Por Ale Kur


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Para el miércoles 15 de abril está convocada una importante jornada de lucha en Estados Unidos. El objetivo: que el salario mínimo por hora de trabajo se eleve a los 15 dólares, y que exista libertad de sindicalización para todos los trabajadores.

El movimiento por los U$15/hora viene desarrollándose ya hace algunos años entre los trabajadores del denominado “sector servicios”. Tuvo entre sus protagonistas a los empleados de Walmart, y recientemente a los de McDonalds y otras cadenas de comidas rápidas. A ellos se han plegado también otros sectores golpeados por los salarios de pobreza.

El pasado 4 de abril se llevó a cabo una movilización en Nueva York, a la que se sumó un significativo contingente de obreros de la construcción. La imagen de los cascos desfilando por la principal ciudad de la gran potencia imperialista, es un símbolo poderoso de que la clase obrera no está muerta ni ha dejado de existir, al contrario de las elucubraciones posmodernas.

Este movimiento ya ha obtenido algunos triunfos parciales: McDonalds se vio obligada a conceder un pequeño aumento de salario a miles de trabajadores, como ya lo había hecho anteriormente Walmart. En algunas ciudades como Seattle los propios concejos municipales debieron aprobar proyectos que establecían el piso de U$15/hora, aunque a través de aumentos graduales.

Está por verse el grado de adhesión que logre la jornada de lucha del 15, pero en cualquier caso se trata de un importante paso adelante. La clase obrera estadounidense viene de una larga acumulación de derrotas (multiplicada tras la crisis de 2008), pero existen diversos indicios de un intento de recomposición: pequeños pero significativos núcleos de organización y lucha.

Esto se suma a una diversidad de experiencias de movilización no necesariamente obreras, pero que ponen en el centro los reclamos de los sectores populares. El emblema fue el movimiento Occupy Wall Street, y actualmente el movimiento antirracista “Black Lives Matter” (“Las vidas negras importan”) contra los asesinatos casi diarios de afroamericanos por policías blancos.

Aún fragmentaria e incipientemente, comienzan así a cuestionarse varios de los pilares de la sociedad estadounidense.

La crisis, la recuperación y el auge de los “workingpoor”

La crisis económica que comenzó en EEUU en 2008 golpeó muy fuertemente a la clase obrera norteamericana. Se perdieron gran cantidad de puestos de trabajo en la industria, es decir, puestos relativamente bien pagos, estables y con derecho a sindicalización. En poco tiempo creció enormemente la tasa de desempleo.

La enorme masa de trabajadores desempleados comenzó entonces a aceptar puestos de trabajo mucho peor pagos y más inestables que los anteriores. Sobre esa base la economía comenzó a “recuperarse”. Es decir, los empresarios volvieron a tener enormes ganancias y a relanzar la dinámica de acumulación. Esto se tradujo en un repunte del empleo, pero con una importante consideración: no se recuperaron los antiguos puestos de trabajo industriales y bien pagos. En su lugar, los nuevos empleos generados fueron en su mayoría sobre la base de salarios muy bajos, la prohibición de sindicalizarse, principalmente en el sector servicios, etc.

Esto generó un problema económico-social de consecuencias muy profundas. La famosa “clase media” estadounidense, baluarte del relato del “American Way of Life”[[1]], está en vías de extinción. En su lugar, crece cada vez más el sector de los “workingpoor” (trabajadores pobres). Es decir, personas que tienen empleo, pero cuyos ingresos no les permiten tener un nivel de vida medianamente aceptable, y que deben someterse a largas jornadas laborales y recurrir a la asistencia estatal para poder llegar a mantener a sus familias.

Este fenómeno tiene una incidencia abrumadora entre los sectores de trabajadores pertenecientes a las “minorías” (negros, latinos), entre las mujeres y entre amplios sectores de la juventud. Tiende a configurarse una nueva clase obrera fragmentada, precarizada, atomizada, donde la vieja clase trabajadora WASP (blanca, anglosajona, protestante) es sólo una minoría.

