Démosle la espalda a la política de los partidos patronales: construyamos una política a nuestro servicio

La rebelión del 2001 no sólo impuso la movilización masiva en las calles, sino que volcó a miles de jóvenes, trabajadores ocupados y desocupados, a la discusión y participación política. La izquierda, aunque minoritaria, dio un paso al frente, también en el terreno electoral.

Pero la corriente política que copó la cabeza de millones fueron las corrientes K, a través de su rol en los movimientos de desocupados, en los organismos de derechos humanos, en las universidades. Luego desde el gobierno, desde el Estado, los encerraron dentro de los mecanismos clientelares del poder, los coptaron, quitándoles su independencia. Usurparon la politización creciente, la atraparon dentro de las redes del sacrosanto poder del Estado patronal y las organizaciones sindicales burocráticas. ¿Para qué? Para… despolitizar, para convencerlos de que la política y las acciones a favor nuestro las tiene que llevar adelante el Estado todopoderoso, “no hagas más política, nosotros la hacemos por vos”. “para qué asambleas, si tenés el sindicato que resuelve por vos”. Así las Madres de Hebe de Bonafini desarmaron las marchas de los jueves con el argumento de que el “enemigo ya no está más en la Casa Rosada”, se terminaron las asambleas populares y se fue produciendo un retroceso en el proceso de recomposición de los trabajadores ocupados.

Sacaron a los trabajadores y los jóvenes de las calles para que “ellos”, el Estado y los partidos del sistema hagan y dirijan a su antojo los destinos del país. Nos taparon la boca con algunas concesiones importantes, desde ya, como fueron condenas ejemplares a represores, aumento del empleo cuando la desocupación había sido masiva. Pero nos entorpecieron el derecho más sublime de los trabajadores: organizarnos en forma independiente, tanto sindical como política, para decidir nosotros, sin tutelas patronales ni burocráticas, nuestro propio destino.

De ahí a la decepción y el hartazgo… un solo paso

Y ese paso fue a parar a darle el triunfo a Macri, Vidal y su corte de empresarios. Ahuyentaron tanto a los trabajadores de la política, que éstos giraron a la derecha.

Con mucho dolor y bronca, trabajadores del barrio porteño de La Boca nos decían: “Pero, qué opinan ustedes, ¿no son todos la misma porquería?”; “¿qué opinan de Venezuela?, ahí Chávez decía que eso era el socialismo”, nos increpan otros. “Pero, ¿qué socialismo son ustedes?”, nos preguntan mientras miran nuestro volante.

Estas preguntas y otras fluyen como una necesidad imperiosa para poder sacarse de encima las telarañas que nos han metido y poder avanzar.

El verso del “socialismo del siglo XXI” del chavismo, así como las coptaciones K para alejar a los trabajadores de la política lograron su impacto. Y obnubilaron la salida. No es tampoco casualidad que nos las hagan en este conglomerado popular de la Ciudad, donde los K coparon de punta a punta los últimos años el movimiento de desocupados, los comedores para los pibes, las asociaciones para conseguir una vivienda digna. Ahora se sienten estafados y no quieren ni oír hablar de los K.

Pero los trabajadores no comemos vidrio. Y ahora nos damos cuenta “de a millones” que nos siguen engrupiendo. Una veces con discurso progre y hasta socialista, como fue el de Chávez y otros con el de “pobreza 0” en boca de un empresario hecho presidente.

¿Estafa casual o permanente?

Los partidos patronales, llámense Unión Ciudadana, Evolución, Cambiemos o “No Cambiemos” organizan la estafa permanente porque son nuestros enemigos no circunstanciales, sino de por vida. Porque representan los intereses de nuestra clase enemiga: los que manejan las grandes empresas nacionales y multinacionales, como Techint, Ford, Siat, Pepsico, AGR, etc., etc.

Cuando estalla algún escándalo de corrupción, cae alguna cabeza conocida, como en este caso la del diputado Julio De Vido o alguna más desconocida como la del señor José López y sus bolsitas con unos pesos escondidas en un convento. Pero nunca caen los grandes empresarios dueños de las cadenas mundiales de todo tipo y color. Los que controlan los negocios santos y non santos, como el narcotráfico, la explotación sexual de mujeres y niños, la esclavitud de trabajadores inmigrantes.

Esos son los verdaderos y últimos responsables del desastre a que nos han conducido y por eso hay que dar una vuelta de tuerca, darles la espalda, quitarles el voto, pelearles hasta derrotarlos a ellos y los “políticos” a su servicio.

“Ahora es cuando”, gritaron en las calles los trabajadores y el pueblo bolivianos en las jornadas revolucionarias de octubre del 2003.

Tomando su consigna, nosotros decimos: “Ahora es cuando” para girar a la izquierda, para confiar sólo en nosotros mismos, en nuestras fuerzas, en nuestros representantes directos, los luchadores del movimiento de mujeres, de los trabajadores, de la juventud. En las/os Manuela Castañeira, Jorge Ayala, Eric Simonetti, Lorena Galle, para que se escuche y atruene la voz de los explotados y oprimidos.

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