Socialismo o Barbarie, periódico Nº 207, 18/08/11

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Cristina se encamina a la reelección en medio del derrumbe
de los mercados

Navegando en aguas turbulentas

Editorial

Cristina Kirchner se alzó con más del 50% de los votos en las recientes primarias, un dato impactante luego de que su gobierno estuviera al borde del nocaut dos años atrás, cuando la derrota ante las patronales agrarias. El kirchnerismo ha demostrado capacidad para navegar en aguas turbulentas. Logró domar el potro de la rebelión popular de 2001. Y, también, hasta el momento, pudo más capitalizar políticamente que sufrir las inclemencias de la crisis económica que barre el mundo capitalista. Sin embargo, podría estar al borde de encontrarse con un precipicio: es que si la segunda fase de la crisis mundial pega con más fuerza que la anterior -como parece estar anunciándose a estas horas- sus márgenes de maniobra se verían, ahora sí, estrechados. Allí sería más difícil no desnudarse antes las masas como lo que en definitiva es: un gobierno que a pesar de gestos y medidas progresistas no ha hecho más que estabilizar la situación del capitalismo nacional.

Bases de la recuperación K

La capacidad de recuperación del kirchnerismo ha sido destacable. Ya en las elecciones de 2007 Cristina había tenido baja votación en la mayoría de los centros urbanos del país. Las clases medias comenzaban a alejarse y se abría un período en que mayormente giraban a la derecha.

Ésta fue la base social detrás del conflicto con las patronales agrarias. El gobierno quiso tocar una proporción mayor de las superganancias del campo argentino y lo pagó con una dramática derrota política que lo dejó al borde de la renuncia y le costó las elecciones de 2009.

Sin embargo, desde el día siguiente a esa derrota, el gobierno comenzó a recuperarse y la oposición patronal -cuyas figuras ya se probaban el traje de presidenciable- a desflecarse sin fin.

Esto tuvo una base material: la primera ola de la crisis mundial llegó al país mediatizada por la pujanza económica de China y Brasil. La crisis duró poco y la recuperación vino muy rápido. Apoyado en ese hecho material, llegó también una fase de “radicalización” de los K, que tomaron una serie de medidas económicas y políticas alejadas de las habituales recetas neoliberales de los años 90. Sin orden cronológico: estatización de los fondos jubilatorios en manos de las AFJP, utilización de reservas del BCRA para pagar deuda, nueva ley de medios para romper el monopolio del multimedios de Clarín, asignación universal por hijo para familias desocupadas, reforma electoral proscriptiva pero presentada como alfa y omega de la “democracia”, etcétera. Y, junto con esto, un definido perfil ideológico de pelea “contra la derecha”, expresada en la campaña de “devuelvan a los hijos”, entre otras.

Además, lograron organizar y capitalizar una serie de eventos de masas en clave de “independencia nacional”, fundamentalmente, los festejos del bicentenario. Este conjunto de circunstancias politizó a una franja de masas de la sociedad, sobre todo entre la población joven. En esencia, los K se quedaron con parte fundamental de la base de masas que protagonizó el Argentinazo de 2001 aunque sin lograr apagar del todo sus brasas.

En medio de esa recuperación llegó la inesperada muerte de Kirchner. Amén de que en sus funerales se expresó esa parte de la sociedad politizada, la viudez actuó sobre Cristina como una suerte de bálsamo social: no correspondía criticar a quien se estaba haciendo cargo del barco en medio de un drama personal.

Cristina aprovechó esa situación para correrse más hacia el centro político. Sin llegar a ensayar un gobierno de unidad nacional, y sobre una base económica de crecimiento, hizo guiños de gobernabilidad hacia el empresariado. Por ejemplo, cuando la represión en el Parque Indoamericano (y, últimamente, volviéndose a cobrar vidas en Jujuy reprimiendo la ocupación de las tierras de Ledesma). A pesar de las peleas de palacio, Moyano colaboró también para un 2011 casi sin conflictos de importancia en un año que es poco menos que un largo festival electoral.

Sólo falta agregar al panorama el desastre de la fragmentación de una oposición patronal sin discurso en medio de una situación económica de bonanza, y ahí está el resultado electoral del domingo. Más de un 50 por ciento, recuperación de los centros urbanos e incluso del voto del campo. El bolsillo pudo más que las “ideologías”: los productores agrarios están ganando más que nunca. Hasta Biolcati, reaccionario jefe de la Sociedad Rural, ha salido a declarar que luego de las elecciones del domingo “habrá que revisar muchas cosas”…

Así, sobre una base económica de relativa bonanza, el kirchnerismo supo “reconstruirse” para salir casi seguramente reelecto en octubre. Hecho que de confirmarse constituiría un fenómeno político en sí mismo: una gestión continuada y sin interrupciones a lo largo de 12 años, que en la Argentina de las convulsiones crónicas no es poca cosa.

La foto y la película

Sin embargo, en este cuadro triunfalista de situación hay una variable independiente. Como se ha visto en las últimas semanas, la economía mundial está al borde de una recaída aún más grave que la de dos años atrás. La recaída puede dejar realmente al mundo, ahora sí, al borde de una depresión mundial. Y esto, para colmo , ocurrirá en un mundo que se empieza a poblar de rebeliones populares. Ya no es solamente el mundo árabe. Se trata de un fenómeno universal: de Grecia, de los indignados en España, de la explosión de la juventud excluida en Inglaterra, de la juventud estudiantil en Chile... todos hechos de claro impacto mundial.

