Socialismo o Barbarie, periódico Nº 207, 18/08/11

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El balance de la izquierda

El voto democrático permitió
el triunfo de saltar la proscripción

Por Sergio Revelli

Como ya veníamos mencionando durante el año, la reforma política reaccionaria llevada adelante por el gobierno K en 2010 puso una serie de nuevas trabas para la presentación electoral, sobre todo de la izquierda. La ley está hecha a medida de los partidos con aparatos clientelares y punteros: con los nuevos requisitos para obtener la legalidad (por ejemplo la obligatoriedad de fotocopias de DNI para las afiliaciones) hasta la necesidad de superar el piso del 1.5% en las internas obligatorias, buscaron excluirnos de la contienda electoral. El objetivo del gobierno era correr del escenario político a la izquierda, dando un paso en silenciarla tanto en el plano político como en el sindical o el social. Lo primero que hay que decir, es que el gobierno fracasó en este objetivo. La izquierda, representada en esta ocasión por el FIT, logró pasar el piso proscriptivo lográndose un triunfo que fue festejado como tal en los lugares de trabajo y estudio por la amplia vanguardia. Lo segundo, es que el resultado electoral que finalmente obtuvo Altamira, se debió a la campaña anti-proscriptiva, lo cual muestra que el eje que el Nuevo MAS planteó desde principios de año era completamente acertado.

El FIT pasó con la POLÍTICA del Nuevo MAS

Dicho lo anterior, es evidente que desde el Nuevo MAS tenemos una posición crítica de cómo el FIT, prácticamente de “carambola”, terminó tomando en sus manos esta campaña. Hasta que el agua no les llegó al cuello (luego de las malas elecciones en Capital Federal y Santa Fe) amenazando realmente con hundirlos, no giraron a la pelea contra el piso proscriptivo.

Como ya se sabe, desde el Nuevo MAS planteamos dar una batalla a brazo partido contra la reforma proscriptiva: hemos realizado una campaña contra la proscripción a la izquierda desde el primer día y de manera consecuente, y lo hicimos durante todo el año, no sólo como un slogan de campaña. Las corrientes que conformaron el FIT, en particular el PO, su fuerza mayoritaria, despreciaron esta pelea: no la incluyeron, siquiera la mencionaron, en el programa de constitución del frente. Es más, Altamira escribió en su prensa que “no había que poner como eje la proscripción”, Pitrola decía que era una campaña “marginal” y un largo etcétera… pero con los resultados de Capital y Santa Fe puestos, el PO dio un volantazo de 180 grados –sin decir agua va agua viene- para hacer una amplia agitación contra la proscripción.

La campaña democrática del FIT focalizada en la necesidad de obtener 400.000 votos para pasar el piso del 1.5% tuvo una fuerte repercusión, cuya máxima expresión fue el pedido de “el milagro para Altamira” de Jorge Rial, que acompañaron una serie de periodistas de renombre, también derechistas, como Gustavo Silvestre o hasta Chiche Gelblung, entre otros. Ante esta campaña, el reflejo de un sector de la sociedad fue profundamente democrático, y pareciera haber sido un sentimiento hermanado al que se percibe cuando se produce una represión: sectores que quizás no apoyan activamente dicha causa se solidarizan frente a ese hecho.

Para apreciar cómo influyó la campaña democrática en que Altamira logre superar el piso proscriptivo, están sobre todo los guarismos de Capital Federal. La izquierda venía con una tendencia general nacional de caída en la cantidad de votos, y los datos de la Ciudad muestran el cambio abrupto pre y post campaña por “el milagro”: el frente obtuvo alrededor de 76 mil votos a presidente y 81 mil a diputados (4 y 4,4% respectivamente), cuando sólo semanas atrás obtuvieron apenas 13 mil y 17 mil a jefe de gobierno y legislador (el 0,77 y 1% respectivamente). En ese sentido, Altamira logró capitalizar dicho voto cuando cambió radicalmente su discurso, para acercarse al que sosteníamos desde el Nuevo MAS, pero con una diferencia no menor: lo tomó con un perfil completamente adelgazado desde un punto de vista de clase.

Del rechazo a la pelea contra la proscripción al extremo adelgazamiento en el perfil de la campaña

Esto último opinamos que es materia de discusión. La campaña contra la proscripción por parte del FIT, que fue agarrada por puro oportunismo debido a sus magros resultados previos a las PASO, se focalizó unilateralmente en los votos necesarios para poder presentarse en octubre: no decía ni una palabra contra el gobierno, ni contra la burocracia sindical ni contra la misma ley electoral.  Decían como eje de campaña “nos exigen 400.000 votos”: ¿quién? no se sabe. ¿Por qué? Menos que menos. Incluso se llegó al extremo en los spots de campaña de no denunciar en ninguna parte a la burocracia sindical. Es decir, la clase obrera sufre todo tipo de flagelos, pero no se sabe por qué: no se aprovechó la campaña para decir quiénes eran los responsables de carne y hueso de los mismos.

Quizás en esto haya, además, un debate vinculado a lo señalado en su momento cuando arreciaba la campaña de Altamira llamando a cortar boleta: ¿cómo dialogar con los votantes kirchneristas? Esta preocupación no está mal. Es decir, por su forma, los slogans y consignas no pueden dejar de tener en cuenta que una enorme mayoría social explotada y oprimida confía en el gobierno, como se acaba de demostrar. Abordar este problema sectariamente, evidentemente, cortaría todo diálogo antes de comenzar. Pero el FIT desaprovechó la enorme cantidad de espacio publicitario gratuito que tuvo para decir algo más que el correcto reclamo democrático: que los reclamos obreros pendientes, que las continuadas condiciones de explotación de la clase trabajadora, que las reemergentes condiciones de miseria, tienen que ver con que Cristina y la burocracia sindical, en definitiva, son los guardianes del orden capitalista en nuestro país. Esta denuncia de clase brilló por su ausencia en toda la campaña (aunque ahora sobre todo el PTS pretenda esconderla bajo la alfombra con recursos efectistas).

