A propósito de dos eventos recientes del Secretariado Unificado

Como todos los veranos, este año la principal corriente del trotskismo europeo, el Secretariado Unificado, organizó dos eventos internacionales. En el Campamento Internacional de Jóvenes Revolucionarios, que cumplió su 33 edición, más de 300 jóvenes militantes de toda Europa (España, Francia, Italia, Bélgica, Suiza, Dinamarca) y del resto del mundo (Brasil, México, Estados Unidos) se dieron cita durante una semana en una localidad cercana a Barcelona, para debatir acerca de feminismo, antiracismo, ecología y estrategia revolucionaria (cada día estaba consagrado a una temática diferente). Por su parte, el Nuevo Partido Anticapitalista francés organizó su Universidad de Verano en el sur de Francia, reuniendo a cerca de 600 personas. En el mismo participaron también militantes ligados al SU de otros países, de Venezuela, España y el Reino Unido (un miembro del SWP de ese país también participó de los debates). Ambos eventos expresan los principales debates que cruzan al trotskismo europeo, trazando un balance del año que pasó y planteando las perspectivas del que vendrá; además, permiten hacerse una «composición de lugar» clara de las posiciones mayoritarias del Secretariado Unificado. Desde Socialismo o Barbarie Europa (Francia y Estado español) participamos con una delegación de ambos eventos, como venimos haciendo desde hace varios años: el presente artículo busca reflejar las principales posiciones expresadas y nuestra polémica con las mismas.

A propósito de la realización de dos eventos de debate de la izquierda europea (el Campamento de Jóvenes Revolucionarios organizado por el Secretariado Unificado y la Universidad de Verano del Nuevo Partido Anticapitalista francés), se nos ocurrió escribir este artículo alrededor de las posiciones que se expresaron en los mismos.

El desencadenamiento de la crisis económica internacional del 2008 y la profundización de la lucha de clases que le fue concomitante dieron lugar a fenómenos políticos novedosos y le han dado una nueva actualidad a los debates que cruzan al trotskismo mundial desde hace años. Nos interesa discutir aquí con el Secretariado Unificado, organizadora de ambos eventos a los que nos referimos y principal corriente del trotskismo europeo.

Los partidos amplios y el caso griego

Partamos de uno de los elementos más generales en el que se sitúan los debates estratégicos hoy en día: la emergencia de los “nuevos reformismos”, como Syriza y Podemos (además del resurgimiento del Bloco de Esquerda en Portugal o el fenómeno Corbyn en el Reino Unido), que al calor de la crisis se han constituido en elementos centrales de la situación política, ineludibles para la izquierda revolucionaria. La posición a adoptar frente a estos fenómenos ha sido un parte-aguas en la izquierda europea, particularmente con el SU, no porque se tratara de cuestiones tácticas sino porque han revelado divergencias estratégicas profundas.

Desde hace casi dos décadas, luego de la caída del muro de Berlín y de la URSS, el Secretariado Unificado acuñó la formula “nuevo periodo, nuevo programa, nuevo partido”, que implicaba que por todo un periodo histórico las delimitaciones entre reforma y revolución se encontraban difuminadas (y aquellas con el estalinismo habían quedado “caducas”), y de lo que se trataba era de construir “partidos amplios”, cuyo base programática era estrictamente neoliberal y donde confluir con sectores provenientes de la socialdemocracia o el estalinismo. Esta fue la experiencia llevada adelante con Rifondazione Comunista, Respect en Inglaterra, el Bloco de Esquerda y otras, en la que no podemos extendernos aquí, pero que terminaron una tras otra en rotundos fracasos.

