Socialismo o Barbarie, periódico Nº 202, 27/05/11

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Entrevista a Alejandro Tantanian

“Provocar la colisión con el
pensamiento único o dominante”

“El derecho al aborto es un reclamo justo y creo
que es necesario que se discuta en las
próximas elecciones porteñas...”

Alejandro Tantanian es un destacado actor, director y dramaturgo y es uno de los primeros firmantes de la campaña por el aborto libre, legal, seguro y gratuito que está impulsando el Nuevo MAS para las próximas elecciones porteñas. SoB estuvo hablando con Tantanian sobre el derecho al aborto y sobre la obra que en estos momentos está presentado en el teatro Presidente Alvear, una adaptación de la novela Las Islas de Carlos Gamerro donde el protagonista, Felipe Félix, ex combatiente de Malvinas, recorre la historia reciente.

 

 

 

 

Declaración

Por el derecho al aborto, libre, legal, seguro y gratuito

Presentamos esta declaración a favor del derecho al aborto que tiene como uno de sus primeros firmante e impulsores a Alejandro Tantanian. Para adherirte firma a modo de comentario en el blog: http://porelabortolibre.blogspot.com/

Casi un año atrás la Ciudad de Buenos Aires fue sede de las más importantes manifestaciones por el derecho al matrimonio para personas del mismo sexo, derecho que luego fue aprobado en el Congreso Nacional. Este logro fue un triunfo popular que desató un debate a lo largo y ancho del país cuestionando el conservadurismo de la familia tradicional. Capas "geológicas" de atraso en materia de relaciones humanas y la forma familiar patriarcal quedaron cuestionadas.

Este mismo triunfo, dejó colocada la necesidad y posibilidad de ir más lejos en una reivindicación más de fondo aun: el derecho de las mujeres a decidir sobre su propio cuerpo: el derecho al aborto libre, seguro y gratuito.

El hecho es que en la Argentina no es la mujer la que puede resolver el carácter de sus relaciones sexo-afectivas: el Estado ordena que las mujeres deben estar encadenadas a la reproducción. Y hace esto con la complicidad de la Iglesia Católica, la misma que bendijo a los represores, que protege a los curas abusadores de menores, que considera una "enfermedad" a la homosexualidad.

Es lógico: esta función reproductiva de la mujer se anuda con la explotación capitalista encadenándola en una relación de doble o triple opresión: en el trabajo como asalariada, en la casa a cargo de las tareas domésticas y reproductivas.

Se podía esperar entonces que Cristina K, que se llena la boca todos los días de palabras "progresistas", y es mujer, cumpla con esta demanda. Pero la realidad es todo lo contrario. Mostrando su complicidad con el orden establecido, después de aprobado el matrimonio igualitario, una y otra vez se ha manifestado contra el derecho al aborto.

Yendo más lejos aun, ha presentado un subsidio a la maternidad –bajo la forma del tutelaje estatal a las mujeres embarazadas– como un mecanismo en el fondo antagónico y opuesto al derecho al aborto. No casualmente fue saludado por la misma Iglesia que había quedado golpeada el año pasado.

Lamentablemente, la mayoría de las organizaciones de mujeres se han adaptado a esta situación: generan falsas expectativas en los K afirmando que habría que "esperar" hasta después de la reelección de Cristina, ahí si se daría curso al derecho al aborto...

Por su parte, desde la oposición patronal de la UCR y el PRO (e incluso de Pino Solanas) de este tema no se habla en la campana que ya esta en curso.

En estas condiciones, los abajo firmantes opinamos lo contrario: que la campana electoral que se avecina en la Capital Federal puede ser una excelente oportunidad para usarla como tribuna para levantar bien alto las banderas por el derecho al aborto.

En ese sentido, apoyamos las listas del nuevo MAS que ha hecho de esta reivindicación una de las principales banderas de su campana electoral.

SoB: ¿Por qué te decidiste por esta novela de Gamerro para tu nuevo espectáculo?

Alejandro Tantanian: Hay un  motivo personal y otro más político.

En el plano personal el vínculo con Gamerro empieza hace unos años cuando comenzamos a preparar una versión sobre Hamlet que iba a protagonizar Elena Tasisto. Convoqué a Carlos para traducir y  adaptar el texto (él es un gran traductor del inglés y profundo conocedor de la obra shakesperiana). Estuvimos trabajando 8 meses en esa traducción que finalmente no se llevó a escena. Construimos una relación entrañable y necesaria en el trabajo y, al fracasar el Hamlet, le propuse hacer la versión teatral de Las Islas. Gamerro me dijo que estaba loco, que eso era imposible debido al grado de complejidad de la novela. Su argumento, claro, aumentó mi deseo y no fue difícil convencerlo. Así empezamos.

Y desde el plano político podría decir que cuando leí la novela, hace unos 3 o 4 años, me sorprendió profundamente esa zona corrida del pensamiento único o, mejor dicho, del pensamiento cristalizado de la política y la historia argentinas.

La novela contiene el intento de plantear lo argentino como una especie de gran fantasía paranoica unida a una red infinita de confabulaciones junto a la desmesura de la fabula o del mito que esas mismas confabulaciones crean.

