Socialismo o Barbarie, periódico Nº 191, 10/12/10
 

 

 

 

 

 

Wikileaks: decadencia y pérdida de legitimidad del imperialismo yanqui

El emperador está desnudo

Por Claudio Testa

“–¡Qué preciosos son los vestidos del emperador! ¡Qué magnífica cola!...
–¡Pero si no lleva nada! –exclamó de pronto un niño...
–¡Pero si no lleva nada! –gritó, al fin, el pueblo entero...
Aquello inquietó al emperador, pues barruntaba que el pueblo tenía razón; mas pensó: «Hay que aguantar hasta el fin». Y siguió más altivo que antes; y los ayudas de cámara continuaron sosteniendo la inexistente cola.”

[Hans Christian Andersen (1805–1875), “El traje nuevo del emperador”]

El inicio de la publicación de una masa de documentos secretos diplomáticos y militares de los “emperadores” de USA ha generado un escándalo mundial.

Su edición no se realiza directamente en el sitio web WikiLeaks (que posee el paquete), sino que está siendo cuidadosamente seleccionada por cinco órganos de prensa que tienen la exclusividad de la publicación inicial del material, a saber: The New York Times, The Guardian (Londres), Le Monde (París), El País (Madrid) y Der Spigel (Hamburgo).

Al revés de lo que acostumbraba a hacer WikiLeaks (portal de informaciones confidenciales), ahora lo difundido ha sido “filtrado” anticipadamente por esas publicaciones. Además, previamente, esos diarios informan al gobierno de EEUU lo que van a publicar. Al mismo tiempo, niegan rotundamente que estén acordando sus contenidos con la Casa Blanca.

Sea como sea, aunque venga “amortiguado” por esos filtros previos, para el imperialismo yanqui todo este asunto es un golpe serio... y en varios sentidos. Es, entonces, explicable la reacción rabiosa de infinidad de personajes, dentro y fuera del gobierno de Obama. Varios reclaman públicamente que Julian Assagne, fundador de WikiLeaks, sea asesinado. Al frente de los que exigen su linchamiento están el senador Liberman, sionista de extrema derecha que predica el exterminio de los palestinos, y el pastor baptista Mike Huckabee, ex gobernador de Arkansas, que propone hacer más o menos lo mismo con los inmigrantes latinos.

Como hasta ahora no han podido asesinar a Julian Assagne, los “defensores de la libertad de prensa” se han dedicado a impedir que el sitio de WikiLeaks funcione. Y no sólo el gobierno yanqui está en la tarea. También el presidente Sarkozy –de longeva relación con Washington y sobre todo con la CIA– presiona para que WikiLeaks no sea alojado por ningún servidor de Francia.

Pero quizás la reacción más representativa ha sido la del Departamento de Estado, prohibiendo a su personal y a los estudiantes norteamericanos en general “leer los cables filtrados publicados por WikiLeaks”.[1] Esta “prohibición de lectura” es respaldada por diversas amenazas contra quienes se atrevan a cometer semejante pecado... Tiempo atrás la Iglesia quemaba en la hoguera a los herejes que leían los textos prohibidos por el Papa. Estas medidas de “policía del pensamiento” no fueron eficaces en tiempos de Gutemberg y menos van a serlo ahora con internet, pero da una buena idea de la rabia que destila Washington...

¿Secretos de Polichinela?

La reacción “tremendista” de Washington contrasta con la primera impresión que da la lectura de lo publicado. Es que, hasta ahora, son lo que se llama “secretos de Polichinela”; es decir, “secretos” sabidos por muchos.

Por ejemplo, que el presidente Hamid Karzai, el títere de EEUU en Afganistán, no sólo es un fenomenal corrupto, sino también que su hermano es el principal narcotraficante y exportador de opio y heroína del país; que Berlusconi, además de hacer toda clase de negociados, se dedica a prostituir jovencitas menores de edad; que Putin es otro que se ha hecho millonario robando a cuatro manos; que las tropas de ocupación yanquis en Iraq asesinaron impunemente a miles y miles de civiles, en muchas ocasiones como un ejercicio de tiro al blanco para divertirse; que la “imparcial” justicia de varios países europeos, en primer lugar de Alemania, ha cedido a las presiones de EEUU para que no juzgue ni condene a agentes de la CIA culpables de crímenes en territorio europeo, etc., etc... ¡Nada de eso es novedad!

Además, en esa ensalada de lo ya publicado, ocupan más espacio temas de chismografía como las tribulaciones de alcoba de Sarkozy, que cuestiones fundamentales de política internacional.

Esta primera impresión ha llevado a algunos comentaristas (incluso “progresistas”) a subestimar lo de WikiLeaks: a calificarlo como “chusmerío diplomático” y a decir que “los secretos verdaderos [están] a salvo por ahora”.[2] La culpa de esto la tendrían las cinco publicaciones que filtran los cables originales.

