Por José Luís Rojo


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El resultado del PO-FIT en Salta

 

 

“Sin ánimos de ser intrépidos, podemos concluir que estamos a la altura, de acá a dos años, de disputar la intendencia capitalina (¡un hecho de magnitud histórica!) (“Salta la linda, de tan piquetera se hizo troska”, 14 de noviembre del 2013, Prensa Obrera, 1293)

“Lejos de las expectativas que se habían creado, el precandidato del Partido Obrero, Claudio del Plá, obtenía algo más del 7% de los votos, muy lejos de los 19 puntos obtenidos en las elecciones legislativas del 2013” (La Nación, 13 de abril de 2015)

El domingo pasado se realizaron las PASO a gobernador, intendente y legisladores en Salta. La noticia más objetiva es que el kirchnerismo se alzó con un triunfo que no por esperado dejó de tener impacto nacional justo cuando comienza la ronda electoral del 2015. Bordeando un 50% de los votos, Urtubey salió como gran triunfador de la compulsa, al tiempo que Romero (candidato de Macri y Massa) quedó relegado con un 35% de los votos. Como premio consuelo para este sector, quedaron primeros en Salta Capital, imponiéndose en la interna el candidato referenciado en Massa (lo que significó un duro golpe para el PRO).

En tercer lugar en las preferencias quedó el Partido Obrero, que realizó una elección de importancia alzándose con el 7.2% a la gobernación y el 12.5% para la intendencia de la capital provincial.

Sin embargo, los guarismos obtenidos por el PO abrieron todo un debate en la izquierda. Es que con la autoproclamación que caracteriza al FIT, el Partido Obrero había alentado la expectativa de que podría ganar la intendencia, pronóstico repetido por Altamira días antes de la elección: “En la capital provincial el candidato del PO, Pablo López, que ya obtuvo el primer lugar en las elecciones del 2013, está disputando concretamente conquistar la intendencia. Que se debata que el PO pueda gobernar una Ciudad Capital se trata de un acontecimiento revolucionario” (Jorge Altamira en declaraciones a los medios en Salta, www.po.org.ar).

Pero este objetivo quedó lejos. Tomando como referencia lo alcanzado en el 2013, la realidad es que el PO sufrió un grave retroceso electoral: en la categoría de diputados había alcanzado en octubre de ese año el 19% y en las elecciones de noviembre a la Legislatura de la Ciudad Capital, bordeado la histórica cifra del 30% (un 28% para ser más exactos)[1].

En lo que sigue haremos una somera reflexión sobre estos resultados.

Un retroceso electoral que requiere una explicación  

Atento al retroceso electoral en Salta, el FIT salió inmediatamente a “vender” su interpretación de los resultados. La idea que dejó trascender el PTS, es que si se toman en su conjunto los resultados de Mendoza (intendente de la capital en febrero pasado) y Salta, se verifica una “consolidación” del FIT como fuerza electoral.

Rápidamente, también, y como para evitar cualquier debate, el PO salió a pegar un cartel en la Capital Federal anunciándose como la “tercera fuerza” en Salta y buscando reforzar la idea que son “LA izquierda” a nivel nacional: “(…) su gran elección en la provincia de Salta (…) apunta a dar un espaldarazo a la ascendente tendencia electoral del FIT en CABA” (13 de abril 2015, www.po.org.ar).

Ahora bien: más allá de si la tendencia electoral del FIT en la Capital Federal es ascendente o no (eso se verificará el domingo 26), hay dos consideraciones a realizar y que refieren a aspectos distintos de la evaluación. Que para los patrones históricos de la izquierda ser terceros en Salta es un resultado enorme, no lo dudamos ni un segundo: se trata de un dato que, con sus especificidades, hace parte del lugar que se ha ido ganando la izquierda en nuestro país (entre otros terrenos, en el electoral).

Sin embargo, sí es discutible el centro de la argumentación de los compañeros: que los resultados muestran una “consolidación electoral del FIT”. Ambos partidos argumentan que la comparación no puede ser realizada con el 2013, porque esas elecciones fueron legislativas y no ejecutivas como esta: que la comparación correcta es con el 2011, una elección del mismo tipo que la actual.

Pero esta aseveración deja dos interrogantes sin responder. El primero, si el FIT espera, entonces, en el conjunto de la ronda electoral de este año, sufrir un retroceso electoral en relación a dos años atrás. Y, segundo, si corresponde relativizar tanto el retroceso electoral sufrido por el PO en Salta en relación a los guarismos obtenidos en el 2013.

