Por Luis Paredes



Una política revolucionaria frente a la deuda externa –

 

Hay otro camino que el de pagar sin más o exponer al país a las medidas inconsecuentes que tomaron los K en el pasado y que redundaron, en definitiva, en el gobierno que más deuda pagó en toda la historia argentina. Se trata de no pagar la deuda acompañando esto con otras medidas revolucionarias que protejan la economía del país.

¿Cómo romper la dependencia con el imperialismo?

No estamos pensando en el “no pago” populista anunciado por Rodríguez Saa a comienzos del 2002, que declaró esta medida sin acompañarla de ninguna otra de protección de la economía nacional, y que terminó saltando por los aires de la presidencia en pocos días.

Tampoco pensamos en otras cesaciones de pagos del país, siempre ocurridas bajo la presión de los acontecimientos y nunca acompañadas de medidas revolucionarias, como fue el caso de Alfonsín en el final de su mandato, y que terminó en una hiperinflación.

Se trata de comprender que la deuda externa es una forma de sometimiento del país semicolonial o dependiente que es la Argentina a los grandes centros económicos y financieros internacionales. Es un rasgo estructural del imperialismo internacional, y romper con estas características de fondo, desiguales, injustas, expoliadoras, orgánicas del sistema capitalista (caracterizado por la explotación del trabajo ajeno y la desigualdad irremediable entre naciones fuertes y débiles) no puede hacerse por la vía reformista o de “relatos” tramposos como los de los K, sino apelando, realmente, a medidas y ejemplos revolucionarios. Las enseñanzas de la experiencia histórica muestran que no hay otra manera de desembarazarse de la deuda externa que no sea mediante medidas de este tipo.

La búsqueda de una vía “negociadora”, ser más “vivo” que los capitales financieros y caminos por el estilo, que en definitiva redundan siempre en la apelación a los mismos organismos e instancias del sistema capitalista internacional, no pueden llevar a ningún lado.

La salida, antes que económica, es política: pasa por no pagar, por romper los vínculos de dependencia de la economía nacional con el imperialismo. Una medida que, de manera consecuente, sólo podría ser tomada por la clase trabajadora en el poder, nunca por gobiernos burgueses o pequeño burgueses con veleidades “progresistas” como el kirchnerismo.

El ejemplo de la Revolución Rusa

Y, paradójicamente, aquí se coloca la actualidad de la experiencia denostada por Cristina semanas atrás en oportunidad de la heroica lucha de los trabajadores de Gestamp, cuando afirmó que “se habían acabado las tomas del Palacio de Invierno”. Porque, precisamente, el mayor ejemplo histórico del no pago de la deuda a los capitales imperialistas es el de la Revolución de Octubre de 1917, liderada por los bolcheviques, que significó la toma del poder por parte de la clase obrera rusa.

El nuevo Estado obrero no reconoció la continuidad con el Estado zarista anterior, y no sólo por el cambio de carácter de clase del Estado, sino porque estas deudas de los Estados capitalista no sólo se pagan varias veces sino que se contraen en términos beneficiosos para los acreedores a costa del erario público (es decir, los impuestos pagados por los trabajadores).

Los bolcheviques no pagaron y acompañaron su acción mediante medidas revolucionarias, que son las mismas que habría que tomar hoy: la estatización completa de la banca y el comercio exterior, el monopolio estatal del comercio y el manejo de las divisas, y la expropiación de toda empresa con vínculos con los acreedores internacionales o de países que tomaran represalias contra la revolución.

A continuación enumeraremos, entonces, algunas de las medidas tomadas por el poder bolchevique respecto de la deuda externa heredadas de los zares1.

El primer decreto de los Soviets respecto de la deuda a finales de 1917 rezaba simplemente así: “Quedan anulados, sin excepción y sin condiciones, todos los empréstitos contraídos en el extranjero por los gobiernos de los latifundistas y de la burguesía rusa”. Inmediatamente el gobierno revolucionario estatizaba la banca privada.

