Al momento de escribir esta nota, los trabajadores ferroviarios franceses cumplían su octava jornada de huelga nacional, contra la reforma del ferrocarril impulsada por el gobierno de Hollande: ésta mañana las Asambleas Generales de ferroviarios votaron continuar la huelga mañana. La reforma ha comenzado a ser debatida en el parlamento ayer, mientras los ferroviarios de París se manifestaban más allá de que la manifestación había sido prohibida por la Prefectura de Policía.

El gobierno de Hollande, por su parte, ha rechazado posponer el tratamiento parlamentario de la reforma, reclamado por los sindicatos. Cuenta con el apoyo de la oposición patronal y de los grandes medios, que han desencadenado una campaña anti obrera contra la huelga, denunciando los «privilegios» de los ferroviarios, que «toman de rehenes a los usuarios», se quejan de todo, y otras barrabasadas por el estilo.

Es que trata de la primer gran huelga obrera contra el gobierno, justo en el momento de un pico de impopularidad del mismo, y cuando éste se apresta a hacer pasar su política de ajuste. Se trata, luego de meses de ofensiva de la derecha y la extrema derecha, que se coronó con la victoria del Front National en las elecciones europeas, de un cuestionamiento por izquierda al mismo. Y para colmo, de un ejemplo a seguir para los demás sectores en lucha y que sufren los ataques crecientes del gobierno: trabajadores precarios de la industria del espectáculo, de la educación, de la salud, empleados de correos, etcétera.

Nos dedicaremos ahora a reconstruir la génesis y el desarrollo de esta histórica huelga, cuyo desenlace tendrá una influencia central en las relaciones de fuerza entre el gobierno (y detrás de él, los intereses capitalistas) y la clase trabajadora.

Una reforma privatizadora y anti obrera

La reforma consiste en dos puntos centrales: una fragmentación aún mayor de la gestión del ferrocarril, y la “apertura total a la competencia”, es decir, el fin del monopolio del estado sobre el transporte ferroviario. Se profundizaría así la fragmentación que comenzó a introducirse en 1997, cuando se dividió a la compañía estatal de ferrocarriles en dos empresas distintas: SCNF, que realiza todo lo relacionado a la “operación” (conducción de los trenes, venta, asistencia, etc.) y RFF, que se ocupa de la gestión de la infraestructura. La nueva ley prevé crear SNCF-Mobilités, que se encargaría de la operación, y SNCF-Reseau, de la infraestructura: ambas entidades estarían a su vez ligadas a una “SNCF madre”.

Es decir que contrariamente al gobierno que habla de “unificar la gestión del ferrocarril”, asistimos a una profundización del camino emprendido en 1997: a mediano plazo, el objetivo es poner al estado a garantiza la parte menos rentable (inversión y mantenimiento de infraestructura) mientras se privatiza o se abre a la competencia la “operación” del ferrocarril propiamente dicho. Sin duda, a la larga esto se volvería contra los usuarios y los trabajadores ferroviarios: a partir del momento en que el único imperativo es la ganancia capitalista, las condiciones de trabajo y de transporte se van a degradar cada vez más.

A esto se suma la voluntad de destruir el estatuto de los ferroviarios, conquista obtenida gracias a la organización y la lucha (por ejemplo, el hecho de ser empleados del estado y tener por lo tanto estabilidad laboral, una edad jubilatoria algo menor al resto –aunque cumpliendo ciertas condiciones-, entre otras). La ley prevé la supresión de este estatuto y la negociación de un nuevo convenio colectivo “común a los empleados del estado y a los del privado”. Es decir, de lo que se trata es de nivelar hacia abajo, de poner a competir a los ferroviarios entre ellos, de destruir el estatuto de los ferroviarios en pos de una ficticia “equidad” entre los trabajadores del estado y aquellos de las privadas.

De manera más general, la reforma ferroviaria respondería a los imperativos de la UE, que obligan a abrir el sector “a la competencia”. Pero además, de lo que se trata en Francia es de infligir una derrota importante a uno de los sectores más movilizados históricamente, de demostrar que nadie escapa a “ajustarse el cinturón”. De hecho, el gobierno ha aprobado hace algunos meses el Acuerdo Nacional Interprofesional, una reforma del código del trabajo que abarata el despido y permite a los patrones cambiar unilateralmente las condiciones de trabajo, entre otras cosas. Es inadmisible entonces, para la burguesía, que un sector de trabajadores conserve aun cierta estabilidad, que gracias a sus peleas hayan logrado poner un “freno” a la voracidad capitalista: derrotar a los ferroviarios es una tarea de primer orden para la burguesía francesa.

