“La mitad de los chicos que hoy comienza la escuela pública en algún lugar de la Argentina, no termina (…) Cuatro de cada 10 del primario (…) no comprende textos y en la escuela privada son 2 de cada 10. Marca otro problema de fondo, la terrible inequidad entre los que pueden ir a escuela privada y aquel que tiene que caer en la escuela pública. (Mauricio Macri)

Los docentes de todo el país acaban de concretar una marcha multitudinaria a Plaza de Mayo, la mayor que le ha tocado en su propia casa a Macri desde el inicio de su gestión.

Con esta movilización ya son cuatro las jornadas históricas que jalonan este mes de marzo, y se viene la seguramente también multitudinaria movilización del 24 de Marzo en el 41° aniversario del golpe militar, y el paro general del 6 de abril.

¿Cuál es la significación profunda de estas jornadas? La ruptura de un sector de las masas con Macri. Como decíamos en nuestro editorial anterior, las “fichas” les están cayendo todas juntas a cientos de miles de docentes y de trabajadores en general, que están rompiendo políticamente con el gobierno al comprender su verdadera naturaleza patronal (antipopular): que lo repudian en todos los idiomas, que no se lo aguantan más y al que a muchos les gustaría verlo irse en helicóptero…

Esto no quiere decir que la pelea de los maestros (caso testigo de la coyuntura) sea sencilla. A pesar del carácter multitudinario de estas jornadas, el gobierno sigue firme en su orientación de quebrar la lucha de los docentes: hasta el momento no ha esbozado una sola concesión. Cuenta para esto con el apoyo de lo más granado de la patronal (que lo azuza a llevar delante “las reformas pendientes”) y de un sector de las clases medias altas que le hacen plafón a su discurso reaccionario contra la educación pública[1].

Además, por ahora el conflicto no ha desbordado a las direcciones tradicionales. A pesar de la “pirotecnia verbal” entre Macri y la Celeste (sobre todo la campaña de desprestigio de Baradel), todo el mundo sabe que CTERA y SUTEBA son una garantía de que las cosas no se “salgan de madre” (sobradas pruebas han dado de su rol traidor a lo largo de los años); de ahí que por lo bajo se esté hablando de una posible “tregua” hasta comienzos de abril; maniobra burocrática (esa o cualquier otra) que es el mayor peligro que deberá enfrentar la base docente a partir de ahora.

Simultáneamente, está el hecho que si la CGT se vio obligada a convocar al paro general, lo hizo recién para que el 6 de abril (es decir, intentando evitar que confluya con la histórica lucha docente) y con una modalidad pasiva, dominguera: no vaya a ser que se vea nuevamente desbordada como el 7 de marzo.

Así las cosas, marzo está marcando una pulseada durísima para las perspectivas del gobierno macrista; pulseada en la cual seguimos inmersos y cuyo final está abierto. Pero eso sí: es un hecho que amplios sectores de las masas han roto con el gobierno y difícilmente vuelvan a él.

No se ven por ningún lado bases materiales para esto: la inflación volvió a escalar y la economía no se recupera; todo el mundo siente que las promesas de “felicidad” de Macri fueron una estafa y muchos de los que lo votaron piensan ahora que hicieron una tontería.

Los docentes llegan a la Plaza

Cuesta recordar una movilización docente de semejante magnitud. Lo que se negó a hacer la CGT, lo hicieron los maestros. Posiblemente haya que remontarse al Maestrazo de 1988 para encontrar una jornada similar; esto sin olvidarnos que dicho conflicto alcanzó un grado de radicalidad y desborde incomparable con el que se aprecia hasta el momento.

Pero eso en nada disminuye la histórica jornada vivida este miércoles 22, subproducto de un conflicto cuya dinámica es por ahora ascendente (ver la multitud de actividades regionales, seccionales y por escuelas que se vienen desarrollando en todo el país).

Una jornada que por su masividad le mete sin duda presión al gobierno (¡el conflicto con los docentes le está costando carísimo en términos de popularidad!), pero también a la propia Celeste, a la que se le hará más difícil levantar por migajas.

