Por Martín González Bayón

Hace pocos minutos terminó una movilización inmensa de la cual fueron partícipes, donde varios cientos de miles de personas coparon las calles y le dieron un resonante cachetazo a la intentona reaccionaria de Macri, Cambiemos y la Corte Suprema. En tiempo record, los diputados y senadores acordaron y votaron una ley que expresamente excluye a los delitos de lesa humanidad de los beneficios de la llamada ley de “2×1”. Desde ya que tal premura y celeridad de parte de los legisladores no se debe a ningún prurito democrático ni nada por el estilo. Fue la inmensa presión social que ejerció la movilización popular la que llevó a diputados y senadores, por oportunismo o por temor según el caso, a dar una respuesta rápida a la creciente indignación que desde hace días presagiaba que culminaría desembocando en una movilización masiva a Plaza de Mayo. Por eso que nadie trate de expropiarle al pueblo su triunfo: no fue el Congreso, fue la calle quien derrotó al 2×1 en beneficio de los genocidas.

Una Plaza que pone en jaque la política represiva de Macri

Una vez conocido el fallo escandaloso, y ante las primeras manifestaciones de repudio que empezaban a sonar, el gobierno nacional trató de desligarse del repudio popular. El principal argumento esgrimido por Cambiemos fue la tan mentada independencia de la justicia y que “ellos” no tenían ninguna injerencia en las decisiones que toma el máximo tribunal. Pero nada de eso es cierto. Lo concreto es que el fallo de la Corte Suprema está perfectamente alineado con la política de impunidad que sistemáticamente defiende Macri y Cambiemos. No es casualidad que un sinnúmero de funcionarios y referentes del macrismo hayan sostenido que no hubo ningún genocidio en la Argentina, y que es mentira que los militares hayan secuestrado, torturado y desaparecido a 30.000 personas. Y ninguno de esos funcionarios fue sancionado y excluido del gobierno a causa de sus declaraciones, siempre fueron apoyados por el gobierno… inclusive el mismísimo Macri en persona relativizó el número de desaparecidos.

No debe extrañarnos que esto sea así. En definitiva, Macri trata de representar los intereses históricos y profundos de la burguesía argentina. Este no es en sí mismo un rasgo original de Cambiemos, no nos olvidemos que todos los partidos burgueses que gobernaron al país coincidieron en tejer políticas de impunidad en favor de los militares: la UCR con el apoyo del PJ impulsaron las leyes de “obediencia debida” y “punto final”; más tarde el PJ avanzó con los indultos a la junta militar que encabezó el genocidio; y ahora es Macri, Corte mediante, quien intentó liberar a los genocidas por el expediente judicial del “2×1”.

La impunidad, como la represión, siempre fue un impulso que vino desde arriba; la lucha democrática por justicia, siempre fue una batalla que se dio por abajo en las calles. Fue la lucha contra la dictadura y las movilizaciones a principio de los 80 las que consiguieron el juicio y la condena a la junta militar. Luego, fue la resistencia contra los indultos, y más tarde el Argentinazo, quien dio vuelta la taba abriendo el camino para la anulación de las leyes de impunidad.

Por su parte, la burguesía por medio de sus partidos siempre quiso maniobrar y desvirtuar esa fuerza que nace desde abajo, para relegitimar a las fuerzas represivas. En su momento Alfonsín trató a Rico y a los milicos “carapintadas” como a “héroes de Malvinas”; Menem les otorgó el indulto en pos de la “reconciliación nacional”; y pos 2001, el kirchenismo intentó lavarle la cara a la institución militar de manera simbólica: bajando el cuadro de Videla de la ESMA. Como si ahora, sin retratos, las Fuerzas Armadas fuesen menos represoras.

El problema de fondo es que para la burguesía, las fuerzas armadas son una pieza clave de su dominación: son su última línea de defensa. El derrumbe de la última dictadura, el descrédito en que quedaron sumergidos los militares y la policía, es parte del sustrato histórico-político que le pone fuertes límites al poder represivo del Estado. La marcha que miles protagonizaron ayer, es una demostración material del equilibrio de las relaciones de fuerza que Macri quiere modificar, y que por lo pronto no lo está logrando.

El Congreso trata de salvar a la Corte

Como ya dijimos, el gobierno trató de escaparle al escándalo argumentando que la Justicia es un Poder independiente, y que por lo tanto Macri no tienen nada que ver con el fallo de la Corte Suprema. Esto es un verdadero despropósito, la Corte Suprema antes de sacar cualquier sentencia sobre temas sensibles (y este evidentemente lo es), siempre lo conversa con el Poder Ejecutivo. Lo cierto, es que tanto Macri como los Ministros de la Corte jugaron a ser “aprendices de brujo”: creyeron que podían llevar su avanzada reaccionaria hasta las últimas consecuencias y consumar por la vía judicial una amnistía de hecho para los genocidas.

Pero no pudieron; midieron mal, muy mal. La indignación ganó las calles, construyó una movilización democrática, masiva y unitaria que le asestó una derrota categórica al gobierno nacional. No sólo obligó a los legisladores a desautorizar a los “cortesanos” y votar una ley en tiempo record, sino que además cuestionó la política represiva de conjunto del macrismo.

No cabe ninguna duda que la sanción de esta ley, que impide la aplicación del criterio del “2×1” a los genocidas y represores, es un triunfo de la movilización. Pero debemos entender qué más se esconde detrás de la casi unanimidad que se evidenció dentro del Congreso.

