por Roberto Sáenz



Ningún genocida en libertad. El 24 marchemos contra Macri y la tregua de las direcciones sindicales

“Cada vez que las condiciones objetivas exigen un nuevo giro, un viraje audaz, una iniciativa creadora, la resistencia conservadora manifiesta una tendencia natural a oponer a las nuevas tareas, a las nuevas condiciones, a la nueva orientación, las ‘viejas tradiciones’ (…) la envoltura vacía de un período que acabamos de dejar atrás (León Trotsky, Nuevo curso).

Como venimos señalando en nuestras últimas ediciones, la nueva situación política ha supuesto, también, una modificación de la coyuntura. Las jornadas de diciembre le impusieron una suerte de “frenazo” al gobierno, que en vez de ir para una crisis incrementada (como parecía ocurrir en el verano), ha resultado ahora en un “planchazo”.

Aun con grandes movilizaciones como la ocurrida el 8 de Marzo, o la que se espera para este 24, no hay descontrol.

¿Cómo se explica esto? Sencillo: luego de los meses de verano en que Macri parecía no haber tomado nota de las circunstancias, ocurrió un giro de su gobierno hacia una agenda más “amigable” (al menos, una disimulación). Simultáneamente los K, detrás de la consigna “hay 2019”, han girado abiertamente hacia la gobernabilidad. Con el gobierno y los K esbozando giros hacia el centro, la coyuntura parece adormecida (pero más a la izquierda de lo que se venía).

Esta realidad es la que determina un giro en la táctica de la izquierda, al menos en lo inmediato. La burguesía sigue encolumnada detrás del gobierno; no hay división burguesa. Pero el giro de los K a la gobernabilidad, impide llevar adelante la unidad de acción: no se puede luchar con quien no lo quiere.

Este giro en la realidad abrió una fuerte crisis en el Encuentro Memoria, Verdad y Justicia para este 24. La crisis se “resolvió” porque los K finalmente desistieron del acto común que proponían el tándem del PCR y el MST. Sin embargo, no ha existido una paralela clarificación política de las cuestiones; a ellos nos dedicaremos a continuación.

El gobierno gira al centro

Durante el segundo semestre del año pasado asistimos a un giro a la derecha de Macri. Luego de año y medio de tanteos, a partir de su triunfo en las PASO, Cambiemos pareció decidirse a “ir por todo”. La desaparición forzada de Santiago Maldonado y la cerrada defensa de Patricia Bullrich de la Gendarmería, inclinaron el péndulo para ese lado.

Macri se impuso en octubre y en noviembre lanzó su agenda de “reformismo permanente”: un intento de ir hacia políticas de shock. Aun sin tener mayoría en las cámaras, creyó que el peronismo se ordenaría detrás de él: que podría consagrar contrarreformas como Temer en Brasil.

Pero en las jornadas de diciembre se topó con una pared que hizo añicos estas ilusiones. Sus propuestas reaccionarias (liquidación de las indemnizaciones, avances sobre los derechos de los abuelos), sumadas a la militarización del Congreso, fueron demasiado.

Tanto se crisparon los ánimos que la CGT se vio obligada a convocar un paro general al que no le puso el cuerpo; el kirchnerismo hizo una batahola en Diputados, que polarizó más las cosas. Estos elementos facilitaron la salida a las calles de una multitud en dos jornadas históricas de luchas y enfrentamientos en la Plaza Congreso.

Los aires al 2001 que se respiraron esos días, modificaron la situación política. Sin embargo, sin medir las circunstancias, Macri pretendió seguir con su agenda derechista en los meses de verano; la defensa de Chocobar lo escenificó.

En el medio, la popularidad se derrumbó; el gobierno parecía girar en el vacío. El odio al gobierno se propagó como una epidemia: “Macri, la… que te parió” arrancó en las canchas y se generalizó a los teatros, subtes, movilizaciones; a todos lados.

Como trasfondo, la economía daba signos de no estar bien. Subastas de Lebacs cada vez más onerosas; un Banco Central interviniendo para frenar el dólar, precios que aumentan sin cesar. La bronca de los trabajadores tiene su base material en que a muchos no les alcanza para llegar a fin de mes.

De ahí que volvieran las imágenes del helicóptero; las especulaciones si Macri logrará finalizar su mandato.

Pero ocurrió una bisagra: el 21 de febrero. Moyano hizo un discurso exprés, anodino, postulando que la salida sería “votar bien en el 2019”. Salió del acto declarándose “dispuesto a reunirse con Macri”.

La intervención de Moyano no lo expresó solamente a él. La realidad es que las fracciones más “opositoras” del peronismo como los K (asimismo los “papistas” y la CTEP), estaban colocándose en la misma línea. Se comenzaron a realizar reuniones entre los K, Massa y Randazzo bajo la idea de que “el límite es Macri”[1]

La movida de los K entraña varios factores. Uno, salir a capitalizar la bronca contra el gobierno. Pero la complejidad de la cosa es que los K deben hacerlo de manera tal de volverse elegibles para la burguesía. Es que, finalmente, eso son: una fuerza política burguesa no importa cuán “progresistas” aparezcan.

