Socialismo o Barbarie, periódico Nº 202, 27/05/11

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Uruguay: el parlamento ratificó la impunidad para los
asesinos y torturadores de la dictadura

La vergüenza del “progre” Mujica y
el Frente Amplio

Por Washington Herrera

El 19 de mayo, el Parlamento uruguayo se cubrió de vergüenza. También, el “progresista” Frente Amplio y el presidente Mujica, que de tupamaro ha devenido finalmente en el mejor amigo de los militares y policías que torturaron y asesinaron durante la dictadura.

Ese día una ajustada votación –un empate– impidió la derogación de la infame Ley de Caducidad, que desde 1986 viene garantizado la impunidad de los represores. Esta “ley”, a su vez, fue producto de una entregada aún más canalla: el Pacto del Club Naval acordado en agosto de 1984 entre la dictadura y el Frente Amplio, el Partido Colorado y la Unión Cívica.

El escándalo de mantener una legislación que contradice incluso la normas burguesas de derecho internacional (que estiman imprescriptibles los crímenes de lesa humanidad), recae ante todo en los principales dirigentes del Frente Amplio; en primer lugar, su anterior presidente, Tabaré Vázquez, y el actual mandatario. En efecto, la gran mayoría de la dirigencia del Frente se ha opuesto activamente –como Vázquez y Mujica– o ha colaborado con su pasividad, para que la impunidad siga en pie.

En el 2009, un referéndum para anular esta ley fue escandalosamente saboteado por los dirigentes del FA. A pesar de eso, logró el 48% de los votos. Ahora, el pasado viernes 20, una multitudinaria manifestación marchó por Montevideo en repudio a la ley de impunidad. Pero nada de esto hace variar la actitud de la cúpula del FA.

Por el contrario, Mujica multiplica sus gestos de amistad y solidaridad con los torturadores y asesinos de la dictadura. Fue, por ejemplo, a visitar al general retirado Miguel Dalmao, internado en el Hospital Militar. Este general está procesado por crímenes de lesa humanidad. Es como si aquí un dirigente político fuese pública y ostensiblemente a animar a Videla o Astiz cuando están engripados.

Esta política, con actitudes que rozan en la provocación, ha generado una cierta crisis dentro del FA y también con sectores populares que lo han votado. A esto se suma la línea social y económica de Mujica, encuadrada en el neoliberalismo, la sumisión perruna a los bancos y corporaciones (en primer lugar, a la gran burguesía agraria) y la “mano dura” con los conflictos sindicales.

El punto clave para el activismo obrero y juvenil es comprender que nada puede ya esperarse del FA, ni de ninguno de sus partidos. Muchos tuvieron la ilusión de que Mujica significaría un “giro a la izquierda” en relación a la gestión de Tabaré. Los hechos son elocuentes.

La única conclusión posible es la necesidad de romper totalmente con el FA, para construir una alternativa obrera, socialista y revolucionaria, absolutamente independiente.