Socialismo o Barbarie, periódico Nº 192, 27/12/10
 

 

 

 

 

 

Crisis, ajuste y respuesta en las calles

Europa: signos de desborde

Por Marcelo Yunes

La crisis mundial hace tiempo que tiene centrado su desarrollo en Europa. A diferencia de Estados Unidos, carece de la unidad política y económica necesaria como para implementar una política similar a la de los yanquis: la emisión de moneda. La existencia de una moneda común para 15 países del continente no alcanza para delinear una estrategia que todos los estados de la eurozona puedan compartir. Así, la otra vía capitalista para “encaminar los números en rojo” es el recorte machacón del déficit fiscal de las economías con mayores problemas. Y esta amarga medicina viene generando muecas de asco e incluso cierto pataleo en los países afectados. La novedad es que la protesta contra el ajuste parece dar, por ahora sobre todo en la juventud, incipientes señales de desborde a la “contención institucional” (léase burocracias sindicales y estudiantiles) que el capitalismo europeo necesita para mantener la situación bajo control.

Desmantelando el “Estado de bienestar”

Cuando estalló la crisis en Grecia, era consenso entre los economistas capitalistas que la ola de la crisis no se detendría allí, y alertaban sobre los PIIGS en su conjunto (sigla en inglés de Portugal, Irlanda, Italia, Grecia y España). Pues bien, con milimétrica precisión los popes de la Unión Europea (UE) se han dedicado a rendir, uno a uno, esos eslabones débiles de la eurozona y, con la ayuda del FMI y el conjunto del establishment financiero, impusieron a todos esos países un plan de ajuste al mejor estilo Latinoamérica en los 90. En honor a la verdad, hay que advertir que los gobiernos en cuestión (Brian Cowen de Irlanda, José Sócrates de Portugal y el español José Rodríguez Zapatero, en primera fila) no opusieron mucha resistencia que digamos…

El mecanismo de presión–extorsión aplicado en el caso más reciente, el de Irlanda, fue el llamado Fondo de Estabilización Europeo, coordinado por el FMI, por un total de 113.000 millones de dólares. Se busca reducir el déficit fiscal irlandés, del orden del 32%, a sólo el 3% que admitía tradicionalmente la UE. ¿Cuánto tiempo se calcula para reducir por diez el rojo de las cuentas estatales? Cuatro años: el plan llega hasta 2014. ¿Medidas? Nada que no conozcamos: despidos en el sector público y reducción de prestaciones sociales, incluyendo el subsidio de desempleo.

Por supuesto, no se trata de Irlanda: es una ofensiva generalizada del capitalismo europeo (a secas, no el “financiero”, como se lamenta la prensa progre) para desmantelar piedra tras piedra de la red de asistencia, beneficios y servicios sociales más extendida del mundo: el “Estado de bienestar” europeo. Se trata de conquistas acumuladas a lo largo de décadas desde la posguerra, en lo que fue una especie de “mal menor” aceptado por los países capitalistas centrales para despejar el fantasma de la revolución social y el “comunismo”, en el marco de la Guerra Fría.1

El plan irlandés es una réplica del griego, sólo que en el país balcánico el paquete de rescate del FMI, el Banco Central Europeo y la UE, es de 146.000 millones de dólares.

España es otro blanco dilecto: la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, foro imperialista por excelencia) se quejó de que el sistema ibérico de pensiones es “demasiado generoso”. ¿Por qué? Porque las jubilaciones representan cerca del 75% del salario. ¿Soluciones al “problema”? Pues aumentar el período de aportes, que hoy está en 35 años, y lógicamente subir la edad de jubilación por lo menos hasta lo 67 años (hoy es 65). La misma medida que votó el parlamento francés, pese a las masivas marchas de protesta.

La OCDE también cuestionó nada menos que las negociaciones colectivas, porque es un sistema “antiguo” (¡la ausencia de negociaciones colectivas es aún más antigua, señores!) que impide “adaptar los salarios a la evolución de la economía”. Según estos genios, el brutal aumento del desempleo en España (más del 20%, y más del 40% en los menores de 26 años) se podría haber evitado con salarios menos rígidamente atados a las negociaciones colectivas. En criollo: sin convenios, los salarios podrían haber caído tanto como la patronal y las “leyes del mercado” lo indicasen. “Los salarios españoles reaccionan poco y tarde”, se lamentan. Donde dice “reaccionar” debe leerse “bajar”, claro.

Los estudiantes la pasarán casi tan mal como los trabajadores incluso en países más “sólidos”, como Gran Bretaña: allí, el gobierno conservador–liberal anunció que el costo de la matrícula universitaria anual se multiplicará por tres. En Italia, las universidades tendrán un ajuste presupuestario más ortodoxo. En Alemania el cepillo pasó primero por los subsidios de desempleo y el gasto en salud y educación. Todo el discurso de los políticos capitalistas europeos parte de advertir que la población ha estado “viviendo por encima de sus posibilidades”. En suma: el “Estado de bienestar” en general era, como dice la OCDE, “demasiado generoso”. Y la mala nueva que anuncia el sistema en todas sus variantes es que se acabó esa “generosidad” gozada durante décadas y se viene la austeridad, el apriete de cinturón, la penuria y el “trabajo duro”… si se lo encuentra. Esto representa un verdadero cambio de época en toda Europa, que empieza a mostrar signos de “latinoamericanización” de sus indicadores sociales.