La apelación al recurso del “salvador”

Hay todavía otro aspecto, si se quiere más fino y abierto a debate, pero que hace a la tradición del marxismo revolucionario, y es que las campañas electorales son para darle una voz, una tribuna, un cauce político a las luchas y necesidades obreras, a la perspectiva de los trabajadores y socialista. El hecho es que el frente utilizó una lógica cuasi sustituista, parecida al “chapulín colorado”: ¿“ahora quién va a salvarme”? “Nosotros, la izquierda”. Pareció tratarse de un llamado a depositar la confianza en que los representantes de la izquierda son los que “resolverán” los problemas, en vez de ubicarse como los voceros de las necesidades y luchas de la clase obrera. En todo caso, como organizaciones que a lo único que pueden comprometerse es a pelear incondicionalmente al lado de la clase obrera en la lucha por concretar sus reclamos; reclamos, que si no son tomados en sus propias manos como clase, nadie los podrá resolver, siquiera el partido más revolucionario del mundo…

Por el contrario, nuestra campaña contra la proscripción estuvo centrada en enfrentar de conjunto la nueva ley electoral y al kirchnerismo que la llevó adelante: el mismo gobierno que quiere callar a los trabajadores reforzando a la burocracia sindical, ahora quiere acallar a la izquierda. Fue por esto que nuestro otro slogan fue: “si votás a Cristina votás a Moyano y toda la burocracia sindical”, por esto es que “vamos con los nuevos delegados obreros”. Creemos que la tarea es ayudar a elevar a la clase obrera, sus debates y sus luchas al plano político, y de ahí el imprescindible rol del partido revolucionario, colaborando con esta experiencia para hacer una clase obrera socialista.

La debacle de Proyecto Sur como prueba

Si Altamira logró capitalizar el voto democrático contra la proscripción, la candidatura de Argumedo y el MST recibió un tremendo cachetazo por exceso de confianza. Mientras el PO llegó a ver el iceberg cercano y pegó el volantazo, el MST se pensó que estaba haciendo la plancha en el Caribe y se estrelló de lleno. En casi todas las candidaturas no pasaron el 1.5% (la nacional de Argumedo llegó apenas al 0,9%), siendo la de diputado por la Capital la única candidatura que pasó el “piso”: un mazazo para una corriente como el MST que abandonó la izquierda para ir a la centroizquierda, abandonó el rojo por el verde sólo por votos y cargos… Queda demostrado que Proyecto Sur como tal, como corriente orgánica prácticamente no existe, y toda su “aureola” se limita a la candidatura de Pino Solanas. La proyección nacional del “espacio progresista amplio” se la regaló a Binner, quedándose apenas con una quinta que no va más allá de la General Paz.

Esto para nada impide que tengamos una posición de principios sobre la cuestión: el Nuevo MAS está en contra que el matiz de opinión reformista que expresa Proyecto Sur no esté en las elecciones de octubre, son los trabajadores con su voto los que deberían decidir si los votan o no y no la tramposa ley proscriptiva.

Estamos orgullosos de la pelea que dimos

Para nuestro partido el haber sido excluido del Frente de Izquierda significó redoblar esfuerzos, mediante los cuales conseguimos presentarnos en la Capital Federal a jefe de gobierno y en provincia de Buenos Aires a diputados y senadores nacionales. El hecho que nuestra pelea política central, la lucha contra la proscripción a la izquierda, haya sido tomada las últimas semanas sobre todo por el PO, sumada a la absoluta desproporción de medios (no tuvimos un Jorge Rial que pidiera un “milagro” para Heberling y Ayala), terminó eclipsando nuestra campaña, y condujo la inmensa mayoría de nuestros votos hacia el FIT.

Al mismo tiempo, es un hecho que tuvimos casi nula visibilidad en los medios (por no tener candidatura presidencial), cosa que nos quitó llegar masivamente como otras fuerzas políticas. Para la inmensa mayoría, la izquierda fue el FIT y no existía nada más. A esto se suma que, aunque tuviera efectos contradictorios en el plano electoral, el Nuevo MAS llamó públicamente a votar por Altamira, y mientras mucha gente en los volanteos y agitaciones nos preguntaba sorprendida por que íbamos solos (nos tomaban como parte integrante del FIT), muchísima más siquiera llegó a enterarse que a nuestro partido lo dejaron fuera del Frente de Izquierda o se confundió porque también llamamos a votar su candidato presidencial.

La maniobra evidente del PO y el PTS fue invisibilizarnos por no tener la legalidad presidencial, y, por tanto, no poder competirles realmente: un comportamiento sin principios que tarde o temprano se termina pagando porque está reñido con las mejores tradiciones de la clase obrera acercándose al instrumentalismo que caracteriza las maniobras burocráticas.

En estas condiciones, los 15.000 votos que logramos con una campaña militante, a tiza y carbón, abnegada, los consideramos muy valiosos por las condiciones completamente adversas en las que los peleamos, enfrentando el silenciamiento tanto por derecha como por izquierda. Los votos al FIT no le dan ninguna “razón” al PO y al PTS por haber dejado afuera al Nuevo MAS aprovechándose de la falta de nuestra legalidad nacional, ni tampoco tapan todas las incoherencias que marcaron su campaña.

El criterio de aparatos con el que fue conformado el frente debería ser cambiado si lo que se busca es conformar un punto de referencia político que sea orgánico y vaya más allá de lo meramente electoral. Una tarea que está pendiente y que requiere una reflexión y formulación ulterior.

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