Por estos días, una nueva polémica se sucede en Argentina en torno a la Educación. La resolución 1057/14, que modifica el régimen académico en la primaria bonaerense, ha generado mucha bronca en los docentes y cayó muy mal en amplios sectores de la sociedad. A pesar del masivo repudio esta fue defendida tanto por el gobierno provincial, como por el nacional, y por su puesto cuentan con la inestimable ayuda de sus chupamedias de siempre: las burocracias sindicales de CTERA, SUTEBA y FEB. Pero aunque en los medios la critican el conjunto de la oposición patronal con Massa y el FAP- UNEN (Binner) a la cabeza, votaron a favor en el Consejo General de Educación. Desde la Lista Gris Carlos Fuentealba queremos aprovechar el debate abierto para señalar algunas cuestiones.
Desde hace mucho tiempo la Educación argentina vive de crisis en crisis. Los docentes todos los años venimos de conflicto en conflicto y año tras año se endurece nuestra lucha en función de nuestras reivindicaciones.
Esto es tan así que en los últimos paros realizados, ante la pregunta: “¿Por qué paran ahora los docentes?” la respuesta no era solo la lógica y más esperada que es “peleamos por aumento salarial”, sino que a esa respuesta le fuimos agregando cosas: “porque la escuela se nos viene abajo”, “porque tengo cursos muy numerosos y problemáticos”; “porque no se me pagan las suplencias”, “porque no tengo cobertura social ya que IOMA…”; “porque se avanza sobre los CENS apoyando el plan FINES”. Estos entre tantos otros problemas referidos a la educación muestran que el malestar docente no se debe sólo a la cuestión salarial, que de por si es un escándalo que un docente recién ingresado al sistema gane promedio $5000, de lo cual casi todo está en negro. Esta bronca acumulada salta ahora a través del decreto de Nora DE Lucía, avalado por Scioli y por el gobierno de Cristina, destapando la problemática profunda que vive el sistema educativo actual, y no tan solo en primaria.
Todos vimos como en las distintas salas de profesores o maestros, los docentes iban entrando de a uno y preguntando como calificarán el próximo trimestre: “yo tengo uno que vino una de doce clases y no le pude tomar un trabajo práctico siquiera, ¿cómo lo califico?¿le pongo un 4 a alguien que no hizo nada?” ese tipo de preguntas son las más normales del tipo de discusión que se generan en la docencia, pero al mismo tiempo la pregunta sobre cómo estamos educando recorre largamente los rincones de cada escuela. Sin embargo creemos que el eje del debate no debe pasar tanto por qué tipo de sistema de calificación sino por qué modelo de educación tenemos hoy y desde ahí analizar la calificación, la promoción, etc.
Orígenes de la escuela “contenedora”
Indudablemente para llegar a sacar conclusión alguna sobre el sistema educativo vigente, es necesario repasar un poco la década K para ver cómo se fue generando el contexto actual.
El neoliberalismo de los 90 y la crisis del 2001 dejaron un país en llamas, una desocupación galopante y una escuela transformada y provincializada. En ese contexto se empezó a generar la idea de “que no hay futuro” entre muchos sectores humildes y populares. La idea de ser pobres por toda la vida y la inmovilidad social entró muy fuerte en la cabeza de las nuevas generaciones. Las escuelas estaban destruidas, muchos empezaron a ver en ellas el espacio en el cual al chico pobre se le daba una merienda, o una comida diaria. A esto hay que sumarle el paso de alumnos provenientes de clase media hacia escuelas de gestión privada, en el marco de que estas últimas, pese a las cuotas que cobran, siguen siendo subsidiadas por el estado e incluso les pagan a un docente, en la mayoría de los casos, lo mismo que en la escuela pública. Así, a la educación pública le quedó la responsabilidad de educar casi en exclusividad a los sectores populares, mientras que a la educación privada a sectores medios para arriba.