En relación a esto debemos tomar en cuenta varias cosas. En primer lugar, que el macrismo y la Corte jugaron con fuego y se quemaron. Segundo, que la Corte Suprema de Justicia de la Nación había quedado en la mira de gran parte de la sociedad, y que ésta ya estaba clamando por la “cabeza” de Rosatti, Rosenkrantz y Highton de Nolasco, todos firmantes del fallo. Y por último, que todos los partidos patronales habían sido cómplices de Cambiemos en el nombramiento de los dos primeros hace apenas pocos meses.

El fallo ya era un hecho, la movilización amenazaba con ser de proporciones históricas (como finalmente lo fue), las cartas ya estaban echadas y la única opción que les quedaba era tratar de disminuir las pérdidas.

El Congreso trató de anticiparse a la marcha y robarle el crédito de la victoria. Así es como escenificó una vitalidad y una iniciativa que jamás tuvo. Dentro del recinto todo fue podredumbre e hipocresía; todo lo vital y el aire fresco vino de afuera: de la calle, de la movilización y del temor a la misma. El PRO retrocedió en chancletas y se apuró a presentar un proyecto de ley que diera marcha atrás con su política de la víspera, con la esperanza de desinflar la movilización, dar por cerrado el tema, cortar el desangre y salvar a la Corte; la UCR se disfrazó de republicana y trató de diferenciarse del PRO… pero sin sacar los pies del plato; Carrió armó su propia obra, pegó un par de gritos, defendió el fallo, y huyó del recinto antes de la votación para no quedar expuesta; y por último, el kirchnerismo y el PJ, con discursos altisonantes, trataron de ocultar que fueron ellos quienes avalaron en el Senado el nombramiento de Rosatti y Rosenkrantz.

La coyuntura política sigue abierta

Cuando el gobierno creía que la coyuntura convulsionada de marzo y abril había concluido gracias a la escandalosa siesta de la CGT, y a la defección de SUTEBA y Baradel que redujeron la lucha docente a un juego simbólico; cuando pensó que las grandes movilizaciones habían pasado y se podía encaminar tranquilamente al armado electoral, la realidad le dio un rotundo mentís. La multitudinaria movilización de ayer es parte de la misma coyuntura que dio lugar a las movilizaciones del 6, 7 y 8 de marzo, y al paro del 6A. Es la manifestación de que parte importante de la población y de los trabajadores en general rompe con el gobierno y está en estado latente buscando alguna opción política superadora.

A estas alturas es claro que el calendario electoral va a convivir con las movilizaciones masivas contra el gobierno. Sin ir más lejos, el 3 de junio se cumple otro aniversario del #NiUnaMenos, en el que nuevamente miles de mujeres saldrán a las calles a luchar contra los femicidios. En este marco, la campaña electoral lejos de perder importancia, cobra una de mucha más relevancia. Esto es así en la medida de que parte de la batalla por derrotar al gobierno de Macri y su plan reaccionario de ajuste, pasa por llenar por izquierda la actual vacancia política.

La apuesta de Cambiemos es simple: quiere pasar las elecciones para después descargar un redoblado ajuste. Por su parte, tanto el PJ-FpV como el massismo son garantes de la gobernabilidad: buscan desgastar al gobierno pero cuidándose mucho de no ponerle palos en la rueda a su plan de ajuste para que “llegue hasta el último día de su mandato”.

El Nuevo MAS y la Izquierda al Frente por el Socialismo tenemos el desafío de dar la pelea en todos los frentes. Cambiemos y el kirchnerismo quieren instalar una falsa polarización entre ellos. Como dijo Manuela Castañeira en el cierre del acto del Primero de Mayo: la verdadera polarización es entre los de arriba y los de abajo, entre explotadores y explotados. Nosotros tenemos el desafío de mostrar que existe una alternativa distinta desde los intereses de los trabajadores. Que frente al plan de ajuste de Macri, y a la encerrona que representa el kirchenirmo, la izquierda tiene un Plan B. Un plan que se ordena priorizando las necesidades de los trabajadores y no la agenda de los patrones y el imperialismo.

Sumáte al Nuevo MAS y a la Izquierda al Frente por el Socialismo

Estos últimos meses de movilizaciones masivas son una muestra clara de que hay posibilidades de derrotar al gobierno reaccionario de los CEOs.

Es por eso que el próximo 27 y 28 de mayo organizaremos nuestro Plenario Nacional de Cuadros en el Hotel Bauen. Allí analizaremos la actual coyuntura política y resolveremos un plan de acción para enfrentar a Macri en las calles y en las próximas elecciones.

Cada día se pone de manifiesto que hay una nueva generación de trabajadores, de mujeres y de jóvenes que están saliendo a luchar. En la calle se siente que hay mucha bronca, mucha energía, que está dispuesta a salir a las calles a pelear. Pero con el entusiasmo por sí solo no alcanza. Esa fuerza hay que organizarla, toda esa energía es necesario direccionarla contra el adversario para que no se pierda. Es por eso que te invitamos a sumarte al Nuevo MAS para organizarnos y dar juntos esta batalla contra el gobierno de Cambiemos.

Queremos derrotar a todos los “Macri”, y avanzar en el objetivo de construir una sociedad distinta en donde no haya explotados ni opresores. Queremos que gobiernen los que nunca gobernaron: los trabajadores. Queremos construir el socialismo.

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