Y para volver a ser elegibles, deben dar muestras de buen comportamiento. Es decir, ser garantes de la gobernabilidad.

Lo interesante del caso es que junto al movimiento hacia la derecha de los K (y de la burocracia como un todo[2]), alguien avivó a Macri que tal como iban las cosas se iba al desastre; de ahí que el gobierno esté ensayando un giro pero en sentido contrario: al centro.

Este giro se aprecia en cuestiones visibles. Por un lado, facilitar la apertura del debate sobre el derecho al aborto, que tiene la ventaja adicional de dividir a los K devolviéndole “favores” a Francisco (que en la Argentina se votara el derecho al aborto, sería un bochorno para su papado).

Abrir el debate no significa tener una definición en favor de que salga la ley. El Senado es un escollo tremendo. Pero de mantenerse la presión en las calles, y crecer más la opinión favorable de la sociedad, habrá que ver la cosa: la pelea está abierta.

Por otra parte, el relato del “reformismo permanente” se archivó y volvió a aparecer el “gradualismo”. El ajuste continúa y las luchas por lugar son durísimas; nada de eso ha cambiado ni va a cambiar (ver los casos del Posadas o el INTI a este respecto).

Sin embargo, el gradualismo significa una determinada administración del ajuste. Expresa que el gobierno se da cuenta que necesita mejores condiciones para ir a una política de shock, reelección del 2019 mediante.

De todas maneras, repetimos, el ajuste continúa; el gobierno mide la coyuntura, recupera aire y vuelve a la carga. Ahí está el trascendido de que volverá tramposamente a la carga con la contrarreforma laboral en junio, en pleno Mundial.

Es que, amén de la nueva situación política, el gobierno sabe que el gradualismo significa jugar con una serie de condiciones económicas favorables que podrían acabarse abruptamente: principalmente, el financiamiento internacional. La deuda externa viene creciendo exponencialmente. Y medidas proteccionistas como las de Trump, multiplican el desbalance comercial, lo que suma fragilidad al plan económico.

La promesa a los empresarios es que si logra reelegirse en el 2019 vendrá el shock… Pero hay analistas que recuerdan que lo que no se hace en la primera presidencia, difícilmente se logre en la segunda.

El giro al centro del gobierno, los K y la burocracia, el juego a planchar la coyuntura, llegar al Mundial y largar la campaña presidencial, es lo que caracteriza las últimas semanas, y lo que le quita bases a que la unidad de acción sirva para impulsar la movilización.

La unidad de acción es para pelear  

Fue la propia realidad la que finalmente resolvió la discusión en el Encuentro: se marchará contra Macri de manera independiente de los K, una posición que defendió a ultranza nuestro partido.

Sin embargo, esto no quiere decir que la crisis se haya resuelto. El Encuentro se encuentra sometido a dos presiones. Por un lado, una presión “sindicalista”. Finalmente, el núcleo del mismo son las organizaciones de derechos humanos, cuya tarea específica está vinculada al castigo a los genocidas. Del lado de los K están las organizaciones más grandes; y muchas veces, tanto organismos K como independientes, hacen correctamente causa común en casos específicos.

Es verdad, además, que la agenda de Macri es ultrareaccionaria. Ahí estuvo la excarcelación (ahora revertida) de Etchecolatz, lo mismo que acaba de proponer ahora Fernández Meijide, ni más ni menos que para Astiz.

Sumémosle, además, otras múltiples aberraciones de los funcionarios del gobierno, como la afirmación de que sería “falso” que existan 30.000 desaparecidos, o la multiplicación de esfuerzos para involucrar a las Fuerzas Armadas en las tareas de seguridad interna con la excusa de la “guerra al narcotráfico”.

Todo esto demuestra que el gobierno de Macri es el más derechista desde 1983. Sin embargo, de ahí a afirmar que el gobierno sería “semi-fascista” (posición esbozada por el PCR), sólo puede estar al servicio de confundir las cosas.

Los organismos de derechos humanos tienen dudas legítimas sobre el carácter del gobierno. Pero que las tenga el PCR, no es creíble: su definición es instrumental para pasar algún acuerdo de conciliación de clases como siempre ha sido en su historia; entregar la independencia política por algún enjuague por arriba.

El maoísmo argentino siempre ha sido una fuerza extremadamente oportunista[3]. Y ahora parece estar girado a buscar un acuerdo con el peronismo, específicamente con los K. Agustín Rossi, jefe de bancada kirchnerista, acaba de proponer para 2019 “una gran PASO que abarque desde el Frente Renovador hasta la izquierda”…

Los K tienen un problema real: la izquierda ha ganado prestigio. Pero solamente podrá imponerse si logra mantener, intransigentemente, su independencia (algo sobre lo que el MST debería reflexionar luego de su frente único con el PCR este 24)[4].

