Por Ale Vinet



 

 

Grecia en la encrucijada

 

 

 

 

El siguiente artículo fue terminado el 20 de febrero, apenas un mes después de la victoria de Syriza en las elecciones, y en el momento en que las negociaciones entre la UE y el nuevo gobierno alrededor de la prolongación del plan de rescate se desarrollaban. Hemos decidido no realizar modificaciones de fondo al artículo, por dos razones: en primer lugar, porque agregar todos los elementos de la situación política del último mes requeriría una re escritura global del mismo; en segundo lugar, porque consideramos que la primera versión contenía una serie de caracterizaciones acerca de las tendencias de la situación que han sido acertadas y que mantienen su actualidad. Solo nos referiremos entonces brevemente a dos elementos de la coyuntura actual.

El primer elemento es que el acuerdo con el Eurogrupo alcanzado a fines de febrero confirmó las presiones a las que sosteníamos se vería sometida Syriza y el resultado de su política de negociación por arriba. Al conocerse éste acuerdo, desde la corriente Socialismo o Barbarie sostuvimos que se trataba de una capitulación en el fondo, cuyos contornos concretos aún estaban por definirse. En efecto, en el mismo Syriza se compromete a respetar los compromisos adoptados por los gobiernos precedentes, a no realizar medidas unilaterales y a someterse al escrutinio de las organizaciones internacionales de crédito, que aún deben aprobar la entrega del último tramo de financiamiento contenido en el último plan de salvataje.

La situación sigue sin embargo abierta, y aún al momento de escribir estas líneas siguen los tira y aflojes entre el gobierno griego y la UE. Esos contornos concretos aún están por definirse. Dos elementos centrales pueden sin embargo ser señalados. El primero es que la estrategia de la UE implica por el momento el mantenimiento de Grecia en la UE, sometiéndola a las reglas de juego de la misma y a la necesidad de seguir demandando paquetes de ayuda con la necesaria contrapartida de las reformas. Algunos responsables europeos parecen comenzar a hablar de la posibilidad de la salida de Grecia del euro, de los planes de contingencia que podrían ponerse en marcha de confirmarse este escenario, de que podrían absorberse la mayor parte de los daños colaterales del mismo. No está claro si se trata únicamente de una manera de seguir presionando a Syriza o de una perspectiva plausible para los dirigentes europeos, pero lo que es seguro es que no es la estrategia central de la UE. Como hemos señalado, la política de la UE es evitar la ruptura de Grecia de la UE, mantenerla en el ciclo de planes de salvataje y reformas estructurales.

El segundo aspecto de las relaciones con la UE y de la política interna de Syriza es que la permanencia de Grecia en la UE sería acompañada, al menos en un primer momento, de algunas concesiones que apuntan a resolver los elementos más dramáticos de la crisis humanitaria griega. De ahí la aprobación en el parlamento griego de las primeras medidas progresistas del gobierno, el miércoles 18 de marzo: cupones de comida, 300 kilovatios hora de electricidad por mes, ayudas al alquiler y seguro de salud para las familias más pobres; el gobierno calcula que el coste del plan será de unos 200 millones de euros. A esto se suma el anuncio de viernes 20 por parte de Juncker, presidente de la Comisión Europea, del desbloqueo de 2.000 millones de euros de ayuda a Grecia, destinados a reflotar la economía, que no irán directamente a las arcas del estado griego sino a financiar “sectores dinámicos” y las “pequeñas y medianas empresas”. La negociación con la UE está marcada entonces por ciertas concesiones, como preveíamos en este artículo, pero centralmente por la voluntad de la UE de mantener a Grecia dentro de las reglas establecidas. De ahí que Syriza no defienda una salida de fondo, estructural, al problema de la crisis griega, lo cual no dejará de traer nuevas contradicciones.

El segundo elemento que nos interesa señalar es la manera en la que Syriza ha transitado políticamente sus primeras semanas de gobierno. Por arriba, las mismas han estado atravesadas por una abierta contestación de sectores de su ala izquierda, esencialmente en relación al acuerdo alcanzado con el Eurogrupo en febrero. Esta contestación incluyó la carta pública de Manolis Glezos, figura de la lucha contra el nazismo que denunció el acuerdo y pidió perdón al pueblo griego por participar de la farsa; el voto (informal) de los parlamentarios de Syriza respecto al acuerdo en el cual alrededor de 40 parlamentarios votaron en contra, lo cual convenció a la dirección de Syriza de no someter el acuerdo a votación parlamentaria; finalmente en el Comité Central de Syriza de fines de febrero el 40% de los miembros votaron la moción de la Plataforma de Izquierda presentada por el Ministro de Reconstrucción Productiva Panagotis Lafazanis, que rechazaba el acuerdo, y el nuevo Secretario General de Syriza fue elegido con sólo 102 votos sobre 199, lo cual los medios reflejaron como una “señal de la izquierda de Syriza al gobierno”. Es decir que sectores no menores del partido (que a su vez deben reflejar presiones sociales reales) han cuestionado por izquierda y públicamente el curso del gobierno de Syriza, lo cual no deja de ser un elemento de enorme importancia para la perspectiva de lograr desbordarlo por la izquierda.

La contradicción es que por abajo el gobierno de Syriza parece gozar aun de una enorme popularidad. El acuerdo con el Eurogrupo ha sido interpretado por amplios sectores como una victoria frente a la UE. Amén del posibilismo de sectores que consideran que era “lo mejor que se podía conseguir”, para una parte importante parecería ser un paso adelante: se ha ganado tiempo, no se han acordado recortes suplementarios, ahora es Grecia la que hace las propuestas de reformas, además de que se ha logrado mantenerse en la UE, lo cual no deja de ser el deseo de amplios sectores. Ahora, las medidas asistencialistas aprobadas por el gobierno recogerán sin duda una amplia simpatía de los sectores populares.

Este es el principal obstáculo al que se encuentran confrontados los revolucionarios. Tenemos el punto de apoyo de que ciertos sectores comienzan a cuestionar la política de Syriza y hay discusiones estratégicas que se procesan sobre las cuales es posible intervenir. Pero también el límite de que, a falta de una verdadera radicalización política, por abajo aún el gobierno goza de una amplia popularidad y la experiencia con el mismo recién comienza.

De lo que se trata es precisamente de apoyarse sobre los elementos de delimitación política para hacer avanzar la conciencia de los trabajadores, aprovechar cada lucha, cada paso atrás del gobierno de Syriza para levantar una política independiente y revolucionaria. Reafirmando la necesidad central de la movilización y auto-organización obrera y sin ningún sectarismo hacia la experiencia que las masas están haciendo con Syriza, lo que está al orden del día es la construcción de organizaciones revolucionarias que defiendan una perspectiva revolucionaria y socialista.

 

El pasado 25 de enero, tuvo lugar la victoria de Syriza en las elecciones legislativas griegas, en las que se alzó con el 36,34% y 149 diputados, lo cual le permitió rápidamente formar gobierno tras una negociación con los Griegos Independientes.1 Se trata del primer gobierno luego del inicio de la crisis que no responde orgánicamente a los partidos históricos de la burguesía, y que ha llegado al poder (más tarde analizaremos su política concreta) con un discurso de enfrentamiento a la Troika y a los planes de austeridad impuestos por ésta y por la UE.

Las elecciones han confirmado el derrumbe de los partidos clásicos de la burguesía, signo de una profunda crisis política del conjunto del régimen de dominación. En este sentido, Nueva Democracia, partido histórico de derecha de la burguesía, perdió el gobierno (luego de perder la votación para la elección presidencial), obteniendo el 27,18% de los votos y 76 parlamentarios. Esta vez, la campaña de terror de la UE 2 y de Nueva Democracia no surtió efecto: los ajustadores fueron derrotados en las urnas.

Lo mismo se aplica (con mucha más fuerza) al PASOK, el otro partido histórico –socialdemócrata- de la burguesía griega, que vivió un verdadero derrumbe electoral, obteniendo tan solo el 4,68%, con 13 parlamentarios. Esto se confirma también respecto de otras formaciones que podrían haber “recogido el guante” de la social-democracia en crisis: To Potami, partido centrista de inspiración social-demócrata y liberal que forma parte del grupo social-demócrata del Parlamento Europeo, obtuvo 6% y 17 diputados. El Movimiento Socialista Democrático, del ex Primer Ministro del PASOK, Yorgos Papandreu, ni siquiera obtuvo el 3% necesario para tener parlamentarios.

El cuadro electoral se completa con el partido neo-nazi Amanecer Dorado, con el 6,28% y 17 diputados: a pesar de tener a la mayor parte de su cúpula en la cárcel acusados de “organización criminal”, la persistencia de este partido como tercer fuerza política muestra la tendencia a los extremos en el terreno político y la erosión –limitada- de la democracia burguesa. También ha logrado consagrar diputados el KKE, Partido Comunista Griego, con el 5,47% y 15 diputados: candidato posible a beneficiarse de la crisis de la socialdemocracia, el KKE (que tiene una inserción obrera y sindical importante, por lejos superior a la de Syriza), está pagando caro su política sectaria hacia la izquierda y hacia Syriza, y ha sido bloqueado desde el punto electoral por el ascenso fulgurante de ésta. Por su parte, la coalición anticapitalista Antarsya, en alianza con “Plan B”, una escisión anti euro de Syriza, obtuvo el 0,64% (40.000 votos), un porcentaje superior al de las muy polarizadas elecciones de Junio de 2012 (0,33%, 20.000 votos) pero menor al de las elecciones de mayo de 2012 (74.000 votos, 1,2%).

Dos elementos centrales ordenan el balance de las elecciones. En primer lugar, como hemos dicho el día siguiente a la victoria de Syriza, las mismas constituyeron “una prueba clara del mayoritario rechazo de los trabajadores y el pueblo griego a las medidas de austeridad impuestas por la Troika desde el comienzo de la crisis. Desde ese punto de vista, el resultado de las elecciones es, de manera deformada, la muestra de un importante desarrollo de la conciencia de los trabajadores y el pueblo griego, y es de alguna manera el “hijo bastardo” del proceso de movilizaciones y radicalización que se inauguró en 2008” (“Victoria de Syriza – El rechazo a la austeridad debe ser una palanca para movilizar a las masas”, declaración de la Corriente Internacional Socialismo o Barbarie, 26-1-2015). Reafirmamos este análisis: las elecciones han sido sin ningún lugar a dudas una derrota política para las autoridades de la UE, derrota propinada por los trabajadores griegos, aun con el límite importante de que la misma se haya expresado a través de una organización reformista como Syriza y además en el plano puramente electoral.

El segundo elemento es la persistencia de una crisis política profunda, que se expresa en la crisis del bipartidismo, pero también en la incapacidad de la burguesía de controlar la situación, como lo demostró el intento fallido de Nueva Democracia de cerrar filas por el ajuste con la elección del presidente, intento que se saldó con el llamamiento a elecciones anticipadas. “En 2007, Nueva Democracia y el PASOK concentraban aun el 80% de los votos; en estas elecciones, estos dos pilares del bipartidismo griego apenas arañan el 33%” (ídem). A esto hay que sumarle una fuerte abstención, del 35%, reflejo del profundo descrédito del régimen. Esto no dejara de traer elementos de inestabilidad y crisis, lo cual podría rápidamente volver a poner al orden del día la posibilidad de mayores descalabros.

Pero tan importante como el balance de las elecciones y lo que estas implican es el proceso que han abierto. Como hemos señalado, la victoria de un partido anti austeridad es un hecho inédito desde el comienzo de la crisis, y pone el equilibrio entre las clases y los programas de ajuste en cuestión, aun con el límite de que la querella se resuelva en el pantanoso terreno de las negociaciones por arriba y del parlamento. Sin embargo, no deja de abrir desafíos para la Unión Europea y su gestión de la crisis, cuestionada progresivamente por los países más golpeados. En ese sentido, desarrollaremos algunos elementos de la política que la UE ha desarrollado hasta el momento frente a Syriza, política cuyos contornos precisos aún están por definirse y que sin duda dependerá de la relación de fuerzas más general y de la propia movilización de los trabajadores y el pueblo griego.

En segundo lugar, se trata de la prueba de fuego de Syriza, y más en general de los “nuevos reformismos” que emergen en Europa (esencialmente Podemos). De “Oposición de su Majestad”, Syriza ha pasado a dirigir efectivamente el país, lo cual lo obligara a poner en práctica su juego de equilibrista entre mantener a Grecia en la UE y el euro, y al mismo tiempo acabar con los planes de ajuste. Más adelante volveremos sobre las primeras “pruebas” de este desafío.