En lo inmediato, desde el punto de vista político, el kirchnerismo ha explotado el contraste entre el “derrumbe” del mundo y la estabilidad argentina, como están haciendo todos los gobiernos de la región. Cristina gana por partida doble: el contraste ocurre en momentos en que aún no se hacen sentir en la Argentina las consecuencias de la recaída económica., y la coyuntura de país sigue siendo de bonanza . Sin duda, se han venido acumulando una serie de “bombas” que no han terminado de explotar, pero hasta entonces, el gobierno puede demostrar manejo y capacidad de “torear” la crisis. En definitiva, ahí está la razón de fondo de su votación del domingo: para las mayorías, el kirchnerismo parece haber pasado la prueba como “piloto de tormentas”.

Pero atención, porque el resultado electoral podría estar mostrando una “fotografía”, no toda la película. El arrasador triunfo K (que, a priori, sería ratificado en octubre) es en parte muestra de una situación “irreal”. No hay “estabilidad” nacional que alcance, no hay manera de transformar al país en una isla al margen de los sobresaltos de la situación mundial.

Es verdad que el kirchnerismo tiene oficio político, rasgo que comparte con otros gobiernos de la región, desde el del PT de Lula en Brasil hasta el Frente Amplio uruguayo, pasando por Chávez, Morales y Lugo. Todos ellos se vieron obligados a “domesticar” rebeliones populares en sus países, o evitar que detonen, en un movimiento preventivo,. Para ello, tomaron una serie de medidas disonantes con las recetas neoliberales puras y duras de los años 90,  medidas que ahora mismo aparecen legitimadas dado el eventual derrumbe del libre mercado extremo que marca la crisis del capitalismo mundial. De ahí también que se sucedan reuniones de los gobiernos de la Unasur buscando tomar medidas que “blinden” la región frente a la crisis.

¿Se avecina una "tormenta perfecta"?

La simultaneidad de la recaída en la crisis mundial con la explosión de rebeliones “urbi et orbi” podría cambiar todo el cuadro de situación. Durante las jornadas más dramáticas de finales del 2008 y comienzos del 2009, China, India y Brasil lograron hasta cierto punto “desacoplarse” de la caída recesiva. China puso en práctica el mayor paquete de asistencia estatal en proporción al PBI de todo el mundo. En esas condiciones, continuó su rol de primer consumidor mundial de materias primas, para beneplácito de países como el nuestro. Esto mismo hizo que el Brasil se mantuviera al tope demandando, a la vez, nuestra industria automotriz. La bonanza de ellos fue la de la Argentina.

Las perspectivas de un nuevo “desacople” lucen mucho menos claras. La inflación campea en China, motivando nuevas oleadas reivindicativas por el salario que tienen muy nerviosa a la burocracia vernácula. En Brasil también hay preocupación, que está llevando a que se adopten medidas más o menos proteccionistas.

Pero, además, la crisis mundial como un todo podría pegar más fuerte que en la ronda anterior, porque los estados del norte del mundo ya no disponen de los billones de dólares de hace dos años atrás para rescatar el quebranto privado. Hoy son los estados mismos los que están quebrados e imposibilitados de prevenir que caigan las compañías hasta ayer "demasiado grandes para caer"...

En esas condiciones, podría acabarse el “sueño” de los K. El progresismo -como su hermano mayor, el reformismo- funciona muy bien en condiciones de bonanza. Pero cuando las vacas son flacas, inevitablemente se desnuda como un gobierno de la clase capitalista, que si tiene que optar por cortar los víveres, lo hará esto principalmente entre los explotados y oprimidos. Allí se termina el “relato progresista”.

Cabe recordar, por ejemplo, que el mismísimo Juan Domingo Perón, cuando el deterioro de la situación económica en su segundo mandato, lanzó los famosos Congresos de la Productividad para implementar un rotundo ajuste sobre la clase obrera. ¿Qué pasaría hoy con el mayoritario apoyo en las fábricas al gobierno kirchnerista si se ve obligado a lanzar un ajuste económico en regla? Rápidamente se transformaría en su contrario, en furia anti K, si llega a tocar las condiciones de vida duramente adquiridas como subproducto, fundamentalmente, no de las bondades del kirchnerismo, sino de las condiciones creadas por la rebelión popular del2001.

Por supuesto, el gobierno va a recurrir a cuanto recurso encuentre para evitar o postergar esto. Ya lo hizo cuando por ejemplo reestatizó los fondos jubilatorios, a pesar de la sonora protesta del conjunto de la patronal por el "cambio en las reglas del juego". Pero la imaginación tiene un límite: si la economía derrapa en una depresión mundial, la Argentina se las verá muy feas y el gobierno no tendrá más alternativa que mostrar realmente para qué equipo juega: el del capitalismo nacional.

Hay que desbordar por izquierda al kirchnerismo. El problema es
el capitalismo

Como dijimos, el resultado electoral está mostrando la foto, pero la película de octubre en adelante podría ser muy distinta, a caballo de la dinámica de la crisis mundial. Esto no quiere decir que al gobierno se le acaben de inmediato sus márgenes de maniobra. Ya mismo está pensando medidas frente a esa eventualidad. Pero no hay magia: un mundo que se acerca nuevamente a un derrumbe reducirá dramáticamente los márgenes de maniobras de los gobiernos progresistas latinoamericanos y pondrán más a la orden del día la agenda de la crítica al capitalismo.

Desde el Nuevo MAS desde la actividad cotidiana (y el FIT en la palestra electoral), debemos levantar por sobre todas las cosas un programa obrero y socialista que plantee una perspectiva más allá del capitalismo.

El FIT no ha aprovechado hasta ahora su visibilidad electoral para decir nada sustancial. No sabemos si el encandilamiento electoral le permitirá hacer esto. Por nuestra parte, radicalizaremos nuestra política en ese sentido, llevando a cabo una amplia agitación anticapitalista que prepare las luchas obreras que están por venir.

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