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La resolución 1057/14 ha puesto sobre la mesa la discusión sobre la educación primaria y secundaria de la provincia, más allá de lo que suele suceder en los medios periodísticos. Una discusión muy necesaria que hay que dar sin tapujos.

En otro artículo[1] se analizan las causas generales que llevan a la escuela a cambiar sus objetivos. La escuela primaria dejó de ser un lugar exclusivo de enseñanza y disciplinamiento social, para pasar a abarcar y resolver otras necesidades (alimentación, contención, etc.). Este cambio de rol fue acompañado por un cambio de paradigma[2] , donde la escuela explícitamente no sólo debe enseñar, sino que tiene que ocupar “otro lugar dentro de la sociedad”, “adaptarse a los tiempos que corren”, y con este cambio de escuela, debe cambiar el rol del profesor. Así, el neoliberalismo trajo consigo  la flexibilización laboral, y la escuela (junto al docente) no fue ajena a este ataque. Flexibilización que se vivió y vive dentro de las escuelas, y que bajo la supuesta década ganada sigue más viva que nunca.

La escuela “inclusiva”

El cambio de paradigma fue bautizado por el gobierno actual como “Escuela Inclusiva”. Es decir, la escuela se encargaría de incluir en la sociedad a aquellos “marginados” en los 90 por el desempleo, la pobreza y la marginación social consiguiente. Como suele pasar con estos temas sensibles e importantes, el discurso oficial es un lecho lleno de rosas, en el que los alumnos aprenden y satisfacen sus necesidades, y si no pasa eso, es culpa de alguien más, en general, los docentes. Pero las rosas tienen espinas, y la realidad es muy diferente al discurso.

Para empezar digamos que nadie con cierta sensibilidad se opone a la inclusión. A ningún profesor le gusta ver a sus alumnos con hambre, con problemas de adicción, en actitudes de violencia, problemas familiares, etc. Incluso somos los primeros en preocuparnos por estos casos cuando “emergen” en las escuelas. Por esto cuando se habla de la eliminación de los aplazos en la escuela primaria (para que algunas docentes “ya no estigmaticen a sus alumnos”) se corre el eje de la discusión real y se tapan debajo de la alfombra otros problemas, más graves incluso.

Cuando el Gobierno habla de que los niños y adolescentes deben estar en las escuelas, se olvida de decir que las escuelas no están preparadas para esto. Si de verdad se piensa en incluir, no puede haber cursos sobre-poblados, o que funcionan en bibliotecas, comedores o pasillos, o aulas muy pequeñas producto de la subdivisión de aulas por la falta de construcción de las mismas. El problema no se acaba acá: baños que no funcionan, techos que se caen, estufas rotas, vidrios reemplazados por nylon o papel.

Lejos del paraíso inclusivo del discurso oficial, las escuelas no están preparadas para albergar a los alumnos o para realizar su “nuevo rol inclusivo”. Es difícil “incluir” si las bibliotecas no tienen libros, o si no tienen bibliotecarios o si directamente la biblioteca es un montón de libros viejos apiñados en un rincón de la dirección. Donde las salas de profesores o preceptorías pasan a ser aulas. Además se habla de ayudar a los alumnos con sus problemas, pero las secundarias no tienen equipo de orientación con psicólogos, psicopedagogos, etc. Por ejemplo.

Como muestra podemos decir que a partir de la disposición de que los alumnos no pueden retirarse ante la falta de un profesor. Ante esto los alumnos quedan en las aulas (para protegerlos de los males de la calle) generando múltiples problemas: los alumnos se aburren, ya que no tienen libros, TV o WiFi, y los preceptores se sobrecargan de tareas para “cuidarlos”. Otro ejemplo es el recorte de cupos en los comedores ocurrido recientemente, un elemento que deja ver el ajuste que se está haciendo más en general.

El vaciamiento de las escuelas especiales tampoco ayuda a la inclusión, y merece otro artículo aparte, pero mencionemos que muchos alumnos integrados en las escuelas son “dejados” en el aula, con un profesor que tiene que atender múltiples problemas y no puede atender a este alumno (porque no puede o el caso es demasiado complejo y no sabe cómo abordarlo), eso sí (con suerte) una maestra integradora luego de recorrer varias escuelas lo preparará en 2 horas semanales. En definitiva el alumno no tiene la atención que necesita.

Así, el Gobierno apunta a que la escuela se transforme en una “guardería”. Ante los múltiples problemas sociales que son “metidos” en la escuela, los docentes y directivos no tienen herramientas para afrontarlos. Obviamente si el alumno no aprende se tira la idea de que el profesor es un vago que no quiere trabajar (como supo decir Cristina en su momento), o no se moderniza y estigmatiza a los alumnos.

Así es como se presiona a los docentes para que aprueben a los alumnos, cuestión que fue la que hizo saltar la discusión. La resolución 1057/14 legalizó algo que ya existía en las escuelas primarias y secundarias: son pocos los docentes que ponen 1 o “aún no satisfactorio”, y una razón es evitar los problemas con directivos o inspectores que presionan para que “los números den”. Detrás del discurso de no estigmatizar a los alumnos, está la idea de “facilitar” el sistema de evaluación pero sin modificar el formato del sistema educativo tal como está hoy en día.

A todos estos problemas que se condensan en las escuelas, generando violencia, apatía e incluso deserción, se pueden sumar los bajos salarios docentes que atentan contra una dedicación full time a cada curso y alumno. Ante las diferentes problemáticas los docentes son flexibilizados, hacen diversas tareas dentro y fuera del curso. Esto obliga a trabajar como mínimo doble cargo, pero muchos trabajan 3 cargos o más. De esta manera los docentes se ven obligados a no dedicar el tiempo suficiente a sus clases por la sobrecarga horaria, las corridas de una escuela a la otra (en especial los profesores), la falta de horario para corregir, etc.

Para ir cerrando

Como dijimos antes: la “escuela inclusiva” de la déKada ganada es en la realidad una guardería. Hoy a nuestros alumnos se les venden espejitos de colores. Con el falso discurso de incluir y no estigmatizar, si aprendés a leer pasás de grado, una clara rebaja de nivel que patea para adelante el problema en perjuicio del mismo alumno. Es una mentira, lisa y llana.

Inclusión no es obligar a los alumnos a que se hacinen en las escuelas, porque eso no es educación. Inclusión es facilitar el acceso a la escuela, con boletos gratis, por ejemplo, escuelas en buen estado y con recursos materiales y recursos humanos. Inclusión es no sólo poner a disposición un docente que enseñe, sino también equipos de orientación  que los ayuden con sus problemas, un comedor digno, aulas y salas de video o para otras actividades.

Tampoco hay que culpar de este desastre a los profesores, que en estas condiciones hacemos lo que se puede y como podemos, poniéndole el cuerpo a situaciones que muchas veces nos exceden y soportando toda clase de cosas.

El cambio de rol de la escuela se ve sólo en el marco legal y discursivo, la escuela como institución no fue adaptada a este cambio generando un desastre que pone a la educación en una crisis nunca antes vista. Lo que puede realmente a empezar a modificar esta situación es la lucha de los docentes y los alumnos por un nuevo sistema educativo, en los marcos de una sociedad donde el Gobierno no esté tan preocupado por pagar la deuda externa y sí por elevar el presupuesto educativo.

 

Martiniano, de la Lista Gris Carlos Fuentealba

[1]              Socialismo o Barbarie n°305.

[2]              Expresada en diferentes reformas que incluyen la Ley Federal de Educación.

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