Pero además, la privatización y la destrucción del estatuto de los ferroviarios están íntimamente ligadas. En efecto, como hemos dicho, la privatización, o como mínimo la entrada de “actores privados” en el sector ferroviario, será un argumento para nivelar a la baja las condiciones de los ferroviarios: está claro que en el sector privado las condiciones son mucho peores, y para competir frente a una hipotética gestionaría privada, el estado estaría “obligado” de armonizar el estatuto de sus trabajadores con aquellos del privado. En segundo lugar, la privatización solo será efectiva si se logra avanzar en redoblar la explotación de los ferroviarios: para hacer del ferrocarril una empresa rentable, hace falta destruir todas las conquistas que los ferroviarios supieron conseguir. De ahí que las promesas del gobierno de que el estatuto de los ferroviarios “no se va a tocar” son puras mentiras: la lógica misma de la explotación capitalista es que los patrones pueden disponer a gusto de sus empleados, y en la perspectiva del gobierno de Hollande, el ferrocarril no puede ser una excepción.

Una pelea histórica 

Frente a este brutal ataque del gobierno, los ferroviarios vienen realizando una pelea histórica. La misma comenzó hace tiempo, con jornadas de huelga y movilizaciones que, aunque exitosas, fueron demasiado fragmentarias a causa de la política de la burocracia sindical. Pero ha tomado envión a partir del martes pasado, cuando los ferroviarios se declararon en huelga “reconducible” (es decir, cada día se vota la continuidad o no de la huelga), en la cual se mantienen al cierre de esta edición.

La huelga ha perturbado enormemente la circulación de trenes: a pesar de que la empresa puso a todo el personal jerárquico a hacer circular los trenes, la tónica ha sido de uno de cada tres trenes para las líneas metropolitanas, un TGV (tren rápido) por cada dos o tres en la mayoría de las regiones, uno por cada tres TER (trenes regionales). Es decir, un verdadero impacto sobre el transporte de pasajeros, que explica que la huelga haya sido la noticia más comentada desde hace diez días en todos los medios nacionales.

A esto se suma el impacto sobre la industria, debido a que la huelga afecta también el transporte de mercancías (87 millones de toneladas anuales). Es por esto que la asociación que reagrupa a las empresas que utilizan el transporte ferroviario de mercancías ya anuncio que de continuar la huelga varios sectores (industria química, agroalimentaria y de la construcción) podían comenzar a tener problemas de stock para producir o de salida de la mercadería. Una parte ha debido volcarse momentáneamente al transporte por camión, lo que según voceros de esta asociación significaría un costo de un millón de euros diario.

Además de las consecuencias directas de la huelga, la misma tiene una importancia enorme por las formas de movilización y organización que viene tomando. En la gran mayoría de las estaciones centrales se vienen realizando asambleas generales diarias, abiertas a los trabajadores sindicalizados o no sindicalizados, que votan la continuación de la huelga y las diferentes acciones a seguir. Estas asambleas pueden ser la punta de lanza para evitar que la burocracia sindical termine levantando la lucha y entregando a último momento.

También se vienen realizando acciones como la movilización del jueves 12, que reunió a más de mil ferroviarios que se movilizaron desde las distintas cabeceras luego de las asambleas generales. En algunas estaciones se realizaron bloqueos de las vías, además de actividades a destinación de los usuarios, y movilizaciones conjuntas con otros sectores en lucha. En el día de ayer, martes 17, se realizó una importante movilización hacia el parlamento, más allá de que ésta había sido prohibida por la Prefectura de Policía.

Una de las tareas centrales es precisamente desarrollar la movilización por abajo, la entrada en escena de los huelguistas, que tomen en sus propias manos la lucha. Solo así se podrá garantizar que las diferentes acciones sean realmente un éxito, y que la burocracia se vea imposibilitada de levantar por arriba la lucha.

El gobierno de Hollande cuestionado por la izquierda

Para el gobierno de Hollande, la situación es extremadamente frágil. En un pico histórico de impopularidad, luego de ser derrotado por la derecha en las municipales y por la extrema derecha en las europeas, se ve ahora cuestionado por izquierda, por un sector de la clase trabajadora en lucha.