Que la mano del ajuste viene muy brava y muy en serio lo demuestra, si hacía falta, el reclamo de los “socios ricos” de la Unión Europea de que la entidad congele su presupuesto hasta 2020. Alemania, Francia, Gran Bretaña, Holanda y Finlandia acordaron una carta en la que explican que si los estados hacen esfuerzos de austeridad, la UE no puede ser menos. Por supuesto, la idea no causó la menor gracia entre los “socios pobres” del club europeo. Porque el presupuesto anual de la UE, de 126.000 millones de euros, se destina en un 40% a sostener la política agropecuaria común, y un tercio se destina a ayuda a regiones empobrecidas.

Otro símbolo de la “nueva Europa”: del “destino común europeo” a los crecientes choques, divisiones y desigualdades entre los estados miembro; no sólo entre ricos y pobres, sino incluso dentro de cada franja. Aquí lo que importa, desde ya, no son las casi inexistentes diferencias “ideológicas” entre gobiernos de distinto signo, sino los intereses nacionales que se contraponen a la construcción de una salida común, incluso en el marco del capitalismo. [1] Cada gobierno tiene pánico de ser el próximo “contagiado”, y se despega de su vecino como si fuera leproso, temiendo que lo arrastre en un efecto dominó de economías candidatas al “rescate”.

La resistencia obrera y estudiantil muestra elementos de desborde

Hasta ahora, la respuesta a la crisis europea viene mostrando dos constantes.

En primer lugar, en todas partes se verifica la puesta en marcha de fuertes medidas de lucha contra el ajuste más descarnado en el continente desde la Segunda Guerra Mundial. Los países más afectados y los gobiernos que anuncian medidas antipopulares se ven casi inmediatamente atravesados por grandes huelgas obreras y manifestaciones con un importante componente estudiantil y juvenil.

No son una mera formalidad, sino que representan un verdadero cambio para sus países. Las movilizaciones y huelgas más fuertes son en Grecia: allí, la masividad de los paros, sobre todo en el sector público, y la combatividad de las manifestaciones, son las mayores de Europa. En Portugal, el paro general fue el más fuerte en décadas, convocado por ambas centrales burocráticas en forma unificada por primera vez en 22 años. Las manifestaciones de estudiantes ingleses mostraron una masividad y combatividad también inéditas en décadas. En su momento, las marchas en Francia contra el aumento a la edad jubilatoria sumaron millones de personas. Los estudiantes italianos se enfrentaron con la policía en respuesta a los recortes universitarios. Hasta en España, que viene bastante más atrás, la burocracia sindical debió llamar a sus habituales paros sin continuidad.

Pero en segundo lugar, en ninguna parte esas huelgas y manifestaciones masivas lograron frenar en seco o siquiera aminorar la marcha de las contrarreformas neoliberales. Y una parte decisiva de la responsabilidad por este límite de la acción directa está en quienes dirigen las organizaciones de masas tradicionales. Hasta ahora, las burocracias sindicales y estudiantiles han logrado mantener el control global sobre las acciones de protesta contra el ajuste. Sin superar esa barrera, será muy difícil para los trabajadores y los jóvenes europeos lograr éxitos en su resistencia, para no hablar de pasar a la contraofensiva.

La novedad de las últimas semanas o meses es que parecen asomar elementos de desborde a las burocracias. Sin ser masivos ni mucho menos, si esa tendencia se consolida podría abrirse paso un canal independiente para que fluya la bronca obrera y estudiantil rebasando las compuertas burocráticas. Y si eso empieza a suceder, todo puede cambiar en el Viejo Continente.

Veamos algunos ejemplos. En Inglaterra, la burocracia del TUC (Trade Union Congress, central sindical) directamente acordó con el gobierno el recorte de 17.000 empleos públicos con el argumento de que “algo hay que ceder”. Frente a semejantes traidores, se desarrollaron luchas importantes como las de los aeronáuticos, trabajadores del subte de Londres y bomberos, así como ámbitos de autoorganización como la campaña Right to Work (derecho a trabajar). Pero sobre todo, se destacó que por primera vez en mucho tiempo las manifestaciones de universitarios mostraron expresiones de lucha no controladas por la burocracia estudiantil.

En Portugal, la tardía huelga de 24 horas convocada por CGTP (controlada por el PC) y UGT (dirigida por el PS) fue en buena medida resultado de la presión de seccionales y regionales combativas, sobre todo en el sector público.