La lectura que hace de lo argentino me parece única. Como argentino uno suele preguntarse acerca de la argentinidad, la novela no lo explica de modo unívoco, tiene la virtud de correrse y hacer correr al lector de todas las  respuestas oficiales y, para redoblar la apuesta, se mete con tres décadas tremendas: los ‘70, los ‘80 y los ‘90.

Se mete con el gobierno militar y con el menemismo y trabaja claramente en una zona especular, por eso la idea del dos en la novela es tan fuerte: dos son las islas Malvinas, dos son las torres de Puerto Madero en donde se desarrolla gran parte de la acción, como dos son las decepciones brutales frente a esos dos “sistemas”: con Malvinas hay una suerte de explosión del régimen militar y una decepción brutal, así como en el 2001 hay una explosión / decepción brutal con el menemato.

Esa concordancia de dos fracasos argentinos (entre  muchísimos otros) funciona como máquina de narrar en la novela.

Y algo muy importante para mí: el discurso de los ‘90 nunca se escuchó en el teatro, al menos no con la violencia y la precisión con las que creo necesita ser capturado para poder entenderlo en su totalidad; al menos yo nunca vi en un escenario que un personaje asuma el discurso –que hoy sigue en pie en Macri claramente–  del libre mercado, de la situación extrema del capitalismo. Tamerlán [nombre de uno de los personajes principales de la obra] es el nombre de un personaje histórico, un conquistador brutal y asesino, que asume aquí un discurso también brutal donde reivindica la desigualdad social como motor de la historia. Un empresario mesiánico, abusador y cocainómano que quiere llevar adelante, entre otros delirios mesiánicos, la tercera fundación de Buenos Aires.

Esa enorme mirada política sobre la Argentina era lo que más me seducía, y esto me llevó a la decisión de que este espectáculo debía montarse en un teatro oficial para que el discurso que la obra porta entrara en colisión con el discurso dominante que tienen los escenarios oficiales (desde lo estético y lo ideológico, claro: ambos discursos van de la mano).

Todos los actores y los colaboradores nos pusimos la obra la hombro. De los procesos que yo tuve éste fue el más extraordinario: fruto tal vez de la imantación que ejerció en nosotros la obra. Eso, a su vez, fue lo que nos permitió sobrevivir al afuera que, algunas veces, supo mostrarse hostil.

SoB: La obra es una obra políticamente incorrecta. ¿Buscaste ex profeso incomodar?

A.T.: La incorrección me parece necesaria a la hora de provocar pensamiento. Conviene decir que yo creo que la ficción es uno de los estatutos más revulsivos porque contiene en sí infinitas posibilidades revolucionarias:: el público viene a recibir algo pero nosotros no se lo damos, sino que ese algo que el público espera viene cargado de otra cosa, disfrazado de otra cosa, portando otro discurso. Y esto puede llegar a ser absolutamente revulsivo. Nosotros hacemos ficción y esa zona de exceso, que tienen tanto la novela como  la obra, nos permite corrernos de los lugares comunes y, así, despertar en el espectador algunas preguntas. Ejercer desde la ficción un desacomodamiento de las consignas aprendidas casi pavlovianamente, valga como ejemplo: alguien dice: “Las Malvinas…” y cualquier argentino completa: “… son argentinas.” Contra eso va la novela, contra eso va la obra, contra eso la ficción puede dar batalla.

Para que ciertas cuestiones políticas puedan surgir en el arte me parece imprescindible que colisionen con el pensamiento único o dominante.  Hay, en el espectáculo, cierto espíritu brechtiano en la búsqueda de un espectador activo: hay un intento de bombardear al espectador con cosas que no pueda procesar rápidamente, generando, así a veces reacciones adversas (es el riesgo, claro). Esto, necesariamente, te coloca como espectador en situación de actividad y muchas veces esa actividad genera una fricción: ya no se me presenta todo pre digerido sino que soy yo el que se tiene que tragar la comida o, por qué no, la basura.

SoB: Firmaste la declaración a favor de la campaña por el derecho al aborto que impulsamos desde el nuevo MAS, que es una declaración políticamente incorrecta, ¿a qué se debe?

A.T.: Yo no soy un militante pero desde mi lugar, el pedido que exista una ley que permita el aborto, me parece absolutamente coherente, lógico y necesario. Y creo que debe ser atendido. La declaración que estamos haciendo firmar es absolutamente correcta y no vi en otras campañas que se enuncie la lucha por este derecho. Desde mi lugar de extra partidario lo veo como un reclamo justo y creo que es necesario que se discuta en las próximas elecciones porteñas. Por ahora no se discute absolutamente nada: parece Gran Hermano: alguien se queda, alguien se va. Asistimos a una discusión de candidaturas.

SoB: ¿Por qué opinas vos que el gobierno de Cristina niega el aborto, después  de la ley de matrimonio igualitario?

A.T.: Lo que yo aventuro es que es posible leer traes esta negativa un acuerdo o pacto con la iglesia. Si bien no aparecen hermanados –como con los militares o con Menem– en algún punto debe haber un acuerdo con el gobierno. Es como si la iglesia hubiese dicho: “Bueno, hasta la ley de matrimonio igualitario aceptamos…” El gobierno, claro, sacó rédito político con el matrimonio igualitario y lo usa como plataforma. Pero el aborto no se discute. El subsidio a las embarazadas es un subsidio que no habilita discutir el derecho al aborto.