Por Maxi Tasán


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El triunfo de Donald Trump en las elecciones estadounidenses ha generado un tembladeral, de consecuencias imprevisibles. La palabra que más se ha leído en los titulares en estas horas es “incertidumbre”. Mientras el establishment económico y político mundial asiste estupefacto al espectáculo de ver como un xenófobo, misógino y anti-inmigrante, se encarama en el gobierno de la principal potencia; si en algún lugar la noticia cayó como un balde de agua fría, fue en América Latina.

A primera vista podría parecer que el triunfo de Trump, por ser este un conservador, podría favorecer a las derechas del continente, pero como veremos la cosa puede ser bastante más compleja. Mientras que en la región se viene operando un giro en los gobiernos (sobre todo en Argentina y Brasil), quienes tuvieron una gran sintonía con la actual administración de Obama, la llegada de Trump rompe los moldes de esa relación y obliga a una redefinición de intereses y estrategias.

Lo primero que hay que tener en cuenta es que la gestión de Obama tuvo entre sus objetivos el de recomponer relaciones con Latinoamérica.  El gobierno de Bush había sido un verdadero desastre, al no saber lidiar con las rebeliones populares de principio de siglo, logró que la región (principalmente Sudamérica) se alzara frente al imperialismo con ciertos aires de relativa independencia, y se abriera a otros actores políticos como fueron Rusia y China. La gestión demócrata, trató recomponer los vínculos rotos tratando de mostrar con Obama un rostro más humano y progresista. Entre otras maniobras inicio el descongelamiento de relaciones con Cuba y puso en la agenda el levantamiento del bloqueo (esto más allá que su objetivo fuese el facilitarle a la burocracia castrista el asimilarse lentamente a la economía capitalista). Así es como de a poco, y con la llegada de gobiernos más a la derecha, EEUU logró lavarse la cara frente a las masas latinoamericanas

Pero ahora Trump amenaza con desarmar todo lo que hizo Obama. Las señales del electo presidente de EEUU se muestran opuestas por el vértice. La primera promesa de su “Plan de 10 puntos para poner a Estados Unidos primero” se trata de ni más ni menos que la construcción de un muro de 3000 km. que separe EEUU de México, más la promesa de la deportación de alrededor de cinco millones de inmigrantes sin papeles, a quienes acusa de delincuentes y otras sutilezas.  Esa política no solo es humanamente criminal, sino que además amenaza a las economías de México y gran parte de Centroamérica que dependen de las remesas (envió de dinero) que los migrantes envían a sus familias en sus países de origen.  En relación a Cuba, Trump se propondría revertir el “deshielo” iniciado por Obama, y reafirmar el embargo y las sanciones económicas contra la isla.

La orientación antinmigrantes de Trump tiene como coralario una política de choque con Latinoamérica que podría reverdecer las tendencias y movimientos antimperialistas en el continente. De esta forma lograría echar por tierra todo el terreno que tan trabajosamente Obama había recuperado, y les pondría un nuevo obstáculo a la derecha latinoamericana siempre tan cipaya.

Trump y Macri ¿un solo corazón?

Es sabido que Macri y sus funcionarios expresaron, a lo largo de la campaña electoral, un abierto apoyo a Hillary Clinton. Durante la visita de Macri a Nueva York hace algunas semanas, decidió reunirse con Bill Clinton, y no tuvo contacto alguno con representantes de Donald Trump.

El descarado apoyo de Macri a Hillary tiene fuertes motivos políticos. La candidata demócrata era la representante de las tendencias neoliberales y globalizantes del imperialismo, tendencia que coinciden en gran medida con la orientación de Macri de “apertura al mundo” y de libre mercado.

Justamente, esto es lo que Trump pone en cuestión. En primer lugar, y como desarrollamos en esta editorial, la orientación del magnate norteamericano cuestiona el curso globalizador imperante en las últimas décadas, en pos de una economía más cerrada y proteccionista.  Esto genera un conjunto de problemas para el gobierno de Cambiemos quien ha basado todo su plan económico en una política de endeudamiento brutal apoyado en la posibilidad de acceder a plata barata ene l mercado internacional. Ahora, si Trump decidiera cerrar la economía y subir las tasas de interés en su país, podría iniciar una migración de capitales que afectaría a todo el mundo y a la Argentina no solo en sus posibilidades de endeudarse, sino en términos de inversiones, cotización de la moneda y un largo etc.

Hay que combatir la cara más retrograda del imperialismo

Pero que el análisis de posibilidades no nos confunda. Está por verse efectivamente cuanto de posible hay en las bravuconadas de Trump. A estas horas, todos los analistas tienen poca claridad sobre cuán adelante podrá llevar sus propuestas de campaña. Como muestra de las cosas que pueden pasar, están las movilizaciones que ya están llevando adelante sectores de la juventud estadounidense bajo el lema “not my president”.

Las provocaciones de Trump pueden generar reacciones en un continente históricamente sometido a la explotación de EEUU, y en el cual el sentimiento antiimperialista se puede poner en movimiento en cualquier momento. Un horizonte posible de crecimiento de los movimientos antiimperialistas, en el marco del encarecimiento de la posibilidad de endeudarse, no es el mejor de los mundos para Macri ni ninguno de los gobiernos de derecha el continente.

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