Finalmente, lo que se abrirá también es una experiencia acelerada de los trabajadores y el pueblo griego con esta organización reformista, a la que han dado el mandato electoral de acabar con los planes de la Troika. En este sentido, la prueba de fuego de Syriza estará sometida al escrutinio de las masas, que han mantenido un elevado nivel de movilización y de politización. Sin adscribir a una teoría etapista del desarrollo de la conciencia, podemos decir que las masas griegas han derribado un primer obstáculo, el de los partidos del régimen, y que precisamente, de manera dialéctica, el desarrollo de su consciencia podría verse acelerado frente al gobierno de Syriza, a condición que las organizaciones revolucionarias acompañen esta experiencia desde la más firme independencia y ofreciendo una alternativa política de fondo a la crisis del capitalismo.

En las siguientes páginas, entonces, volveremos en primer lugar sobre los elementos materiales que han hecho posible la victoria de Syriza, haciendo un breve repaso de la situación económica y social del país. En segundo lugar, analizaremos el significado político de la victoria de Syriza, y en particular su impacto a nivel europeo. A continuación, nos dedicaremos a los primeros días del gobierno de Syriza, sus medidas y su relación con la UE, además de analizar brevemente los límites de su programa. Finalmente, propondremos algunos elementos que consideramos esenciales en la construcción de una política revolucionaria para Grecia.

 

 

  1. Bajo el fuego de la crisis internacional

 

La base material de todo el desarrollo de la crisis griega, del cimbronazo que las elecciones han significado, es la persistencia de la crisis económica y social. El desarrollo de la crisis política (en particular la imposibilidad para Nueva Democracia de hacer votar el presidente), las discusiones que atravesaron las elecciones, las relaciones entre el gobierno y la UE, parten del mismo alfa y omega: una situación social catastrófica, y los planes económicos que unos y otros proponen para remediarla.

En efecto, la crisis de 2008 ha disparado el desempleo y la miseria en el país heleno, además de continuar a alimentar la burbuja de la deuda pública, en un país que constituye probablemente el eslabón más débil de la cadena imperialista europea. A partir de esta situación se ha puesto en pie la tutela directa de la UE, lo que le ha dado un carácter mucho más político a una situación de dependencia que siempre ha existido en el terreno económico.

De esta manera, la llamada Troika (constituida por el Banco Central Europeo, el Fondo Monetario Internacional y la Comisión Europea) ha comandado sucesivos planes de austeridad en Grecia, ajustando estructuralmente su economía para ponerla a tono con el resto de la UE, y para garantizar el pago de una deuda externa cuyos principales acreedores son el propio BCE, el FMI y los bancos franceses y alemanes.

El otro elemento material del actual desarrollo de la situación política, es el ciclo de movilizaciones y de radicalización política abierto en 2008, que se ha mantenido hasta el día de hoy. De manera premonitoria, en 2008 estallo una revuelta popular contra la violencia policial, protagonizada por una juventud que ya se veía condenada a un futuro negro. Esto fue un síntoma no solo de la enorme tradición del pueblo griego, sino también del descrédito profundo del régimen político y de la situación económica que ya comenzaba a deteriorarse.

Este ciclo empalmo con la respuesta ascendente de la clase trabajadora frente a los ataques del gobierno y la Troika, y más globalmente contra las consecuencias de la crisis. En este sentido, el proletariado y el pueblo griego han protagonizado decenas de huelgas generales y de movilizaciones masivas desde el comienzo de la crisis. Es esta sostenida combatividad la que fue minando la legitimidad del régimen político y de los partidos ajustadores: antes de propinarle una derrota contradictoria en las urnas, los trabajadores y el pueblo griegos los habían herido de muerte en las calles.

Veamos estos dos elementos más detenidamente.

 

1.1 Una economía desangrada

 

El primer elemento a destacar es que los planes de la Troika han constituido un verdadero “salvavidas de plomo” para la economía griega. Siete años después del comienzo de la crisis, la misma está lejos de resolverse, y las condiciones de vida de la mayoría de la población griega se han degradado de manera constante. Para que no nos acusen de ser unos ultraizquierdistas alarmistas, vamos a analizar más detenidamente los propios indicadores económicos de instituciones como la UE.

En el artículo sobre Grecia de la última revista Socialismo o Barbarie, reflejábamos el fuerte deterioro de la situación económica del país: “En 2008, previo al estallido de la crisis internacional, el desempleo se situaba en 7,4% (agosto); era del 9,5% en ese mes del 2009; 12,5% al año siguiente; 17,7% en 2011, para alcanzar el 25% en 2012. En 2008, el desempleo juvenil era del orden del 20%. Se calcula que desde el comienzo de la crisis, cerca de 1 millón de personas perdieron sus trabajos, en un país de 11 millones de habitantes” (A. Vinet: “Grecia y los desafíos de la crisis”, Socialismo o Barbarie 28). En 2013, el desempleo alcanzaba el 27,5%, y aunque ha descendido hasta el 25,5% en el tercer trimestre de 2014, se sigue muy lejos de alcanzar un nivel satisfactorio. En la franja 14-25 años el desempleo alcanza el 50%.

A esto se suman los diferentes recortes que los gobiernos pro austeridad han realizado los últimos años, que tienen como principal víctima la salud y la educación públicas. Esto tiene una primera consecuencia, los despidos masivos en el sector estatal, que han engrosado en los últimos años el desempleo. En segundo lugar, la imposibilidad para amplios sectores de la población de acceder a servicios básicos: “El número de enfermos de HIV se duplico luego del recorte en la distribución de jeringas esterilizadas para los toxicómanos, los suicidios aumentaron en un 26% y los ataques cardiacos en un 40%. (…)En el terreno de la educación pública, el presupuesto disminuyo un 33% entre 2009 y 2013. Esto llevo al cierre o fusión de 2.000 escuelas, especialmente en las zonas rurales” (ídem).

En cuanto a las previsiones económicas, los datos de la Comisión Europea no son nada alentadores. Con respecto al crecimiento, prevé que sea del 2,5% del PBI en 2015, y de 3,6% en 2014: mejor que la caída (-3,9%) de 2013, pero aún insuficiente para sacar al país de la crisis. Es por esto que en términos de desempleo, se prevé que el mismo sea del 25% en 2015, y de 22% en 2016: a los griegos aun le esperan largos años de penurias. Este crecimiento raquítico también se refleja en las previsiones respecto a la deuda: la misma representaría el 170% del PBI en 2015 y el 160% en 2016.

Queremos detenernos unos instantes en el problema de la deuda, ya que constituye un problema central de la situación griega, tanto del punto de vista económico como político. Desde el punto de vista económico, la misma ha crecido a pasos agigantados desde el comienzo de la crisis: del 89,5 que representaba en 2007, antes de la crisis, al 176% actual. Esto ha sido una consecuencia directa no sólo de la crisis económica, sino también de los programas de austeridad impuestos por la Troika y la UE.

En efecto, se trata de un problema bastante conocido. En la medida en que se aplican programas de ajuste estructural, se despiden a miles de trabajadores y se recorta el gasto estatal, la actividad económica en su conjunto disminuye. Ahora bien, esta disminución de la actividad económica significa menos recaudación estatal, y por lo tanto más dificultad para pagar la deuda, déficit público, que hay que cubrir emitiendo más deuda. Se trata de un círculo vicioso, una espiral descendente en que la deuda genera deuda, y la crisis genera crisis.

Pero además, la cuestión de la deuda ocupa un lugar central en los gastos del Estado, y constituye entonces una especie de “nudo gordiano” al cual están ligados el conjunto de los problemas económicos. Es que una parte importante del presupuesto del estado se destina a pagar los vencimientos de la deuda: el 20% del presupuesto de 2011, por ejemplo. Si una parte importante de los gastos del estado es el pago de la deuda, lo cual lleva al estado a estar en déficit y por lo tanto a emitir más deuda, eso significa que los gobiernos están “atados de manos” mientras esta situación se mantenga.

En definitiva, la situación económica parece ser la de una larga persistencia de la crisis, independientemente de algunas tímidas mejoras, que además se hacen sobre la base de la destrucción de las condiciones de vida y de trabajo de amplios sectores de las masas populares. Es decir, el retorno a las condiciones previas a la crisis está fuera de todo horizonte, o tomaría en el mejor de los casos una o varias décadas.

A esto se suma el hecho de que los márgenes dentro del sistema actual, de la continuidad en la UE y el euro, son enormemente estrechos en cuanto a posibilidades de dar concesiones. Desde el inicio de la crisis, las burguesías imperialistas europeas han ligado a Grecia a través de fuertes lazos económicos: le han impuesto una deuda asfixiante, al mismo tiempo que las reformas estructurales han hundido económicamente al país haciéndolo muy dependiente de los acreedores internacionales.

Por otra parte, esta persistencia de la crisis económica y de los ataques contra la clase trabajadora de parte de la Troika y sus gobiernos serviles han dado lugar a una importante resistencia de parte de los trabajadores y el pueblo griegos. Esta es otra de las bases materiales del triunfo de Syriza, ya que como hemos señalado, el desgaste del régimen político tradicional está íntimamente ligado a esta combatividad creciente.

 

1.2 Una combatividad importante mediada por la esperanza electoral

 

Mucho antes de la victoria de Syriza, mucho antes del peligro de “Grexit”, incluso antes de caer bajo las garras de la Troika, Grecia había estado en el centro de todas las miradas. Corría el año 2008, y tanto Europa como el resto del mundo asistió a una enorme revuelta juvenil en el país heleno, que se extendió durante cerca de un mes. En respuesta al asesinato de un adolescente a manos de la policía, la juventud griega daba el puntapié inicial de un largo ciclo de protestas que se extiende hasta el día de hoy.

A lo largo de los últimos años, Grecia ha seguido estando en el centro de la escena europea, no solamente por su situación económica y las negociaciones con la Troika, sino también por las enormes luchas que la clase trabajadora y el pueblo griego han protagonizado. Decenas de huelgas generales han tenido lugar en los últimos años, acompañadas de movilizaciones masivas.

No nos extenderemos enormemente aquí sobre las diferentes peleas que han cruzado a la sociedad griega desde el comienzo de la crisis. En el último artículo que escribimos sobre Grecia, nos deteníamos en algunos hechos marcantes de la lucha de clase de ese país: las sucesivas huelgas generales, el movimiento Occupy, la lucha antifascista contra Amanecer Dorado –y en particular su masificación luego del asesinato de Pavlos Fyssas- y la pelea de los trabajadores estatales de la salud, la educación, y de la televisión pública ERT (A. Vinet, cit.).

Nos interesa aquí simplemente marcar dos elementos contradictorios del último período, y que pueden ayudar a nuestra comprensión de lo que puede esperarse luego de la victoria de Syriza. Es que la situación de la lucha de clases parece moverse entre la reabsorción electoral del descontento que viene operándose luego de las elecciones de 2012, y la gran tradición de lucha del pueblo heleno. Nos explicamos.

Las luchas en Grecia parecen haber disminuido desde las elecciones de 2012, en las que Syriza disputó con Nueva Democracia dos rondas electorales (el parlamento constituido en la primera ronda no logró formar gobierno). Estas elecciones pusieron al orden del día la posibilidad del “Grexit”, desencadenaron una campaña de miedo de las principales burguesías europeas e instauraron la esperanza de que pudiera vencerse a la Troika en el terreno electoral.

Eso por eso que desde 2012 la situación parecía canalizarse más bien por la vía electoral, estando en el centro no la lucha callejera sino las peleas parlamentarias, los sondeos de opinión, el ascenso o no de Syriza y las expectativas de que pudiera formar gobierno. El ciclo de protestas abierto en 2008 y que parece haber alcanzado un pico entre 2010 y 2012 fue perdiendo fuelle.

Por un lado, esto es la consecuencia, como hemos dicho en diversas oportunidades, del hecho que la democracia burguesa sigue siendo el terreno universal de resolución de los problemas de la sociedad. La política, en tanto visión del conjunto, se iguala casi unívocamente a los procesos electorales y a la vida parlamentaria. En ese sentido, el periodo actual está marcado, entre otros limites, por el hecho de que no han emergido formas de poder alternativas a la democracia burguesa, y que la misma sigue apareciendo como una suerte de poción mágica.