Las exageraciones en política están siempre al servicio de desviaciones, sean éstas oportunistas o sectarias. El gobierno de Macri no es “fascista”. Es un gobierno burgués normal, pero de derecha. Basado en la legitimidad electoral, no ha logrado todavía fuerza para gobernar por decreto. Se verá si lo logra más adelante.

Hacer causa común con los organismos K alrededor de cuestiones concretas, no sólo es legítimo, sino una obligación elemental. Pero otra cosa es ir a una jornada como la del 24, política y de lucha, sin delimitarse de su giro a la derecha; de su política de gobernabilidad a ultranza; de las direcciones sindicales jugadas a planchar todo: una jornada de lucha en común con quien no quiere luchar es un contrasentido político.

La unidad de acción para las acciones de conjunto ha salido de la agenda. Al menos, en esta coyuntura. Las fuerzas burguesas se niegan a movilizar cuando se pone en juego la gobernabilidad: juegan a destiempo. Esto mismo hace siempre la burocracia: es maestra en jugar con los tiempos políticos. Posan de “luchadores” cuando no pasa nada; evitan convocar cuando pueden ocurrir desbordes.

Desde ya que existen situaciones grises, contradictorias, que agarran a los burócratas mal parados (un poco como ocurrió en diciembre). Esas situaciones las explotamos para intentar desatar la movilización recorriendo un trecho de la lucha con las direcciones traidoras. Pero hacemos esto a sabiendas que en algún punto van a traicionar; de ahí que debamos disputarles la dirección.

Hay también situaciones inversas. La burocracia y las corrientes burguesas como los K, al sentir la presión de la izquierda, nos pueden lanzar un “abrazo del oso”, una “cascará de banana”, para arrastrarnos a su terreno; endulzarnos los oídos con un “palco común”, mezclar las banderas para decir “vieron, está todo bien con la izquierda, somos lo mismo”…

Este 24 hay que pelear contra Macri pero sin cederles a su idea de que la fecha es un “feriado institucional”, una “efemérides”. No se puede esperar al 2019. A Macri hay que intentar sacarlo antes con la movilización popular.

¡Ningún genocida en libertad!

La marcha del 24 llegó en este cambio de coyuntura. Las organizaciones revolucionarias deben saber medir cada coyuntura, girar cuando cambian. A veces las coyunturas duran poco tiempo. Pero la política revolucionaria, para ser justa, siempre se debe ordenar alrededor de ellas; tiene fuerza si logra evaluar correctamente todos los elementos.

Hacer un palco común con los K en este momento; aparecer abrazados a Rossi, Yasky y compañía, hubiera sido un desastre de proporciones: un factor de confusión política. Creer que somos “más vivos” y que le hubiésemos “leído en la cara” un documento crítico, es una idiotez: es reducir la política a maniobras (PTS dixit): “(…) no hay que confundir el sentido revolucionario con el olfato oportunista. Este último puede aportar éxitos efímeros, algunas veces hasta sensacionales; pero es un instinto político de orden menor, que siempre tiende hacia la línea de menor resistencia. Mientras que el leninismo trata de plantear y resolver los problemas revolucionarios fundamentales, de superar los principales obstáculos, su contrapartida demagógica consiste en eludir los problemas; en suscitar un apaciguamiento ilusorio, en adormecer el pensamiento crítico” (Trotsky, ídem).

¡Vamos a una jornada independiente contra Macri este 24! ¡El Nuevo MAS, junto con Las Rojas y la corriente sindical 18 de Diciembre nos vamos a jugar con todo para hacer de esta jornada un día histórico!

 

[1] Esa línea divisoria todavía no es consenso en todo el peronismo; Pichetto y los gobernadores siguen con la orientación de que el “límite es Cristina”. Pero no está claro para qué serviría un peronismo idéntico a Cambiemos.

[2] La crisis de la CGT tiene que ver con que nunca se pasó a la oposición. Pero tampoco se ha decidido Moyano. De ahí que suenen huecas las afirmaciones de que “volvería a la línea opositora de los años 90” (en esa década impulsó algunas medidas de fuerzas reales, ahora no se ve un curso similar).

[3] En 1989 llamó a votar a Menen, y en los años 70 apoyó a Isabel Perón, por dar solo un par de ejemplos.

[4] El MST tiende a perder fácilmente la línea de clase, un elemento constitutivo esencial de Izquierda al Frente. No olvidamos que ha venido a un frente de independencia de clase con nuestro partido, luego de un largo extravío que implicó acuerdos con “Pino” Solanas, Mario Cafiero, Luis Juez, y un largo etcétera.

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