En las últimas semanas se vivió una comedia de enredos alrededor de las supuestas modificaciones del programa “Fútbol para todos”. Que Tinelli sí, que Tinelli no. Que Capitanich y Zannini proponen, que Máximo veta, que Cristina se enoja y que al final nada cambia…. Pero ¿qué hay detrás de este boudeville?

El programa “Fútbol para todos” nace como una política del gobierno nacional con una triple finalidad: quitarle un negocio millonario al Grupo Clarín, con quien había empezado una pelea luego de años de relaciones carnales monopólicas; hacerse de una campana de resonancia de las políticas oficiales a través de un medio de publicidad realmente multitudinario como es la televisación del fútbol; y por último, congraciarse con una medida que despertaría simpatías en amplias franjas de la población, que se veían imposibilitadas de ver el torneo local.

El problema es que las cuentas al gobierno empiezan a no cerrarle, y el ajuste requiere pegar tijeretazos en varios frentes. El primero es el tijeretazo veloz al salario vía la devaluación y la inflación. A eso hay que sumarle el ya implementado tarifazo al transporte; la amenaza perpetua, cual espada de Damocles sobre la cabeza de los usuarios, de suspender el subsidio a los servicios configurando un nuevo sablazo al bolsillo, y la inflación crónica y cotidiana que se devora día a día nuestros salarios. Pero el “Fútbol para todos” es un agujero negro que no es fácil de tapar. Desde el 2009 el Estado tuvo que desembolsar 6.120.000.000 de pesos, y para este año la suma se elevaría en 1.400.000.000 de pesos contantes y sonantes.

De allí, al calor del giro reaccionario que viene dando la administración K, es que Capitanich, con las fuerzas que le daba el traje nuevo de “Súper Jefe de Gabinete” se propuso privatizar el negocio y con esto sacarle peso a las cuentas del Estado. Y así es como de manera abierta y pública, durante semanas se habló de la negociación con Tinelli, del cambio del plantel de periodistas, de la “profesionalización” y “despolitización” de las transmisiones y de la vuelta de la publicidad privada a los partidos. Incluso el secretario general de la Presidencia, Zannini, tomó la tarea de garantizar que se sume al negocio la productora Torneos, que no es otra que la vieja y conocida Torneos y Competencias, íntimamente ligada a… ¡la “corpo”!

El escándalo era tan mayúsculo, que hasta Víctor Hugo Morales, quien no es demasiado afecto a las críticas al gobierno, tuvo que declamar su disconformidad con esa última incorporación.

Hasta aquí pareciera que nada terminaba de incomodar al gobierno, todo avanzaba según lo planificado. Pero en el fondo había algo que no terminaba de cerrar: el gobierno quería quitarse el peso de financiar el fútbol, pero no quería renunciar al medio masivo de propaganda que es el fútbol. Menos en este momento, cuando está desatando un feroz ajuste contra los trabajadores y las capas populares. Por eso es que desde La Cámpora y con Máximo K a la cabeza, se empezó a presionar a Tinelli para que no modifique todo el plantel de relatores y comentaristas, que queden algunos que sirvan de medio de transmisión de la propaganda oficial en medio de los relatos. Aparentemente Tinelli no estaba interesado en quedar pegado al gobierno, y además ya había pactado con Capitanich y Zannini que las transmisiones serían despolitizadas, o por lo menos sin injerencia del gobierno. De ahí viene que Hebe de Bonafini haya salido a protestar argumentando que “el fútbol no es para hacer negocios sino para que el gobierno haga política”. Al final la sangre llegó al río, Cristina se enojó y mandó a echar todo para atrás y barajar de nuevo.

El fútbol es, para gran parte del pueblo argentino, un medio de expresión de la cultura popular, tanto como de escape a las grandes penurias cotidianas; de allí toda la pasión y todas las aspiraciones que condensa. El acceso al disfrute de este deporte es un derecho de cada uno de los argentinos, como debiera ser el acceso a todas las formas y medios de cultura. Desde el nuevo MAS defendemos que así sea, y por lo tanto estamos en contra de que esté tutelado y manipulado por el gobierno de turno con el fin de hacerlo una usina de propaganda del Estado burgués, tanto como de que se explote como un negocio privado en beneficio de un grupo de capitalistas.

Marcelo Perales

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