Socialismo o Barbarie, periódico Nº 201, 12/05/11

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Pensando en el día después

Cristina se abraza a los empresarios

“Yo, la verdad, preferiría que, en lugar de apoyarme tanto pidiéndome para que sea presidenta de los argentinos, me apoyen de una manera más contundente tratando de que las cosas puedan solucionarse sin necesidad de presiones, o de hechos que realmente crean demasiada conflictividad” (Cristina K, La Nación 11-05-11).

El gobierno de Cristina está comenzando a preocuparse por el día después de las elecciones. Al parecer, convencida que la reelección sería un hecho, su inquietud parecer estar centrada en cómo enfrentará los problemas que heredará su próxima gestión. Los mismos se han ido acumulando en materia de inflación, tipo de cambio, financiamiento, subsidios y un largo etcétera; cuestiones que podrían ameritar algún tipo de ajuste económico, mala palabra en el vocabulario K.  

Sin embargo, la realidad es que algunos de estos problemas podrían comenzar a “estallar” antes mismo de las elecciones de octubre, colocando un cuestionamiento a la idílica visión de las cosas que viene sosteniendo el oficialismo, visión que en algunos casos se ha transformado en una suerte de euforia anticipada aunque todavía deba pasar por la prueba de los hechos.

Entre los problemas más graves hay dos de peso a destacar: la renovada escalada inflacionaria y el salto que se está confirmando en la llamada conflictividad social, materia de todas las últimas intervenciones públicas de la presidenta. La subida de precios y como está impactando en los bolsillos populares viene siendo tema de conversación cotidiana entre los sectores populares. Por el otro lado, los conflictos están metiendo presión en unas paritarias, que si bien vienen siendo mayormente controladas por la burocracia sindical no han dejado de tener eventos de desborde de importancia, el más importante de los cuales ha sido el de los petroleros de Santa Cruz.

Es esta realidad la que nos lleva nuevamente al presagio gubernamental: el escenario reeleccionista quizás no resulte el “paseo” que creían los funcionarios K. Al servicio de garantizarlo están los preparativos para que las elecciones “internas” del 14 de agosto se configuren como una suerte de “plebiscito nacional” a favor de la reelección.

La escalada inflacionaria

El hecho es que los precios parecen nuevamente haberse disparado. Esto tiene que ver con varios factores. Uno: la escalada internacional de los precios de las materias primas, que si bien en los últimos días parecen haberse moderado en algo, no dejan de estar por las nubes respecto de los promedios históricos y meten presión en el mercado nacional, porque parte fundamental de las exportaciones argentinas son precisamente los productos primarios. Dos: sigue habiendo graves problemas de oferta en diversos rubros. Por ejemplo, en la provisión de petróleo, el país está siendo obligado a importar distintos tipo de naftas para atender la creciente demanda local, las cuales que vienen con los altos precios internacionales, empujando la escalada local. Tercero: los trabajadores han aumentado su capacidad reivindicativa, en la medida que la recuperación económica de los últimos años ha disminuido el desempleo en términos relativos, lo mismo que el temor al despido (amén del dato estructural que el 40% de la fuerza de trabajo es en negro o tercerizada). Cuarto: el hecho que los empresarios trasladan automáticamente a los precios los aumentos concedidos en paritarias como manera de mantener sus elevadísimos márgenes de ganancias.

Así las cosas, lo anterior debe ser inserto en una reflexión más general: con el clásico ajuste deflacionario típico de los años ‘90 o con el “heterodoxo” inflacionario de los K, son los trabajadores los que siempre terminan perdiendo en la pelea por el “reparto de la torta” (algo que no dicen los plumíferos defensores del “modelo nacional y popular”).

Y sin embargo, las circunstancias que rodean una u otra situación son completamente distintas. Si la estabilidad “deflacionaria” es siempre la “paz de los cementerios” de la ausencia de luchas, el mecanismo inflacionario responde a los tiempos que corren con importante presencia de las luchas obreras. Este mecanismo es simple: los precios le ganan la carrera a los salarios.

La conflictividad social

Es ahí dónde se inserta la preocupación del gobierno por la conflictividad. Porque el hecho es que la clase trabajadora no se queda con los brazos cruzados a ver como se deterioran sus condiciones de vida y salario. Precisamente este es uno de los datos que más preocupan a Cristina: su exigencia a Moyano es que debe hacer más por evitar la escalada de los reclamos.