Claro que a medida que la situación internacional se va radicalizando, las bases de la democracia burguesa se erosionan, y en algunos casos se convierte en un mecanismo incapaz de resolver los conflictos, que pueden tomar la forma de enfrentamientos abiertos. Tal es el caso del conflicto en Ucrania, que ha tomado rasgos de guerra civil con la intervención más o menos velada de ciertas potencias imperialistas; lo mismo puede decirse del conflicto en Medio Oriente, con el ascenso del Estado Islámico, con el cual la disputa se resuelve en el plano militar, como atestigua la reciente victoria heroica de las milicias kurdas de la ciudad de Kobane.

Pero incluso en países donde la radicalización y los enfrentamientos han sido mayores, como Egipto o Túnez, la democracia ha hecho las veces de bálsamo universal para resolver los problemas. En países de Europa que han vivido enormes luchas, como Grecia o España, la preocupación de “llevar lo social al plano político” –a saber, democrático-burgués– es una preocupación no solo de los partidos reformistas, sino de sectores amplios de la población.

Esto se ve reforzado por el rol activo que juegan las organizaciones reformistas de tipo Syriza o Podemos, cuya razón de ser es la contienda electoral, y que militan activamente por sacar a la gente de las calles y llevarla a las urnas. Las ilusiones electoralistas que las mismas cultivan ayudan a reforzar la legitimidad de la democracia burguesa, y son de manera directa o indirecta un freno a las luchas: para qué molestarse con hacer huelga, ocupar las calles, enfrentarse con la policía, si con esperar las próximas elecciones y votar gente honesta alcanza.

Sin embargo, este relativo reflujo no ha dejado de estar marcado por importantes luchas, que reflejan al mismo tiempo los importantes ataques a los ha sido sometida la clase trabajadora griega, pero también la tradición de lucha y la reserva de combatividad de la misma, en una situación político-social que parece altamente inestable, una especie de “rebelión popular de baja intensidad” permanente.

Ya hemos escrito sobre la lucha de los trabajadores de ERT, la televisión estatal cerrada por el gobierno de Nueva Democracia a mediados de 2013. La misma recibió una enorme solidaridad de la población, y contó con la ocupación de los estudios por parte de los trabajadores, que reanudaron la transmisión bajo su control. Algunos meses más tarde, en septiembre, el asesinato del rapero Pavlos Fyssas desencadenó movilizaciones antifascistas masivas, que coincidieron con la huelga general del 25 de Septiembre. Esta pelea conquisto el encarcelamiento de los principales dirigentes de Amanecer Dorado, lo cual constituyó una victoria importante del movimiento antifascista.

Un ejemplo de esta situación de inestabilidad ha sido la lucha en torno a los derechos de Nikos Romanos. Se trata de un joven anarquista, que se encontraba con Alexandros Grigorpoulos, el joven asesinado en 2008, en el momento de su muerte. Nikos fue arrestado hace cuatro años por asaltar un banco, aparentemente para financiar las actividades de grupos anarquistas: ya en su momento se hizo “famoso” porque la policía modificó las fotos que envió a la prensa, borrando las marcas de la golpiza que le habían propinado.

A principios de Noviembre de 2014, Nikos comenzó una huelga de hambre en defensa de su derecho a inscribirse a la Universidad aunque estuviera preso y condenado a 16 años. De hecho, en Grecia los presos tienen derecho a asistir a la Universidad, pero el gobierno se lo había negado a Nikos con el argumento de que “podía fugarse”. La pelea recibió una enorme solidaridad, con miles de personas que se movilizaron en Atenas enfrentándose con la policía, y decenas de edificios públicos (universidades, escuelas, alcaldías) que fueron ocupados en solidaridad. Finalmente, el gobierno fue derrotado y debió permitir a Nikos inscribirse en la Universidad.

Esta lucha no solo refleja la simpatía hacia alguien que era en parte visto como un “símbolo” de las protestas de 2008, comprometido con el movimiento que se abrió luego de la reacción popular frente a la violencia policial. También son una prueba del enorme clima de inestabilidad y de lucha que se vive en Grecia, en el que cualquier incidente puede sacar a miles de personas a las calles.

Hemos repasado, brevemente, los dos factores que han cimentado el camino de Syriza a la victoria. No adscribimos a la teoría, interesada y autosuficiente, de que Syriza es la expresión más acabada de las protestas. Los lazos entre ambas son mucho más complejos, y la experiencia de lucha de los últimos 6 años en Grecia tiene una riqueza demasiado grande como para ser contenida en una expresión reformista y puramente electoral como Syriza.

Sin embargo, su victoria tiene bases materiales profundas, que hacen a la situación económica-social del país, así como a la influencia que la lucha de clases ha tenido en el plano político, particularmente en el desprestigio de las organizaciones tradicionales del régimen. Es por esto que, como hemos dicho, la victoria de Syriza es de alguna manera la expresión deformada de la pelea de los trabajadores y pueblo griego contra los planes de austeridad.

Nos detendremos entonces a analizar el impacto que la victoria de Syriza ha tenido en el plano político, no sólo a nivel de Grecia sino de todo el continente europeo. Veremos en ese sentido, precisamente, en qué medida la victoria de Syriza es un subproducto de la movilización. En segundo lugar, analizaremos el impulso que la misma ha dado al “nuevo reformismo” europeo.

 

 

  1. La victoria de Syriza: un terremoto político en Europa

 

La victoria de Syriza ha sido un verdadero terremoto político en toda Europa, y las elecciones griegas han tenido un alcance europeo, tanto por lo que reflejan como tendencia política más general que se expresa en otros países, como por las consecuencias que las mismas tendrán a la hora de elaborar la política de la UE y de ajustar su gestión de la crisis a los nuevos fenómenos políticos que han surgido en los últimos años.

Las elecciones de 2012 habían estado marcadas por una campaña comunicacional de terror: la victoria de Syriza significaría, según los políticos y los medios de comunicación de las economías centrales, la automática salida de Grecia de la UE y del euro. Esto ponía por un lado al euro como tal en una encrucijada, y significaba para los griegos volver a ser “europeos de segunda”. Como hemos dicho, en estas elecciones esa campaña fue muchísimo más suave.

En primer lugar, la victoria de Syriza ha sido vivida por el pueblo griego como una verdadera victoria frente a las políticas de austeridad. Se trata, efectivamente, de un partido considerado como anti austeridad, que se ha alzado con el gobierno, constituyendo una primicia en Europa desde el comienzo de la crisis. Más allá de las contradicciones, esto tiene una enorme importancia.

En segundo lugar, las elecciones griegas han sido no solo el campo de batalla de Tsipras y Samaras (líder de Nueva Democracia), sino también el de la pelea más general entre los gobiernos pro Troika y aquellas formaciones que prometen acabar con la austeridad. Por sus características particulares (el ascenso fulgurante de Podemos y la celebración de elecciones generales a fines de 2015), el arco político español ha intentado aprovechar las elecciones griegas para apuntalar sus propias formaciones. De ahí la implicación directa de Rajoy y de Pablo Iglesias en la campaña electoral.

Nos dedicaremos entonces a profundizar el impacto que la victoria de Syriza ha tenido tanto en el plano interno de Grecia, como en la situación política europea en su conjunto.

 

2.1 El “hijo bastardo” de la movilización

 

Apenas conocido el resultado de las elecciones, la Corriente Internacional Socialismo o Barbarie publicó una declaración donde se analizaban ese resultado, el programa de Syriza y la política a levantar desde las organizaciones revolucionarias. Retomaremos aquí algunos de esos elementos para profundizar el análisis del significado de la victoria de Syriza.

Nos parece que hay, en términos generales, dos errores a evitar en el análisis del resultado de las elecciones, lo que las mismas reflejan y el alcance político que podrían tener. La primera seria tener una valoración sectaria de las mismas, que a partir de una crítica correcta del programa electoralista y reformista de Syriza, perdiera de vista que las mismas han sido una derrota para la Troika y la UE, y que reflejan un avance en la consciencia de los trabajadores y en las relaciones de fuerza.

Sin duda, el programa de Syriza, como veremos más adelante, lleva a un callejón sin salida. Pero esto no invalida el hecho de que si se ha alzado con la victoria, es porque los trabajadores y el pueblo griego la han votado en tanto que formación anti austeridad, anti Troika y anti UE. Ese es el mandato que las masas griegas le han dado, lo cual no deja de ser un elemento de enorme importancia, amén de la inconsecuencia de Syriza y sus dirigentes.

Como dijimos, el hecho de traducir “lo social en lo político” no es solo una “maniobra” de los nuevos partidos reformistas que intentan así alzarse sobre la ola de protestas para beneficiar del descrédito de la social-democracia clásica. Se trata también de una justa aspiración de las masas, que intentan así darle una respuesta global, de conjunto a la crisis social que viven, y que se dirigen para hacerlo a la institución que, en el periodo actual, tiene el monopolio de la “política”: la democracia burguesa, sus instituciones y sus partidos.

En primer lugar, esto quiere decir que de alguna manera Syriza deberá “rendir cuentas” de su actuación, y que cada paso atrás que dé podría provocar el rechazo de sectores de las masas, hacerlo entrar en contradicción con ellas y abrir una brecha para la intervención de las corrientes revolucionarias. En segundo lugar, significa que frente a la crisis los trabajadores y el pueblo griego se han tornado mayoritariamente hacia una alternativa que, aun con sus límites, forma parte desde el punto de político y simbólico de la “izquierda” en sentido amplio.

Esto tiene una importancia central, ya que no puede perderse de vista que en algunos países de Europa, incluso en países centrales (no solo desde el punto de vista económico, sino de la importancia de su lucha de clases), sectores importantes no solo de la pequeño burguesía sino también de la clase trabajadora, han buscado una salida en formaciones populistas de derecha, e incluso de extrema derecha.

Tal es el caso de Francia, donde el Front National ha sido primer fuerza en las europeas, e incluso algunas encuestas la sitúan como primera fuerza de realizarse unas elecciones presidenciales (aunque perdiendo en la segunda vuelta). En Alemania, partidos xenófobos como Alternativa por Alemania han tomado impulso, y las manifestaciones anti inmigración de Pegida han sido masivas. Incluso en Italia, el Movimiento 5 Estrellas de Beppe Grillo ha realizado todo tipo de alianzas espurias con la derecha.

Por eso, el primer elemento de la elección es que ha sido una derrota para la UE, que refleja un giro a la izquierda de los trabajadores y el pueblo griego, y que pone en el gobierno a una organización reformista que no dejará de tener contradicciones y que puede provocar roces crecientes con las masas.

A partir de esta valoración central, nos oponemos completamente a cualquier política seguidista de Syriza, que vería en su gobierno un univoco “primer paso” en la ruptura anticapitalista con la UE y la Troika. Efectivamente, una gran borrachera ha recorrido a sectores importantes de la izquierda revolucionaria, que depositan una confianza desmedida en Syriza y que aún no se habían recuperado de la resaca cuando Tsipras anunció su alianza con los xenófobos y derechistas de Griegos Independientes.

En efecto, sería un grave error poner un signo de igual entre las movilizaciones y luchas protagonizadas por los trabajadores griegos, y el gobierno de Syriza. Eso significaría por un lado borrar de un plumazo toda la riqueza de las experiencias de lucha de los últimos años que no pueden ser reducidas a un mero proyecto electoral: la ocupación de plazas, las formas de democracia directa, la ocupación y control obrero de fábricas, los enfrentamientos con la policía. Por otro lado, significaría perder de vista los grandes límites de Syriza, y su objetivo estratégico, la normalización reformista del país.

En primer lugar, se trata de una organización esencialmente electoralista, con pocos lazos con el movimiento obrero, y sin una política consciente para crearlos. Es sabido que el Partido Comunista, totalmente eclipsado en el plano electoral por Syriza, tiene una influencia orgánica entre los trabajadores mucho superior a ésta. Se trata además de una organización cuyo núcleo fundador viene del eurocomunismo, del propio PC e incluso de sectores de la socialdemocracia, teniendo una base de nuevos activistas mucho más reducida que la de Podemos, por ejemplo.

En segundo lugar, Syriza ha defendido una política plenamente pro UE y pro euro y ha pasado los últimos años asegurando a los socios europeos que no tenían nada que temer respecto de los compromisos contraídos por Grecia. Esto se ha confirmado en las últimas semanas por las reiteradas declaraciones de que el gobierno quiere pagar la deuda. Aún desde la distancia, consideramos razonable afirmar que esta sumisión a las entidades que han llevado al país a la ruina no debe ser compartida por el conjunto de aquellos que las han enfrentado en las calles durante años.

