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El miércoles 18 de marzo, apenas pasado el mediodía, se dio a conocer la noticia de que Darío Richarte, hasta entonces vicerrector de la Universidad de Buenos Aires, acababa de presentar su renuncia. En ella, de manera apenas camuflada, el funcionario señalaba que su separación del cargo se debió a las denuncias que se generaron en su contra y las repercusiones que estas podrían tener en todo el entramado de la Universidad.
Un espía en el Rectorado con la SIDE – SI – AFI bajo escrutinio público

 

Como se hizo de público conocimiento apenas asumió el cargo en diciembre de 2014, Darío Richarte posee un prontuario “inigualable”. El punto más oscuro del mismo hace a su relación con el célebre Stiuso y sus funciones en la SIDE durante las postrimerías del gobierno de De la Rúa, cuando este organismo (actuando conjuntamente con las demás fuerzas represivas) se cobró la vida de decenas de luchadores populares que se movilizaban en todo el país contra la hambruna y la carestía impuestas por el gobierno. Además, “casos célebres” (como la causa por corrupción que tiene en el centro de la escena al vicepresidente Amado Boudou) han pasado por su estudio de abogados, demostrando el denso entramado que existe entre este personaje, los servicios y el poder político.

Todo esto, por no mencionar lo que es más obvio: ¡ya de por sí los arreglos dentro de la UBA alcanzarían para meter presa a toda su cúpula! Darío Richarte proviene de la Facultad de Derecho, desde la cual se catapultó a las altas esferas de la Universidad. Esta facultad es una de las más estratégicas para las camarillas, por la envergadura del presupuesto que maneja (entre 500 y 1000 millones de pesos al año… así es, un “uno” seguido de nueve ceros).

No caben muchas dudas, sin embargo, de que la renuncia de Richarte tuvo mucho que ver con una secuela tardía de la crisis Nisman. Es que, si bien entre los sectores más sensibles de la Universidad ya generaba rechazo el hecho de que el vicerrector tuviera un pasado dentro de la Secretaría de Inteligencia, la exposición pública que recibió esta luego de la muerte del fiscal ampliaron el auditorio de las denuncias. Como hemos señalado desde estas páginas, dicha crisis puso a la luz, aunque más no sea durante un momento, las “cloacas” del poder y del Estado, su centro de operaciones ilegales. Y fue transitando por estas cloacas que Richarte llegó a la cúpula universitaria. Sin mediar ninguna medida de lucha de magnitud, el propio peso de la denuncia y las campañas de visibilización emprendidas por los centros de estudiantes combativos alcanzaron para que el Rectorado y el Consejo Superior optaran por cortar por lo sano y sacarse de encima a este personaje que, sin ser seguramente el peor de ellos, era al menos el más obvio.

 

Los estudiantes debemos democratizar la Universidad

 

La renuncia de Richarte debido a la presión generada en la comunidad universitaria es un gran triunfo. Sin embargo, en la misma “carta de despedida” del ex SIDE queda claro que su partida se trata de un intento de “cambiar algo para que nada cambie”. Al margen de las figuras siniestras que se pasean década tras década por los pasillos del Rectorado, lo que está en el fondo es una estructura profundamente antidemocrática que pone todo el poder político de la Universidad en unas pocas manos con intereses contrapuestos a los de los estudiantes, la enorme mayoría de los docentes y, desde luego, los no docentes (quienes no tienen una representación siquiera formal en los órganos de cogobierno).

La lucha más estratégica, por lo tanto, es la democratización de la Universidad. Esta pelea ha encontrado al ¡Ya Basta!-Nuevo MAS en primera fila, planteando la movilización, la masificación y las medidas de lucha como las tomas de edificios para avanzar en el camino de quitar el poder de las manos de los Barbieri, los Richarte y también los kirchneristas como Schuster o Postolski, que escenifican un enfrentamiento pero se enquistan y transan dentro del mismo aparato. Y poner dicho poder en las manos de los estudiantes, docentes y no docentes, quienes tenemos un verdadero interés en defender la calidad de la universidad, las condiciones de estudio y de trabajo en la misma, y su vinculación con las luchas de los trabajadores y el pueblo.
Por ello levantamos y seguiremos levantando un programa consecuente por la democratización:
– Mayoría estudiantil en los órganos de cogobierno;

– Claustro único docente;

– Elección directa del rector y los decanos;

– Voz y voto para los trabajadores no docentes.

 

Marcos Duch

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