Socialismo o Barbarie, periódico Nº 191, 10/12/10
 

 

 

 

 

 

El VI Congreso del Partido Comunista Cubano y sus “lineamientos”

“Socialismo de mercado” burocrático hacia
la restauración capitalista

Por Marcelo Yunes

El PC cubano ha convocado, finalmente, a su demorado VI Congreso para abril de 2011. La base de discusión es un folleto de 32 páginas llamado “Proyecto de lineamientos de la política económica y social del PCC”, que se supone ha de ser debatido entre diciembre y marzo.

Aquí nos concentraremos en algunos de los puntos del documento oficial del PCC, que a nuestro entender muestran una categórica definición política de la burocracia cubana: un giro a formas de “socialismo de mercado”, con reminiscencias del “modelo” vietnamita o chino, que abren camino a un curso de restauración capitalista en la isla.

“Lineamientos” casi de ortodoxia capitalista

Lo primero que llama la atención al leer los 291 puntos de los “Lineamientos” es su tono: frío, economicista, casi tecnocrático. Por páginas y páginas se tiene la impresión de estar ante un recetario de la más rígida ortodoxia neoliberal escrito por gurúes del management capitalista. Las consideraciones políticas son escasas y rituales; no queda ninguna duda de que la burocracia cubana quiere, como dijo Raúl Castro, que el VI Congreso se concentre en resolver los problemas de la economía. Como era de esperar, falta completamente hasta la mera mención de cómo fue que la economía cubana llegó a esta situación. Por supuesto, hay sobradas referencias al bloqueo yanqui, a las catástrofes naturales y a la baja del precio de los productos de exportación de Cuba. Pero a cualquiera que pretenda discutir seriamente la crisis cubana se le hace evidente que falta lo principal: el esquema económico seguido por la isla es inseparable de la orientación y el régimen político que le imprimió por décadas la dirección del PCC.

Desde el punto de vista marxista, es impensable discutir los problemas de una economía “socialista”, o “de transición”, o, como opinamos nosotros, no capitalista pero de transición al socialismo bloqueada por la gestión burocrática, sin considerar la orientación política. ¿O acaso en un régimen supuestamente “socialista” la economía funciona separada de la gestión política? ¿La situación de la economía cubana se debe exclusiva o esencialmente al bloqueo, los huracanes y el bajo precio del níquel?

La respuesta de la burocracia del PCC es sorprendente: hay otro gran culpable, que son los trabajadores cubanos. Leyendo los “Lineamientos”, la conclusión que se desprende es que los trabajadores cubanos son a) ineficientes y poco productivos, b) holgazanes o poco esforzados, y c) dispuestos a aprovechar de manera individualista y artera los cuantiosos beneficios que les provee el generoso Estado cubano (con el cual la burocracia se identifica y del cual deja afuera a los trabajadores, contradiciendo cualquier principio socialista). A tal diagnóstico, tal tratamiento: las referencias a la necesidad del “incremento de la productividad y la eficiencia”, la “generación de divisas”, el “aumento de las exportaciones y sustitución de importaciones”, la “reducción de gastos y subsidios innecesarios” se cuentan por decenas.

En cambio, las palabras “socialismo” o “socialista” se mencionan exactamente seis veces. Tres de ellas son simples actos rituales (como se ve, no se insiste mucho, a diferencia de otros discursos a la medida de la izquierda latinoamericana admiradora de los Castro). Las otras tres son harto significativas. En la introducción de los “Lineamientos” se da una definición sencillamente pasmosa: “El socialismo es igualdad de derechos e igualdad de oportunidades para todos los ciudadanos, no igualitarismo”. ¡Ésa es exactamente la definición clásica del liberalismo, no del socialismo! En el punto 2, se aclara que el “modelo de gestión” debe “reconocer y estimular, además de la empresa estatal socialista”, a otras formas económicas, como empresas de capital mixto, cooperativas, cuentapropistas, etc. Y el punto 53 nos regala otro sesudo precepto “teórico” de la burocracia cubana, que demuestra no haber aprendido nada desde la constitución de la URSS stalinista de 1936, al definir la “ley de distribución socialista” como “de cada cual según su capacidad, a cada cual según su trabajo” (!!). La verdadera ley de distribución socialista, desde Marx, es, naturalmente, a cada cual según sus necesidades, es decir, una retribución no proporcional a, sino divorciada de la contribución individual en trabajo. Esto es posible cuando la base material y la productividad del conjunto de una economía socialista (o en verdadera transición al socialismo) así lo permiten.

