La crisis mundial hace tiempo que tiene centrado su
desarrollo en Europa. A diferencia de Estados Unidos, carece
de la unidad política y económica necesaria como para
implementar una política similar a la de los yanquis: la
emisión de moneda. La existencia de una moneda común para
15 países del continente no alcanza para delinear una
estrategia que todos los estados de la eurozona puedan
compartir. Así, la otra vía capitalista para “encaminar
los números en rojo” es el recorte machacón del déficit
fiscal de las economías con mayores problemas. Y esta
amarga medicina viene generando muecas de asco e incluso
cierto pataleo en los países afectados. La novedad es que
la protesta contra el ajuste parece dar, por ahora sobre
todo en la juventud, incipientes
señales de desborde a la “contención institucional”
(léase burocracias sindicales y estudiantiles) que el
capitalismo europeo necesita para mantener la situación
bajo control.
Desmantelando el “Estado de bienestar”
Cuando estalló la crisis en Grecia, era consenso entre
los economistas capitalistas que la ola de la crisis no se
detendría allí, y alertaban sobre los PIIGS en su conjunto
(sigla en inglés de Portugal, Irlanda, Italia, Grecia y
España). Pues bien, con milimétrica precisión los popes
de la Unión Europea (UE) se han dedicado a rendir, uno a
uno, esos eslabones débiles de la eurozona y, con la ayuda
del FMI y el conjunto del establishment financiero,
impusieron a todos esos países un plan de ajuste al mejor
estilo Latinoamérica en los 90. En honor a la verdad, hay
que advertir que los gobiernos en cuestión (Brian Cowen de
Irlanda, José Sócrates de Portugal y el español José
Rodríguez Zapatero, en primera fila) no opusieron mucha
resistencia que digamos…
El mecanismo de presión–extorsión aplicado en el caso
más reciente, el de Irlanda, fue el llamado Fondo de
Estabilización Europeo, coordinado por el FMI, por un total
de 113.000 millones de dólares. Se busca reducir el déficit
fiscal irlandés, del orden del 32%, a sólo el 3% que admitía
tradicionalmente la UE. ¿Cuánto tiempo se calcula para
reducir por diez el rojo de las cuentas estatales? Cuatro años:
el plan llega hasta 2014. ¿Medidas? Nada que no conozcamos:
despidos en el sector público y reducción de prestaciones
sociales, incluyendo el subsidio de desempleo.
Por supuesto, no se trata de Irlanda: es una ofensiva
generalizada del capitalismo europeo (a secas, no el
“financiero”, como se lamenta la prensa progre) para desmantelar
piedra tras piedra de la red de asistencia, beneficios y
servicios sociales más extendida del mundo: el “Estado de
bienestar” europeo. Se trata de conquistas acumuladas
a lo largo de décadas desde la posguerra, en lo que fue una
especie de “mal menor” aceptado por los países
capitalistas centrales para despejar el fantasma de la
revolución social y el “comunismo”, en el marco de la
Guerra Fría.1
El plan irlandés es una réplica del griego, sólo que en
el país balcánico el paquete de rescate del FMI, el Banco
Central Europeo y la UE, es de 146.000 millones de dólares.
España es otro blanco dilecto: la OCDE (Organización
para la Cooperación y el Desarrollo Económico, foro
imperialista por excelencia) se quejó de que el sistema ibérico
de pensiones es “demasiado generoso”. ¿Por qué? Porque
las jubilaciones representan cerca del 75% del salario. ¿Soluciones
al “problema”? Pues aumentar el período de aportes, que
hoy está en 35 años, y lógicamente subir la edad de
jubilación por lo menos hasta lo 67 años (hoy es 65). La
misma medida que votó el parlamento francés, pese a las
masivas marchas de protesta.
La OCDE también cuestionó nada menos que las
negociaciones colectivas, porque es un sistema “antiguo”
(¡la ausencia de negociaciones colectivas es aún más
antigua, señores!) que impide “adaptar los salarios a la
evolución de la economía”. Según estos genios, el
brutal aumento del desempleo en España (más del 20%, y más
del 40% en los menores de 26 años) se podría haber evitado
con salarios menos rígidamente atados a las negociaciones
colectivas. En criollo: sin convenios, los salarios podrían
haber caído tanto como la patronal y las “leyes del
mercado” lo indicasen. “Los salarios españoles
reaccionan poco y tarde”, se lamentan. Donde dice
“reaccionar” debe leerse “bajar”, claro.
Los estudiantes la pasarán casi tan mal como los
trabajadores incluso en países más “sólidos”, como
Gran Bretaña: allí, el gobierno conservador–liberal
anunció que el costo de la matrícula universitaria anual
se multiplicará por tres. En Italia, las universidades
tendrán un ajuste presupuestario más ortodoxo. En Alemania
el cepillo pasó primero por los subsidios de desempleo y el
gasto en salud y educación. Todo el discurso de los políticos
capitalistas europeos parte de advertir que la población ha
estado “viviendo por encima de sus posibilidades”. En
suma: el “Estado de bienestar” en general era, como dice
la OCDE, “demasiado generoso”. Y la mala nueva que
anuncia el sistema en todas sus variantes es que se acabó esa “generosidad” gozada durante décadas y se viene
la austeridad, el apriete de cinturón, la penuria y el
“trabajo duro”… si se lo encuentra.
