Ya ni siquiera se preocupan de disimular: todo es a plena luz del día y sin la menor vergüenza. El contraste es con otros años en los que el gobierno intentaba poner un techo a las paritarias con maniobras más o menos discretas, presiones a los burócratas sindicales amigos, etc. Ahora no. Todo está a la vista y se dicen las verdades desnudas sin escrúpulos. Total, pensarán en el kirchnerismo, comparados con los candidatos a ministros de Economía de Macri, que quieren borrar las paritarias del mapa, con el 27% cerrado con la UOM, la UOCRA, UPCN, Comercio y SUTERH quedamos como los mejores amigos de los trabajadores.
Veamos (y leamos) lo que dicen los protagonistas de las paritarias. El inefable gordo Pignanelli, de SMATA, dice muy suelto de cuerpo que “el Ministerio de Economía está tratando de frenar un poco los salarios para evitar la inflación”. Se ve que el “marxista” Kicillof ahora recita el viejo cuento liberal de toda la vida de que la inflación sube por culpa de los aumentos salariales. Pero ¿es que este entregador se está quejando? ¡Para nada! Sólo sugiere que “eso se podría haber hecho a principios de año. En ese momento, lo podés ir regulando trimestralmente” y consideró que “algunos gremios necesitan un ajuste salarial de 30 o 32 por ciento y otros con una suba de 27 % pueden seguir manteniendo el estándar de vida”. Eso sí, advirtió que no hay que hacer olas, porque ahora “es cuando más tranquilos tenemos que estar, estamos a siete meses de las elecciones”.
Del lado del gobierno no desmienten nada; al contrario. El mismísimo ministro de Trabajo, Carlos Tomada, al principio quiso hacerse el irónico: “La idea del techo se ve que es movible porque primero decían que eran de 22%, después lo pasaron al 25 y vemos que se han firmado por 27. No todos firman por el mismo número, depende de cada sector”. Pero enseguida reconoció que “lo que sí es cierto es que el gobierno tuvo una presencia más activa para frenar expectativas exageradas” porque “ese escenario generaba un clima de incertidumbre que no favorecía negociaciones colectivas razonables”. ¿Y entonces? Bueno, “eso requirió una mayor intervención del Ministerio de Economía y eso fue un elemento que contribuyó al cierre de las paritarias en niveles que acompañan este proceso de descenso de los precios relativos”, agregó.
Pero, ¿hasta dónde llega ese “descenso de los precios relativos”? Responde el ministro Kicillof: “Según los números que nos están dando ahora, (la inflación) estaría alrededor del 18 por ciento, máximo el 20 por ciento”. Vaya, el INDEK está a pleno, parece. Estos números mágicos vienen, según el ministro, de “una desaceleración muy fuerte de los precios que tuvo que ver con factores argentinos pero también con ciertos factores internacionales, porque hubo una caída de los precios de los commodities, de los alimentos, de los insumos básicos”. De esa manera, según esta impecable lógica sobre bases de gelatina, los empresarios que querían remarcar no pueden, y los asalariados ven que los precios bajan (Ámbito Financiero, 21-5-15)
Lo curioso es que Kicillof se burla de los liberales que “atribuían la inflación al gasto público y la emisión monetaria”. ¡Claro, ahora sabemos que la manera de frenar la inflación es con “mayor intervención del Ministerio de Economía” para no convalidar aumentos de salarios parejos con el costo de vida! ¿Cómo no se dan cuenta los ingratos asalariados que el gobierno propone un aumento que es un 50% superior a la inflación del 18%, o “máximo el 20%”? Pretender más que eso sí que es tener “expectativas exageradas”…
La patronal aplaude de pie la “razonabilidad” oficial
El indicador más claro de que las paritarias vienen en clave de ajuste por debajo de la inflación es el beneplácito de las patronales. Y no sólo de las involucradas en los acuerdos “testigo” por el 27%, sino los representantes más generales del empresariado.
Así, el presidente de la Unión Industrial Argentina, Héctor Méndez, elogió las paritarias cerradas por el 27%, al considerar que se trata de niveles “razonables”: “Si están de acuerdo los negociadores, yo estoy de acuerdo”, sostuvo, y recordó haber recomendado en su momento tener “cuidado” con los acuerdos salariales. Con toda sinceridad (y verdad) Méndez contó que “por haber dicho eso no fui tratado muy bien por el gobierno, que después dijo lo mismo que yo”.