Por supuesto, Cuba está a milenios luz de semejante situación, por lo que no tiene nada de raro que los trabajadores sean retribuidos “según su trabajo”. Pero presentar esta “ley de distribución” perfectamente capitalista y conforme a la ley del valor como si fuera un principio socialista es uno más de los disparates teórico-políticos de la burocracia. Lo peor de todo es que se llena de lodo así al socialismo –con la inestimable asistencia del coro admirador de los Castro, como veremos luego– en nombre de la… “renovación del socialismo”.

Un ajuste antiobrero y antipopular salvaje, pero eso sí, “socialista”

Las medidas económicas que proponen los “Lineamientos” para la “discusión” –en realidad, son decisión tomada por la burocracia– harían las delicias de Cavallo y Thatcher en el pasado o de los patriarcas del ajuste neoliberal en la Europa de hoy, y muestran que la burocracia, en su camino de hacia la “vía vietnamita” o china, ha tirado por la borda todo escrúpulo. Por empezar, y aunque no figure así en los “Lineamientos”, la medida más dura ya está decidida sin discusión: eliminar hasta un millón de puestos de trabajo en el sector “presupuestado y estatal” (es decir, bajo planificación burocrática), empezando por 500.000 puestos en 2011. Esto fue anunciado, irónicamente, por… la Central de Trabajadores de Cuba (ver SoB 186). Estamos hablando del 20% de la fuerza laboral cubana.

¿Adónde va a ir a parar toda esa gente? Pues a los nuevos “microemprendimientos” y formas de cuentapropismo que con su flexibilidad característica le ofrece la burocracia a los trabajadores despedidos. Claro que un programa similar, a mucha menor escala, fracasó rotundamente por razones que las víctimas del ajuste capitalista en América Latina conocen muy bien. Es sabido que el autoempleo sencillamente no puede compensar los despidos masivos. En Cuba, para colmo de males, no está prevista ninguna forma de asistencia bajo la forma de capacitación, provisión de herramientas básicas o instrumentos financieros. Todo se improvisa de la manera menos seria. De modo que el destino de la amplia mayoría de esos despedidos será la calle, bajo la forma de empleo informal, prostitución (que no para de crecer) o, en el mejor de los casos, ser mantenidos por familiares (criterio explícitamente considerado en los “Lineamientos”), cuando no la mendicidad. En fin, una “latinoamericanización” de la vida laboral cubana.

Ni siquiera se prevén mecanismos de contención para esos cientos de miles de personas. De hecho, lo único tangible que se les ofrece (además de promesas de “gradualismo” y de que “nadie quedará a la deriva”) es un subsidio del 60% del sueldo durante 5 meses… siempre y cuando se tengan 30 años de antigüedad. A menor antigüedad, menor porcentaje. Una “indemnización” no al modo del “estado de bienestar” europeo, o incluso latinoamericano, sino más bien estilo yanqui: “Está despedido”… y váyase con lo puesto.

Los “Lineamientos” burocráticos son inequívocos. En la introducción se habla de “eliminar las planillas infladas (…) y producir una reestructuración del empleo, incluidas fórmulas no estatales, aplicando un tratamiento laboral y salarial a los trabajadores interruptos que elimine los procedimientos paternalistas”. ¿Está claro? Si usted es un “trabajador interrupto” (¡vaya eufemismo por “despedido”!), no espere nada del Estado, porque se acabó el “paternalismo”.