Esto representa un verdadero cambio de época en toda
Europa, que empieza a mostrar signos de
“latinoamericanización” de sus indicadores sociales.
Que la mano del ajuste viene muy brava y muy en serio lo
demuestra, si hacía falta, el reclamo de los “socios
ricos” de la Unión Europea de que la entidad congele su
presupuesto hasta 2020. Alemania, Francia, Gran Bretaña,
Holanda y Finlandia acordaron una carta en la que explican
que si los estados hacen esfuerzos de austeridad, la UE no
puede ser menos. Por supuesto, la idea no causó la menor
gracia entre los “socios pobres” del club europeo.
Porque el presupuesto anual de la UE, de 126.000 millones de
euros, se destina en un 40% a sostener la política
agropecuaria común, y un tercio se destina a ayuda a
regiones empobrecidas.
Otro símbolo de la “nueva Europa”: del “destino común
europeo” a los crecientes choques, divisiones y
desigualdades entre los estados miembro; no sólo entre
ricos y pobres, sino incluso dentro de cada franja. Aquí lo
que importa, desde ya, no son las casi inexistentes
diferencias “ideológicas” entre gobiernos de distinto
signo, sino los intereses nacionales que se contraponen a la
construcción de una salida común, incluso en el marco del
capitalismo. [1] Cada gobierno tiene pánico de ser el próximo
“contagiado”, y se despega de su vecino como si fuera
leproso, temiendo que lo arrastre en un efecto dominó de
economías candidatas al “rescate”.
La
resistencia obrera y estudiantil muestra elementos de
desborde
Hasta ahora, la respuesta a la crisis europea viene
mostrando dos
constantes.
En primer lugar, en
todas partes se verifica la puesta en marcha de fuertes medidas de lucha contra el ajuste más descarnado en el
continente desde la Segunda Guerra Mundial. Los países más
afectados y los gobiernos que anuncian medidas antipopulares
se ven casi inmediatamente atravesados por grandes huelgas
obreras y manifestaciones con un importante componente
estudiantil y juvenil.
No son una mera formalidad, sino que representan un verdadero cambio para sus países. Las movilizaciones
y huelgas más fuertes son en Grecia: allí, la masividad de
los paros, sobre todo en el sector público, y la
combatividad de las manifestaciones, son las mayores de
Europa. En Portugal, el paro general fue el más fuerte en décadas,
convocado por ambas centrales burocráticas en forma
unificada por primera vez en 22 años. Las manifestaciones
de estudiantes ingleses mostraron una masividad y
combatividad también inéditas en décadas. En su momento,
las marchas en Francia contra el aumento a la edad
jubilatoria sumaron millones de personas. Los estudiantes
italianos se enfrentaron con la policía en respuesta a los
recortes universitarios. Hasta en España, que viene
bastante más atrás, la burocracia sindical debió llamar a
sus habituales paros sin continuidad.
Pero en segundo lugar, en ninguna parte esas huelgas y manifestaciones masivas lograron frenar
en seco o siquiera aminorar la marcha de las
contrarreformas neoliberales. Y una parte decisiva de la
responsabilidad por este límite de la acción directa está
en quienes dirigen las organizaciones de masas
tradicionales. Hasta ahora, las burocracias sindicales y estudiantiles han logrado mantener el
control global sobre las acciones de protesta contra el
ajuste. Sin superar esa barrera, será muy difícil para los
trabajadores y los jóvenes europeos lograr éxitos en su
resistencia, para no hablar de pasar a la contraofensiva.
La novedad de
las últimas semanas o meses es que parecen
asomar elementos de desborde a las burocracias. Sin ser
masivos ni mucho menos, si esa tendencia se consolida podría
abrirse paso un canal independiente para que fluya la bronca
obrera y estudiantil rebasando las compuertas burocráticas.
Y si eso empieza a suceder, todo puede cambiar en el Viejo
Continente.
Veamos algunos ejemplos. En Inglaterra, la burocracia del
TUC (Trade Union Congress, central sindical) directamente
acordó con el gobierno el recorte de 17.000 empleos públicos
con el argumento de que “algo hay que ceder”. Frente a
semejantes traidores, se desarrollaron luchas importantes
como las de los aeronáuticos, trabajadores del subte de
Londres y bomberos, así como ámbitos de autoorganización
como la campaña Right to Work (derecho a trabajar). Pero
sobre todo, se destacó que por primera vez en mucho tiempo
las manifestaciones de universitarios mostraron expresiones
de lucha no controladas por la burocracia estudiantil.
En Portugal, la tardía huelga de 24 horas convocada por
CGTP (controlada por el PC) y UGT (dirigida por el PS) fue
en buena medida resultado de la presión de seccionales y
regionales combativas, sobre todo en el sector público.