A contramano del fundamentalismo de los amigos de Macri, Méndez aceptó el mecanismo de paritarias como “un tira y afloje natural”. Pero advirtió que si los trabajadores se quieren cubrir “empieza una cadena desenfrenada de inflación, que hay que evitar”. Claro está, en esto piensa exactamente que este kirchnerismo “razonable”, y por eso, lejos de los enfrentamientos de hace no tanto, ahora le tira flores: “Creo que el gobierno tiene esa intención [de evitar la inflación] y me parece legítimo”.
El vicepresidente de la UIA, Juan Carlos Sacco, fue incluso más lejos en su euforia. Comparó esta paritaria con la de otros años, en los que, se queja, “arrancamos con bases altas y eso ayudó a que la inflación se fuera para arriba y terminamos los últimos años dando bonos”. Pero respecto de 2015, pudo anunciar con alegría que “creo que este año no va a haber bonos. Este año la suba no va a impactar en la inflación porque va a estar por debajo del 25% o va a empatar la suba salarial”.
De modo que, según el gobierno y las cámaras empresarias, estamos casi en el mejor de los mundos: la inflación baja a niveles del 20 o 25%, los acuerdos salariales son “razonables” pero aun así les permiten a los trabajadores recuperar poder adquisitivo, y en los árboles brotan las flores y cantan los pajarillos. Es este idílico cuadro el que vienen a quebrar los indeseables e inconformistas que plantean lucha, paro y esas cosas desagradables e “irracionales”, por parte de gente que se resiste a creer este cuento de hadas.
La lucha puede romper el techo salarial
En la Argentina real, no en Kirchnerlandia, el 50% de los trabajadores en blanco cobra menos de 7.000 pesos. En la Argentina real, el piso de la inflación del último año supera el 30%, y la “desaceleración” todavía está por verse. En la Argentina real, ni los burócratas menores de la UOM se sienten capaces de explicar a la base el miserable 27%, y por eso el propio Caló sufrió un conato de “rebeldía” de sus propios delegados. Por eso el paro del 9 de junio tiene ambiente, a pesar de ser convocado por los mismos entregadores de siempre: bronca es lo que sobra entre los trabajadores si las paritarias vienen con trampa y techo.
También por esa razón los propios burócratas entienden que con el reclamo por el Impuesto a las Ganancias ya no alcanza; por eso empiezan a incorporar el reclamo por el salario mínimo. Más allá de que ya conocemos los métodos y objetivos de la burocracia sindical, una cosa es segura: el paro del 9 puede ayudar a fortalecer los reclamos que todavía se sostienen contra el techo salarial.
Un ejemplo muy claro es de la lucha de los aceiteros. Daniel Yofra, de la federación de aceiteros del Gran Rosario, denunció que se había alcanzado un acuerdo con los exportadores de cereales del 36% de aumento, pero “el Ministerio de Trabajo prohibió un aumento de ese nivel y dijo que la suba no deberá superar el 28%” (Ámbito Financiero, 26-515). Y no es el único. Es digno de tener en cuenta un hecho no muy difundido, que es que las paritarias de las provincias argentinas más importantes promedian aumentos del 34%, contra las intenciones tanto del gobierno nacional como de los provinciales de contener los aumentos. Así, un informe de la consultora Abeceb recuerda que varios distritos otorgaron subas a cuenta en un escenario de presiones por parte de los gremios docentes, que amenazaban con no iniciar el ciclo lectivo.
Dicho en criollo: cuando hay condiciones para salir, la lucha paga, sea con, sin o contra la burocracia. Y así como los caciquejos sindicales quieren usar el paro del 9, sobre todo, como una forma de recordar a los candidatos a presidir el próximo gobierno que tendrán que contar (y negociar) con ellos, los sectores en lucha e independientes de la burocracia pueden usar esa convocatoria para advertir a todos los candidatos patronales y burócratas afines a ellos que la lucha contra el futuro ajuste empieza contra el ajuste de ahora.
Marcelo Yunes