Huelga general indefinida para que se vayan todos

Por Víctor Artavia, 16 de mayo 2018

El 18 de abril inició una rebelión popular en Nicaragua contra el régimen burgués, corrupto y autoritario encabezado por Daniel Ortega y Rosario Murillo. Al momento de escribir esta nota el pueblo nicaragüense acumula cuatro semanas de heroica resistencia, donde los organismos de derechos humanos contabilizan 68 muertos y 500 heridos (200 de bala), así como denuncias de personas desaparecidas y otras torturadas bajo arresto. La toma de universidades, reorganización del movimiento estudiantil, levantamiento de barricadas, cortes de ruta (“tranques” en Nicaragua) y enfrentamientos directos con la policía y los grupos de choque de la Juventud Sandinista, son algunas manifestaciones de lo que ya podemos denominar la primavera nica.

En un artículo anterior explicamos los elementos de coyuntura en torno a este proceso[i]. En esta ocasión queremos abordar las causas de fondo para comprender este levantamiento popular y nuestros planteamientos para profundizarlo.

De revolucionarios a burgueses

El Frente Sandinista para la Liberación Nacional (FSLN) libró una prolongada lucha contra la dictadura de los Somoza, cuya culminación fue la insurrección popular de 1979 que acabó con el régimen dinástico. Como toda revolución, la nicaragüense se ganó la solidaridad de la izquierda y sectores progresistas a nivel internacional; además legó icónicas imágenes que persisten en la memoria de millones de personas. Los comandantes del FSLN, al convertirse en la dirección de ese proceso revolucionario, ganaron mucho prestigio como revolucionarios que derrotaron a una de las dictaduras más sanguinarias de América Latina.

Pero ya transcurrieron casi cuarenta años desde esos días gloriosos y muchas cosas cambiaron en el ínterin, entre éstas los comandantes que pasaron de revolucionarios a burgueses.

La primera etapa de esa conversión social ocurrió en 1990 con la “piñata”, como se conoce la repartición de propiedades confiscadas a Somoza por el FSLN antes de traspasar el poder a Violeta Chamorro. Entre febrero y abril de 1990 el sandinismo repartió unas 5 mil propiedades inmuebles, algunas para programas de reforma agraria y urbana que beneficiaron a 200 mil familias (datos de los sandinistas), pero la gran mayoría quedó en manos de la cúpula del FSLN[ii]. En el caso de Ortega, a finales de los años noventa se denunció que con la piñata se apropió de 12 mansiones al sur de Managua con un valor aproximado a los 250 mil dólares de la época, aunque posiblemente tuviera otros activos a nombre de testaferros.

El aburguesamiento de los comandantes se reflejó en un progresivo giro al centro (y cada vez más a la derecha) del FSLN a lo largo de los noventa e inicios del siglo XXI, sellando alianzas electorales con antiguos rivales, incluso con líderes de la “Contra” financiada por los Estados Unidos. Esto generó un vaciamiento del FSLN con la retirada de muchas de sus figuras históricas (que pasaron a constituir otras agrupaciones del sandinismo crítico), dando como resultado el control absoluto del partido por la dupla Ortega-Murillo[iii].

Tomás Borge, uno de los fundadores del FSLN, sintetizó en 2006 la nueva “filosofía política” del sandinismo: “Trabajar para los pobres, pero sin luchar contra los ricos porque es posible. (…) Que se convierte en una parte de la revolución: salud para todos, alfabetización, baja mortalidad infantil y materna. Pero fuimos arrogantes y espero que no vuelvan los males de una reforma agraria arbitraria, la nacionalización del comercio exterior o la arbitrariedad de algunas expropiaciones (…). Ahora somos la izquierda realista, lúcida, fiel a los intereses de los pobres”[iv].