Con el estallido de la crisis y su impacto sobre el plano político, la aparición de los “nuevos reformismos” le dio un nuevo respiro a esta estrategia que había llevado a tantos callejones sin salida. Así, el Secretariado Unificado planteó un apoyo total a Syriza, no sólo como representante “anti-neoliberal” o “anti-austeridad”, sino expresando toda serie de exageraciones en torno a la posibilidad de que la misma abriera una “ruptura revolucionaria”. Reproduciendo de manera anacrónica análisis sobre el “gobierno obrero” o sobre la famosa frase del Programa de Transición sobre las “direcciones reformistas obligadas a ir más lejos”, vieron en Syriza casi el comienzo de la revolución europea.

Syriza, como todos lo sabemos, terminó capitulando de la manera más vergonzosa posible luego de la victoria popular del NO contra la Troika; hoy en día es el agente directo de la Troika en Grecia, ejecutando los planes de austeridad más brutales desde el comienzo de la crisis. El Secretariado Unificado, sin embargo, no ha sacado el más mínimo balance de su apoyo acrítico a Syriza: ni una línea escrita, ni una discusión franca y abierta en los dos eventos a los que hemos asistido. Toda su política para Grecia ha sido oportunamente barrida bajo la alfombra, sólo para subirse a un tren similar en el Estado español, en torno a Podemos (aunque con consecuencias aún más graves).

Podemos, electoralismo y municipalismo

En España, el Secretariado Unificado ha sido uno de los principales impulsores de Podemos a través de Anticapitalistas, su sección en el Estado español. Esto en sí mismo no está mal: cuando las circunstancias lo permiten, puede ser pertinente lanzar proyectos más amplios que la propia base del partido revolucionaria, con el objetivo de entrar en contacto con miles de activistas que evolucionan hacia la izquierda, organizarlos, y ganarlos para el marxismo revolucionario. Ante el éxito de convocatoria de Podemos (que reunía en sus inicios a decenas de miles en sus círculos), a partir de un programa esencialmente progresivo (nacionalización de los sectores claves de la economía, no pago de la deuda, ruptura con la OTAN, etc), hubiera sido de un sectarismo criminal privarse de intervenir en ese proceso: lo correcto era participar de Podemos con una clara política revolucionaria e intentar ganar a sus activistas para esas posiciones.

El debate no está en la pertinencia de intervenir en Podemos, sino en cómo hacerlo y con qué perspectivas. En efecto, la cuestión es que la dirección de Anticapitalistas en ningún momento se plantó de manera clara contra la dirección reformista de Pablo Iglesias, ni siquiera frente a su curso cada vez más derechista. En el Congreso fundacional de Podemos, por ejemplo, la dirección de Anticapitalistas no presentó un documento programático alternativo al de Pablo Iglesias, sino tan sólo uno “organizativo”, que giraba en torno a cuestiones democráticas elementales. El representante de Anticapitalistas en la Universidad de Verano del NPA explicó que esto no era muy grave ya que de todas maneras el documento programático de la dirección era… “muy ambiguo y poco concreto”.

Al contrario, lo esencial era oponer una política revolucionaria clara a la política cada vez más derechista de la dirección de Podemos encarnada por Pablo Iglesias. Esta derechización se expresó una vez más en el último ciclo electoral, en el cual el líder de Podemos se declaró “socialdemócrata” y le propuso al PSOE, responsable de los planes de austeridad y claramente integrado a “la casta”, la formación de un “gobierno del cambio”. Nuevamente, Anticapitalistas no se opuso públicamente a esta política, y ni siquiera fue parte del debate en ambos eventos.

Esta falta de política alternativa se expresa en un craso electoralismo: el principal parámetro con el que el Secretariado Unificado mide hoy en día el éxito de su política son los resultados electorales, el número de diputados, de concejales y demás. Así, en varios debates la polémica que sostenían los compañeros de IZAR (Izquierda Anticapitalista Revolucionaria, expulsados de Anticapitalistas) era menospreciada con el argumento de que “los que sacan 0,3% no le van a dar lecciones a los que sacan 20%”.

