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“Cuatro meses antes del operativo represivo, el 25 de noviembre de 1974, las bases habían desalojado a los burócratas de la seccional de la UOM imponiendo una nueva dirección sindical  combativa, clasista, liderada por Alberto Piccinini. De esta manera, a través de la elección de la Lista Marrón, los obreros metalúrgicos afectaron los intereses de uno de los dirigentes sindicales más poderosos de la Argentina de los 70: Lorenzo Miguel, enfrentándose de manera directa a la burocracia sindical. No obstante, el principal afectado con dicho triunfo era la patronal”. (PST, La construcción de un partido obrero revolucionario en la Argentina, 1972-1983, Villa Constitución, p. 91-Oscar Alba, Diego Rosso, Georgina Perrone)

Al cumplirse el 30 de junio pasado la conmemoración de los 48 años de la muerte de Augusto Timoteo Vandor, el secretario general de la UOM, Antonio Caló, estuvo presente en un homenaje en el cementerio de la Chacarita.

El nombre de Vandor es totalmente desconocido o conocido como un fantasma para las actuales generaciones de trabajadores. Pero para el actual titular de la UOM no es un fantasma. El agrupamiento sindical que él preside lleva su nombre porque Antonio Caló reivindica la trayectoria de su antecesor al frente del sindicato metalúrgico décadas pasadas y defiende “su” modelo.

“Cuando hablamos de Vandor, no me puedo callar”, expresó el 27/11/12 en un acto de desagravio a aquél cuando a Aníbal Fernández se le ocurrió tratarlo de “traidor”. En ese momento, había dos CGTs, y ambos referentes, Caló y Moyano corrieron a hacer su propio acto ante su tumba. Ahí hubo unidad: su referente no podía ser mancillado.

Porque Vandor encarnó a lo más fuerte, dictatorial y poderoso de la burocracia sindical de las décadas del 50/60. Fuerte porque era una industria en expansión, con desarrollo de un numeroso proletariado metalúrgico y bajo el paraguas del peronismo, expandió su poder en las entrañas del movimiento obrero, no sólo en las cúpulas, sino en las comisiones internas, cuerpos de delegados. Vandor encarnó el “sumun” del control peronista en los sindicatos y en las relaciones con el poder empresarial y político. Hasta tuvo su propia interna con el mismo general Juan Domingo Perón. Poder supremo del gran jerarca sindical, que fiel a sus “principios”, no podía faltar, con su mejor traje, en el acto de asunción del general Juan Carlos Onganía después del golpe militar de 1966.

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