El gremio docente es de masas. Cuando entra la base en la lucha como está ocurriendo hoy, se hace más difícil parar su dinámica; en todo caso, pararla conlleva más costos para la burocracia –recordemos que en el SUTEBA hay elecciones a mediados de mayo-.

Aquí ocurre algo que señalamos en nuestro editorial anterior: hasta el momento hay poco margen para que retroceda alguna de las partes. El gobierno ha ratificado sus miserables números, lo mismo que su cerrada negativa a convocar a la paritaria nacional. Retroceder le significaría una derrota política de magnitud; la confirmación de que es incapaz de llevar el ajuste hasta el final.

Por su parte, la Celeste estaría dispuesta a entregar el reclamo salarial (disfrazándolo un poco seguramente) a cambio de la convocatoria a la paritaria nacional (una formalidad, en definitiva); pero esto tendría un elevado costo político para Macri, amén de dejar de todos modos, malherida a la propia burocracia.

Nada de esto es óbice para que Baradel haya dado estas últimas horas gestos “contradictorios”. SUTEBA presentó como “un paso adelante” que Vidal los haya convocado el lunes pasado por fuera de la conciliación obligatoria; un “gesto” del cual no surgió nada.

Además, como señalamos arriba, ha trascendido en las últimas horas que la dirección docente daría una “tregua” al gobierno hasta el 6 de abril: ¡algo ridículo porque cuando se acuerda una “tregua” se concuerda en cesar los disparos de los dos lados, y en este caso Macri sigue disparándoles a los docentes con munición gruesa!

No se convocaría a nuevas medias de fuerza hasta el paro general. Esto sería gravísimo. Se enfriaría gratuitamente el conflicto frente a un gobierno que no ha dado señales de retroceder en nada: ni en la propuesta salarial, ni en los descuentos de los días de lucha, ni en la convocatoria a la paritaria nacional, ni en la campaña de desprestigio de la docencia y la educación pública.

Sobre este último aspecto nos interesa abrir aquí un pequeño capítulo. Hace a la naturaleza específica del gobierno de Macri su carácter no sólo ajustador sino reaccionario (ambos aspectos las dos caras de una misma moneda). Macri dejó deslizar ayer martes 21 esa infeliz declaración de los estudiantes que “caen en la escuela pública al no poder acceder a la privada”.

Habrá sido un “furcio” o un lapsus; pero no es ninguna casualidad. Macri es un privatista hecho y derecho y se mueve con la idea falsa de que por ser privada la educación, sería mejor que la pública. Pero esto no tiene ninguna demostración estadística ni de ningún tipo cuando se sabe que las escuelas, colegios y universidades privadas son, en general, de mucho peor nivel que las públicas. Instituciones públicas a las que, por lo demás, se viene hundiendo y desfinanciando desde los gobiernos macristas, kirchneristas y de todo tipo desde hace décadas. De ahí las declaraciones recordando que los premios Nobel argentinos, todos se formaron en la escuela pública.

Existe un segundo elemento que caracteriza a la actual coyuntura y queremos subrayar: la ruptura de los docentes y de sectores de los trabajadores en general con el gobierno.

Se trata de un dato de primera magnitud. El gremio docente es uno de los sectores de trabajadores en el cual amplias porciones se volcaron al voto a Macri. Esto ahora se ha venido abajo. No por nada algunos analistas están hablando de que el conflicto con los docentes tendría un aspecto similar aunque de signo político inverso, al que tuvieron con el campo los K, cuando perdieron los favores de amplios sectores de las clases medias agrarias y urbanas.

Aunque en ese momento el gobierno kirchnerista tuvo una crisis política que hoy no se verifica con Macri (no hay división burguesa), la comparación es justa en lo que hace al corrimiento político de todo un sector de la sociedad, corrimiento que en vez de ser hacia la derecha como en aquella oportunidad, hoy se está procesando hacia la izquierda.

¿Un paro contra nadie?

Las cosas no terminan aquí; ni termina aún este mes increíble. Pasado mañana estaremos protagonizando la quinta movilización multitudinaria del mes a propósito del 41° aniversario del golpe militar. Concluida dicha jornada (y redoblando la pelea por la continuidad del paro docente hasta quebrar la provocación oficialista), la próxima gran parada de estas jornadas históricas será el paro general del 6 de abril.

