Socialismo o Barbarie, periódico Nº 196, 04/03/11
 

 

 

 

 

 

La detención de Pedraza es un triunfo que coloca la recomposición obrera en
un escalón más alto

La burocracia sindical en la picota

El martes 22 de febrero Pedraza fue detenido a las 6 de la mañana en su departamento de Puerto Madero. Diez días después, indagatoria mediante, Pedraza sigue detenido sin muchas perspectivas de recuperar su libertad. Las evidencias de su directa responsabilidad en los acontecimientos que rodearon el asesinato de Mariano Ferreyra son tan contundentes que la jueza Wilma López no tiene margen para liberarlo.

La prisión de Pedraza ha puesto en la picota a toda la burocracia sindical argentina. Entre unos y otros las diferencias son simplemente de circunstancias: todos son millonarios, todos están atornillados en sus sillones sindicales hace años, casi todos han adquirido rasgos empresariales, explotando en distintos emprendimientos trabajadores tercerizados. La única verdadera diferencia es que, en su desesperación, Pedraza cruzó el Rubicón del asesinato, confiando en que iba estar cubierto por la impunidad.

Más en general, su detención es la expresión más contundente de que un profundo proceso de recomposición se viene extendiendo a nivel de la clase trabajadora argentina, y que cada día adquiere rasgos de algo histórico: la izquierda revolucionaria argentina puede terminar dando un salto cualitativo en su inserción entre las filas obreras. De ahí los nervios del gobierno, de burócratas y empresarios.

Una vergüenza nacional

Veamos primero el proceso en curso entre los ferroviarios. Aquí hay cuatro elementos determinantes de la crisis histórica que vive esta burocracia, desde los más materiales hasta los directamente políticos pasando por los sindicales.

Hay una cuestión general: la crisis brutal en la que está sumida la red ferroviaria argentina, responsabilidad compartida del Estado, los empresarios y las burocracias ferroviarias, en todo caso socias menores en este negocio. Desde hace décadas hay una dramática decadencia del sistema ferroviario. Con la privatización en los años 90, esta decadencia dio un salto cualitativo. No solamente quedaron en la calle decenas de miles de trabajadores. Menem se encargó de cerrar ramales al por mayor y dejar prácticamente desarticulada la red nacional ferroviaria.

El “dulce” para la colaboración de la burocracia ferroviaria en el desguace fue su participación empresaria en distintos servicios, como por ejemplo el caso del Belgrano Cargas, a cargo de la esposa de Pedraza. Con el nuevo siglo, al desguace privatista se le agregó la desinversión. No fue sólo Menem quien hizo anuncios ridículos. Néstor Kirchner en persona se dedicó a hablar de un tren bala que uniría Buenos Aires con Rosario y Córdoba… cuando cualquier usuario del ferrocarril se da cuenta del estado calamitoso en que se encuentra el servicio. No se trata sólo de los ramales al interior del país y la muy escasa recuperación de los servicios de pasajeros, sino de las estratégicas líneas del conurbano bonaerense.

La historia es bastante conocida: los Kirchner debieron quitarle la concesión de los ferrocarriles Roca, San Martín y Belgrano Sur a Taselli luego de que éste demostrara ineptitud total en su gestión. No tuvieron mejor idea que crear la Ugofe, unidad de gestión a cargo de los privados que operan las líneas Mitre, Sarmiento y Belgrano Norte donde también participa el Estado.

¿Cuál es el negocio? Muy simple: las ganancias se obtienen de la depreciación de las vías, material rodante y estaciones que no se mantienen ni mínimamente. Con el boleto subsidiado por razones políticas desde la explosión social de 2001, y sin ningún plan estratégico de inversiones, las concesionarias se llevan la parte del león del negocio gastando inversiones de años anteriores que no tienen reposición. Mientras tanto, el Estado es el que se encarga de pagar los sueldos y cubrir pérdidas por casi dos millones de dólares diarios.

En el interior, el negocio es otro: la participación en parte de la renta agraria por la vía de la tarifa ferroviaria, aunque el servicio está tan deteriorado que en la última década este negocio estuvo más bien en manos del autotransporte por camiones, mucho más caro. Lo propio ha ocurrido con los colectivos de larga distancia para pasajeros, también más caros que el ferrocarril.

La burocracia ferroviaria viene participando del negocio desde la privatización, de varias maneras. Por un lado, es socia menor de la operación de determinados ramales de carga al interior del país. Pero por el otro, con la lucha de los tercerizados de los ramales suburbanos del Gran Buenos Aires, lo que quedó a la luz es la tercerización en empresas de fantasía de todo tipo de trabajos conexos al ferrocarril, operados por Pedraza y sus secuaces, explotando a trabajadores en condiciones de esclavitud laboral.