En España, contra la política escandalosa de “espera y
paciencia” de UGT y CC.OO., las huelgas y movilizaciones
de los trabajadores del Metro (subte) de Madrid y de los
mineros de León, a pesar de su resultado dispar (los
mineros triunfaron, el Metro no), tuvieron en común la
organización de comités de empresa pluralistas con métodos
asamblearios.
Y en Grecia, la central GSEE se ve cada vez más en apuros
para controlar tanto a organizaciones de trabajadores
locales de base como a un creciente activismo estudiantil
combativo.
La profundización de las medidas de ajuste en toda
Europa, empezando por los eslabones débiles, sólo puede
estrechar el margen de maniobra de las burocracias que a lo
más que aspiran es a un ajuste “paulatino” y “con
rostro humano”, no tan salvaje y descarnado. A medida que
avancen tanto la crisis como la respuesta de masas de
trabajadores y estudiantes –hoy todavía en parte bajo los
efectos de la inercia y la apatía política ante la falta
de alternativa–, sin duda asistiremos a acontecimientos
que cambiarán decisivamente la faz de Europa.
Notas:
1. Una gráfica explicación de
este proceso la hizo un diputado conservador inglés,
Quintin Hogg, al final de la guerra: “Si nosotros no les
damos reformas, ellos nos darán la revolución”.
2. Como señala M. Husson, “los
gobiernos de izquierda y de derechas no
se distinguen en nada en el proyecto que consiste en atacar
a los pueblos, a la vez que se les explica que no hay
alternativa. Una tal regresión social, de una violencia
inédita, encadena un proceso de desestructuración de las sociedades, y conduce a la dislocación
de la Unión Europea. Puede desembocar claramente en una
nueva recesión, a menos que las resistencias sociales
fuercen a los gobiernos a retroceder” (“Europa a la hora
de la austeridad”, hussonet 22–11–10, en
www.socialismo–o–barbarie.org).
Es
necesario apostar al desborde de
la burocracia sindical
Los problemas de la “izquierda radical” europea
Lamentablemente, las corrientes
europeas autodenominadas “anticapitalistas” (y también
algunas “trotskistas”) están demostrando no estar a la
altura de las tareas del presente. El Bloco de
Esquerda de Portugal, en la voz de su líder Francisco Louça, calificó el
llamado a la huelga general (luego de tres
planes de ajuste) como una “gran decisión y en el momento
oportuno”.[1] Recordemos que el Bloco, cuya principal
corriente son los “trotskistas” mandelistas, votó en el
parlamento portugués el “rescate” a Grecia,[2] en
realidad el rescate a los bancos y el mercado financiero
aplastando a los trabajadores griegos.
En una reciente reunión en París
se hicieron presentes 22 organizaciones de la izquierda
anticapitalista europea, entre ellas el mismo Bloco portugués,
el NPA francés, el SWP inglés y la OKDE griega. En la
declaración final [3] consensuada de la Conferencia hay un
gran énfasis en construir la resistencia sobre la “base más amplia posible” uniendo a las “fuerzas del mundo del trabajo”. Coherentes con esa amplitud,
apenas mencionan a la burocracia sindical: denuncian tímidamente
sus “tentativas de
limitar y controlar” pero, al mismo tiempo, convocan a
“apoyar los
llamamientos de unidad sindical, favoreciendo que se
produzcan a escala europea,
como ocurrió el pasado 29 de septiembre en Bruselas”.
Lo primero que hay que decir es
que no son “tentativas”, sino acciones reales que ya
operan concretamente en el sentido de bloquear y boicotear
la resistencia obrera existente. Si esto no se ve y encima
es valorada la “jornada de acción” de los burócratas
europeos como ejemplo de “coordinación
de las luchas a escala europea”, sin decir una palabra
del programa de la convocatoria, hay que concluir que estos
“anticapitalistas” son incapaces de enfrentar a la
burocracia sindical traidora.
¡Todo “por arriba”, unidad,
acción y coordinación! Ninguna “apuesta” al desborde
obrero de las organizaciones sindicales tradicionales.
Es lamentable que el SWP, que
tanto ha hablado de lucha por la “autoactividad”
revolucionaria de la clase obrera y el socialismo “desde
abajo”, haya firmado esta declaración.
¿Qué programa proponen los
“anticapitalistas”? Claro está, romper con el
capitalismo. ¿Para qué? Para lograr “un
cambio democrático radical”. ¿Y el socialismo? En el
último renglón de la declaración. ¿Y la revolución?
Ausente.
Estos “anticapitalistas”,
respetuosos de las grandes estructuras sindicales y sus
“burócratas”, con un programa político impreciso en lo
revolucionario pero claro en lo reformista, no contribuyen a
que la clase obrera europea pueda enfrentar seriamente este
ataque histórico.
Notas:
1
“Greve geral é uma grande decisão”, esquerda.net,
11–10–10.
2 Ver
Claudio Testa, “Diputados del Bloco votaron el infame «rescate»
a Grecia”, Socialismo o Barbarie 179, 24–6–10.
3
“Declaración de la 3ª Conferencia Anticapitalista
Europea. París, 16 y 17 de Octubre”,
anticapitalistas.org, 28–10–10.