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93 días de huelga contra la patronal y Onganía

 

Para 1969 la clase obrera Argentina se encontraba dividida en dos CGTs, la de Azopardo dirigida por Augusto Timoteo Vandor, también llamada participacionista, por su postura de diálogo con la dictadura  de Juan Carlos Onganía y la CGT de los Argentinos, antidictatorial y de discurso antimperialista, dirigida por Raimundo Ongaro, quien era a su vez secretario general del gremio gráfico.

Fabril Financiera era por ese entonces la empresa gráfica más grande del país, situada en el barrio de  Barracas de la Ciudad de Buenos Aires.

El miércoles 15 de enero de 1969 se realizó una asamblea de planta con 1.200 compañeros, sobre un total de 1.300 trabajadores que tenía la gráfica.
El motivo, como parte del plan de racionalización y disciplinamiento del movimiento obrero por parte de la dictadura, fue el despido de 45 obreros, entre ellos 10 miembros de la comisión interna.
La asamblea resolvió parar por tiempo indeterminado: la votación fue unánime. Al término de ésta un miembro de la interna hizo una enumeración de tareas a seguir: 1) hacer un padrón de todos los compañeros con domicilio actualizado para ser visitados diariamente con un boletín de huelga; 2) formar comisiones de activistas; 3) propagandizar el conflicto; 4) hacer un fondo de huelga y  contención de los carneros, éstas entre las medidas más importantes.
A la semana siguiente, en la segunda asamblea con 1.100 trabajadores presentes, un compañero planteó que había que llamar a Asamblea General del gremio para lograr un paro en apoyo a nivel nacional. Esta moción fue muy aplaudida por todos los trabajadores, los dirigentes del sindicato dijeron que en ese momento había que concentrarse en la huelga de Fabril y no dispersarse y así quedó la cosa.
Para ese momento los carneros sumaban 50, el empuje de activistas y estudiantes puso las cosas en su lugar.
Dos grupos le dieron su merecido a dos carneras, a una pintándole la cara con spray rojo y a la otra cortándole las mechas.
Estas acciones despertaron la simpatía del barrio que repudió a las traidoras de cara pintada y pelo corto.
Estos dos simples hechos solamente alcanzaron para  disminuir el carneraje a la mitad.
El día 5 de febrero se realizó la cuarta asamblea, asistieron 450 compañeros, muchos menos que a las tres anteriores. El fondo de huelga no funcionaba muy bien y la mayoría de los trabajadores tenía que hacer changas para subsistir.

Ongaro daba grandes discursos revolucionarios, antimperialistas, de liberación nacional y “la mar en coche”, pero se cuidaba como de pillarse en la cama para que la dirección del conflicto quedara en sus manos. Daba discursos que llegaban a durar hasta dos horas; si bien se mantenía firme en continuar adelante con la medida, no se organizaba ninguna comisión ni se repartían tareas al activismo, tampoco extendía la huelga al resto del gremio.
La falta de organización había hecho que para ese momento vuelvan a trabajar los carneros, esta vez unos 200, si bien la producción era escasa ya habían aparecido las míticas revistas Tío Landrú y Patoruzito.
La burocracia ongarista tomó un par de medidas como para levantar la moral y “salvar la ropa”: una movilización frente a la fábrica que contó con unos 60 compañeros y la convocatoria a un plenario de delegados donde se votó poner al gremio en estado de alerta.

Pero para llevar el conflicto al triunfo el activismo tendría que tomar el toro por las astas y sobrepasar a la burocracia; «burocracia de izquierda», lo que muchas veces la hace más pérfida.
Días de actos
A los 34 días de huelga se dio un paso muy positivo: la formación del comité de movilización, que logra resurgir a los activistas desmoralizados.
A partir de este momento la dictadura se puso más dura, incrementando las fuerzas represivas.
El 21 de febrero se programó otro acto público en Barracas, éste debió trasladarse a Avellaneda debido al cerco policial en las calles California y Montes de Oca.
Por la noche unos 500 obreros gritaban «viva la huelga» en Plaza Alsina, se tiraron volantes, petardos y bombas molotov marchando hasta el Puente Pueyrredón.

En este acto estuvieron presentes Ongaro y el secretario adjunto Francisco Calipo.
El martes 25 se realizó otro acto relámpago en Callao y Corrientes, se arrojaron volantes, petardos hasta que rápidamente llegó la policía, la manzana fue rodeada, se produjeron corridas, disparos al aire y un trabajador fue secuestrado. Después de interrogarlo lo dejaron ir tras amenazarlo para que se dejara de joder con la huelga.
En los primeros días de marzo se realizó otro acto relámpago con la estrategia de anunciarlo en Plaza Congreso (donde estuvo esperando la policía con carros de asalto) y hacerlo en Pompeya. Se gritó a favor de la huelga y se tiraron 7 u 8 bombas molotov.
Para estos días los carneros habían bajado de 250 a 80, en un solo día gracias a los piquetes en la estación Hipólito Irigoyen contra cinco carneros, los tres de Wilde y otro en Monte Chingolo, al parecer sirvieron de escarmiento para el conjunto.
Después de 60 días de Huelga y de haber sido rechazada la moción de realizar un paro en todo el gremio, el plenario de delegados de la Federación Gráfica Bonaerense aprobó para el martes 18 de marzo un paro de cuatro horas, (de 18 a 22 horario en que menos afectaba la producción). Ongaro recién después de dos meses admitía la realización de la medida. Ésta llega tarde, a esa altura los trabajadores se iban desgastando y otras gráficas estaban imprimiendo trabajos de Fabril, como Huecoprint que imprimía toda la línea Patoruzú.
El martes 18 de marzo hubo otra movilización en Flores en apoyo a los obreros, unos 100 manifestantes tiraron volantes y petardos.