Hay más: “Las empresas estatales que muestren sostenidamente en sus balances financieros pérdidas, capital de trabajo insuficiente (…) serán sometidas a un proceso de liquidación” (lineamiento 16). ¡Empresa que da pérdida, empresa que cierra! Y las “unidades presupuestadas” (las que brindan servicios y no producen bienes) serán reducidas “hasta el número mínimo que garantice el cumplimiento de sus funciones asignadas, donde prime el criterio de máximo ahorro de personal y Presupuesto” (31). Todo parecido con nuestros viejos conocidos planes de achique del Estado no es mera coincidencia. Además, se eliminan los subsidios por pérdidas y se ata la remuneración del trabajador a los resultados (19).

Estos brutales criterios de austeridad en los gastos del Estado cuando de los trabajadores y la población en general se trata aparecen en cada uno de los capítulos de los “Lineamientos”: “Resulta imprescindible reducir o eliminar gastos excesivos en la esfera social” (132); “las condiciones que se creen para que los trabajadores puedan estudiar son bajo el principio de que debe ser a cuenta del tiempo libre del trabajador y a partir de su esfuerzo personal” (142; esto significa adiós becas, y suena también muy “socialista”); “eliminar subsidios y gratuidades indebidas” (61; ¿quién decide si los subsidios son “debidos” o “indebidos”); “garantizar que la protección de la asistencia social la reciban personas que realmente la necesitan (…) por no contar con familiares que brinden apoyo, y eliminar prestaciones que puedan ser asumidas por las personas o sus familiares” (165); “eliminar tratamientos paternalistas y estimular la necesidad de trabajar y reducir los gastos del estado” (159) “la construcción de nuevas viviendas deberá organizarse bajo la adopción de modalidades que incluyan una significativa proporción del esfuerzo propio, así como otras vías no estatales” (276), y así hasta el infinito.

Los llamados a incrementar la productividad y eficiencia, en todos los casos, apuntan a reducir gasto estatal y tienen como objetivo casi confeso una ampliación de la desigualdad social (claro, porque el “igualitarismo” no es socialista). El punto de partida es conseguir “un crecimiento de la productividad del trabajo que supere el crecimiento del ingreso medio de los trabajadores” (42). Dicho en lenguaje marxista, más explotación, pero no en pos de una “acumulación originaria socialista” que en la isla jamás tuvo lugar, sino como fuga hacia formas económicas cada vez más emparentadas con el capitalismo.

Justamente, parte decisiva del plan de austeridad y antiigualitarismo es la eliminación de la famosa libreta de racionamiento, que si bien era notoriamente insuficiente al menos proveía una canasta de alimentos y ayudaba a complementar el magrísimo ingreso medio (17 dólares por mes). Y esto en el marco de habrá cada vez más productos que sólo se conseguirán con moneda convertible o a precios no subsidiados. En efecto, “la formación del precio de la mayoría de los productos (agrícolas, MY) responderá a la oferta y la demanda y, como norma, no habrá subsidios” (177).

¿Por qué se elimina esta tradicional herramienta social? Según la burocracia, porque los cubanos son unos aprovechadores y ventajeros, dado que esta “forma de distribución normada, igualitaria y a precios subsidiados, que favorece tanto al ciudadano necesitado como al no necesitado, induce a las personas a prácticas de trueque y reventa, y propicia un mercado subterráneo” (162)

¡Es el colmo! La ineficiencia pavorosa de la burocracia para organizar la economía, amén de sus privilegios, obligan a todos los “ciudadanos” a caer en la condición de “necesitados” (los únicos “no necesitados son justamente los burócratas). Y las prácticas a las que deben acudir, que son de mera supervivencia en una economía de penuria y escasez crónicas, son denunciadas como inmorales por los mismos burócratas corruptos que administran el saqueo al Estado y el mercado negro.

No tenemos espacio para desarrollar aquí el tercer eje de los “Lineamientos” (para la burocracia, el primero en importancia económica), que es la generación de divisas a como dé lugar, con el aumento de las exportaciones y de la sustitución de importaciones como objetivo supremo. Baste señalar que de lo que se trata aquí es de “aumentar la credibilidad del país (…) mediante el estricto cumplimiento de los compromisos contraídos”. ¡Y la dirección cubana era la abanderada, en los 80 y 90, del rechazo de la deuda externa en toda Latinoamérica! En casa de herrero…