Aquí conviene hacer, nuevamente, dos consideraciones. Una, que es verdad que las elecciones ejecutivas son más difíciles para la izquierda, que, en general, es visualizada más como una fuerza de oposición que para ser gobierno, razón por la cual a la hora de las elecciones ejecutivas sus porcentajes tienden a bajar. Pasa que, efectivamente, las elecciones de este tipo suelen estar a la derecha de las legislativas, donde los votantes ejercen su voto por consideraciones más generales.

Dos, que de todos modos, para interpretar semejante “desinfle” electoral en relación a dos años atrás, no se puede dejar de hacer referencia a fenómenos más de conjunto que van más allá de lo meramente electoral, y que nunca entraron (¡ni parece entrarán!) en las evaluaciones del FIT. Subidos a la ola de una autoproclamación rabiosa y de intentar impresionar a los “giles”, siempre se olvidan de lo principal: la naturaleza del voto a la izquierda y, sobre todo, su vinculación con el grado de desarrollo de la lucha de clases.  

El olvido de la lucha de clases. Los casos de Syriza y Podemos

Es aquí donde entra el debate con el PO y el PTS: en lo que tiene que ver con la evaluación en su conjunto del fenómeno electoral que está protagonizando la izquierda desde hace dos elecciones. Nuestro partido ha dicho con claridad que la votación al FIT (¡y nuestros 115.000 votos en las últimas PASO!) constituyen un fenómeno muy progresivo de ruptura y/o manifestación por la izquierda de un sector minoritario pero de masas que rompe, centralmente, con el kirchnerismo y también con sectores de la centroizquierda; sectores de la nueva generación trabajadora y de las clases medias progresistas.

Pero también hemos alertado contra los análisis de autoconsumo y oportunistas del fenómeno electoral. Centralmente, hicimos dos planteos muy claros: primero, que no se estaba viviendo un fenómeno de disgregación de los partidos patronales, sino que, más bien, las condiciones generales hablan de una estabilización del país desde el 2001, aunque sin lograr, todavía, modificar de conjunto las relaciones de fuerzas.

Y, segundo, que hace falta una radicalización mucho mayor de la lucha de clases, un verdadero ascenso en las luchas obreras para que estas altas votaciones de la izquierda –históricas para los estándares habituales- se llenen de contenido y no vuelvan pasado un tiempo a sus guarismos habituales, desinflándose.

Al PO y el PTS no les interesa nada de esto; sólo autoproclamarse para engañar incautos. Está bien tratar de impresionar con los votos (o lo que sea) al enemigo de clase; es evidente que el impacto electoral ha tenido rédito en los medios donde los compañeros han logrado hacerse habitués. Pero otra cosa muy distinta es engañar a la militancia.

Las cosas tienen su medida y una de ellas, por ejemplo, para la evaluación de fenómenos como el de Syriza en Grecia y Podemos en España, es que en ambos países se vive una crisis profunda que no es la que caracteriza a la Argentina hoy.

Sobre todo en el caso de Grecia, ocurre un derrumbe del sistema de partidos; en primer lugar, del histórico partido socialista, el PASOK. Y si en España la cosa no llega a tales extremos (aunque está en fuerte crisis el bipartidismo), se trata de países en el pico de una crisis global política, económica y social que es la que está dando lugar a este tipo de manifestaciones electorales que los coloca al borde de gobernar (en el caso de Syriza ya lo está haciendo; Podemos es mucho más difícil que lo logre, al menos este año)[2].

En Latinoamérica, esto fue lo que caracterizó países como Venezuela y Bolivia una década atrás; o la crisis que vivimos en la Argentina con el “Que se vayan todos”, que sin embargo tuvo la mediación de que el peronismo resistió constituyéndose en el “partido único del orden”.

Claro que se trata de organizaciones reformistas, no de un frente de partidos genéricamente de la izquierda revolucionaria; pero eso no cambia la sustancia de lo que queremos decir, y que tiene que ver con que consolidar un fenómeno electoral de la izquierda revolucionaria implica bastante más que mantener determinados puestos legislativos: está vinculado a la evolución de conjunto de la lucha de clases, a una verdadera radicalización política de una franja de los trabajadores que le dé contenido a los votos obtenidos, esto so pena de que estos guarismos se vayan desinflando[3]

La foto y la película

Lo que resta, sin embargo, es que el FIT se alzó con más de un millón de votos en el 2013, una cifra de enorme importancia, que llegó a constituir un fenómeno objetivo, cristalizándose esto en la obtención de parlamentarios nacionales y locales, un logro nada despreciable.

