izquierda, movimientos de desocupados, populares, de derechos humanos y demás, podríamos convocar a una gran movilización de Congreso a Plaza de Mayo en rechazo al ajuste del gobierno denunciando la inacción de la burocracia, en apoyo a los docentes que tienen la primera paritaria, exigiendo paritarias ya, la absolución de los compañeros de Las Heras y otros reclamos. Esto hubiera dejado colocada a la izquierda en la línea del frente de la pelea contra el gobierno y la hubiera visibilizado como un foco político a tal efecto. Pero no: el FIT no considera que tenga ninguna responsabilidad como tal; lo suyo ha sido sentarse a ver pasar los acontecimientos. 

Cuando a los integrantes del FIT les conviene –en todas y cada una de las elecciones–, el frente se presenta como una «alternativa», como «la única izquierda» y bla, bla, bla. Pero cuando se les plantea por qué no toman un curso de acción común frente a nada, siquiera frente a este histórico y brutal ajuste que están sufriendo los trabajadores, responden que son un mero «frente electoral, que no están obligados a nada»…

Cretinismo parlamentario 

Esta ubicación es de un oportunismo vergonzoso. Ya hemos escuchado el interés que tienen el PO y el PTS de que el ajuste «se discuta en el parlamento», o de presentar proyectos de ley «propios» a tal efecto.

Separemos dos cosas. Si en el Congreso se sustanciara una polémica alrededor del ajuste, del rechazo al mismo, acerca de la responsabilidad del gobierno en él, de la complicidad de toda la oposición patronal, la inacción de la burocracia, la algarabía de la patronal frente a la devaluación, etcétera, y ese vehículo fueran la izquierda y el FIT, esto sería importantísimo como «altavoz» del rechazo desde la izquierda a esta política antiobrera y como terreno para presentar un programa alternativo con medidas anticapitalistas. Una iniciativa así sólo podría contar con el apoyo de nuestro partido.  

Pero algo muy distinto es subordinar toda la acción de la izquierda a una orientación de este tipo; o pensar que este debería ser el terreno privilegiado de nuestra acción. Porque esto no es más que un escandaloso curso de cretinismo parlamentario que les deja a los «naturales representantes de los trabajadores» (es decir, supuestamente la burocracia) el terreno de los reclamos y las luchas, y la izquierda sólo cumpliría el papel clásico de los parlamentarios socialdemócratas: ser los voceros de las cosas en el Congreso, pero careciendo de toda iniciativa de acción práctica en el terreno de la lucha de clases cotidiana, que es el terreno principal de los revolucionarios.

El PO y el PTS nos acusarán de que estamos «exagerando»; que cada partido tiene iniciativas por su lado, y que si no hacen una convocatoria a la lucha común es porque «no tienen acuerdo». El FIT «sólo es un frente electoral» y, para colmo, «ni siquiera tiene un bloque común en el Congreso»…

Esto son palabras y más palabras. El FIT tiene una existencia como tal que va más allá de sus componentes individuales; una existencia que ambos partidos explotan a conveniencia, y a la que le dan una orientación oportunista cuando frente a todas y cada una de las crisis reales que ocurren en el país, se niegan a tomar ninguna iniciativa de acción práctica en el terreno de la lucha de clases real.

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