Con la llegada del kirchnerismo esto no cambió, si bien hubo cierta recuperación del empleo, y muchos sectores populares que estaban desocupados, consiguieron entrar a trabajar a en fábrica; muchos de los chicos provenientes de establecimientos técnicos logran incorporarse al sistema productivo. Pero un gran sector social no logró ingresar a él. Entonces, la idea de la escuela pública “para todos” termina chocando con la realidad de pocas posibilidades laborales en el futuro, o pibes que ya prevén su futuro en puestos de trabajo precarios que no requieren demasiados conocimientos para poder llevarlos a cabo. Es en este contexto donde nace la “inclusión educativa” K. De la mano de los planes sociales para los trabajadores desocupados, de la mano de un cierto “Estado interventor” para contener a los sectores sociales que se habían levantado en el 2001; y si bien la cantidad de puestos de trabajo han aumentado, la brecha que sigue recibiendo planes sociales es importante. Es decir: lo que la estructura económico-social no puede contener porque sigue siendo la de un capitalismo salvaje pero “atenuado” por la intervención del Estado…. la escuela debe “contenerlo”.
Así, el kirchnerismo le cargó a la educación una tarea que le queda grande: la de incluir a todos los chicos que el sistema social margina. Por eso no hay docente en nuestro país que no sienta que la educación esta “desbordada” y que el “fracaso educativo” no es responsabilidad de la escuela, sino de la sociedad que sistemáticamente pone obstáculos. Es decir: es muy difícil una verdadera inclusión educativa si en la casa los chicos tienen padres que tienen que trabajar largas jornadas y carecen de tiempo para apuntalar cotidianamente el estudio. O si dentro de la escuela es muy difícil que el docente pueda dedicarles máxima dedicación y atención a sus alumnos cuando tienen que trabajar todo el día con cientos de alumnos por semana. Ningún cambio del sistema de evaluación y/o de promoción puede modificar esta realidad. El gobierno aplica la resolución 1057/14 para “maquillar” los números de las calificaciones y “subir” las estadísticas oficiales de rendimiento escolar. Pero bajo ningún punto de vista esto va a servir para “no estigmatizar” ni “desmoralizar” a los chicos: ese el espejismo que quiere vender el gobierno. Pero esa realidad no es la que sucede en las escuelas porque los docentes son los primeros en tener en cuenta esto y siempre están preocupados por estimular el aprendizaje y despertar el entusiasmo de los alumnos, a pesar de la vida cotidiana que tienen que llevar y de las condiciones paupérrimas en las que se enseña y se aprende.
Si alguna vez, décadas atrás, la escuela fue vista como puente, como medio del pretendido “ascenso social”, hoy ya no es esa su función tal cual se la pensó en tiempos industrialistas, sino que justamente su contrario. En el proyecto educativo K la educación es pensada como una especie de contenedor de jóvenes a quienes, de una manera u otra, hay que hace pasar de año y entregarle un título por haber terminado la escuela. Esto más allá de cualquier dificultad en avanzar con algún tipo de conocimiento. No se busca avanzar en base al conocimiento: el aprendizaje es algo completamente secundario en este proyecto, muy propio de un Estado que quiere alumnos “para el mercado laboral” y no para la formación de una conciencia crítica, reflexiva y comprometida con los cambios de la sociedad.
En este sentido, el decreto de De Lucia, pone blanquea lo que viene sucediendo por abajo: más presión para los docentes, para seguir con una escuela que sea un contenedor social, y números fraguados para justificar algo que en realidad no es.
De lo que se trata es hacer un giro de 180º en la escuela pública que haga centro no en las necesidades del “mercado laboral” sino en la formación de los chicos. Pero una reforma de este tipo no puede realizarse sino emprendiendo una gran transformación social. Una transformación que termine con el capitalismo que engendra día a día la pobreza y la marginación de millones, que les quita un horizonte de promesas a los chicos y que pone a la educación en un lugar subordinado y la hunde en la decadencia. Una transformación que no va a venir de ninguno de los gobiernos actuales sino de la lucha de los trabajadores, los estudiantes y el pueblo pobre y oprimido.
Adrián y Tano, de la Lista Gris Carlos Fuentealba.