Por Martiniano Rodríguez


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Cómo Bolivia perdió su salida al mar

 

 

En momentos en que ha vuelto a ponerse sobre la mesa la cuestión de la salida al mar de Bolivia, es bueno saber que Bolivia tenía salida propia al mar y que perdió ese territorio luego de la Guerra del Pacífico.

La Guerra del Pacífico o Guerra del Salitre fue una de los tantos conflictos que desagarraron nuestro continente en interés del imperialismo, cuando sus estados estaban aún en formación. En esa guerra se enfrentaron Bolivia y Perú contra las fuerzas de Chile, durante los años 1879 y 1883.

El conflicto comenzó por los recursos naturales existentes en la zona norte del actual Chile (que hasta ese momento pertenecía en buena parte a Bolivia y Perú). Allí había nitrato (abono natural usado en Europa), plata y guano (también abono natural). Eran grandes riquezas exportables. Fue en el tema de su explotación y comercialización que el imperialismo inglés metió la cola.

Echarle la culpa a Inglaterra de este enfrentamiento es fácil. Pero marcar el rol nefasto de las burguesías de estos tres países es más complicado y más difícil de digerir para los historiadores. Los tres gobiernos se enfrentaron por una zona rica en minerales y abono. Pero no lo hicieron para modernizar a sus países, sino para dejar estas riquezas en manos de extranjeros y beneficiar a pequeños grupos burgueses que tendrían el rol de “capataces” o socios minoritarios locales.

La guerra

En 1866 Chile y Bolivia habían acordado los límites de sus fronteras. De esta forma Bolivia se quedaba con el desierto de Atacama y una salida al mar propia. Como esta zona era rica en minerales, se instalaron compañías ingleses y chilenas. Mediante trabajadores chilenos explotaron las minas existentes y poblaron el lugar.

Cuando Bolivia quiso aumentar los impuestos, se produjeron las primeras chispas. Chile invadió la zona y el puerto de Antofagasta. Esto, a su vez, motivó que Perú apoyara a Bolivia. Los capitales ingleses contentos: ganara quien ganara, ellos triunfaban.

La guerra comenzó en el mar. Al comienzo, la escuadra peruana tuvo en jaque a la chilena. Cuando parecía que los peruanos tenían la situación bajo control, una inesperada victoria chilena cambió todo.

Con esa victoria, Chile pudo llevar la guerra a la zona en conflicto. Inició campañas que excedieron la zona en conflicto, invadiendo el sur de Perú. La guerra fue particularmente sangrienta, con enormidad de muertos de ambos lados. A eso se agregaron los gastos desmesurados para llevarla adelante.

El final llegó en 1883. El ejército chileno logró controlar no sólo la parte boliviana de Atacama, sino que también se apoderó de Arica (que formaba parte de Perú). Por el Tratado de Ancón estas tierras pasaron al poder de Chile, aunque Bolivia mantendría libre circulación por el nuevo territorio chileno.

Chile de esta forma se hizo con grandes recursos naturales. Para darnos una idea, antes de la guerra, dos empresas estadounidenses habían ofrecido pagar toda la deuda externa de Perú a cambio de derechos de explotación.

Al principio, muchas explotaciones fueron a manos de compañías chilenas. Pero, en poco tiempo, los ingleses ya controlaban el 70% de la producción de salitre. Así se benefició el imperialismo, sin mancharse las manos de sangre. La burguesía chilena hizo también sus negocios, directa o indirectamente (mediante impuestos). Pero nada de eso abrió las puertas a un desarrollo independiente del país.

El tema de la salida al mar es importante, y hasta el día de hoy existe el reclamo de Bolivia. Algunos acuerdos han enfriado un poco la cuestión, pero no la han solucionado. Al perder el puerto de Antofagasta, Bolivia perdió conexión con el mercado internacional, punto importante para una economía dedicada a la exportación de materias primas.

Así, una de las tantas heridas abiertas en Latinoamérica sigue sangrando. Su principal beneficiario fueron unas compañías inglesas dedicadas a explotar el salitre y otros recursos, y a vender las armas para la guerra. Pero si el puerto de Antofagasta hubiese quedado en manos de la burguesía boliviana, nada garantizaba que la entrega al imperialismo no se hiciera. Otras compañías imperialistas habían apostado al triunfo de Perú y Bolivia.

Esta fue una de las tantas veces en que pueblos latinoamericanos pusieron los muertos para que se beneficiaran capitales europeos y/o yanquis. Este es nuestro “karma”: burguesías dependientes, incapaces de resolver los problemas con el imperialismo.

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