Finalmente, como hemos dicho, la experiencia de lucha del proletariado griego excede ampliamente el limitado programa electoralista de Syriza. Antes de volverse hacia las urnas, la clase obrera griega protagonizó huelgas generales, ocupaciones de fábricas, gestión obrera de la producción, enfrentamientos con la policía. Todo esto hace al patrimonio político de los trabajadores griegos, que no se reduce a la simple participación electoral.

Es por esto que no puede perderse de vista que si la victoria de Syriza es un reflejo de las luchas y el descontento de los trabajadores griegos, se trata de un reflejo deformado o fragmentario. Esto es el caso de cualquier resultado electoral: la democracia burguesa tiene sus propias leyes y reglas de juego, y por lo tanto no expresa automáticamente el estado de ánimo de las clases o la relación de fuerza entre las mismas. Esto es aún más valido para el caso de Grecia, donde el 35% de los votantes han optado por la abstención.

Esta aclaración que puede parecer abstracta, tiene sin embargo efectos muy concretos. El hecho de que Syriza sólo exprese fragmentariamente las aspiraciones de la clase trabajadora, significa que su gobierno será sin cese escrutado por los trabajadores a la luz de sus propias experiencias de lucha, de sus vivencias cotidianas, de sus deseos que van más allá de un simple programa electoral. Es esta brecha la que debe ser aprovechada revolucionariamente para ir más allá de la experiencia con Syriza y dotar a los trabajadores de un programa propio.

Lo que venimos de explicar respecto a Syriza es generalizable, atendiendo a las particularidades de cada caso, a la situación de una serie de países que vienen viviendo el crecimiento del “nuevo reformismo”. En efecto, el fenómeno de Syriza, las condiciones materiales y políticas que lo hicieron posibles, son comunes al conjunto de Europa. Es por eso que las organizaciones políticas del resto del continente han seguido atentamente el proceso electoral griego, que tendrá sin duda un impacto en sus propios países.

 

2.2 Un espaldarazo para el “nuevo reformismo” europeo

 

En ese sentido, la victoria de Syriza constituye un punto de apoyo importante para el “nuevo reformismo” europeo, especialmente para Podemos, pero también para otras formaciones como las de la “izquierda de la izquierda” francesa (Front de Gauche, PCF, Europe Ecologie Les Verts, los “críticos” del PS). Todas estas formaciones han intentado a lo largo de las elecciones “apropiarse” del aura y el capital simbólico de Syriza, que refuerza estas alternativas en el resto de Europa.

Como hemos dicho, las elecciones griegas han tenido un alcance europeo no solo por las consecuencias que las mismas tendrán en las relaciones del país heleno con la UE y las implicancias económicas de esto, sino también a raíz de los partidos que se han visto (o han querido verse) reflejados en las mismas.

Para Podemos, por ejemplo, la victoria de Syriza ha sido la prueba de que “los vientos de cambio soplan en Europa”, y el partido ha intentado aprovechar a fondo las mismas. Es por eso que Pablo Iglesias participo en el acto de cierre de campaña de Syriza en Grecia, del cual fue casi el invitado de honor, y que Mariano Rajoy dio personalmente su apoyo a su homologo Antonis Samaras, de Nueva Democracia, en momentos en que los líderes europeos llamaban diplomáticamente a “respetar la voluntad del pueblo griego”.

Algunos días después, la “Marcha del cambio” convocada por Podemos reunió cientos de miles de personas en Madrid, sin duda beneficiándose en parte del clima abierto por la victoria de Syriza. El crecimiento de Podemos en las encuestas, algunas de las cuales lo sitúan como primer partido en intención de votos, se ve reforzado por la llegada al gobierno en Grecia de un partido que no forma parte de los pilares clásicos del sistema, y la demostración de que ninguna hecatombe ha resultado de esto. De ahí que al conocerse los resultados, los dirigentes del PP se hayan apresurado a decir que “España no es Grecia”.

El resultado de las elecciones griegas no ha hecho sino reforzar el clima electoral que ya se vivía en el país, y las tendencias electoralistas de Podemos. La victoria de Syriza parece demostrar que una respuesta electoral a la crisis no solo es posible, sino la única. Todos los cañones apuntan a las municipales y a las generales de fin de año, y la mayor parte de la intervención política de Podemos se resume a la discusión de las alianzas por arriba: con Equo, con un sector de Izquierda Unida, con personalidades como Ada Colau de la PAH. No pasa un día sin que Pablo Iglesias le tienda la mano a algún político reciclado de los aparatos reformistas clásicos –como ha sido recientemente el caso con Tania Sánchez, que rompió con IA Madrid para acercarse a Podemos-.

Una situación similar se vive en Francia. Allí, un meeting pro Syriza ha sido la ocasión para toda una parte de la izquierda reformista de reencontrarse, y de avanzar en el sentido de una alternativa parlamentaria al gobierno del PS. Participaron del mismo las fuerzas que componen el Front de Gauche, pero también los ecologistas (que hasta hace algunos meses formaban parte del gobierno!) y los “críticos” del PS, que no han dicho una palabra acerca de la militarización de la sociedad impuesta por el gobierno luego de los atentados del 7 de enero, y que han votado a favor de continuar la intervención imperialista en Irak.

Los unía no solo la voluntad de mostrar su apoyo a la formación griega en ascenso, sino también de crear una “Syriza a la francesa”. Es decir que la victoria de Syriza está siendo utilizada como combustible para avanzar en una recomposición de la izquierda reformista francesa, compuesta mayoritariamente de renegados del PS. Se trata, además, de un rejunte puramente electoral, como lo refleja el propio diario L’Humanité, del PCF: los encuentros entre el Front de Gauche y los ecologistas se multiplican, para discutir acerca de la elección presidencial de 2017 y de las regionales de 2015, es decir, ninguna discusión sobre cómo enfrentar en las calles las políticas de austeridad (“Gauche. Les rencontres alternatives se multiplient”, L’Humanité, 4-2-2015).

Incluso, contradictoriamente, los propios partidos social-demócratas clásicos practican una cierta forma de indulgencia frente a Syriza, sin llegar a demostrar una abierta simpatía. En ese sentido, el propio Hollande aprovechó la visita de Tsipras a Paris para declarar que la voluntad del pueblo griego demuestra que “la austeridad como única perspectiva no es viable”. Frente al anuncio del BCE de cortar una de las líneas de crédito a Grecia, tanto El País como Le Monde (ligados respectivamente al PSOE y al PS), titulaban que había habido manifestaciones masivas de apoyo a Tsipras que reunieron… 5.000 personas, cifra despreciable para un país donde se han movilizado por cientos de miles.

De alguna manera, los partidos social-demócratas de los países centrales comienzan a poner las barbas en remojo, y eso en varios sentidos. Por un lado, intentan no ponerse de manera demasiado explicita en la vereda de enfrente de sectores importantes de las clases populares que ven con esperanza y buenos ojos la victoria de Syriza. Esta es una expresión más de lo que venimos describiendo: que la victoria de Syriza fue vivida como una derrotado de los gobiernos pro austeridad y de la Troika.

Por otro lado, Francia y España preparan por su parte la posibilidad de negociar en mejores condiciones con la UE, de ganar algo de tiempo y de margen en la aplicación de los planes de austeridad de sus propios países. No hay que olvidar que Francia nunca ha cumplido con la “regla de oro” de un déficit publico menor al 3%, y que es uno de los “peores alumnos” de la UE y la Troika: el déficit publico alcanzaría el 4,5% en 2015 y el 4,7% en 2016, el peor en la zona euro.

En el Estado Español la situación no es muy diferente, ya que a pesar de la tímida recuperación económica los planes de la Troika han causado un retroceso general en el nivel de vida, y han sido la causa de una serie de luchas los últimos años. Es por eso que el PSOE, que aun pugna por recoger el descontento hacia el PP, tiene interés en sentar las bases de un mínimo margen de maniobra con la UE que le permita realizar ciertas concesiones.

En términos generales, el fenómeno del “nuevo reformismo” europeo que viene desarrollándose los últimos años tiene raíces profundas en la actual situación política y social, y en los límites más generales del periodo actual. La victoria de Syriza es sólo una expresión de esta situación, que ayuda sin duda a desarrollar.

En efecto, desde el comienzo de la crisis –y en algunos casos desde el principio de los años 2000–, la social-democracia clásica, que aún siendo un pilar fundamental del sistema burgués había históricamente cultivado veleidades progresistas y en favor de las clases populares, fue tomando un curso cada vez más social-liberal. La crisis económica internacional los llevó a erigirse en administradores del ajuste, lo cual fue minando poco a poco su base electoral.

Así, fue el gobierno de Zapatero (del PSOE) el que comenzó con los planes de austeridad en el Estado Español: he aquí una de las razones por las que el PSOE no logra beneficiarse del desprestigio del PP de la misma manera que Podemos. En Grecia, una de las premisas del ascenso de Syriza ha sido el derrumbe histórico del PASOK, que llevó adelante las medidas de austeridad en el gobierno desde 2009, y luego sosteniendo al gobierno de Nueva Democracia desde 2012.

Esta crisis de la socialdemocracia ha abierto espacios a su izquierda. Estos espacios se han abierto en gran medida gracias a la lucha de los trabajadores y el pueblo contra los planes de austeridad, enfrentándose de manera frontal a los gobiernos ajustadores de derecha pero también de “izquierda”. El debilitamiento de la socialdemocracia ha sido el fruto estas peleas, que la han desenmascarado como enemiga de la clase obrera.

Sin embargo, la lucha de clases está cruzada por importantes límites, entre ellos el ya señalado monopolio de la democracia burguesa como ámbito de resolución de los problemas. En ese sentido, no es de extrañar que sean los partidos reformistas, constituidos en gran parte gracias al “reciclaje” de la socialdemocracia clásica, los que hayan logrado hacerse “portavoces” de la indignación popular.

Son de alguna manera la expresión de un período que se mueve entre el “ya basta” frente a las organizaciones tradicionales y el “no todavía” respecto a verdaderas organizaciones revolucionarias; debería vivirse una verdadera radicalización política para que las mismas alcancen auditorios de masas. En este periodo transitorio, los “nuevos reformismos” tocan una cuerda audible para los sectores populares, situándose discursiva y simbólicamente en la continuidad de la socialdemocracia clásica, pero con nuevo rostro.

Es por eso que sería un error no reconocer el paso adelante que los trabajadores han dado derrotando a los partidos de la Troika, precisamente porque ninguna verdadera radicalización política se dará por fuera de la lucha de clases y de la experiencia que las masas hagan con los nuevos gobiernos “de izquierda”. Lo que se abre ahora es, precisamente, la “prueba de fuego” de estos gobiernos.

El periodo está cruzado, como hemos dicho, por grandes límites: el imperio indiscutido de la democracia burguesa, el control de las direcciones burocráticas sobre el movimiento obrero, la debilidad de las organizaciones revolucionarias. De lo que se trata es, a partir de la propia experiencia de la lucha de clases, de avanzar en la superación revolucionaria de estos límites, para relanzar la perspectiva socialista.

La llegada al poder del “nuevo reformismo” será una gran escuela para la clase trabajadora, que para resolverse de manera favorable deberá contar con una política revolucionaria independiente e intransigente, que defienda a cada paso la movilización de los trabajadores como única salida de fondo a la crisis. Para formular esta política, debemos partir del análisis objetivo de la situación abierta y de los primeros pasos de Syriza en el gobierno.

 

 

  1. Los primeros días del gobierno de Syriza

 

A pesar de haber quedado a sólo dos diputados de obtener la mayoría absoluta, Syriza logró rápidamente formar gobierno con el partido Griegos Independientes. Este acuerdo no deja de tener un significado político y simbólico importante, y no puede ser evacuado con la simple excusa de que “Syriza estaba obligada a formar gobierno”.

Ya hemos analizado el contenido de este acuerdo: había sido preparado con anterioridad, y las charlas remontan a después de las elecciones de 2012. Por otra parte, es falso que Syriza estaba “obligada” a conseguir el voto de dos parlamentarios más: hubiera podido formar un gobierno en minoría, si garantizaba que al menos dos parlamentarios no voten en contra (lo cual era altamente previsible).

El acuerdo con Griegos Independientes no es entonces una mera “fatalidad”, sino una decisión política consciente. Va de la mano del hecho de que Tsipras ha dejado de hablar de “gobierno de izquierda” para defender la idea que el suyo es un gobierno “de salvación nacional”. Esto implica poner el acento en las medidas económicas –en detrimento de otras como el matrimonio igualitario o la separación de la Iglesia del Estado-, y puede interpretarse también como una señal a la UE, al aliarse con un partido nacionalista y anti UE.

