Una columna del arzobispo de La Plata, monseñor Aguer, en el diario El Día de esa ciudad, logró que el gobierno, y hasta miembros de la propia Iglesia, tuvieran que salir a desmarcarse. El artículo en cuestión no contiene ninguna novedad: es un rosario de barbaridades condenando el sexo fuera del matrimonio, declarando la homosexualidad como un acto contra natura, quejándose de que en los Juegos Olímpicos se les repartieran preservativos a los atletas, y lamentándose de las leyes actuales, como la de matrimonio igualitario, que avalan la “cultura fornicaria”.

Claudio Avruj, el secretario de Derechos Humanos de la nación, se enojó: “En un sentido amplio es una provocación, está en las antípodas del Papa Francisco y es un pensamiento individual y no institucional en lo absoluto”, dijo; consideró además “peligrosísimo” lo que el cura dijo sobre los preservativos y que “hablar de sexo contra natura es una ofensa muy grave e innecesaria”.

¿Cómo va a actuar el gobierno frente las provocaciones, peligros y ofensas de Aguer? “Vamos a evaluar qué actitud corresponde tomar desde el Inadi”, dice Avruj.

Lo mínimo que se puede ver es que la magnitud del enojo del funcionario no se corresponde con la liviandad de las medidas: ¿qué va a hacer el Inadi más que “repudiar”, etc., etc., todo de palabra? Aguer no es un facho loco de a pie, es el arzobispo de La Plata, o sea que por lo menos en su diócesis deben estar impartiendo estas enseñanzas en las escuelas religiosas y catecismos. ¿Cómo es que el gobierno no clausura esos antros donde se atenta de forma “peligrosísima” contra la salud pública? No. Van y clausuran la Saladita de Constitución. Lo que enoja al gobierno no son las monstruosidades de la Iglesia, sino que las publiquen en el diario, esa es la “provocación”.

Porque lo más interesante de todo este escándalo fueron los dichos de los obispos bonaerenses acerca de los exabruptos de Aguer: contradiciendo a Avruj, declararon a La Nación que “Aguer no se aparta de una línea de la doctrina social de la Iglesia en materia de sexualidad y moral, pero el problema no es el contenido, sino el modo, el lenguaje y la oportunidad”. “Hoy se intenta enseñar la doctrina en un ámbito de respeto por la libertad individual de los fieles. No es tanto el contenido, sino la forma, que a veces puede sugerir un cierto desprecio a las personas”, dicen los obispos, que se apresuran a aclarar: “En el fondo, la Iglesia toda la vida dijo lo mismo”.

Efectivamente, no hay ningunas “antípodas” entre Bergoglio, que dirigió la campaña feroz contra la ley de matrimonio igualitario, y Aguer, que quiere dirigir ahora a las huestes fachas de la iglesia. Lo único que los diferencia es que, a Bergoglio, la derrota de la Iglesia en esa pelea le hizo ver que si no cambiaban el discurso se quedaban sin fieles. No cambió un solo pelo de la doctrina que Aguer explica en su columna, pero decidió dejar de hablar de sexo y abordar otros temas en los que la Iglesia todavía puede hablar sin levantar olas de repudio: la pobreza, etc.: “Lo que dijo (Aguer) no expresa ni representa hoy una preocupación de la Iglesia, especialmente en momentos en que hay otros problemas más importantes”, añadió otra fuente episcopal consultada por La Nación.

Igualmente, nos parece que si Aguer sale a provocar no es por desubicado. La lucha por Belén y su liberación provocó una contraofensiva de afiches, pintadas y volanteos de los militantes de la Iglesia, que en el conurbano llegaron a repartir folletos y CDs contra el aborto con un feto de plástico como amuleto.

Escriban o no en los diarios, los curas se suman a la reacción del Estado y el gobierno contra el movimiento de mujeres, al que no pueden sacar de la calle a pesar del giro a la derecha de la situación política general. Esperemos que la sinceridad de los obispos de Francisco deje en claro de una vez por todas que no hay diferencias en la Iglesia que justifiquen ninguna esperanza de renovación en esa archipodrida institución fascista, y que lo único progresivo que se puede hacer con ella es echarla a patadas de la educación y la salud, redoblando la lucha por el derecho al aborto y la educación sexual laica, científica y feminista.

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