Aquí la situación de los dirigentes sindicales no es sencilla. Por un lado, algunos gremios de la CGT se han visto fortalecidos por el hecho que la generación de empleo aumentó y eso les permitió revitalizar las estructuras sindicales. Además, dado el contraste con la situación de desempleo de masas previo al 2001, el hecho es que el sindicalismo oficialista de la CGT y la CTA “cobran” en materia de estar “pegados” a un gobierno que goza de un importante apoyo por parte de sectores de los trabajadores.

Sin embargo, lo señalado está cruzado por una enorme contradicción. La recuperación del empleo también introdujo en los lugares de trabajo a una nueva generación obrera que no deja de estar marcada por rasgos provenientes del cuestionamiento general del 2001. Una nueva camada que por su carácter joven ha llegado con determinadas expectativas que no siempre se ven satisfechas positivamente.

Al mismo tiempo, esta joven generación está “preñada” de un ánimo democrático que cuestiona profundamente la complicidad de los burócratas de todos los colores con la patronal. Se cuestionan los bajos salarios, se cuestionan las deterioradas condiciones de trabajo, se cuestiona la tercerización laboral ¡y se cuestiona que al frente de los sindicatos estén verdaderos “dinosaurios” atornillados en sus sillones por dos, tres y hasta cuatro décadas!

En estas circunstancias, la recuperación relativa de sectores de la burocracia sindical convive dinámicamente con el creciente cuestionamiento que viene desde abajo, y que se expresa en que la izquierda independiente ha ido logrando progresos de importancia en fábricas y gremios de importancia. Este proceso de cuestionamiento es ampliamente extendido en la clase obrera argentina, lo que entre una amplísima vanguardia está dando lugar a la emergencia de un nuevo clasismo que si bien está todavía en sus primeros pasos, no deja de ser un dato cierto de la realidad de los trabajadores del país.

El papel de Moyano

Camino a su reelección, a Cristina le preocupa sobremanera que la inflación creciente y la ascendente conflictividad le “arruine el estofado”. Ese es el contexto de las particularidades de la relación del gobierno con Hugo Moyano. Lo que ocurre es que este está intentando recrear el mecanismo habitual de los dirigentes sindicales peronistas “clásicos” por así decirlo: llevar adelante medidas de fuerza “de bolsillo” para hacerse valer en la negociación, en el arbitraje entre la clase obrera, las patronales y el gobierno. Esto en beneficio en última instancia del capitalismo argentino, aunque despegándose de los modelos sindicales de “relaciones carnales” con los capitalistas de la época menemista (esto no quiere decir que el mismo Moyano no sea parte al mismo tiempo del modelo de sindicalistas empresarios; él es uno de los más importantes del país).

¿Cómo viene funcionando este mecanismo? Lo ha dicho muy claramente Schmid de Dragado y Balizamiento, mano derecha del propio Moyano: “nunca le hemos hecho un paro general a los Kirchner”.

Efectivamente: la CGT no movió un dedo durante las jornadas del 2001; y desde esa fecha se las arreglaron para no convocar a ninguna medida de fuerza nacional. Sin embargo, para no perder su capacidad de arbitraje, y para mantener su prestigio entre sectores de los trabajadores como dirigentes que al menos “consiguen algo”, se la pasan llevando a cabo medidas de bolsillo controladas –sobre todo entre los camioneros- con dos objetivos: aparecer luchando frente al conjunto de los trabajadores, y lograr una serie de reivindicaciones para su gremio bajo la divisa de que “al menos, Moyano consigue cosas”; de paso, se intenta cerrar el paso al creciente peso de la izquierda independiente entre sectores de la amplia vanguardia de la clase obrera. Claro que esto se hace mientras que, al mismo tiempo, se legitima la explotación general de la clase obrera.

El ajuste que viene

Son estas las preocupaciones centrales del gobierno en la coyuntura. Porque no hay que olvidar que uno de sus “activos” frente a la patronal es su capacidad de “contener el conflicto social”. Cristina busca mantener sin condicionamientos esta capacidad de gobernabilidad.