En todo caso, sin duda el que lleva la voz cantante en el gobierno es Syriza, que ya ha comenzado a delinear los ejes de su programa. Sus primeros días han estado marcados por el anuncio de una batería de medidas que apuntan a dar respuesta a las necesidades más acuciantes de las masas populares. Nos detendremos a analizar el alcance de estas medidas y como las mismas se inscriben en el programa más general de Syriza, y en la situación económica actual.

Otro de los elementos que han marcado el debut de Syriza ha sido la gira europea que han emprendido sus principales dirigentes, Tsipras y el flamante Ministro de Finanzas Yanis Varufakis, a fin de comenzar a negociar las relaciones entre el país heleno y la UE. No sólo los dirigentes griegos tienen la iniciativa, sino que la UE, principalmente a través de Mario Draghi, presidente de la BCE, ha avanzado algunas medidas para poner a Grecia entre la espada y la pared. Este será el segundo punto de nuestro análisis.

Finalmente, es necesario analizar el programa de conjunto de Syriza, para ponerlo en relación con la situación mundial cruzada por la crisis internacional, y con los medios que deberían utilizarse para llevarlo a cabo. Nos proponemos analizar el programa de Syriza en su alcance estratégico, para trascender las primeras medidas de su gobierno y situarnos en el terreno de sus perspectivas de fondo.

 

3.1 Concesiones a las masas sin resolver la crisis de raíz

 

Apenas llegado al gobierno, Syriza ha anunciado una batería de medidas que apuntan a resolver los problemas más acuciantes de la catástrofe social dejada atrás por años de planes de austeridad y de deterioro de la situación económica del país. Cabe destacar que estas medidas han sido por ahora solamente anunciadas, que las valoraciones que aquí realizamos son a verificar una vez que las mismas se efectivicen.

La hoja de ruta del gobierno incluye la subida del salario mínimo a 751 euros, reintegración de los trabajadores del Estado que hayan sido “despedidos ilegalmente”, la garantía de “electricidad, comida, salud y techo” para todos, especialmente para los sectores más pobres de la sociedad, la nacionalidad para los hijos de inmigrantes “nacidos y criados” en Grecia, la interrupción de privatizaciones como la del puerto del Pireo.

Sin duda, de concretarse estas medidas, se trataría de un desarrollo progresivo, de una serie de mejoras en la calidad de vida de los trabajadores y el pueblo, aún más en el contexto de los graves retrocesos que se han vivido en los últimos años bajo el dictado de la Troika. De concretarse, se trataría de una conquista de las movilizaciones de los últimos años y es por eso que hay que exigir en la calle al gobierno de Syriza que cumpla con sus promesas y ponga en pie inmediatamente estas medidas.

La movilización de los trabajadores es doblemente indispensable ya que la mayoría de estas medidas parecen ser de corto alcance, y el gobierno incluso ha retrocedido, aclarando que algunas de ellas no van a poder ser implementadas inmediatamente. Es que hacer promesas electorales y discursos grandilocuentes no cuesta nada, pero cuando uno tiene que afrontar la dura realidad material de la situación…

Así, el aumento salario mínimo no se aplicara inmediatamente, ya que hay que “dar tiempo a los agentes sociales”: el mismo aumentaría “progresivamente”, para alcanzar los 750 euros en…2016. En cuanto a los trabajadores “despedidos ilegalmente”, el gobierno parece hacer alusión a las limpiadoras del Ministerio de Finanzas y los guardias escolares, cuyo despido fue declarado inconstitucional por el Tribunal Supremo. Se trataría de unas 3.000 personas, una cifra muy baja respecto a las decenas de miles de funcionarios despedidos desde el comienzo de los planes de austeridad (unos 15.000 en 2013 y 2014).

En cuanto a “vivienda, comida, electricidad y salud” para todos, todavía queda por verse que significara y como hará concretamente el gobierno de Tsipras para garantizar esto. Respecto de la electricidad, un tema importante de los anuncios de los últimos días que prometían “electricidad gratis para 300.000 personas”, el gobierno anunció que se suministrarán 300 kilovatios hora al mes, mientras que el consumo promedio de una casa de unos 50m² (muy lejos de constituir un palacio), es de unos 850. Sobre la salud para todos, es lícito preguntarse cómo se llevara adelante en un sistema de salud desangrado, donde ni siquiera hay insumos en muchos hospitales públicos, siendo un sector que ha sido particularmente castigado por los despidos (que aparentemente no serían suficientemente “ilegales” como para retrotraerse).

Sobre la interrupción de las privatizaciones, el gobierno parece haber dado rápidamente un paso atrás, al menos en lo que concierne la del emblemático Puerto del Pireo. En un primer momento, el gobierno había anunciado que renunciaba a vender el 67% de acciones que detiene en la empresa, valuadas en 800 millones de euros, pero ahora, según anuncia The Wall Street Journal, se propondrían continuar con la privatización como un gesto hacia la UE para poder seguir consiguiendo financiamiento.

Todas estas promesas tienen una debilidad estructural enorme: de donde se va a sacar el dinero para financiar todas estas medidas? El alcance limitado de las mismas, el hecho de dar marcha atrás en algunas y de enviar otras a las calendas griegas, todo tiene esta razón de fondo: que en el marco de la crisis económica internacional, del grave deterioro de la producción del país, bajo el peso aplastante del vencimiento de deuda y los rescates, el margen de maniobra económico del gobierno tiende a cero.

El gobierno ha anunciado una serie de medidas para aumentar la recaudación: venta de un avión y de varios coches del gobierno, reducción del personal parlamentario y la seguridad personal del gobierno, control fiscal más estricto para evitar el contrabando de cigarrillos y combustible. Aunque la venta de activos del estado y la reducción de personal puedan aportar algunos ingresos, y un reforzamiento fiscal iría en el mismo sentido (aunque nos permitimos dudar de la eficacia de una gestión meramente “más transparente” de estos asuntos), la cuestión de fondo es que se trata de políticas superficiales, circunstanciales, que no pueden resolver el problema de fondo: la crisis de financiamiento de una economía débil y desangrada, con una deuda externa que alcanza el 180% del PBI.

De ahí que más allá de algunas bravuconadas iniciales, y de algunas proclamaciones que tienen peso simbólico pero pocas chances de dar frutos concretos, Tsipras y su Ministro de Finanzas se hayan paseado durante una semana por toda Europa intentando llegar a algún acuerdo económico que les dé algo de aire y les permita dar ciertas concesiones a las masas. El centro de la estrategia actual no es vender algunos cacharros del estado, sino conseguir un préstamo-puente que permita al gobierno de Syriza sobrevivir los próximos seis meses, empezar a aplicar su programa de reformas mínimas y fugar hacia adelante el problema clave de la renegociación de los programas de rescate con la UE.

La cuestión del financiamiento es central para una economía que desde hace años vive atada al pulmotor del Banco Central Europeo y el Fondo Monetario Internacional, bajo la supervisión de la UE. En efecto, la contracción de deuda no se trata de una simple “estafa” de los organismos internacionales de crédito: se trata de una solución transitoria (en el marco del sistema capitalista) para los limites de una economía obligada a competir en desigualdad de condiciones, para peor en el contexto de la crisis internacional. Con las reglas de juego actuales, manteniendo los fundamentos del sistema capitalista y el pago de la deuda, el Estado griego simplemente no puede sobrevivir sin recurrir a los rescates.

Dos soluciones se abren frente a esta situación. La primera seria patear el tablero: anular la deuda, nacionalizar la banca y el comercio exterior, como medidas para recuperar las palancas de la economía y hacerse con las bases materiales para poder llevar adelante las medidas tomadas. Volveremos sobre esto más adelante. La segunda es seguir bajo las mismas obligaciones que se han mantenido hasta ahora: seguir pagando la deuda, dejar a la banca intacta, y verse “obligado” entonces a seguir recibiendo paquetes de ayuda externa, y a someterse a las invectivas que los acompañan.

Sin duda, Syriza ha optado por la segunda opción, reafirmando su voluntad de pagar la deuda y asegurando a los líderes europeos que la continuidad de Grecia en el euro estaba garantizada. Más allá de estos gestos, Syriza también ha mantenido, mas no sea en el plano discursivo, un discurso “guerrero”: no reconocimiento de la Troika y de los planes, retórica anti austeridad, etc. La Unión Europea, por su parte, no se ha resignado a mantenerse a la defensiva, ha decidido hacer política y tomar medidas para condicionar la negociación.

Estos “roces” entre el gobierno griego y la UE, cuyo desenlace aún está por verse, han marcado políticamente las primeras semanas del gobierno de Tsipras. Son importantes a la vez por lo que reflejan de la política estratégica de Syriza y del camino que ha decidido tomar la UE frente al caso griego. Amerita entonces que analicemos más profundamente el desarrollo de esta relación inestable.

 

3.2 La ofensiva de la UE

 

El centro del discurso electoral de Syriza, el elemento que ha cruzado la realidad política griega durante los últimos años y que ha llevado de manera creciente a una polarización entre Nueva Democracia y Syriza, es el rechazo del memorándum con la Troika y el fin de los planes de austeridad. Ésta es la razón central -amén de las medidas concretas que ya hemos analizado- por la cual los trabajadores y el pueblo griego llevaron a Syriza al gobierno.

El punto central que ha estructurado los primeros días del gobierno y que será definitorio para los meses a venir y para definir concretamente qué tan lejos ira el gobierno de Syriza con sus reformas ha sido por lo tanto las negociaciones con la UE y los organismos de crédito internacionales. Como hemos dicho, es la forma concreta que tomarán éstas relaciones las que determinarán el margen de maniobra económico de Syriza.

La UE ha tomado una postura diferente a la que había desarrollado en ocasión de las elecciones de 2012. Si en ese momento se jugó a fondo por evitar la llegada de Syriza al gobierno, con una campaña catastrofista que auguraba la salida inevitable del euro de Grecia de confirmarse ese resultado, esta campaña se caracterizó por un mensaje más medido : que los griegos elijan a quien quieran, siempre y cuando éste cumpla con los compromisos contraídos.

Frente a la casi segura victoria de Syriza, la UE se preparó entonces para garantizar que la misma hiciera el mínimo daño posible, y para ponerle por anticipado el chaleco de fuerza de la UE, reafirmando los compromisos que, muy concretamente, significan miles de millones de euros que se destinan al pago de vencimiento de deuda.

A partir de allí, se abrió un tira y afloje entre Syriza y la UE, que aún está por resolverse. Lo primero a destacar, lo que ordena todas las discusiones, es que Syriza ha repetido una y otra vez, desde que se posicionó como principal oposición en 2012, que va a pagar la deuda, que va a mantener a Grecia en la zona euro. Esto es lo que determina estratégicamente la política de Syriza: la firme negativa a anular el pago de la deuda, lo cual significaría enfrentarse frontalmente a la UE.

Sin duda, esto no excluye el hecho de que Syriza esté obligado a mantener una retórica anti austeridad, que hable de la “soberanía” y la “dignidad” del pueblo griego y que desconozca -en las palabras- la autoridad de la UE y de la Troika. El problema es que a las palabras se las lleva el viento, y que lo que se impone finalmente es la testaruda realidad de los hechos.

Un ejemplo de ésta inflación verbal de poco alcance son las proclamas del gobierno de Syriza contra la Troika y el “desconocimiento” de su autoridad. La UE acusó recibo y salió a afirmar la disolución de la misma, en el caso de llegar a un acuerdo para ampliar el programa de rescate. Significa esto que el BCE, el FMI y la Comisión Europea dejaran de vigilar el cumplimiento de los acuerdos? No, simplemente significa que cada uno de esos tres actores intervendrá en Grecia de manera separada, ocupándose de un aspecto específico: si tiene cuatro patas y ladra es un perro, se lo llame como se lo llame… Las propias declaraciones del BCE, que señala que se trata de un organismo “técnico” y la nula resistencia de los miembros de la Troika a disolverse son un reflejo del carácter eminentemente simbólico de la medida, que tendría pocas consecuencias reales.