Desde ya que la realización del mismo, que se descuenta exitoso, planteará blanco sobre negro una suerte de cristalización del pasaje a la oposición del grueso de los trabajadores del país; un dato nada menor.

Partiendo de la simple contundencia de ese dato, el paro en sí mismo, como jornada de lucha, planteará un terreno de pelea con la burocracia cegetista.

Repetimos. La convocatoria del paro plantea un terreno de pelea. Carlos Acuña, uno de los repudiados triunviros de la CGT, confesó días atrás la verdad de las cosas: declaró que el paro “no sería contra nadie; simplemente un desahogo”. Quizás nunca se podría haber definido de mejor manera la intensión de la burocracia de hacer una jornada dominguera, pasiva y, en lo posible, apolítica.

¿Quién podría creer que el paro no será contra nadie? Esto se ha hecho más difícil de eludir en medio del estallido de la bronca contra Macri. Sí es real que darle un carácter activo a la jornada será toda una pelea. Aunque contando a favor con que la bronca por abajo puede llegar a expresarse en sectores de trabajadores que quieran manifestarse de manera activa el 6 y no simplemente “quedarse tomando mate en la casa”, como también expresó Acuña.

La dirección de la CGT no quería el paro general el 7 de marzo (¡por eso se negó rotundamente a ponerle fecha!) y tampoco lo quiere ahora. Simplemente se ha visto obligada a convocarlo porque ante el desborde del acto trasmitido en cadena nacional, el odio que despertó por la base su negativa a ponerle fecha al paro y la bronca que crece contra Macri, no convocarlo sería un incendio que llevaría de inmediato a la renuncia de los triunviros.

Así y todo una cosa debe estar clara: convoca al paro. Pero de ninguna manera pretende romper políticamente con el gobierno; y esto por una simple razón: el grueso de la CGT terminó apostando a Macri y no tiene, por el momento, un proyecto burgués alternativo detrás del cual encolumnarse (Massa es demasiado “veleta” y nadie sabe cómo le puede ir; el peronismo en su conjunto –K y no K-, todavía no se sabe qué dirección y rumbo tendrá).

De ahí que su intención sea convocar a una jornada pasiva (entre otras cosas, para no darle ningún lugar a la izquierda), “contra nadie”, simplemente un “desahogo”.

Esto es lo que plantea el terreno de pelea para el 6A. Una pelea que hay que organizar desde ahora mismo para darle un carácter activo a la jornada, pelea para la cual hay puntos de apoyo que podrían jugar a nuestro favor.

En primer lugar, la enorme bronca que crece desde abajo contra Macri. En segundo, el repudio masivo y la justa desconfianza que existe con los burócratas sindicales. De ahí la posibilidad de realizar e imponer asambleas, de empujar para el lado de hacer del 6 una jornada con piquetes, cortes de rutas, movilizaciones, etcétera.

Una jornada que planteará seguramente un desafío a la renovada pretensión represiva del gobierno, con un ala del oficialismo que exige la aplicación del protocolo anti-piquete.

Pues bien: las acciones que se realicen el 6 de abril significarán seguramente un desafío a este eventual giro represivo, razón por la cual deberá buscarse que sean lo más masivas y organizadas posible.

Aquí caben, también, las recientes declaraciones de Michetti. Se interrogó acerca de si no sería bueno “suspender por un tiempo las elecciones de mitad de término”…

Se trata de una idea ultrareaccionariaria; un eventual manotazo dictatorial que no tiene ninguna posibilidad de llevarse adelante hoy, pero cuyas razones son evidentes. Macri es un gobierno de base electoral. Y aunque la democracia burguesa sea la forma por excelencia de la dominación política patronal, de todas maneras, por sus propias características (se basa en el voto popular), impone límites.

Límites que se hacen muy concretos cuando cada dos años hay elecciones, y si un gobierno aplica un plan de ajuste brutal como pretende hacer Macri, quizás no logre imponerse en las elecciones. (Aquí rige la paradoja de que Cambiemos haya llegado al gobierno sin una gran crisis que justifique duras medidas; recordemos que cuando Menem las mismas se vieron legitimadas por el trauma dejado por la hiperinflación).