Una consecuencia de enorme importancia es que queda cada vez más atrás el “sueño americano” del ascenso social, que hasta una generación atrás parecía ser indestructible. Ya nadie cree que sólo con el “esfuerzo” y los “estudios” se pueda prosperar. Millones de trabajadores deben realizar doble turno de trabajo para poder llegar apenas a pagar las cuentas del hogar y la comida. En esas condiciones, estudiar ni siquiera es una posibilidad. En pleno siglo XXI, en la mayor potencia imperialista del planeta, porciones muy importantes y cada vez mayores de la clase trabajadora vuelven a tener la misma falta de expectativas de “progreso” (o menos aún) que las que los trabajadores tenían en el siglo XIX.

Otro aspecto fundamental es que la recuperación de la crisis sobre estas bases llevó a un enorme incremento de la desigualdad social. Cada vez es mayor la porción de la riqueza socialmente producida que la minoría de grandes empresarios se embolsa, y cada vez es menor la porción que va a parar a la enorme mayoría de trabajadores.

Un enorme mérito del movimiento “Occupy Wall Street” (pese a que no logró sostenerse en el tiempo), es haber logrado instalar en amplios sectores de masas una idea muy clara y didáctica: que el interés del 99 por ciento de la población está contrapuesto al del 1 por ciento que posee en sus manos las grandes riquezas.

Este concepto, aunque no sea todavía una elaboración clasista, permite entender dónde está el enemigo contra el cual se pelea: en los grandes bancos, en las multinacionales, y en sus agentes políticos en los congresos y casas de gobierno. Aunque esto último –la cuestión de una alternativa política de clase– es, lógicamente, lo que viene más atrás…

[1].- Literalmente “Modo de vida americano”: es el caballito de batalla ideológico del imperialismo yanqui, especialmente luego de la Segunda Guerra Mundial y el enorme auge económico de posguerra.

 

 

La “nueva clase obrera”

Una importante acumulación de experiencias

Esta “nueva clase obrera” viene de una cierta trayectoria de acumulación de experiencias. Unos de sus afluentes es la larga lucha de los inmigrantes (mayormente latinos) por el reconocimiento de sus plenos derechos como ciudadanos. Un hito de esta pelea fue un gran paro y movilización realizado el Primero de Mayo de 2006, que recuperó esta fecha histórica relativamente olvidada en la memoria colectiva norteamericana.

Los trabajadores y jóvenes negros tienen también su propia tradición de lucha, que se remonta a la pelea por los Derechos Civiles de los 50 y 60, con todas sus vertientes (tanto las “pacíficas” inspiradas en Martin Luther King, como en las revolucionarias de los “Panteras Negras”). Actualmente el movimiento antirracista “Black Lives Matter” retoma estas tradiciones y las actualiza.

El movimiento Occupy dejó una importante impronta: decenas y decenas de pequeños o medianos colectivos de organización sobre diversas temáticas. Las redes sociales sirven como punto de apoyo para reunir a los activistas alrededor de estas plataformas: contra los recortes, por el salario mínimo, por los derechos de las minorías, etc.

Existen también diversas experiencias de unión entre sectores de trabajadores sindicalizados y los distintos colectivos activistas. En el auge del movimiento Occupy, esto llevó a acciones en común en diversas ciudades, incluido un bloqueo de puertos[[1]] en apoyo a los trabajadores portuarios y camioneros (realizado en 2011).

Los sectores más “tradicionales” de la clase obrera también han tenido algunas acciones importantes estos últimos tiempos, como una huelga nacional de los trabajadores del petróleo hace pocos meses.

El movimiento por los U$15 dólares/hora se para sobre los “escalones” construidos por toda esta acumulación de experiencias. Es decir, parte de un cierto piso de experiencia y organización que le permite comenzar a proyectarse un poco más allá: logrando una extensión territorial nacional y abarcando a distintos sectores de trabajadores. Si bien todavía no consiguió penetrar en el corazón de la clase obrera yanki (los sectores industriales), la dinámica de este proceso es ascendente.

El desarrollo de este movimiento permitió inclusive a una militante trotskista (Kshama Sawant) ser electa al concejo municipal de la importante ciudad de Seattle, tras hacerse referente en la lucha por los U$15/hora.

Por lo tanto, el desarrollo de esta pelea puede ser un importante escalón hacia el comienzo de una auténtica recomposición política y sindical de la clase obrera estadounidense. A esa perspectiva debemos apostar los socialistas. (A.K.)

[1].- Ver nota “El movimiento Occupy ataca de nuevo: bloqueo de puertos contra el 1%”, por Ale Kur, SoB 216, diciembre de 2011.

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