Además, uno de los ejes centrales de la orientación del SU gira en torno a la necesidad en el periodo actual de “conquistar lugares en las instituciones”. Una vez más, no hay que crear falsos debates: estamos convencidos de la necesidad de conquistar parlamentarios, concejales y demás cargos electivos a fin de potenciar la influencia de los revolucionarios y hacer avanzar la movilización y conciencia de nuestra clase; no tenemos posiciones infantiles “anti-institucionales” al respecto. La cuestión es justamente si las posiciones conquistadas sirven a este fin estratégico o no.

Una expresión de esta desviación institucionalista del SU tiene que ver con la gestión de las municipalidades capitalistas. Se trata del caso de Cádiz, ciudad gobernada por un alcalde militante de Anticapitalistas. En la misma, el gobierno se ha enfrentado a militantes anti-desahucios, llegando a desalojarlos por la fuerza de los debates municipales. Recientemente, la municipalidad aceptó un contrato que implica la construcción de buques de guerra para Arabia Saudita, con el argumento de que garantizará los empleos en los astilleros de la ciudad.

Sin duda, la gestión de las municipalidades capitalistas presenta una serie de contradicciones: en una situación que no es de alza revolucionaria de los trabajadores, las mismas son prácticamente insolubles. Pero en vez de plantear así el problema, Anticapitalista se escuda en una serie de argumentos posibilistas: que gobiernan en minoría, que “la deuda heredada es muy grande”, que los problemas de las municipalidades son “muy complejos”, que el municipio no tiene potestad sobre una serie de cuestiones (que dependen de la ley o del poder central). Pero entonces, si dirigir la municipalidad sólo obliga a gestionar la miseria capitalista y a encerrarse en los límites del sistema, cuál es su utilidad para desarrollar una política revolucionaria?

A pesar de estas experiencias, el nuevo caballo de batalla del SU es el “municipalismo”, y la tarea central sería la construcción de una red de “municipalidades del cambio”, entre las que se incluirían las de Barcelona y Madrid. Frente a las críticas que los participantes de la Universidad de Verano expresaron hacia el gobierno de Ada Colau en Barcelona (que exigía a los huelguistas del metro de Barcelona que levanten la huelga para negociar, que lleva adelante una política represiva hacia los “manteros”), los militantes de Anticapitalistas tomaron la defensa de Colau con los mismos argumentos posibilistas: que Colau gobierna en minoría, que hacerse cargo de una ciudad como Barcelona es “muy complejo”, que desde una municipalidad “hay límites”. Estamos frente al rebajamiento de la política revolucionaria a la simple gestión reformista de las instituciones del sistema capitalista.

El Plan B para Europa

El segundo eje central de la orientación del SU es el “Plan B para Europa”. El presupuesto del mismo es que si Syriza fracasó es porque “no rompió con la Unión Europea”. Esto es cierto sólo a medias. En efecto, la permanencia en la Unión Europea, una institución antidemocrática al servicio de las burguesías imperialistas europeas, es incompatible con una política anticapitalista y revolucionaria, que se ataque al fondo de los problemas para impedir que la crisis la paguen los trabajadores.

Sin embargo, al concentrarse sobre el problema de la Unión Europea, el SU de alguna manera “confunde la causa y el efecto”: no es que Syriza no puso en pie una política revolucionaria porque no rompió con la Unión Europea, sino que no rompió con la UE precisamente porque impulsaba una política reformista, institucional, no de lucha de clases y revolucionaria. El SU se “ahorra” así la molestia de hacer un balance a fondo de su apoyo a Syriza, y justifica además su apoyo igualmente acrítico a Unidad Popular, desprendimiento por izquierda de Syriza (pero igualmente reformista e institucional), más “antieuropeo”.