Esta realidad de decadencia extrema viene estallando de diversas maneras. Una ha sido la lucha de los tercerizados. Otra, los desastres como el del 16 de febrero en la línea San Martín, donde como producto del choque de un tren de esa línea y una formación de Ferrobaires murieron cuatro trabajadores a la vuelta de su trabajo, quedaron dos desaparecidos y un centenar de heridos.

Hasta el diario La Nación hizo una cobertura de las condiciones de barbarie en las que cotidianamente viajan cientos de miles de trabajadores y trabajadoras. El periodista que viajó en el furgón de Retiro a José C. Paz quedó impactado como si hubiera ido en una expedición al África...

En fin, la decadencia extrema y vergonzosa del ferrocarril frente a la cual el gobierno K no ha atinado a hacer nada verdaderamente estructural es la primera fuente de la crisis mortal en la que parece haber quedado la burocracia ferroviaria.

Un gremio estratégico al borde de la acefalía

Sobre esta base material se fue cocinando a fuego lento la decadencia de la burocracia de la Unión Ferroviaria (y, más desigualmente, también de La Fraternidad). A lo largo del siglo XX, la Unión Ferroviaria fue uno de los gremios más fuertes y “aristocráticos” del país. En su apogeo llegó a tener 80.000 trabajadores, y a mediados del siglo pasado eran de los mejor pagos del país.

Sin embargo, acompañando la lenta decadencia del país, en la segunda mitad del siglo XX esta posición de “privilegio” se fue deteriorando, culminando con la privatización menemista. Luego de la derrota de las grandes huelgas ferroviarias de 1990-91 impulsadas por la izquierda, el menemismo, de la mano de Pedraza y Maturana, se las arregló para dejar en la calle a decenas de miles de compañeros. Era la época de “ramal que para, ramal que cierra”. Estos despidos en masa dejaron reducido el personal de la Unión Ferroviaria a su mínima expresión: hoy no llegan a 8.000 trabajadores.

A la entrega histórica siguió luego una pequeña recuperación. Entró a trabajar un nuevo sector y se logró, en muchos casos como subproducto de la pelea de los compañeros del subte, recuperar el salario y algunas conquistas al tiempo que se pusieron en marcha algunas obras (esto explica algún elemento de conservadurismo entre algunos compañeros efectivos).

Sin embargo, al calor del proceso del país luego de los acontecimientos de 2001, empezó a expresarse una recomposición sindical. En ello mucho tuvo que ver, como ya hemos señalado, el ejemplo de la experiencia del subte. Si otro gremio del transporte como la UTA terminó perdiendo su monopolio sobre los compañeros del subte, lo que debilitó estratégicamente a esa burocracia, entre los ferroviarios se comenzó a dar la experiencia del Sarmiento. Un reagrupamiento de fuerzas de la izquierda y sectores de origen peronista (no burocráticos) ganó el cuerpo de delegados de esa línea, que mantienen hasta hoy. Esto se pudo ver en oportunidad del reciente “paro” burocrático de la UF contra la detención de Pedraza: la única línea que lo rechazó fue precisamente la encabezada por el “Pollo” Sobrero.

Pero no solamente en el ex Sarmiento se viene dando un proceso de recomposición. En su momento se ganó el cuerpo de delegados del Mitre, aunque luego la burocracia lo recuperó. En el Belgrano Norte también hay una dirección progresiva –aunque centrista y sindicalista– en manos de la Bordó, y en una ocasión la izquierda logró sacar el 40% de los votos en el Roca.

Es decir, la burocracia ya venía muy cuestionada sindicalmente en lo que es el corazón del gremio, los ramales del Gran Buenos Aires. Pero a esto se le vino a sumar la lucha de los tercerizados, principalmente del Roca, la lucha obrera independiente más importante del último año. En el caso del Roca, prácticamente se ha logrado el pase a planta permanente de una importante porción de compañeros. Y sigue en curso una dura pelea contra maniobras de aquí y de allá para los compañeros del Belgrano Norte, del San Martín y otras líneas.

Como parte de esta pelea, el asesinato de Mariano Ferreyra terminó por elevar esta experiencia al plano político. Es que con el asesinato de Mariano por parte de la patota de Pedraza la burocracia sindical quedó colocada en el foco de la atención y el repudio público, lo que la dejó completamente a la defensiva.

La novedad es que con la detención de Pedraza las cosas ya han pasado de castaño oscuro: con Pedraza y Fernández en la cárcel (número uno y dos del gremio), se puede decir que la UF ha quedado prácticamente acéfala, aunque otros miembros de la ejecutiva burocrática han tomado las riendas del gremio y al interior de la burocracia se está procesando una interna por el recambio y/o sucesión de Pedraza.