Ongaro comienza a preparar la entrega luchando

 

Con el correr de los días, entre el activismo y la base iba creciendo la desmoralización, Ongaro tenía la política de resolver medidas de lucha pero no distribuir tareas entre el activismo, éste tenía que ir hasta el sindicato a pedirlas si quería hacer algo. De esa manera los obreros más activos no lograban tener continuidad en el empuje y menos la base; así muchas de las medidas propuestas quedaban en la nada.
Recién a los 75 días Ongaro se acordó de citar un plenario de delegados para discutir la necesidad de llamar a una Asamblea General del gremio para programar un paro nacional de 24 horas. Eso sí, citó a la asamblea del gremio para el viernes santo, fecha ideal para que no vaya nadie.
A los 85 días de huelga Ongaro parecía dispuesto a jugarse el resto. En la asamblea del lunes 7 de abril propuso el siguiente plan: 1) Para el viernes 11 paro de 24 horas en todo el gremio; 2) boicot a todas las publicaciones de Fabril que se estaban imprimiendo en otros talleres; 3) quite de colaboración y de horas extras; 4) el 29 paro de una hora en todo el gremio y presentación de un petitorio exigiendo un 40% de aumento; 5) el 30 paro nacional de 24 horas en apoyo a ese petitorio; 6) entre estas fechas intercalar plenarios de delegados.
Este plan, aunque tarde, en los papeles era muy bueno, pero en la práctica quedaba diluido ya que nada se organizaba para su aplicación.
El ongarismo por nada del mundo dejaba que vayan a la dirección de la huelga los activistas, a esta altura muy desmoralizados y nada de este plan se cumpliría.

Los trabajadores más lucidos y combativos no lograban sobrepasar a la burocracia.

Ongaro entrega la huelga

El miércoles 16 de abril se realizó la asamblea de fábrica con sólo 300 compañeros, la cuarta parte de asistentes que las primeras.

Ongaro ausente sin aviso, cuando había que hacer el trabajo sucio él no iba a quemar su postura de izquierda. Para eso contaba con segundas líneas, ahora hacía falta el ala más rancia y entreguista de la burocracia.

Desde el comienzo copa la asamblea “el grupo de Vigñas, viejo burócrata y boicoteador de la huelga de Fabril” (1). Planteó que hay que levantar y negociar con la patronal, que la huelga estaba perdida, que ya nada se podía hacer.

Varios de su grupo expresaron lo mismo, él agregó que el barco se hundía, que había que salvar lo que se podía y negociar.

José Villaflor, (prosecretario de Organización) coincidió y planteó que la directiva y el secretariado de Fabril no se oponían a la negociación.

(«Negociar», no había nada que negociar, a esa altura del conflicto esto era dejar que la patronal hiciera lo que quisiera).

Sólo Montes, miembro del secretariado, intentó tibiamente decir que había que seguir adelante, José Villaflor volvió al ataque y Montes debió callarse.

Entre el desconcierto, solamente dos compañeros de base plantearon seguir con  la huelga.

Pero ya era imposible, el burócrata Ongaro sin estar presente había entregado el conflicto de Fabril Financiera, ya nada podía evitar la bancarrota. Después de tres meses de lucha heroica

Rodolfo Walsh, director del periódico de la CGT de  los Argentinos, publicaría la noticia.

Desde la mitad del 68 hubo un paulatino incremento de los conflictos que fue marcando un ascenso del movimiento obrero.

Eran luchas durísimas, muchas eran derrotadas pero a pesar de eso seguía el incremento de la conflictividad, la dictadura tenía el acelerador a fondo para disciplinar a los trabajadores y hacer pasar su plan de hambre.

Entre las huelgas más importantes se destacaron la gran lucha de los trabajadores de YPF Ensenada y esta de Fabril Financiera. Aunque ambas terminaran en derrotas fueron un antes y un después en la lucha de esos años.

Los trabajadores y su vanguardia sacaron conclusiones, aprendieron de sus acciones y sobre todo del accionar de sus enemigos, van reconociendo quién es quién, quiénes están de su lado y quiénes en la vereda de enfrente, por más discurso antidictatorial y de independencia nacional que tengan.

Hasta ese momento, la modalidad predominante de movilización callejera era el «acto relámpago», donde se manifestaba contra el gobierno, se tiraban bombas de estruendo, «volantes» y «mariposas», y se desaparecía rápidamente, cuando llegaban las fuerzas represivas, para evitar caer preso.

Pero, ocurrió algo nuevo el 14  de mayo en la asamblea general de los mecánicos del SMATA realizada en el club Córdoba Sport. Concluida la reunión, se inició una marcha por el centro de la ciudad, que fue disuelta violentamente por la policía.

Los trabajadores esta vez no se dispersaron, sino que enfrentaron violentamente a la represión, en una verdadera batalla campal, lo que reveló claramente que la decisión de ir a una lucha frontal contra el aparato represivo del régimen militar estaba tomada por las bases obreras.

Obreros y estudiantes se hicieron dueños de las calles, sobrepasando a la policía y a la burocracia.

«La lucha revolucionaria es apasionante», sólo un mes después de Fabril Financiera la clase obrera tomaría revancha: amanece el 29 de mayo de 1969 dando comienzo al Cordobazo.

 

Buby Dias

(1)    Semanario del PRT (La Verdad).

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