Otro ejemplo de estos artificios discursivos es la exigencia a Alemania de que pague las “reparaciones de guerra” por la ocupación nazi de Grecia. Sin duda esto toca una fibra sensible en la clase obrera griega y europea, aun mas visto el carácter casi de semicolonia que parece tener Grecia frente a Alemania. Sin embargo, más allá del peso simbólico, a ningún analista serio se le ocurre que esta proclama pueda tener algún efecto concreto: no está planteado en la agenda una retribución de este tipo, menos aun teniendo en cuenta el lugar central que ocupa hoy Alemania en el armado europeo.

Frente a esto, el BCE ha anunciado una medida contundente, significativa de la manera en la que la UE entra a la negociación con Syriza. Se trata de la decisión de cortar el crédito a los bancos griegos, con el argumento de que la continuidad del rescate “esta puesta en cuestión”. Los bancos griegos tenían una fuente de financiamiento vía Europa, mediante la venta de títulos de deuda del Estado griego, que el BCE aceptaba comprar a pesar de que no cumplía con los requisitos mínimos de rating, ligado a la continuidad de los programas de reformas en el país heleno. Dicho en criollo, el BCE hacia una excepción con Grecia, comprando deuda “incomprable” para dar liquidez a los bancos, siempre y cuando se llevara adelante el programa de ajuste.

Ahora bien, como el gobierno de Syriza viene amenazando con no renovar los planes de ajuste, el BCE ha respondido interrumpiendo los “beneficios” que le otorgaba a Grecia en términos crediticios. El objetivo explícito de esta medida es forzar a Syriza a un nuevo acuerdo, a través de una asfixia presupuestaria. El propio BCE explica en un comunicado de prensa que esta decisión está motivada por el hecho de que “no es posible asumir una conclusión exitosa de la revisión del programa” (“El BCE corta el crédito a los bancos griegos para forzar otro rescate”, El País, 4-2-2015).

Esto ha tenido consecuencias directas en la economía griega, llevando a la bolsa a desplomarse durante varios días consecutivos: al conocerse el anuncio de la BCE, la bolsa de Atenas perdió 3%, llegando en el sector bancario a perder alrededor del 10%; en los días siguientes esta tendencia continuó. El nueve de enero, con al anuncio de Tsipras de no renovar el programa de ayuda, la bolsa griega cayó cerca del 5%, arrastrando a las demás bolsas europeas: un 0,85% en París, un 1,69% en Frankfurt, un 2% en Madrid y un 1,9% en Milán.

Las decisiones del BCE son un arma de doble filo: al mismo tiempo que operan una presión política sobre Syriza, acentúan la crisis económica en Grecia y podrían contribuir a hacer aún más impagable la deuda pública. Los bancos griegos ya han debido recurrir a otra línea de crédito del BCE que el mismo ha mantenido abierta, la llamada ELA, que tiene un tipo de interés superior a la línea que el BCE viene de cerrar: 1,55% frente al 0,5%. A esto se suma la retirada masiva de depósitos frente al temor a un corralito: los ciudadanos griegos retiraron 3.000 millones de euros en diciembre, y 11.000 millones en enero, y una fuga de capitales habría alcanzado el 15% del PBI en enero (“Los griegos sacan su dinero de los bancos por temor a un ‘corralito’”, El País, 28-1-2015).

En este sentido, aunque el BCE apunta a forzar al gobierno de Tsipras a un nuevo acuerdo, no deja de estar abierta la posibilidad de que, visto la deteriorada situación económica del país, no se llegue a un acuerdo, y se desencadene objetivamente una reacción en cadena económica en toda Europa. El BCE se comporta como un bombero pirómano, que en su falta de flexibilidad podría dar lugar a consecuencias no deseadas: algunos analistas consideran las charlas actuales entre Grecia y la UE como dos trenes a toda velocidad que podrían estrellarse.

Para hacer frente a esta ofensiva económica de la UE, el gobierno de Tsipras no tiene otra solución que apoyarse en elementos políticos, en la movilización de las masas, o en medidas económicas que, como veremos, no está dispuesto a tomar-. De ahí que la perspectiva estratégica de Syriza, su peso orgánico entre sectores de trabajadores y su capacidad de movilización pueden jugar un rol central en las semanas a venir. El problema es, justamente, que las propias características de Syriza y de su política parecen augurar que la misma se conduciría a un callejón sin salida.

 

3.3 Un programa utópico e insuficiente

 

Luego del anuncio del BCE de cortar el financiamiento a los bancos griegos, hubo manifestaciones “espontáneas” contra la decisión y en apoyo al gobierno de Syriza. Las mismas reunieron entre 5.000 y 10.000 personas, una cifra pequeña en relación al tamaño habitual del país heleno, particularmente en un tema de esta importancia y en apoyo a un gobierno recién electo y que goza de un importante apoyo popular.

Esta movilización es una muestra de las debilidades estructurales de Syriza. Por una parte, ya que la misma fue autoconvocada: no hubo ningún llamado oficial de Syriza a movilizarse, ni luego del anuncio del BCE ni a lo largo de la gira de charlas y negociaciones que se desarrolla desde hace algunas semanas. Tampoco han llamado a movilizar a nivel europeo, donde la intromisión de la UE (vista como responsable del ajuste por amplios sectores) podría generar un rechazo importante: su política hacia el resto de Europa se limita a los llamados por arriba a los dirigentes socialdemócratas.

Este fracaso en la movilización es un reflejo a la vez de la estrategia de Syriza y de sus debilidades orgánicas. Desde el punto de vista estratégico la movilización de las masas es algo que está completamente fuera de su programa: desde las elecciones de 2012, se han limitado a las peleas parlamentarias por arriba, como el intento de voto de censura a Samaras cuando el cierre de la televisión estatal; toda su orientación apuntaba a un crecimiento paulatino en el plano electoral en vistas de obtener la mayoría parlamentaria, sin “hacer olas”.

Desde el punto de vista de su inserción orgánica Syriza tiene grandes limitaciones: parece tratarse de un “gigante con pies de barro”, cuyo éxito electoral no se condice con una verdadera implantación militante en amplios sectores de la sociedad. A pesar de constituirse a partir de partidos históricos como el KKE, todo indica que ha heredado una parte minúscula del aparato y la influencia del mismo: la inserción en el movimiento obrero de Syriza es insignificante en comparación con la del KKE e incluso Antarsya parece competirle en algunos sectores.

No se trata de una obsesión “obrerista”, sino de un problema bien concreto para Syriza y para cualquier gobierno que se precie de tal: en qué sector orgánico de la sociedad se apoya, qué palancas profundas puede poner en movimiento para la transformación social? Las declaraciones en la prensa pueden ser muy simpáticas, pero para imponer las reformas necesarias –incluso para negociar en mejores términos con la UE– hace falta establecer una relación de fuerzas concreta, material.

En el artículo que consagramos a Grecia en nuestra última revista Socialismo o Barbarie poníamos en relación al gobierno de Syriza con los gobiernos “progresistas”, nacionalistas burgueses que se pusieron en pie en Latinoamérica a principios del siglo, como subproducto de las rebeliones populares en esos países. A pesar de las diferencias, el análisis del devenir de estos gobiernos y de las condiciones en las que se desarrollaron puede ayudarnos a entender más profundamente el fenómeno de Syriza.

En efecto, los diferentes gobiernos latinoamericanos se apoyaron cada uno en diferentes sectores estructurales de la sociedad. El chavismo tuvo detrás suyo a las Fuerzas Armadas, Evo Morales era un dirigente campesino e indígena de indiscutible influencia popular, Lula venia también del movimiento obrero y tenía tras de sí al PT y la CUT, organizaciones de masas creadas luego del derrumbe de la burocracia y los partidos de la última dictadura militar. Todos estos gobiernos, más allá de no haber puesto en cuestión los fundamentos del sistema capitalista, han llegado a movilizar a las masas en sus enfrentamientos parciales con el imperialismo, lo cual sin duda contribuyó a aumentar sus márgenes de maniobra.

La gran pregunta es entonces: en qué sector se apoyara Syriza para gobernar y llevar adelante las reformas que defiende? En la medida en que se limita a una estrategia puramente electoralista y que adolece de un raquitismo orgánico flagrante, la cuestión de cómo establecerá una relación de fuerzas suficiente con la UE queda todavía abierta. Esto es doblemente importante visto que, en los marcos del sistema capitalista, la capacidad de Syriza a otorgar finalmente las concesiones que prevé dependerá en gran medida de los acuerdos económicos a los que llegue con la UE.

Este es otro de los rasgos que oponen la experiencia de Syriza con la llevada adelante por los gobiernos progresistas latinoamericanos (que Tsipras ha citado expresamente como modelo): el ciclo político abierto en el 2000 fue acompañado de un periodo económico ascendente. Los gobiernos latinoamericanos se beneficiaron del aumento sostenido del precio de las commodities (el petróleo, el cobre, la soja), lo cual les permitió dedicar una parte de la renta nacional en otorgar concesiones a las masas.

Sin tocar el fundamento del sistema, Chávez, Evo Morales, Lula o Kirchner realizaron una relativa redistribución de la riqueza, lo cual no dejó de generar roces con los sectores más rancios y proimperialistas de las burguesías nacionales: planes sociales, proyectos de vivienda pública, etc. Pero esto se apoyó en el hecho material de que había algo que redistribuir y a medida que el ciclo económico fue deteriorándose estos gobiernos comenzaron a desencadenar una serie de ataques crecientes contra las condiciones de vida de la clase trabajadora.

En el caso de Syriza, la misma accede al gobierno en el marco de la crisis económica internacional más importante desde la de los años treinta, crisis que aún está lejos de resolverse. No nos extenderemos sobre la situación económica que hemos descrito, solo nos interesa señalar que los márgenes de maniobra económicos con los que cuenta Syriza son cualitativamente inferiores a los que tenían los gobiernos “progresistas” latinoamericanos a principios de la década.

De allí se deduce el otro punto central, junto con la debilidad orgánica que describimos, que refleja los límites del gobierno de Syriza. Se trata de su negativa total a anular la deuda –o al menos a declarar la cesación de pagos–, la única manera duradera de retomar ciertas palancas económicas que le permitan pretender seriamente llevar adelante el programa de reformas. Esto es, como lo hemos señalado en múltiples ocasiones, querer lograr la cuadratura del círculo: acabar con las medidas de austeridad al mismo tiempo en que se respetan los acuerdos y las reglas de juego de la Unión Europea.

El estado griego, en las reglas de juego actuales, está atado por mil lazos a la UE. Cualquier programa de reformas necesita para llevarse adelante bases materiales, la capacidad del Estado para intervenir sobre la economía, un presupuesto suficiente para re-contratar a los trabajadores estatales despedidos, subvencionar la electricidad de los sectores pobres, comprar insumos para los hospitales. Continuar pagando los intereses de la deuda, no tocar en lo más mínimo el sistema bancario, significa atarse de pies y manos en vez de dotarse de los medios necesarios a un programa de reformas por mínimas que sean.

La permanencia dentro de la Unión Europea es la muestra más clara de la falta de autonomía a la que está sometida Grecia y que Syriza ni imagina poner en cuestión. La UE no es una “cáscara vacía”, que la buena voluntad de algunos dirigentes o ciertas victorias electorales alcanzarían para cambiar. La Unión Europea es el proyecto histórico de las burguesías europeas centrales desde la segunda posguerra, proyecto que apunta a cristalizar una determinada relación de fuerzas, instaurando relaciones de tipo centro-periferia en su seno.

El conjunto del armado de la UE, desde sus instituciones como la Comisión Europea hasta la moneda común, están al servicio de esta relación: son la correa de transmisión que posibilitan la transferencia de riquezas de las economías dominadas a las dominantes, que ponen a competir “en pie de igualdad” economías con tremendas desigualdades como la griega y la alemana. Por fuera de un combate a fondo contra esta configuración, todo es ilusión.

De ahí que el programa de Syriza pueda ganar algunos meses de aire fresco, pero no resuelve el problema de fondo: el relanzamiento de la economía griega al servicio de los trabajadores y el pueblo. Para el gobierno griego, se trataría de reestructurar la deuda (la anulación, lo hemos dicho, está descartada), renegociando los plazos y los tipos de interés, y emitiendo bonos cuyo pago será ligado al crecimiento del PBI.

Esto podría funcionar en el corto plazo y la UE podría estar dispuesta a dar ciertas concesiones para calmar al movimiento de masas griego y para evitar echar leña al fuego y crear un efecto contagio en el plano económico que se lleve por delante no sólo a Grecia sino a otras economías débiles. No está descartado que se logre un “acuerdo-puente”, no sin una serie de renuncias de Syriza como las que venimos señalando: esto permitiría ganar algunos meses, fugar hacia adelante el problema de la deuda y cumplir al menos con una parte del programa electoral.