Desde ya que todas ellas, en primer lugar el New York Times, tienen interés en dar la versión más “ligth” posible. Además, la mayor parte de los archivos no han sido aún publicados... ¿Estarán allí “los secretos verdaderos”?

La explicable furia de EEUU

¿Pero si las cosas son así, si se trata principalmente de chismes de quinto orden, por qué EEUU hace tanta bulla? La rabia de Washington, las barbaridades como los pedidos públicos de asesinato de Assagne, el bloqueo de sitios web cuando EEUU pretende ser el paladín de la “libertad de prensa”, la ridícula “prohibición de leer”, etc., etc., ¿no sería algo totalmente desproporcionado?

De ninguna manera. La furia yanqui tiene varios y poderosos motivos y razones.

En primer lugar, todo el affaire retrata el grado de decadencia del imperialismo yanqui. Un incidente como éste hubiese sido inconcebible cuando estaba en su cenit, cuando podía posar de “defensor de la democracia”... y medio mundo se lo creía.

Esta decadencia también se refleja en esa chismografía de bajo nivel de gran parte de los sesudos informes de sus diplomáticos y militares.

Años después, cuando ya comenzaba la cuesta abajo, un precedente de este episodio de WikiLeaks fue la publicación de los llamados “Papeles del Pentágono”, documentos revelados por Daniel Ellsberg en 1971, acerca de los fraudes con que el imperialismo encubría y justificaba las atrocidades de la guerra de Vietnam.

Hoy la decadencia del imperialismo yanqui es mayor que en esos momentos, aunque contradictoriamente dentro de EEUU el movimiento de masas esté más atrás que hace 40 años. Y, de la misma manera, es notable su pérdida de legitimidad.

Pero, lo decisivo, más allá de su contenido chismoso, es que los cables desnudan la “trastienda”, tanto del accionar del imperialismo como de los gobiernos burgueses del planeta.

Para nosotros, una minoría más o menos bien informada, no son un “secreto” los crímenes cometidos por EEUU en Iraq y Afganistán, ni su ingerencia prepotente en todos los países, ni los latrocinios y mentiras del resto de los gobiernos burgueses.

Pero una cosa es que eso aparezca denunciado en nuestras publicaciones, y otra cosa muy diferente es que se muestre ante los ojos de las masas, dicho por los mismos documentos oficiales del principal imperialismo.

Para el dominio de la burguesía imperialista yanqui (como el del resto de los explotadores del mundo) es esencial mantener a las masas trabajadoras y populares con los ojos vendados. O, mejor dicho, proyectarles una película ideológica mentirosa, que nada tiene que ver con lo que sucede realmente al interior de los gobiernos y los estados. Decirles y hacerles creer que el emperador está vestido con un traje magnífico, como en el cuento de Andersen.

Todas las clases explotadoras y opresoras han necesitado de una ideología que justifique y legitime eso... y con mayor razón si además son imperialistas, si avasallan a otros pueblos. Para saquear América, el Imperio español dijo que venía a convertir a los indígenas a la verdadera religión para que fueran al cielo. Luego, la legitimidad de los imperialistas europeos que lo sucedieron, fue “la carga del hombre blanco”: ¡había que “civilizar” a los africanos y asiáticos, colonizándolos!

Después –como advirtió agudamente Trotsky en los años 20–, al entrar a la cancha EEUU tocó una canción mucho más atractiva: venía a luchar por la “libertad” y la “democracia”. Para eso enviaba los marines a invadir medio mundo. EEUU, decía Trotsky, siempre está “liberando” a alguien: ésa es su profesión.

Hoy, la legitimidad del imperialismo yanqui está profundamente desgastada. Sus guerras e intervenciones colonialistas y ahora la crisis mundial han deteriorado aún más sus mecanismos de engaño y fraude masivos. En EEUU, como en el resto del mundo, crece la bronca y la desconfianza de los explotados. Por eso, que se levante algo el telón, aunque sea muy fragmentariamente, provoca en Washington reacciones histéricas y clamores de que corra sangre.

Para ellos es intolerable, porque atenta, en síntesis, contra un principio fundamental no sólo de la diplomacia, sino en general de la gestión del estado burgués: mantener a las masas en la santa ignorancia de lo que se cocina puertas adentro. Y esto es doblemente necesario si se trata del principal imperialismo, que viene decayendo y deslegitimándose cada vez más.

A EEUU le pasa como al emperador del cuento de Andersen: no puede admitir que el pueblo se dé cuenta que está desnudo.


Notas:

1.– Democracy Now!, 03/12/10.

2.– Eduardo Febbro, “Un wikilodazal sobre las preocupaciones casi domésticas de la diplomacia estadounidense”, Página 12, 02/12/10.