Pero lo fundamental es que, aunque los trabajadores efectivos del ferrocarril, sobre todo del Roca, no han sido los que estuvieron a la ofensiva de la pelea en el último período, el gremio está prácticamente acéfalo, lo que convoca a una verdadera rebelión en el ferrocarril.

Es esa potencial rebelión en un gremio estratégico en la Argentina lo que está poniendo a la orden del día la tarea de organizarse para sacar a Pedraza, sus lugartenientes y cualquier otra variante burocrática de la UF. Fuera la burocracia, por una nueva dirección independiente en la Unión, nuevos delegados y una asamblea general democrática son tareas presentes que deben ser tomadas por los efectivos y sindicalizados ferroviarios en unidad con los ex tercerizados que acaban de pasar a planta.

El operativo contención de Cristina

El gobierno de Cristina, que jamás habló en público del asesinato de Mariano pero está operando en la causa por intermedio del hermano, ya ha comenzado un operativo de contención. No movió un dedo para facilitar la detención de Pedraza, pero está claro que no podía aparecer en contra. Y no sólo el kirchnerismo: el conjunto de la burocracia de la CGT le soltó la mano muy oportunamente a una burocracia demasiado desprestigiada para poder ser defendida, al menos a la luz pública.

Este operativo de contención tiene aspectos tácticos y estratégicos. Tácticamente, deja correr algunos casos indefendibles como los de Pedraza o Zanola, soltando el lastre de algunas de las figuras más desprestigiadas. De paso, esto puede servir para chantajear a Moyano –involucrado hasta los tuétanos en la causa de los medicamentos– para que no “se pase de la raya” en los reclamos salariales en las paritarias que se vienen, a la vez que se limita su juego propio dentro del PJ.

Pero el movimiento estratégico del gobierno pasa por defender a la casta burocrática peronista de conjunto. Esto es evidente en la campaña de los programas y medios de comunicación K de “separar la paja del trigo”, “no poner a todos en la misma bolsa”, “hay dirigentes malos, pero la mayoría son buenos” y argumentos por el estilo.

Se pretende oscurecer que la burocracia es un fenómeno total, que abarca como una costra a la inmensa mayoría de las organizaciones sindicales y que desde hace medio siglo viene sirviendo a la estabilidad del régimen burgués argentino. Por añadidura responde abrumadoramente al peronismo. Por supuesto, frente a una institución así a Cristina ni se le ocurre tomar ninguna medida de fondo, porque la burocracia sindical es parte del dispositivo de dominación del peronismo.

Esto explica, también, las dificultades que ha tenido el kirchnerismo para avanzar siquiera en una timorata medida democrática burguesa como el reconocimiento de la personería de la CTA. A priori, se trataría de una medida de libertad sindical por arriba que no tendría por qué incidir hacia la base organizativa de los trabajadores. Moyano y Yasky son sus aliados, y aunque Micheli está en la oposición patronal, tampoco es un dirigente que tenga nada que ver con encabezar un proceso de lucha y organización de las bases.

Sin embargo, el precedente que configuraría romper el monopolio de representación de la CGT, aunque más no sea por arriba, podría terminar abriendo grietas a una irrupción por abajo. Cristina, curándose en salud, hasta ahora, a pesar de casos dramáticos como el de Mariano Ferreyra, sigue defendiendo a rajatabla el unicato sindical.

Un proceso histórico

Es todo este entramado el que se pone de manifiesto con la prisión de Pedraza. Su detención ha puesto las barbas en remojo de toda la burocracia: la CGT no emitió comunicado alguno pero se reunió de urgencia frente a la circunstancia.

La prisión de Pedraza no ocurre en cualquier contexto: hace meses que las patronales vienen alertando acerca de la “anarquía” en muchos lugares de trabajo. Se quejan de que en importantes fábricas reinan los delegados combativos, que se basan en el método de la asamblea para resolver qué medidas tomar y qué hacer. Esta preocupación la trasladan a la incertidumbre de la ronda de paritarias que está por comenzar.

La crisis de la burocracia de la Unión Ferroviaria se inserta en una acumulación en la experiencia independiente de sectores de la clase trabajadora argentina, que es justamente lo que las patronales quieren que Cristina “suprima”. Cosa que el gobierno no logra pese a su campaña cada vez más sistemática contra las medidas de acción directa.

En síntesis: una experiencia histórica de recomposición viene madurando en importantes sectores de la clase obrera argentina, tanto de la CGT como de la más débil CTA, ésta para colmo dividida entre sus dos fracciones burocráticas. La pelea por barrer a la burocracia sindical de todos los colores ha pegado un salto con la prisión de Pedraza y plantea nuevos capítulos en una experiencia que cada vez tiene más visos de transformarse en histórica.