Posteriormente, el 10 de enero de 1918 se dictó el decreto por medio del cual se bloqueó el pago de intereses y de las amortizaciones de los bonos y otros papeles, y las transferencias de beneficios de empresas extranjeras de capital privado. El 10 de febrero del mismo año se publicó una lista de los empréstitos externos, desconociéndolos sin condiciones. La nueva Federación Rusa optó ni más ni menos que por el repudio de su deuda externa (ver de Alejandro Olmos Gaona La deuda odiosa).

Posteriormente se conoció el decreto del 10 de febrero de 1918 por el Soviet Supremo: a) Todos los préstamos estatales contraídos por los gobiernos, los terratenientes y de la burguesía rusa son declarados en este acto nulos a partir de diciembre de 1917. Los cupones de estos préstamos correspondientes a diciembre no serán pagados; b) Las garantías dadas por dichos gobiernos respecto de préstamos concertados por distintas empresas e instituciones serán igualmente nulas; c) Todos los empréstitos externos sin excepción son anulados incondicionalmente.

Pongamos en pie una gran movilización nacional

La deuda externa de la Rusia de los zares sometía al alicaído imperio a una condición colonial. La totalidad de la deuda ascendía al 60% del producto bruto del país. El servicio de la deuda para enero de 1918 hubiese exigido, sólo de intereses anuales, una cifra que igualaba los ingresos totales de Rusia en 1913, el año anterior a la Gran Guerra. Cualquier intento de acuerdo con la banca internacional hubiese significado el fracaso del gobierno revolucionario.2

La Revolución Rusa tomó medidas revolucionarias como éstas y, sin embargo, en pocos años estaba negociando contratos comerciales y de producción con grandes capitalistas, como el acuerdo con Armand Hammer, un “burgués rojo” amigo de la república de los Soviets que durante años fue el presidente de Occidental Petroleum, gran empresa norteamericana de la época, que cerró importantes acuerdos económicos con Lenin. Lo que muestra que cuando hay una firme conducción política revolucionaria, hasta los mismos capitalistas aceptan las nuevas condiciones.

En definitiva, llamamos a toda la izquierda y demás sectores que estén por el no pago de la deuda a los fondos buitres y a favor de tomar medidas revolucionarias frente a ellos a poner en pie una gran campaña por el no pago de la deuda externa del país, así como a llevar a cabo una gran movilización a Plaza de Mayo para decir bien alto que la crisis la paguen los capitalistas, que a los buitres no se les pague un dólar, por el desconocimiento del fallo de la Corte yanqui y que se tomen medidas revolucionarias para proteger la economía nacional, en primer lugar, los intereses de los trabajadores y sectores populares.

1 ver “La deuda y los Soviets”, de Miguel Abramzón, en www.aldorso.com.ar.
2En 1986 (casi 70 años después de la revolución), la Unión Soviética acordó con el Reino Unido poner fin a la disputa por el repudio de la deuda externa efectuado por los Soviets en 1918. Se canceló la deuda zarista a cambio de que la URSS renunciara a reclamar indemnizaciones por la intervención británica en la guerra civil rusa entre 1918 y 1921. Además, el convenio estableció que los bienes soviéticos incautados, así como los saldos de las cuentas bancarias diplomáticas incautadas por el Reino Unido (en represalia por el repudio de las deudas) serían descongelados y distribuidos entre los acreedores ingleses y los poseedores de títulos de la deuda imperial y de los herederos existentes en la Unión Soviética. Los diarios de Londres estimaron en 37.000 las empresas británicas e individuos que podrían tener algún derecho a los fondos remanentes, cuyo monto se estimó en 68 millones de dólares. Por su parte, EE.UU. había llegado a un arreglo durante la administración de Roosevelt en 1933 (Zalduendo, La deuda externa, Depalma, 1988).

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