En los últimos años Ortega experimentó una nueva etapa en su transformación social, al amasar una enorme fortuna tras su regreso a la presidencia al son de los petrodólares bolivarianos. Se estima que entre 2008 y 2015 a Nicaragua ingresaron 3.612.700 000 dólares, producto del acuerdo petrolero con Venezuela. Todos estos fondos fueron canalizados por medio de la empresa ALBANISA, cuyos accionistas son PDVSA con un 51% de las acciones y Petróleos de Nicaragua con el restante 49%. Pero esta empresa funciona sin ningún control público y es manejada a su antojo por el gobierno con gente de su entorno, invirtiendo enormes recursos en canales de televisión, farmacias, hoteles, fincas agropecuarias[v]. Entre 2009 y 2012, unos 2,331 millones de dólares de la cooperación venezolana fueron canalizados por fuera del Presupuesto de la República y utilizados de forma discrecional por los Ortega-Murillo[vi].

¿Un nuevo modelo de desarrollo en Nicaragua?

A lo largo del país hay enormes rótulos con la imagen de Daniel Ortega y la leyenda “Nicaragua, cristiana, solidaria y socialista”. Esta particular fórmula se convirtió en el símbolo del gobierno para promocionar el supuesto cambio del país bajo su segunda gestión, la que presenta como una “continuación” de la revolución de 1979.

Durante algunos años dio la impresión que el gobierno de Ortega estaba cumpliendo con eso de “Trabajar para los pobres, pero sin luchar contra los ricos”, producto de la entrada masiva de los petrodólares venezolanos que inflaron las arcas del Estado y permitieron desarrollar programas asistencialistas (como Hambre Cero, Usura Cero y Bono Productivo), a la vez que garantizar jugosos negocios con las cámaras del sector privado. Por ejemplo, desde 2010 hasta la actualidad, Nicaragua tuvo un crecimiento anual cercano al 5% del Producto Interno Bruto (PIB), mientras que en el resto de países de la región rondó el 3%. Además, según cifras gubernamentales, entre 2014 y 2016 la pobreza nacional pasó de 29.6 a 24.9 por ciento, mientras que la pobreza extrema de 8.3 a 6.9 por ciento.

Pero basta escudriñar un poco las estadísticas para darse cuenta que el país pinolero sigue en función de los de arriba y no experimentó ningún recambio productivo hacia un modelo solidario y, mucho menos, socialista:

  • Los más ricos del país, equivalente a un 0,003% de la población nicaragüense, tiene un patrimonio equivalente a 2,7 veces el PIB nacional.
  • Un 80% de la población económicamente activa trabaja en el sector informal.
  • El Banco Interamericano de Desarrollo (BID) calcula que un 80% de la población habita en casas que no cumplen los estándares mínimos de habitabilidad.
  • Las remeses son el principal factor de contención de la pobreza, incluso más importantes que los programas asistencialistas.
  • Nicaragua es un paraíso para las “zonas de libre comercio” (modelo similar a las zonas francas en Costa Rica), donde se instalan empresas transnacionales que gozan de exenciones fiscales en sus importaciones y tienen vía libre para violentar los derechos laborales. En 2014 las exportaciones de las empresas bajo este régimen alcanzaron los 2400 millones de dólares.
  • En 2014 un 60% de los hogares no tenían acceso al agua potable, 40% carecía de acceso a servicios de saneamiento y 20% no contaba con acceso a la electricidad.
  • Un 60% de las familias no pueden comprar todos los 53 productos de la canasta básica con sus ingresos totales.

Por otra parte, la crisis del chavismo está impactando negativamente a la economía nicaragüense que, en promedio, deja de percibir 500 millones de dólares anuales, además de experimentar una caída estrepitosa en las exportaciones hacia ese país (su segundo socio comercial), pasando de 437 millones de dólares a 116 millones de dólares en 2017[vii].

Esto puso en crisis el modelo asistencialista y por eso el gobierno de Ortega viene aplicando medidas de ajuste cada vez más fuertes (como fue la reforma anti-obrera del INSS), las cuales hicieron resurgir los cuestionamientos sobre los alcances de su modelo “alternativo” entre los sectores populares, minando su capacidad de contención de las luchas.

No podemos dejar de referirnos al carácter conservador del régimen de Ortega-Murillo. Durante los años ochenta el FLSN estuvo ligado a las comunidades de base cristianas (influenciadas por la teología de la liberación), pero desde 2001 se distanció de estos sectores para asociarse con sectores de la Iglesia Católica (particularmente con el cardenal Miguel Obando y Bravo, otrora enemigo de la revolución) y con las iglesias evangélicas.

