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Sobre el “escándalo de la vida privada de Scioli”

El 2017 es año electoral, nuestro país se encuentra atravesando un fenómeno de vacancia política que terminará de cristalizar en las elecciones en función de cuánto pueda la izquierda capitalizar el espacio vacante y en cuánto los sectores patronales consigan polarizar la elección entre ellos. Es terreno aún sin explorar. Lo que es cierto es que se empiezan a discutir las candidaturas en todos los partidos y alianzas, ya se sabe quiénes competirán en cada distrito y distintos candidatos de la burguesía hasta han anunciado en distintos medios quienes ganaron la “licitación” para ser sus jefes de campaña. El clima electoral se empieza a sentir, Cambiemos tiene la mayoría de sus candidaturas resueltas mientras que el PJ, por el contrario, parece tener definido sólo que no tienen nada definido. Las principales figuras del kirchnerismo son la ex presidenta quien da señales hacia ambos lados, pero ninguna certera, y Scioli quien, antes de los escándalos de la última semana, estaba claramente definido a ser candidato por la provincia de Buenos Aires.

El escándalo mediático en el que está involucrado alrededor de su reciente paternidad no nos interesaría en lo absoluto si no fuera un excelente ejemplo de la hipocresía de la moral burguesa. Durante su campaña presidencial, Scioli se presentaba como un hombre de familia tradicional, e iba acompañado a todos los actos públicos y sociales por su esposa Karina Rabolini, de quien se sabía que estaba separado hace años. No sólo apoyó como candidato y figura pública un modelo de familia tradicional, conservador y heteronormado sino que incluye constantemente en su discurso referencias religiosas, a Dios y su fe. Scioli dijo estar siempre en contra del aborto, e hizo campaña en las elecciones en contra del legítimo y postergado derecho de las mujeres a decidir sobre nuestro propio cuerpo. El candidato del FPV se ha parado siempre en contra de los derechos de las mujeres al igual que el resto de su partido. En eso consiste el verdadero escándalo de la vida privada de Scioli, en la escandalosa contradicción con su vida pública. Le pide a su novia que aborte en una clínica privada para que no ensucie su campaña en provincia… ¡en contra del aborto!

Esta gente es la que termina decidiendo sobre los cuerpos de cientos de mujeres. Hipócritas son los poderosos que nos condenan a morir por abortos clandestinos mientras “(…)en Sanatorios hacen fortunas sacándoles la vergüenza del vientre a las ricas(…)”[1].

En tanto y en cuanto el aborto siga siendo clandestino y las que mueran sigan siendo las mujeres pobres, el aborto seguirá siendo un problema de género y de clase, a las feministas honestas del arco del kirchnerismo les decimos que no hay derechos para las mujeres de la mano de partidos patronales. Los partidos del régimen no hacen campaña alrededor de lo que realmente creen que es correcto, no creen que lo que es correcto para ellos deba ser accesible para toda la clase trabajadora, creen que tienen la potestad de decidir sobre nuestras vidas, deciden las políticas de salud pública en función de si les da mayor o menor rédito político enfrentarse a sectores conservadores de la sociedad, en lugar de pensar en la salud reproductiva de las mujeres de este país. A todas las mujeres les decimos: la única forma de conseguir nuestros derechos es peleando desde abajo, en las calles, organizadas independientemente y apoyando candidaturas que realmente se la jueguen por poner la voz de las mujeres y de nuestras reivindicaciones en la disputa electoral.

Violeta Roble

Notas

[1] Favaloro, 1998. Cita completa: «Los ricos defienden el aborto ilegal para mantenerlo en secreto y no pasar vergüenza. Estoy harto de que se nos mueran chicas pobres para que las ricas aborten en secreto. Se nos mueren nenas en las villas y en Sanatorios hacen fortunas sacándoles la vergüenza del vientre a las ricas. Con el divorcio decían que era el fin de la familia y sólo fue el fin de la vergüenza de los separados ilegales. Con el aborto legal no habrá más ni menos abortos, habrá menos madres muertas. El resto es educar, no legislar».

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