Pero las condiciones de este logro no son secundarias. Y dichas condiciones hablan tanto de fenómenos generales como particulares que le pueden poner límites al mismo.

Lo más general, es lo que está dicho: la lucha de clases. El enorme triunfo electoral del 2013 (¡al que contribuyeron, también, nuestros 115.000 votos!) tiene la contradicción que no se ha visto acompañado por un gran ascenso de las luchas (ni nacionalmente, ni tampoco en Salta), algo que, claro está, no depende de la voluntad de la izquierda.

El año pasado fue uno de fuerte crisis del gobierno, devaluación, ajuste económico y duras luchas como las de Gestamp y Lear que se saldaron con derrotas y donde el FIT, como tal, no cumplió ningún papel. Hubo dos paros generales y dos semanas atrás, uno nuevo, importantes, masivos y donde la izquierda se expresó mediante piquetes de alto impacto.

Sin embargo, repetimos, no se vive un gran ascenso de la lucha de clases; entre otras cosas, porque el gobierno K llega mejor que cualquier otro gobierno desde 1983 al final de su ciclo, con una situación económica deteriorada pero no de bancarrota o catástrofe.

Además, el sistema de partidos no está tan maltrecho como 14 años atrás. Es verdad que en este terreno las cosas son mucho más “fluidas” que en un sistema de partidos estable, con identidades claras; ha sido reemplazado hoy por “armados” y demás rasgos del “mercado político” que caracteriza en la actualidad la política patronal. Pero esta es una característica mundial de los tiempos que corren; nada particularmente argentino.

Así las cosas, esto nos reenvía a las perspectivas electorales del FIT y la izquierda en general.

Es muy difícil dar una definición por anticipado acerca de qué pasará este año electoral. Si las elecciones de Mendoza y Salta significan una “consolidación” del FIT u otra cosa, es muy apresurado para definirlo con seriedad. Las elecciones que vienen dirán cómo se va perfilando el año para la izquierda.

En todo caso, más vale ir pensando con objetividad los fenómenos en curso que seguir apelando a una autoproclamación que puede llevar a más de uno a estrellarse contra la pared: “(…) algo revolucionario está ocurriendo en la consciencia de un sector minoritario pero sin embargo muy importante de los trabajadores (…) Es un movimiento dinámico cuyo contenido no es aún ‘obrero y socialista’, sino más bien de una simpatía difusa hacia la izquierda en el terreno electoral, que puede estar expresando procesos más subterráneos a desarrollarse en el próximo período. Sobre todo, si los equilibrios construidos en los últimos años se rompen y hay un importante ascenso de la lucha de clases” (José Luís Rojo, “El método del inflador. Crítica al balance electoral del PO”, semanario Socialismo o Barbarie, 7 de noviembre del 2013, www.socialismo-o-barbarie.org).

 

[1] En abril del 2011 el PO había obtenido un 2.44% para la intendencia de la ciudad, pegando un enorme salto en el 2013 en las elecciones a legisladores de la ciudad capital de Salta, obteniendo el 17% y el 28% respectivamente (abril y noviembre de ese mismo año). En el caso de diputados nacionales y provinciales, la progresión también fue extraordinaria aunque dentro de parámetros más normales: 6.42% en las PASO del 2011, 8.53% en octubre de ese año, 10.66% en agosto del 2013 y 19% en octubre del mismo año. Un aumento electoral cualitativo (¡ni hablar del caso de Salta capital!) que el PO proclamó pero nunca se dignó a analizar de manera pormenorizada. 

 

[2] Pensemos, por ejemplo, en el 25% de desempleo que impera en España; o, en el caso de Grecia, en el hecho de que, verdaderamente, lo que se vive es una situación de catástrofe económica similar a cuando en la Argentina estalló el 1 a 1.

[3] Atención que con esto para nada estemos negando que muy probablemente el 2016 sea un año bastante convulsivo a partir del ajuste que cualquier gobierno que venga tendrá que aplicar para equilibrar un poco las variables; convulsiones que si llegaran a profundizarse, ahí sí, podrían llegar a llenar de contenido las votaciones de la izquierda.

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