Pero una vez acabada esta luna de miel, una vez desgastado el impulso inicial que la victoria en las elecciones ha dado a Syriza, los problemas estructurales terminarán imponiéndose. En el fondo, de lo que se trata es de relanzar una economía que no es lo suficientemente competitiva para la zona euro, sin romper con la misma y con los estándares que impone. La burguesía europea puede estar dispuesta a dar un periodo de gracia al gobierno griego, pero si una parte del pago de la deuda está ligado al PBI y éste no se recupera, cuánto durará la paciencia de los banqueros y los gobiernos francés y alemán? En el marco de la crisis, sólo dos salidas de fondo existen: o la destrucción de capital (no solo de empresas, sino también de la mano de obra sobrante) que le permita recuperar las tasas de ganancia de antaño (solución a la que apunta el ajuste estructural puesto en marcha), o la reorganización integral de todo el sistema económico, para ponerlo al servicio de los trabajadores y el pueblo y romper con las lógicas de ganancia que caracterizan al sistema capitalista.

La voluntad de recrear un “New Deal” como el que pretende Syriza, en el contexto de la crisis internacional y sin ninguna soberanía económica, es una utopía, que solo puede tener dos alternativas: o la capitulación o la movilización. Por ahora, todas las señales de fondo que ha enviado Syriza van en el mal sentido: pago de la deuda, permanencia en la UE, ningún llamado a la movilización. Su perspectiva puramente electoralista y reformista los acerca cada vez más a un compromiso con la UE que, en las relaciones de fuerzas actuales, sólo puede tomar la forma de una capitulación.

No se trata aquí de hacer futurología ni de intentar dar una lectura fatalista de la situación. De lo que se trata es de demostrar que para imponer la resolución de los problemas más acuciantes de la clase trabajadora y el pueblo, no hay ningún sustituto para la movilización por abajo. Que estratégicamente, la única salida duradera a la crisis económica y social en la que está sumida Grecia, Europa y el mundo, es la salida anticapitalista y socialista: tomar una serie de medidas que pongan las palancas de la sociedad y la economía en manos de aquellos que hacen girar el mundo, los trabajadores. Para pelear por esta perspectiva, es necesaria la construcción de una organización revolucionaria independiente de Syriza y de todas las organizaciones reformistas.

 

 

  1. Una política revolucionaria independiente

 

La cuestión entonces no es de definir por adelantado si Syriza va o no a “traicionar” –todo indica sin embargo que el acuerdo con la UE no se hará sin el abandono de alguna parte de su programa-. La cuestión es, precisamente, que aun si Syriza lleva a fondo su programa, su estrategia, el resultado será un callejón sin salida. Incluso la esperanza más acabada en que Syriza realmente hará lo que dice que va a hacer no puede evacuar la necesidad de defender una política revolucionaria independiente, una política que resuelva los problemas estructurales del conjunto de la sociedad.

Como hemos señalado, la victoria de Syriza ha sido vivida y ha representado de manera distorsionada una victoria de los trabajadores y el pueblo griego contra los planes de austeridad de la Troika. Este es el primer parámetro a tener en cuenta a la hora de formular una política para Grecia, en el contexto de los enfrentamientos con la UE y para evitar todo sectarismo no respecto a Syriza, sino respecto a las masas que están haciendo una experiencia con ella.

En segundo lugar, hemos señalado los limites profundos del programa de Syriza, tanto en lo que hace a las medidas económicas que se planea llevar a cabo como en lo que hace a los medios que se propone poner en marcha para alcanzar estos objetivos. Una política revolucionaria debe entonces formular las medidas estructurales necesarias para sacar al país de la crisis y atender a las necesidades de la clase trabajadora y el pueblo griego, así como las fuerzas sociales en las que este programa se apoyará.

Finalmente, para pelear por esta perspectiva, para que no sea una simple proclama “poética” y se haga carne en la conciencia de amplios sectores de trabajadores, la construcción de organizaciones revolucionarias independientes es indispensable. Se trata de dotarse de las herramientas necesarias para poder pesar en la situación e influenciar políticamente las luchas que sin duda no tardarán en venir.

 

4.1 Contra toda provocación de la UE, sin depositar un gramo de confianza en Syriza

 

Hemos señalado que la UE es un chaleco de fuerza para los trabajadores y el pueblo griego, una institución al servicio de los intereses imperialistas que impide toda perspectiva de hacerse verdaderamente con las palancas necesarias para impulsar una transformación estructural de la sociedad griega. Volveremos sobre esto más adelante.

La cuestión es que no puede pasarse de encima el hecho de que, al menos por el momento, la salida frontal (o la expulsión) de Grecia de la UE no está planteada y que lo que se impone actualmente es una pelea a brazo partido con la misma, en la medida en que las burguesías imperialistas siguen decididas a imponer los planes de austeridad y a subyugar política y económicamente a Grecia. Este es uno de los terrenos concretos, que no podemos de manera infantil ignorar, en el cual hay que dar una respuesta política revolucionaria.

Ya hemos señalado que las relacione que caracterizan a la UE son las de centro-periferia, con algunas economías centrales (Alemania y Francia, además de los países nórdicos) que son los mandamases indiscutidos y una serie de países “del sur”, verdaderos miembros de segunda 3, ni que hablar de los países del Este, que solo sirven como reservorio de mano de obra barata. Las economías imperialistas consideran en efecto al resto de los países como su “patio trasero”.

Es por esto que la lucha contra las provocaciones de la UE, contra la intromisión de la Troika y demás organismos internacionales en Grecia tiene rasgos de lucha anticolonial, antiimperialista o de liberación nacional, salvando evidentemente las distancias con las luchas contra las metrópolis imperialistas que signaron los años 60 y 70. Pero más allá de estas distancias, la pelea de una nación con un nivel de desarrollo débil para los estándares europeos, que ha resistido heroicamente al nazismo durante la segunda guerra mundial y que hoy día es tratado como un país de segunda que no tiene derecho ni siquiera a dirigir su propia economía y su Estado, es una pelea muy progresiva, que toca fibras muy sensibles de los trabajadores y el pueblo griego.

En ese sentido, mas allá de que las negociaciones de Syriza con la UE lleven a un callejón sin salida, no puede perderse de vista que las provocaciones de la UE como cortar el financiamiento y la línea dura de llevar cueste lo que a Grecia a un nuevo rescate son políticas que refuerzan la sumisión del país heleno a las burguesías imperialistas y que hay que combatir hasta el fondo. La pelea contra toda intromisión de la UE en la voluntad del pueblo griego debe ser una de las prioridades centrales de toda organización revolucionaria.

Se trata de una pelea a llevar adelante no solo en Grecia, sino en el conjunto de Europa. El sentimiento de que la UE es una “máquina de ajustar”, que es la responsable del retroceso en las condiciones de vida y de trabajo de los últimos años no es exclusivo a los griegos, sino que recorre ampliamente a los trabajadores y los sectores populares del conjunto del continente. Llevar adelante en el resto de los países campañas de solidaridad con el pueblo griego podría tener la importancia no solo de aportarle un apoyo material y moral, sino también de ofrecer una alternativa por izquierda a todos aquellos que detestan a la UE imperialista, que hasta el momento han ido a parar mayoritariamente a manos de la extrema derecha nacionalista.

Claro que esta pelea intransigente contra la UE, contra toda voluntad de limitar la soberanía del pueblo griego, no puede abstraerse de la política concretamente llevada adelante por Syriza. Es que la misma no se plantea llevar una lucha a fondo contra las instituciones europeas. Al contrario, intenta llegar a un compromiso con la UE, compromiso que podrá darle algunos meses de aire pero en detrimento de resolver los problemas de los trabajadores y el pueblo griego.

A esto se suma, como lo hemos señalado, la rotunda negativa a impulsar la movilización desde abajo en la pulseada con la Unión Europea. Toda la estrategia de Syriza se ha limitado a las negociaciones por arriba, a recoger el apoyo de diversos líderes internacionales para su política: pareciera que los discursos grandilocuentes y las reuniones diplomáticas alcanzarían para doblegar a la UE e imponer un cambio de rumbo respecto de la política económica llevada adelante desde el inicio de la crisis. La cuestión política tiene su peso propio y sin dudas Syriza goza no solo de un apoyo mayoritario en Grecia, sino también de la simpatía de los pueblos europeos y de cierta indulgencia de los gobiernos social-demócratas clásicos. A esto se suma el hecho de que la política austericida impulsada por Alemania está cada vez más puesta en cuestión, incluso por sectores de la burguesía, su personal político e intelectual.

Sin embargo, las relaciones de fuerza superestructurales no dejan de ser en última instancia el reflejo de las relaciones de fuerza estructurales, entre las clases y entre los estados. La UE puede estar dispuesta a otorgar un periodo de gracia a Syriza, a otorgar ciertas concesiones momentáneas a cambio de dejar intacto el fondo de la cuestión: la continuidad de los planes de rescate y de la subordinación de Grecia a la UE.

Es por esto que junto con la posición intransigente de combatir cualquier provocación de la UE y defender a rajatabla los derechos democráticos del pueblo griego, incluso el derecho de haber llevado a Syriza al gobierno, es necesario no depositar ni un gramo de confianza en Syriza. Por lo que hemos señalado, la estrategia de la misma es incapaz de preparar verdaderamente la lucha contra la UE, y llevará tarde o temprano a refirmar la subordinación a la misma.

Para romper con esta subordinación, la única alternativa es la movilización de los trabajadores y el pueblo griego, la preparación de un combate a fondo que ponga en cuestión no solo la relación con la UE sino los fundamentos mismos de la estructura económica y social del país. Esta política solo puede llevarse a cabo a partir de la más firme independencia política de Syriza, sin dudar ni un segundo cuando se trate de desbordarla por la izquierda.

El enfrentamiento con la UE no puede desligarse de la pelea por modificar integralmente la estructura económica y social del país. En efecto, una salida “soberanista” que no esté acompañada de una serie de medidas anticapitalistas solo llevaría a una degradación aun mayor de las condiciones de vida de los trabajadores y el pueblo griego; no puede descartarse que en el futuro sectores de la burguesía nacional abracen esta perspectiva. Es por eso que para ser realmente progresiva, la ruptura con la UE debe estar acompañada de una serie de medidas anticapitalistas y socialistas.

 

4.2 Por un programa anticapitalista y revolucionario

 

Como hemos señalado, de lo que se trata en el fondo es de recuperar las palancas económicas necesarias para dar respuesta a los problemas más acuciantes de la población y para dotarse de los medios necesarios para relanzar la economía griega al servicio de los trabajadores y el pueblo. Esto pasa por una serie de medidas que partiendo de las necesidades más inmediatas y de la conciencia actual de los trabajadores, planteen el cuestionamiento de la propiedad privada y del sistema como tal.

El primer punto, el alfa y el omega de toda la ecuación, es la anulación de la deuda, verdadero chaleco de fuerza que parasita la economía griega. Visto el peso que el pago de vencimientos de deuda tiene en el presupuesto nacional y el hecho de que en gran medida la continuación de los rescates de la UE apuntan precisamente a hacer frente a estos vencimientos, la anulación de la deuda es el primer paso para recuperar un margen de maniobra económica que permita llevar adelante una política al servicio de los explotados.

Junto a esto, se impone la necesidad de hacer frente al otro fenómeno que desangra la economía del país: se trata de la fuga de capitales que se ha redoblado en los últimos meses. En efecto, frente a una anulación de la deuda, la burguesía nacional no tardaría en vaciar el país. La única solución posible es entonces la nacionalización de la banca, el otro punto de apoyo que permitiría dotarse de los medios necesarios para relanzar la economía.

No solo a través los bancos la burguesía nacional e internacional respondería a la puesta en pie de medidas como las que venimos de describir. También el propio tejido económico del país, sus industrias, serian el objeto de una ofensiva de los capitalistas. Es por esto que, no solo frente a un hipotético caso donde se anulara la deuda sino también en la realidad actual marcada por la crisis económica que sigue su curso, hay que defender la nacionalización bajo control obrero de toda empresa que despida o cierre.

A través de estas palancas económicas sería posible atender a los problemas más acuciantes de los sectores populares: debería garantizarse la salud y la educación pública para todos, además de vivienda y servicios básicos (electricidad, agua, etc.), mediante una inversión estatal en estos sectores. Esto debería ir acompañado de la interrupción de la privatización de cualquier empresa estatal, y la renacionalización sin indemnización de las empresas que hayan sido privatizadas.