Pero aquí hay algo que puntualizar. Aunque la coyuntura económica parece seguir siendo favorable, están acumulándose elementos de deterioro. Para evitar que escale aún más la inflación, es un  hecho que el tipo de cambio se está retrasando y las exportaciones argentinas perdiendo de a poco su competitividad. Esto mismo está deteriorando el superávit en materia comercial. Las reservas del Banco Central se mantienen estables pero las obligaciones por delante son crecientes. Para colmo, el déficit fiscal también podría escalar, limitando, entre otras consecuencias, la posibilidad de seguir subsidiando tarifas y transporte. Ni que decir tiene la escalada de precios que habría si estos subsidios caen: el deterioro al salario sería inmediato.

Es en el marco de estas preocupaciones que se insertan las renovadas gestiones por instalar un clima de “acuerdo social”. Cristina se ha reunido con la CGT y la CTA de Yasky, y viene de hacer lo propio con la UIA. La realidad es que el llamado al orden a Moyano hace parte de un curso político de “seducción” de los empresarios antes de octubre. Las recientemente elegidas autoridades de la Unión Industrial están expresando un relativo cambio en el rumbo político de los empresarios. La nueva presidencia de De Mendiguren busca configurar una gestión distinta a la del 2008, 2009 y 2010 marcada por el conflicto con el campo y el debilitamiento gubernamental. Los empresarios están ahora ajustando su discurso al hecho que el gobierno caminaría derecho hacia la reelección, aunque no por esto dejan de poner condiciones, y la principal es que Cristina cumpla con su promesa de avanzar en la “normalización” del país.

Es en este contexto que el gobierno ha redoblado su discurso contra los conflictos obreros y no se trata solamente de las advertencias a Moyano: no hay mensaje de Cristina en las últimas que no se refiera críticamente a la reciente pelea de los petroleros de Santa Cruz, que terminó con la burocracia de Segovia echada a patadas del gremio.

Como si fuera poco, acaba de premiar a la UIA con su público posicionamiento en contra de la participación obrera en las ganancias; en cambio ha propuesto incorporar a los convenios premios por productividad… Es decir ¡darle migajas de su propio trabajo a los obreros a cambio de que estos trabajen más arduamente aun!

En definitiva, toda esta preocupación contra la conflictividad obrera tiene dos objetivos: por un lado, que no haya desbordes hacia las elecciones de octubre; por el otro, asegurarse que si el gobierno a finales de este año o principios del próximo se ve obligado a tomar algunas medidas “antipáticas” la situación sea controlable.

El Nuevo MAS se presenta a todos los cargos en la Capital Federal

Así y todo, los hechos no dejan de ser testarudos: mientras en Santa Cruz, luego de los petroleros ahora son los docentes los que están cortando las rutas, en Buenos Aires se acaba de vivir un conflicto de los judiciales bonaerenses como hace años no se veía, y mientras tanto las burocracias de la UOM y la Alimentación aparecen pidiendo porcentajes muy por encima del 24% en cuotas acordado por Moyano para camioneros.

Desde nuestro partido, ya en oportunidad del 1° de Mayo dijimos que se estaba ante una coyuntura electoral marcada por una escalada de luchas de importancia que la izquierda no podía desconocer. Este pronóstico se ha visto confirmado en las últimas semanas; y de allí que el vuelco a las luchas en curso sea la primera tarea del momento.

Al mismo tiempo, está planteada una combinación entre el aprovechamiento de las tribunas electorales que podamos obtener para empujar en el sentido de la independencia política de clase de los trabajadores, al tiempo que no bajar la guardia en lo que hace a la denuncia de la proscriptiva e ilegítima ley electoral K. El hecho es que a medida que se acerca la fecha de las internas del 14 de agosto crecen los cuestionamientos a la ley desde los más diversos sectores. Al mismo tiempo, las elecciones más importantes en el horizonte inmediato son las que se vienen en la Capital Federal. Para las mismas, nuestro partido está a un paso de conseguir su legalidad, y ante nuestra exclusión del denominado “frente de izquierda” del PO y el PTS, nos presentaremos como nuevo MAS para todos los cargos.

El objetivo será aprovechar las elecciones de la Capital para poner en alto un programa de independencia de clase, al tiempo que desarrollar una muy intensa campaña por el derecho al aborto. Para estas tareas estamos abriendo nuestras listas para que la integren aquellas organizaciones, compañeros y compañeros representativos de las luchas de la ciudad.

¡Manos a la obra en las luchas, la recomposición obrera y la pelea electoral por la independencia de clase, por el derecho al aborto libre, seguro y gratuito, y contra la ley proscriptiva!