Pero además, el problema es que el famoso “Plan B” para Europa no es sino una alternativa reformista en el marco de la Unión Europea misma. Es así que una de las principales figuras del Plan B es Varoufakis, ex Ministro de Economía de Syriza que negoció la mayor parte del memorándum de hambre que Tsipras terminó firmando, y que si no formaba parte del gobierno durante la capitulación fue simplemente porque la Troika exigió su cabeza. Esto también se expresó en la campaña en torno al Brexit, donde la sección británica del SU llamó a votar por el Remain, como parte de la coalición “AnotherEuropeispossible” (Otra Europa es posible) de la que formaban parte representantes británicos de Syriza. En Francia, la figura del Plan B es Melenchon, ex miembro y Ministro del Partido Socialista, reformista y chauvinista hasta la médula.

Nuevamente, la respuesta del dirigente de Anticapitalistas presente en la Universidad de Verano del NPA fue que no podía calificarse al Plan B de reformista porque el mismo…no tiene programa! Esto no es expresado como una debilidad o una razón para no participar del mismo (cómo los revolucionarios vamos a participar en coaliciones políticas sin un programa claro), sino al contrario como algo positivo: porque “está en construcción”, porque “es abierto”, etc., etc.

Lo que está en el fondo detrás de esta política es la de construir “alianzas amplias”, incluso con reformistas, siempre y cuando sean “anti-austeridad” (aunque otorgarle este calificativo a Varoufakispodría ser discutido…). Se diluye todo programa de clase, independiente, de movilización y ruptura revolucionaría, detrás de frases vacías sobre la “democracia” (de qué clase?), sobre las “necesidades de los ciudadanos” (incluimos a los “pequeños empresarios” y demás a los se dirige Podemos?) y demás lugares comunes de los politicachos reformistas.

La Unión Europea no puede ser reformada, ni se la puede combatir de la mano de aquellos que gestionan las instituciones del sistema capitalista e incluso que elaboran los planes de austeridad. No se puede enfrentar a la UE de la burguesía imperialista europea diluyendo el programa de clase. Al contrario, de lo que se trata es de defender la idea de que solo una ruptura revolucionaria, encabezada por la clase obrera y alcanzada por su movilización independiente, puede tirar abajo la UE del capital y construir los Estados Unidos Socialistas de Europa.

Periodo histórico, partido y estrategia

El problema de fondo parte de la caracterización que el SU sostiene en torno al periodo actual y de las tareas que se desprenden del mismo. Para el SU, el periodo actual estaría marcado de manera univoca por un retroceso sin precedentes, por la descomposición de la izquierda y de la clase obrera y por la desaparición del horizonte histórico de la perspectiva revolucionaria. Nos encontraríamos en el mismo periodo que se abrió con la caída del muro de Berlín y de la URSS, sin signos de mejora.

De esto se deduce que la forma de partido de vanguardia revolucionario y la estrategia revolucionaria no están al orden del día. Pierre Rousset, dirigente del SU, llega a escribir que “en el periodo actual, la cotidianeidad de un militante revolucionario y de uno reformista no se diferencian”. Así, frente al retroceso histórico que vivimos, las fronteras entre reformistas y revolucionarios no serían de actualidad (aunque lo serán en un futuro que no se sabe cuándo vendrán), de lo que se trataría es de construir “partidos amplios” con una base común simplemente “antineoliberal”.

Por nuestra parte, consideramos que vivimos en la última década un ciclo de rebeliones populares en las que las masas han irrumpido en la escena política, una lenta pero sostenida acumulación de experiencias y también de construcción de los partidos revolucionarios. La experiencia de Syriza, Podemos y otras formaciones de este tipo han demostrado los limites insalvables del “reformismo sin reformas” en el contexto de la crisis capitalista internacional. Delimitarse claramente de estas formaciones no es “crimen de leso sectarismo”, sino al contrario una tarea esencial para elevar la consciencia de nuestra clase, para reforzar la lucha extraparlamentaria y la construcción de verdaderos partidos revolucionarios. Esta es la perspectiva a la que aportamos desde Socialismo o Barbarie.

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