Sin duda, un programa de este tipo no podrá ser logrado por la vía de simples reformas parlamentarias. Una serie de reformas estructurales como las que acabamos de describir llevarían a un enfrentamiento exacerbado entre las clases, que solo podría sostener nuestro campo social a través de una movilización independiente masiva.

A lo largo de los últimos años, los trabajadores y el pueblo griego protagonizaron enormes luchas, que llegaron a poner directamente en cuestión a las instituciones del estado burgués, como el parlamento o la policía. Sin embargo, el gran límite de estas movilizaciones es que no han logrado poner en pie verdaderos órganos de poder obrero, que compitan directamente con el Estado en la gestión de los problemas del conjunto de la sociedad.

Ésta debilidad ha sido reforzada por el clima electoral y la victoria de Syriza. Como hemos señalado, una de las características del periodo es la continuidad del imperio de la democracia burguesa como arena por excelencia de resolución de los problemas. Si con el gobierno de Nueva Democracia la misma había quedado enormemente desprestigiada (una de las movilizaciones más importantes de los últimos años fue el cerco al parlamento en ocasión del voto del memorándum), el ascenso de Syriza y su victoria han dado de alguna manera aire a ésta institución.

Esto tiene como efecto sacar a la gente de las calles y llevarla a las urnas. En el periodo que precedió las elecciones, aunque hubo luchas importantes, esto tuvo como efecto un reflujo en las luchas. Aunque la situación puede evolucionar rápidamente y una capitulación muy escandalosa de Syriza podría relanzar un ciclo de luchas, la perspectiva más probable es que durante el próximo período la situación se caracterice por cierto “atentismo” hacia el juego electoral, y sean las peleas por arriba las que concentren todas las miradas.

Esto se refuerza por el trabajo consciente de Syriza, que apuesta todo a las luchas parlamentarias y para la cual la movilización independiente de la clase trabajadora no juega ningún rol. De allí que, objetivamente, en el próximo período toda tentativa de movilizarse para imponer las reivindicaciones encontrará como obstáculo implícito o explícito la política de Syriza.

Es por eso que una de las claves de la política revolucionaria debe ser la de impulsar la movilización independiente de la clase trabajadora, el desarrollo de la auto-organización y de los órganos de poder propios. El qué no puede disociarse del quién y del cómo: sólo la clase trabajadora movilizada, con sus propios organismos y partidos, puede llevar adelante la transformación económica y social profunda de la sociedad.

Una serie de reformas de este tipo no podría sino redoblar los ataques de la UE: la anulación de la deuda llevaría a la expulsión segura de Grecia de la UE y de la zona euro. Para diferenciarse claramente de cualquier opción nacionalista burguesa no sólo hay que acompañar la anulación de la deuda y la salida de la UE de medidas anticapitalistas: también hay que tener lazos de solidaridad con el resto de los trabajadores de Europa. Esto no sólo es la condición en lo inmediato de contrapesar las provocaciones de la UE, sino también de desarrollar estratégicamente la alianza que permita plantearse la construcción de otra Europa, la Europa de los trabajadores y los pueblos.

Para pelear por esta perspectiva, para ofrecer una alternativa política en la situación actual, es necesario avanzar en la construcción de organizaciones revolucionarias independientes de Syriza y de toda organización reformista, fuertemente ancladas en la clase trabajadora y la juventud.

 

4.3 Construir una organización revolucionaria independiente

 

Uno de los límites que ha conocido el ciclo de rebeliones populares abierto con la crisis internacional (y que en Latinoamérica se remonta al comienzo de los años dos mil) es la ausencia de una perspectiva socialista y de organizaciones fuertes que porten esta perspectiva.

Uno de los rasgos del periodo actual es que, a medida que el capitalismo aparece cada vez más desprestigiado y que la hipótesis del “fin de la historia” queda sepultada, no se vislumbra en el horizonte una alternativa estructural. Es decir que aunque comience a superarse una de las taras heredadas de la caída del muro, la creencia en un capitalismo eterno, la otra tara esencial sigue vigente: la crisis de alternativa socialista.

Esto se refleja a su vez en la débil construcción e influencia de las organizaciones revolucionarias, que son incapaces de dirigir los procesos y ofrecer una alternativa para el conjunto. Es por esto que la burguesía y las organizaciones tanto reformistas como reaccionarias (basta ver el momento actual de los procesos en Medio Oriente) logran recuperar la iniciativa e imponer sus propias soluciones.

En Grecia, esta debilidad se refleja en que haya sido Syriza la que ha “monopolizado” el rechazo a la austeridad, llevándolo al plano puramente electoral. El Partido Comunista Griego, más implantado que Syriza y que podría haberse beneficiado de la situación actual, paga caro una política sectaria y autoproclamatoria, y el esclerosamiento y dogmatismo de uno de los pocos partidos comunistas que se reclaman explícitamente del estalinismo.

Sin embargo, más allá de sus debilidades, Antarsya (Frente de la Izquierda Anticapitalista Griega) ha logrado defender una posición independiente frente a Syriza, ligada a las luchas de la clase trabajadora. Ésta coalición, fue formada hace algunos años como fruto de la alianza entre organizaciones maoístas (ARAN y NAR, mayoritarias) y de organizaciones trotskistas (el SEK, sección griega de la IST, y la OKDE-Spartakos, sección del Secretariado Unificado).

Más allá de su reducido peso militante, Antarsya ha logrado jugar un rol no menor en la lucha de clases. Tal es el caso de las movilizaciones de trabajadores inmigrantes contra la extrema derecha que han sido un gran éxito, de las luchas en sectores como educación donde Antarsya está implantada o de las peleas de la juventud. Se trata de una organización que apunta a construirse a partir de las luchas y para la cual la intervención electoral es un plano secundario que permite la defensa de un programa independiente.

En el plano estrictamente electoral, Antarsya ha logrado mantener candidaturas independientes en ambas elecciones de 2012 y en las de 2015, mas allá de la aplastante polarización entre Syriza y Nueva Democracia. En las recientes elecciones obtuvieron 40.000 votos, duplicando los obtenidos en junio de 2012 (donde la polarización fue mayor), pero lejos de los 75.000 obtenidos en mayo de 2012.

En las últimas elecciones, Antarsya concurrió en una alianza con MARS (Frente Unido de la Izquierda Radical) que incluye al partido “Plan B” de Alekos Alavanos, ex dirigente del KKE y de Syriza que rompió con la misma al defender una política “anti euro y anti UE”. Los militantes del SEK y de la OKDE-Spartakos criticaron esta alianza, considerando que “Plan B” defendía una política “nacionalista de izquierda”, algo así como la “vía griega al socialismo”, y que el acuerdo electoral se había realizado en detrimento de la defensa de consignas anticapitalistas.

Como hemos dicho, la ruptura con la UE no puede estar desligada de la puesta en marcha de medidas anticapitalistas y de la alianza con los trabajadores del resto de Europa: cualquier otra solución podría llevar agua al molino de las opciones “soberanistas” burguesas. Sin conocer al dedillo la situación en Grecia y la política de “Plan B”, nos interesa marcar estos lineamientos generales como base de una política revolucionaria para el país.

Una vez más, a pesar de sus límites, Antarsya ha tenido el mérito enorme de mantenerse independiente de Syriza, presentando una política anticapitalista alternativa. Se trata de un dato para nada menor, dado el ascenso fulgurante de Syriza y la enorme presión que el mismo ha debido significar para las organizaciones independientes, aún más frente a la perspectiva creciente de la llegada al gobierno de esta formación.

Esta política independiente contrasta con la honesta pero estéril pelea de aquellos sectores de la izquierda revolucionaria que intervienen en Syriza, en particular DEA (Izquierda Internacionalista de los Trabajadores) y Kokkino (una ruptura de DEA), ambas secciones simpatizantes del SU. Las mismas han centrado su actividad en la pelea interna en Syriza, presentando plataformas en sus congresos e intentando “cambiar el rumbo” desde adentro.

Decimos que se trata de una pelea estéril porque en los últimos años Syriza ha avanzado en la regimentación interna, impidiendo toda expresión independiente. A esto se suma el hecho de que como en todo partido electoralista, son los líderes mediáticos los que tienen la mayor exposición y los que, en los hechos, dirigen políticamente la organización y definen su orientación estratégica. No es de extrañar que más allá de las críticas de la izquierda de Syriza a las negociaciones con la UE, la única voz que se escuche sea la de Tsipras y compañía.

Esta estrategia no tiene nada de novedoso: con la llegada al poder del chavismo, sectores de la izquierda revolucionaria (en particular la dirección mayoritaria del SU) teorizaron que el mismo era un fenómeno “indefinido” y que se podía influir en su curso, o en el peor de los casos lograr un contacto más directo con las masas. Diez años más tarde el chavismo ha dado un giro antiobrero y la “izquierda chavista” ha quedado completamente descolocada y sin poder dar una respuesta propia.

Es por eso que consideramos que en Grecia la construcción de una organización revolucionaria independiente de Syriza es una necesidad de primer orden. Es la condición necesaria para impulsar toda movilización contra el pago de la deuda y la austeridad, incluso contra la voluntad de la dirección de Syriza, y para preparar una oposición de izquierda al gobierno, que esté en primera línea de la lucha contra todo ataque que Syriza pueda realizar contra la clase trabajadora.

En este sentido, consideramos que la experiencia de Antarsya puede ser un punto de apoyo en esta perspectiva, a condición de no rebajar un programa anticapitalista y de hacer de la estructuración en la clase obrera y la juventud su prioridad política y constructiva. Reiteramos, sin conocer al detalle la situación en Grecia consideramos que Antarsya ha sido una experiencia progresiva en tanto ha permitido la expresión de una voz independiente.

No repetiremos los elementos programáticos que hemos desarrollado más arriba. Solo nos interesa concluir señalando que para pelear por la anulación de la deuda, por una reorganización anticapitalista del país (que puede incluir una ruptura/expulsión revolucionaria de la UE), por el desarrollo de organismos obreros de gobierno, la construcción de una organización revolucionaria independiente es más que nunca de actualidad en Grecia y en toda Europa.

 

  1. Los Griegos Independientes, partido de derecha que nació como escisión del (hasta las últimas elecciones) gobernante Nueva Democracia, obtuvo el 4,75% y 13 diputados. Esto le permitió cerrar un acuerdo que venía preparándose desde hace meses, y que según algunos analistas incluyó la decisión de Griegos Independientes de votar en contra del presidente propuesto en diciembre de 2014 por el gobierno saliente, lo cual desencadeno las elecciones anticipadas. Este acuerdo implica el compromiso de Griegos Independientes de votar las medidas económicas de Syriza, obteniendo a cambio el estratégico Ministerio de la Defensa, doblemente peligroso en manos de un partido militarista, xenófobo y antiturco. El acuerdo incluye el abandono de la parte de Syriza de la política de separación de la Iglesia del Estado, de las leyes en defensa de los derechos de los homosexuales, y de todo cambio relativo a la disputa geopolítica con la República de Macedonia.
  2. Cabe destacar que la campaña de terror fue muchísimo más edulcorada que la que los medios y los gobiernos imperialistas europeos habían desatado en ocasión de las elecciones de 2012. Si en ese momento se agitaba la posibilidad del “Grexit” (salida de Grecia del euro) como una especie de catástrofe económica, en éstas se multiplicaron los llamados de líderes europeos a “respetar la voluntad del pueblo griego”. Esto puede interpretarse como una manera de no chocar de manera frontal contra los derechos democráticos del pueblo griego, lo que podría echar leña al fuego de un rechazo creciente a la UE y a sus bravuconadas, en una relación que tiene rasgos centro-periferia. A su vez, fue un signo de que la UE está dispuesta a negociar, y va a hacer todo lo posible para mantener a Tsipras en el callejón sin salida de los acuerdos, tratados y negociaciones con la UE.
  3. Es muy significativo el acrónimo PIGS (cerdos) que se utilizaba hasta hace poco para denominar a las economías débiles de la eurozona que necesitaban un rescate. Portugal, Italia, Grecia y España son considerados como verdaderos cerdos, holgazanes, que viven la buena vida a costa de los países trabajadores del norte. Esta denominación que refleja crudamente la manera en la que los países centrales ven a sus vecinos del sur, es la expresión no sólo de una jerarquía simbólica (que no deja de tener su importancia), sino también de la relación de fuerzas económica entre el centro y la periferia.

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