Sin duda, esta no es la primera lucha obrera bajo el gobierno de Hollande: ha estado la huelga de Peugeot-Citroën Aulnay contra el cierre de la empresa, huelgas aisladas de profesores y en la salud, entre otras. Pero lo cierto es que en los últimos meses, desde las movilizaciones anti matrimonio igualitario impulsadas por los sectores más reaccionarios, la situación aparecía como girada a la derecha, y lo que primaba era un cierto sentimiento de desmoralización, de que “no se podía ganar”. Las sendas victorias electorales del UMP y del Front National fueron un reflejo de esto.

Pero ahora, de lo que se trata es de una lucha obrera, que pone en cuestión el ajuste impulsado por el gobierno, su famoso “Pacto de Responsabilidad” que significa aún mayores facilidades para las empresas y austeridad para los trabajadores. Esto tiene una importancia central, ya que comienza a cambiar toda la tonalidad de la situación política, y que podría pre-figurar una reactivación de las luchas obreras, que vienen de un cierto retroceso luego de la derrota de 2010 contra la reforma de las jubilaciones, y más recientemente con la derrota de algunas luchas obreras de importancia (Peugeot-Citroën, ArcelorMittal, etc.).

Es por eso que todos los partidos patronales, además de los grandes medios, han cerrado filas contra los ferroviarios. Día a día nos bombardean con los mismos clichés de siempre: los ferroviarios son privilegiados, juegan con los pobres pasajeros, etc. Salieron con una campaña acusando a los ferroviarios de poner en riesgo la realización del “Bac” (examen de fin de secundario que da acceso a la universidad), cuando menos del 10% de los secundarios toman el tren.

El UMP, principal partido de oposición de derecha al gobierno de Hollande, anuncio que está en contra de la reforma…porque no va lo suficientemente lejos en la destrucción del estatuto de los ferroviarios. Además, ya anunciaron que no van a prolongar el debate parlamentario “para no hacerle el juego a los huelguistas”, y que solo presentaron algunas modificaciones a la ley…

Los partidos patronales y la burguesía saben que una victoria de los ferroviarios podría ser una caja de pandora, la punta de lanza de una contestación por izquierda del muy golpeado gobierno de Hollande, precisamente en el momento en que hace falta pisar el acelerador en términos de reformas antipopulares. Es por esto que funcionan como un solo puño contra la lucha de los compañeros ferroviarios.

La lucha de los ferroviarios tiene que ganar

Frente a esto, es importantísimo que nosotros golpeemos como un solo puño en apoyo a la lucha de los compañeros ferroviarios. Esta pelea ya está siendo un ejemplo para los demás sectores en lucha, que se vienen solidarizando con la misma.

En este sentido, los empleados de correos del departamento 92 (oeste de Paris), en huelga desde hace más de dos meses, así como empleados de correos de varios centros de Paris, o los trabajadores precarios del espectáculo, han participado en las actividades de las ferroviarios y en sus asambleas. La confluencia de las luchas es una de las condiciones esenciales para ganar, y crece la idea de que si ganan los ferroviarios ganamos todos.

Es por esto que hay que seguir avanzando en desarrollar actividades de solidaridad. Se vienen realizando volanteadas en destinación de los pasajeros, explicando los motivos de la huelga y como la reforma nos va a afectar a todos. Es importante continuar propagandizando la lucha en las diferentes cabeceras, en los lugares de estudio y de trabajo. En ese sentido, votar mociones de solidaridad en las diferentes estructuras sindicales es central para mantener la moral de los huelguistas y hacer frente a la campaña de desprestigio que sufren.

Además, en el corto plazo va a comenzar a plantearse la necesidad de la solidaridad financiera. Hasta el momento, no se han puesto en pie fondos de huelga, pero va a comenzar a ser un problema de actualidad para evitar que algunos compañeros retomen el trabajo por cuestiones económicas; aún más puesto que la dirección de la SNCF viene amenazando con descontar todos los días de huelga en una sola vez, y no distribuirlo en varios meses de salario como se acostumbra.

En todo caso, de lo que se trata es de multiplicar las iniciativas de solidaridad con la huelga. En caso de que la misma triunfe, podría ser un punto de inflexión en la situación política, y un punto de apoyo para otras luchas contra la política de austeridad del gobierno. Es por esto que el gobierno, la oposición patronal y los grandes patrones hacen frente único contra los ferroviarios. Nos corresponde a nosotros, trabajadores, jóvenes, estudiantes, unirnos para que esta lucha y las luchas por venir triunfen y para derrotar el plan de austeridad del gobierno Hollande.

 

Dejanos tu comentario!