Fruto de esta alianza reaccionaria fue el apoyo de la bancada parlamentaria del FSLN en 2006 a un proyecto que derogó el aborto terapéutico de la Constitución, el cual fue incluido desde 1893 por el gobierno liberal de José Zelaya.  Rosario Murillo, referente del giro conservador y religioso del FLSN, declaró en 1996: “Defendemos y estamos totalmente de acuerdo con la iglesia y las iglesias en que el aborto afecta profundamente a las mujeres porque no nos recuperamos nunca del dolor y del traumatismo dejado por un aborto. Cuando se ha recurrido a lo que se ha tenido que recurrir, no se recupera jamás”[viii].

Murillo también es la promotora de los “árboles de la vida”, símbolos de la Cábala del Antiguo Testamento. En total hay 140 estructuras enormes en la capital y varios puntos del país, cada una con un costo de 25 mil dólares. En estas semanas fueron derribadas más de una decena de esas horribles estructuras como parte de los actos de protesta contra el gobierno, al estar asociadas al régimen de Ortega-Murillo.

Por último, el gobierno de Ortega ha sido sumamente represivo hacia el movimiento feminista, un sector social opositor a sus políticas conservadoras y una de las principales voces de denuncia por la conocida violación de Ortega hacia su hijastra Zoilamérica Narváez.

Todo lo anterior desnuda el verdadero carácter de la Nicaragua de Ortega-Murillo: cristiana (¡en su versión más reaccionaria!), neoliberal y autoritaria.

Un régimen bonapartista autoritario

En el plano político, el régimen de Ortega-Murillo destaca por un estilo de mandato bonapartista, donde Ortega se posiciona como un líder que “premia y castiga” a su antojo, sin ningún mecanismo institucional de contrapeso o reglas de juego estables; además de apelar a las fuerzas represivas para lidiar con cualquier tipo de oposición en las calles.

Desde 2009 sostiene una relación privilegiada con el Consejo Superior de la Empresa Privada (COSEP) mediante la creación de mesas de negociación para organizar los negocios, alianza estratégica que le permitió restar fuerza a la oposición burguesa. El gobierno se refiere a esta relación como un esquema del “diálogo-consenso”, el cual básicamente consiste en “un sistema cerrado, excluyente, de intermediación directa, en el que la cúpula del sector privado comparece como único actor en representación del resto de la sociedad a negociar los asuntos económicos con el Gobierno, y los acuerdos se convierten posteriormente en leyes, endosadas por un parlamento que no tiene poder de deliberación porque está totalmente sujeto al Ejecutivo”[ix].

Este régimen bonapartista fue estable en el marco de la bonanza económica con los ingresos del chavismo, que permitían sostener un asistencialismo para contener a los sectores populares, garantizar el enriquecimiento de los Ortega-Murillo y facilitar las condiciones para que los empresarios hicieran negocios con grandes facilidades desde el gobierno. Pero la crisis del chavismo erosionó este funcionamiento armónico con los empresarios, lo cual quedó expuesto con la forma unilateral como el gobierno decretó la reforma del INSS, la cual elevaba la cuota a la clase trabajadora y el aporte patronal (que después podían recuperar como gastos deducibles del impuesto de renta).

Los detonadores mediatos e inmediatos de la rebelión popular

La primavera nica estuvo precedida por varias medidas anti-populares del gobierno, a las cuales se sumó el malestar por la situación económica del país.

En primer lugar, el 12 de marzo Rosario Murillo declaró que iban a “revisar” las redes sociales por su influencia en la sociedad, particularmente en las comunidades y familias. Aunque no se especificó qué implicaba esto, fue asumido por la población como medidas de control y censura sobre las redes sociales, lo cual generó gran malestar entre la juventud, principal segmento de la población usuario de las mismas. Desde el 2014 el gobierno ofrece servicio de Wifi gratuito en los parques del país (ahora suspendido tras el estallido de las protestas), lo cual masificó su uso.