En España, contra la política escandalosa de “espera y paciencia” de UGT y CC.OO., las huelgas y movilizaciones de los trabajadores del Metro (subte) de Madrid y de los mineros de León, a pesar de su resultado dispar (los mineros triunfaron, el Metro no), tuvieron en común la organización de comités de empresa pluralistas con métodos asamblearios.

Y en Grecia, la central GSEE se ve cada vez más en apuros para controlar tanto a organizaciones de trabajadores locales de base como a un creciente activismo estudiantil combativo.

La profundización de las medidas de ajuste en toda Europa, empezando por los eslabones débiles, sólo puede estrechar el margen de maniobra de las burocracias que a lo más que aspiran es a un ajuste “paulatino” y “con rostro humano”, no tan salvaje y descarnado. A medida que avancen tanto la crisis como la respuesta de masas de trabajadores y estudiantes –hoy todavía en parte bajo los efectos de la inercia y la apatía política ante la falta de alternativa–, sin duda asistiremos a acontecimientos que cambiarán decisivamente la faz de Europa.


Notas:

1. Una gráfica explicación de este proceso la hizo un diputado conservador inglés, Quintin Hogg, al final de la guerra: “Si nosotros no les damos reformas, ellos nos darán la revolución”.

2. Como señala M. Husson, “los gobiernos de izquierda y de derechas no se distinguen en nada en el proyecto que consiste en atacar a los pueblos, a la vez que se les explica que no hay alternativa. Una tal regresión social, de una violencia inédita, encadena un proceso de desestructuración de las sociedades, y conduce a la dislocación de la Unión Europea. Puede desembocar claramente en una nueva recesión, a menos que las resistencias sociales fuercen a los gobiernos a retroceder” (“Europa a la hora de la austeridad”, hussonet 22–11–10, en www.socialismo–o–barbarie.org).


Es necesario apostar al desborde de la burocracia sindical

Los problemas de la “izquierda radical” europea

Por Luis Barth

Lamentablemente, las corrientes europeas autodenominadas “anticapitalistas” (y también algunas “trotskistas”) están demostrando no estar a la altura de las tareas del presente. El Bloco de Esquerda de Portugal, en la voz de su líder Francisco Louça, calificó el llamado a la huelga general (luego de tres planes de ajuste) como una “gran decisión y en el momento oportuno”.[1] Recordemos que el Bloco, cuya principal corriente son los “trotskistas” mandelistas, votó en el parlamento portugués el “rescate” a Grecia,[2] en realidad el rescate a los bancos y el mercado financiero aplastando a los trabajadores griegos.

En una reciente reunión en París se hicieron presentes 22 organizaciones de la izquierda anticapitalista europea, entre ellas el mismo Bloco portugués, el NPA francés, el SWP inglés y la OKDE griega. En la declaración final [3] consensuada de la Conferencia hay un gran énfasis en construir la resistencia sobre la “base más amplia posible” uniendo a las “fuerzas del mundo del trabajo”. Coherentes con esa amplitud, apenas mencionan a la burocracia sindical: denuncian tímidamente sus “tentativas de limitar y controlar” pero, al mismo tiempo, convocan a “apoyar los llamamientos de unidad sindical, favoreciendo que se produzcan a escala europea, como ocurrió el pasado 29 de septiembre en Bruselas”.

Lo primero que hay que decir es que no son “tentativas”, sino acciones reales que ya operan concretamente en el sentido de bloquear y boicotear la resistencia obrera existente. Si esto no se ve y encima es valorada la “jornada de acción” de los burócratas europeos como ejemplo de “coordinación de las luchas a escala europea”, sin decir una palabra del programa de la convocatoria, hay que concluir que estos “anticapitalistas” son incapaces de enfrentar a la burocracia sindical traidora.

¡Todo “por arriba”, unidad, acción y coordinación! Ninguna “apuesta” al desborde obrero de las organizaciones sindicales tradicionales.

Es lamentable que el SWP, que tanto ha hablado de lucha por la “autoactividad” revolucionaria de la clase obrera y el socialismo “desde abajo”, haya firmado esta declaración.

¿Qué programa proponen los “anticapitalistas”? Claro está, romper con el capitalismo. ¿Para qué? Para lograr “un cambio democrático radical”. ¿Y el socialismo? En el último renglón de la declaración. ¿Y la revolución? Ausente.

Estos “anticapitalistas”, respetuosos de las grandes estructuras sindicales y sus “burócratas”, con un programa político impreciso en lo revolucionario pero claro en lo reformista, no contribuyen a que la clase obrera europea pueda enfrentar seriamente este ataque histórico.


Notas:

1 “Greve geral é uma grande decisão”, esquerda.net, 11–10–10.

2 Ver Claudio Testa, “Diputados del Bloco votaron el infame «rescate» a Grecia”, Socialismo o Barbarie 179, 24–6–10.

3 “Declaración de la 3ª Conferencia Anticapitalista Europea. París, 16 y 17 de Octubre”, anticapitalistas.org, 28–10–10.