Un poco lo que Michetti suscita es la idea de un gobierno de excepción para aplicar duras medidas. Algo como lo declarado por Michael Temer, presidente interino de Brasil, cuando dijo que “no le importaba irse con un 5% de aprobación si había tomado las medidas de ajuste que debía tomar”…

Pero está claro que como Temer es un presidente interino, pueda hasta cierto punto no importarle la popularidad; un gobierno normal como el de Macri, electo, no puede no contar con las elecciones para legitimarse.

De ahí que incluso los inversores estén a la expectativa de que el gobierno gane las elecciones este año y ratifique el rumbo antes de decidirse a invertir (un dato es que el año pasado cayeron las inversiones; algo muy lejos de la “lluvia” que esperaba Macri).

Vacancia política e independencia de clase

Junto con el desarrollo de la lucha docente y de la bronca que crece en la sociedad, está el fenómeno de la vacancia política. Vacancia que se ha recreado nuevamente al calor de esta nueva coyuntura. La situación política se ha dinamizado. Amplias porciones de trabajadores se están desplazando hacia la izquierda.

Por otra parte, si bien el kirchnerismo es un “cuco” para la burguesía, difícilmente logre acaparar todo el voto opositor a Macri; gobernaron 12 años, se ha hecho una experiencia con él.

Esto coloca un enorme desafío para la izquierda; ocurre que la izquierda es vista como una alternativa distinta por crecientes sectores: la que está junto a los trabajadores, las mujeres y la juventud en sus luchas.

Pasa aquí algo paradójico que habla de las desigualdades que siempre existen en la realidad. En otros momentos históricos, quizás, la izquierda argentina tuvo mayor peso orgánico (pero menos peso político-electoral).

Hoy su peso orgánico no es despreciable; pero sigue siendo de amplia vanguardia. Sin embargo, su ubicación política general, electoral, “mediática”, es creciente, impactante, podríamos decir.

Por lo demás, se trata de la izquierda revolucionaria propiamente dicha: de las organizaciones que defendemos la independencia de clase y no de la centro-izquierda, la “izquierda popular” o cualquier otro nombre que se le quiera poner a aquella izquierda que defiende la conciliación de clases con los patrones, que configura hoy un fenómeno en decadencia.

Este es otro dato de enorme importancia porque atañe, de manera propiamente dicha, al trotskismo (al éxito creciente que está teniendo éste hoy en nuestro país): al FIT y a la Izquierda al Frente por el Socialismo conformada entre nuestro partido y el MST.

En este sentido, no podía haber mejor momento para el lanzamiento formal de las principales candidaturas de nuestro frente que la reciente y exitosa conferencia de prensa; esto sobre la base política de nuestro Manifiesto, Programa y declaraciones políticas recientes.

Hay que entender el actual momento político; la palanca que podría conformar el terreno electoral para ir desde la izquierda hacia más amplios sectores de masas que los habituales. La herramienta formidable que podría ser la Izquierda al Frente por el Socialismo para las organizaciones que lo integramos siempre y cuando, claro está, se sostenga de manera intransigente sus características de un frente de independencia de clase; y un frente que ha dado muestras iniciales estos meses de una potencialidad de ir algo más allá de una mera cooperativa electoral; todas estas una serie de conquistas que debemos defender y profundizar.

En todo caso, las tareas inmediatas de nuestro partido y de la Izquierda al Frente como un todo (además de conformar una enorme columna unificada mañana viernes 24), serán redoblar la pelea por el triunfo de la lucha de los docentes, organizar en frente único de toda la izquierda clasista los piquetes para el paro del 6, y redoblar los esfuerzos para la instalación de nuestro frente luego de la exitosa conferencia de prensa realizada.

[1] Señalemos la aversión de la burguesía a volver a nada parecido al kirchnerismo; factor de más para apoyar a Macri de manera unificada: “No teníamos ningún futuro de crecimiento y desarrollo con el régimen populista” (Jaime Campos, presidente de la Asociación Empresarial Argentina, La Nación, 12 de marzo 2017). Se entiende que si no se trata de un simple cambio de gobierno sino de todo un “régimen” político, la cosa es más profunda; la elección por Macri más “existencial”.

Roberto Sáenz 

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