En segundo lugar, el incendio de la reserva Indio-Maíz y la negligencia del gobierno para atender la catástrofe ambiental, facilitando la extensión del fuego que consumió miles de hectáreas con una riqueza ambiental inigualable. Esto generó un primer movimiento juvenil a inicios de abril, con jóvenes universitarios que se organizaron para protestar exigiendo medidas al gobierno, que tuvieron que enfrentar provocaciones de la Policía y la Juventud Sandinista.

En tercer lugar, la reforma al INSS que estableció el gobierno sin consultar a ningún sector y que recargó el costo de la crisis sobre la clase trabajadora y las personas pensionadas. Su salida fue seguir las recomendaciones del FMI y decretar de emergencia una reforma de cortísimo alcance, pues el INSS está en quiebra producto de una gestión corrupta de los fondos de pensión y la reforma de Ortega era un “respiro” por diez años. Esto generó protestas de personas pensionadas, a las cuales se sumaron espontáneamente los estudiantes universitarios desde el 18 de abril, las cuales fueron reprimidas por el gobierno, desencadenando el estallido social a partir del 19 de abril.

La lucha contra la reforma al INSS rápidamente despertó la solidaridad de otros sectores, como el movimiento campesino, que tiene cinco años luchando contra la construcción del canal, proyecto que representaría la pérdida de tierras para miles de campesinos (además de la destrucción ambiental) en función de enriquecer a Ortega y sus socios.

¿Rebelión popular o complot derechista?

Tras el estallido de las protestas no tardaron en surgir las voces de la “izquierda” en defensa del gobierno de Ortega, principalmente de los sectores pro-chavistas que acusan a los manifestantes de ser parte de un complot de la derecha y del imperialismo yanqui, equiparando a los estudiantes nicaragüenses con las “guarimbas” reaccionarias de Venezuela. También apelan a factores geopolíticos para “justificar” que una caída del gobierno de Ortega beneficia al imperialismo para atacar a Venezuela y Cuba, por lo cual hay que oponerse a la lucha del pueblo nicaragüense[x].

De esta forma pretenden restarle validez a las protestas protagonizadas por cientos de miles de trabajadores, estudiantes, mujeres y campesinos, quienes inicialmente salieron a repudiar la represión del gobierno contra el movimiento estudiantil, pero que ante las decenas de muertos producto de la escalada represiva comenzaron a pedir la salida de Ortega y Murillo del poder.

Por eso valoramos como muy progresiva la primavera nica, una rebelión popular que enfrenta a uno de los gobiernos burgueses más conservadores y autoritarios de la región. Por primera vez desde la revolución de 1979 el sandinismo perdió el control de las calles, lo cual replantea las perspectivas de las luchas sociales y la reconstrucción de la izquierda revolucionaria en el país.

Los sectores populares ya no se aplacan por el miedo al gobierno, la policía y los grupos de choque sandinistas, sino que salen a enfrentarlo con métodos de lucha radicales (herencia de la revolución de 1979), levantando barricadas en los barrios y comunidades. En el medio de la lucha comenzó a gestarse un proceso de reorganización del movimiento estudiantil, desbordando la estructura burocrática y corrupta de la oficialista Unión Nacional de Estudiantes de Nicaragua (UNEN), primer paso para liberar a la juventud universitaria del chaleco de fuerza del FSLN.

Ahí radica la enorme riqueza de este proceso en curso que, más allá del resultado que depare, desde ya marcó un antes y un después en la lucha de clases de Nicaragua. Además es una escuela de aprendizaje para las nuevas generaciones militantes en la región, que pueden encontrar una riqueza de enseñanzas sobre la lucha callejera que protagoniza la juventud y el pueblo nicaragüense.

Por último, corresponde tener presente los límites del proceso, siendo muy importante la despolitización del movimiento, muy característico de las rebeliones populares con protagonismo de las nuevas generaciones, las cuales desarrollan sus primeras experiencias de lucha casi desde cero. Esto coloca al movimiento es una situación muy voluble, propenso a ser cooptado o instrumentalizado por sectores ajenos a la lucha, como la COSEP, la Iglesia o incluso organismos internacionales de “derechos humanos” adscritos a la OEA (ente servil al imperialismo yanqui) en el marco de la trampa del “diálogo nacional”, operativo para impedir que se profundicen las movilizaciones con una eventual ruptura de la institucionalidad burguesa. Esto puede verse facilitado porque la pelea se libra contra un gobierno que se presenta de “izquierda” ante la conciencia de millones de personas, lo cual puede dar paso a un giro a la derecha ante la ausencia de una verdadera alternativa por la izquierda.

Al momento de escribir esta nota sostenemos que la primavera nica es sumamente progresiva, pero es una caracterización abierta y sujeta a los desarrollos de la lucha de clases.

Entre la lucha callejera y las mesas de diálogo

La rebelión popular tuvo una primera oleada entre el 18 y 28 de abril, donde la COSEP y la Iglesia intervinieron convocando a movilizaciones enormes para encarrilar la lucha hacia el diálogo nacional convocado por Ortega. Esto dio paso a varios días de expectativa hasta que se instalara el mismo, pero las semanas transcurrieron y no se materializó ninguna convocatoria, tiempo durante el cual el gobierno libró una contraofensiva con sus medios de comunicación, movilizaciones de funcionarios públicos (bastante débiles con respecto a años anteriores) y sobre todo con sus grupos de choque de la JS (armados con AK47), los cuales realizaron asesinatos selectivos de estudiantes en las facultades y barrios en rebelión, todo con el beneplácito de la policía.

Pero en la última semana se produjo un nuevo ascenso de las movilizaciones, que tuvo su pico el 9 de mayo con la convocatoria estudiantil de una multitudinaria marcha en Managua que congregó a 300 mil personas. En los barrios de Managua y pueblos aledaños se reactivaron las barricadas, librándose verdaderos combates en la ciudad de Masaya con saldo de varios muertos y heridos. El movimiento estudiantil conformó una Coalición Universitaria para agrupar a los diferentes sectores en lucha y en los últimos días se tiraron a las calles los estudiantes de secundaria (que también fueron reprimidos).

Lo anterior con una enorme contradicción: ¡toda la presión y expectativa está colocada en el diálogo nacional como mecanismo para sacar a Ortega-Murillo! Esto es producto de varios factores: a) la despolitización del movimiento que no advierte aún que el diálogo es una trampa, b) la legitimación del diálogo desde la Iglesia, institución que cuenta con apoyo popular en Nicaragua, y c) las expectativas de sectores de masas en dirimir el conflicto por esa vía y no por un enfrentamiento mayor con el FSLN, pues el país aún está marcado por la experiencia de la dolorosa guerra civil de los ochenta.

Mientras escribíamos esta nota se realizó la primera sesión del “diálogo nacional” con la mediación de la Conferencia Episcopal, que lo calificó como un “diálogo riesgoso” porque el gobierno no garantizó las condiciones previamente solicitadas, en particular el cese a la represión. Por eso la negociación se desarrolló con movilizaciones por todo el país. El movimiento campesino sostiene 10 cortes de ruta en la zona sur y está denunciando el diálogo porque fueron excluidos. Además el movimiento estudiantil mantiene la toma de las universidades y sus representantes realizaron una intervención muy fuerte en el diálogo llamando asesino a Ortega y planteando que no iban a negociar nada, sólo la salida del gobierno del poder. Los empresarios salieron preocupados por el tono elevado de la discusión y por la actitud provocadora de Ortega.

Así, la primavera nica llegó a un punto bastante complejo: por un lado, un gobierno que desató una escala represiva con asesinatos selectivos de decenas de protestantes, pero que hasta el momento no le bastó para provocar una desmoralización y desbandada de quienes luchan; por el otro, una rebelión popular en curso que puso en jaque al régimen de Ortega-Murillo, pero que todavía no tiene la fuerza para darle el mate y sacarlo del poder, para lo cual precisaría radicalizarse hasta transformarse en una huelga general indefinida.

En este punto la mesa de diálogo es presentada como la “única solución” para fortalecer la democracia, pero es una emboscada en función de los intereses de la burguesía nica y las instituciones del régimen, algo que queda manifiesto con la composición de la mesa, donde los estudiantes y sectores en lucha (que han puesto los muertos) son minoría, mientras que abundan los juristas, representantes de la prensa, rectores universitarios, “dirigentes sindicales” pro sandinistas, representantes de las cámaras patronales, etc.

Un programa revolucionario para la primavera nica

La única vía para que se produzca un triunfo del pueblo nicaragüense es que la primavera nica avance hacia una huelga general indefinida que acabe con el gobierno de Ortega-Murillo y refunde Nicaragua sobre nuevas bases sociales. Por eso planteamos:

  1. El diálogo y los acuerdos por arriba no son la solución para los problemas de la clase trabajadora, estudiantes, campesinos y mujeres en Nicaragua. La salida tiene que ser democrática y por abajo, para lo cual es necesaria una Asamblea Constituyente para refundar el país desde los explotados y oprimidos, en la perspectiva de construir una Nicaragua socialista y verdaderamente independiente del imperialismo.
  2. Mientras persista el régimen autoritario y corrupto de Ortega-Murillo no hay posibilidad de refundar el país, pues ellos son el principal garante de todas las formas de explotación y opresión en Nicaragua. Tampoco se puede confiar en la COSEP y la Iglesia, porque defienden a los empresarios y los sectores conservadores, respectivamente. Por eso hay que organizar una huelga general indefinida para que se vayan todos. ¡Ni con Ortega, ni con la COSEP, ni con la Iglesia!
  3. Para organizar la huelga general indefinida es preciso conformar comités de lucha en las universidades, barrios y centros de trabajo, donde se discuta y vote un plan unificado para derrotar al régimen de Ortega-Murillo.
  4. En todas estas semanas el gobierno demostró que no quiere ceder el poder y está dispuesto a continuar matando activistas estudiantiles y luchadores en los barrios. Ante eso es necesario un plan contra los grupos de choque de la JS y la policía, que debe contemplar el armamento popular para la autodefensa.
  5. La eventual salida del gobierno de Ortega-Murillo inmediatamente plantea el problema del poder, es decir, quién gobierna. Para garantizar la convocatoria a una Asamblea Constituyente para refundar el país, es necesario constituir un gobierno provisional de trabajadores, campesinos y estudiantes en lucha, electo desde los comités de lucha en los barrios, universidades y centros de trabajo.

[i] Artavia, Víctor. ¿Hacia dónde va la rebelión popular en Nicaragua? Enhttp://npssob.com/internacionales/hacia-donde-va-la-rebelion-popular-en-nicaragua/(Consultada el 14 de mayo de 2018).

[ii]. “Piñata” sacude a Nicaragua. En https://www.nacion.com/archivo/pinata-sacude-a-nicaragua/27RDFRK3O5BPBPT6MELFWTUIVU/story/ (Consultada el 15 de mayo de 2018).

[iii] Renk, Hans Peter. ¿Sandinismo o“danielismo”? En http://vientosur.info/spip.php?article12263 (Consultada el 15 de mayo de 2018).

[iv] Ídem.

[v] Schindler, Mathias. El comienzo del fin del Gobierno Ortega-Murillo. Enhttp://vientosur.info/spip.php?article13786 (Consultada el 14 de mayo de 2018).

[vi] Redacción de La Prensa. Ortega entre las fortunas “top secret”. En https://www.laprensa.com.ni/2012/10/16/politica/120165-ortega-entre-las-fortunas-top-secret (Consultada el 16 de mayo de 2018).

[vii] Vargas, Oscar René. Un país fracturado en lo social y lo político. En http://vientosur.info/spip.php?article13428 (Consultada el 15 de mayo de 2018).

[viii] Renk, Hans-Peter. ¿Sandinismo o “danielismo”? En http://vientosur.info/spip.php?article12263 (Consultada el 15 de mayo de 2018).

[ix] Carlos F. Chamorro. ¿“Modelo COSEP”, o el régimen de Ortega? Enhttps://confidencial.com.ni/modelo-cosep-regimen-ortega/ (consultado el 24 de abril de 2018).

[x] Es un error iniciar cualquier análisis marxista desde la geopolítica y no desde las dinámicas propias de la lucha de clases. La geopolítica es un factor importante a considerar, pero siempre de forma subsidiaria, nunca es el punto de partida.

 

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