Socialismo o Barbarie, periódico Nº 190, 25/11/10
 

 

 

 

 

 

La pelea del PO y el PTS en el Roca

Cuando le dan de comer a las fieras

Por José Luis Rojo

El PO y el PTS vienen protagonizando una pelea para ver quién se queda con la representación de una parte de los trabajadores tercerizados del Roca en lucha. En sí misma, la pelea por la dirección de un sector que está peleando, no tiene nada de malo. Por el contrario: hace a la elemental necesidad de democracia obrera que tienen los trabajadores para avanzar en sus luchas y organización.

El ejercicio del debate público, y la manifestación o propuesta de distintas alternativas para la lucha, solamente pueden beneficiar a la misma y prefiguran un movimiento obrero que rompe amarras con el monopolio de la burocracia sindical, que no solamente impide que se debata nada sino que expresa intereses ajenos a la clase obrera.

Si para muestra basta un botón, ahí está Pedraza, no solamente autor intelectual de la muerte de Mariano Ferreyra, sino lisa y llanamente patrón y esclavista de los trabajadores tercerizados del Roca.

Pero cuando nos referimos concretamente a la pelea del PO y el PTS en el Roca, nos estamos refiriendo a otra cosa: una pelea que tiene poco que ver con la democracia obrera y mucho con un aparatismo que se pone de espaldas a las necesidades de los trabajadores en lucha con el solo objetivo de lograr alguna “ganancia” para su organización… aun si esto termina siendo a expensas de las necesidades los trabajadores mismos [1]. Veamos los hechos.

Dividiendo la asamblea de los tercerizados

Hay varias pruebas al respecto en ambas organizaciones. Una importante atestigua contra el comportamiento del PO: haber roto la asamblea conjunta de los tercerizados. Esto es un escándalo. Porque el PO, lo que hizo a posteriori de la muerte de Mariano, fue largarse a una negociación por separado con el Ministerio de Trabajo con la supuesta “legitimidad” que para hacerlo le daba el asesinato de su joven militante. De ahí que el resto de los trabajadores en lucha se indignaran y que la asamblea se rompiera llegando incluso a expulsar al abogado del PO.

El comportamiento del PO se basó (o “justificó”) en un supuesto falso: efectivamente Mariano es un compañero de su organización, por el cual la lucha por el castigo a sus asesinos es una pelea que hay que llevar delante de manera incondicional.

Sin embargo, esa circunstancia no le da derechos al PO para negociar por encima del colectivo de trabajadores, ni arrogarse de hecho una representación que no tiene.

Es que se trata de cosas de orden distinto: si la muerte de un militante en una lucha obrera le puede dar a tal partido un reconocimiento o prestigio “moral” respecto del colectivo de la militancia y el activismo obrero, eso nada tiene que ver con que esa organización pretenda erigirse con una representación sindical -o política– que de ninguna manera le ha sido atribuida por el colectivo de trabajadores en lucha: ¡puede aspirar a ello como cualquier otro, pero se lo tiene que ganar con los métodos de la democracia obrera en las asambleas y no con burocráticos comportamientos ultimatistas!

Cuando la muerte de Mariano no parece significar nada…

Por su parte, el PTS también se las trae. Sí es más “vivo” que el PO para cuidarse de este tipo de prácticas (posando muchas veces de “víctima”), no deja de ser igual o más instrumentalista que el PO de la lucha de los trabajadores.

Todavía tenemos fresco el recuerdo de su vergonzoso comportamiento cuando el encuentro obrero en Pacheco en el que pretendió ningunear burocráticamente a los compañeros de FATE. Entre otras cosas, el PTS carece del elemental concepto del frente único para impulsar la lucha, y practica otra variante del mismo ultimatismo burocrático que caracteriza al PO [2].

Respecto de los hechos que estamos comentando, un poco su meridiana idea es que la muerte de Mariano sería algo “accesorio” que nada ha tenido que ver con la evolución posterior de la lucha de los tercerizados… Esta es una redonda ridiculez.

Porque es un hecho evidente que sin los enfrentamientos del 20 de octubre, el asesinato de Mariano y la crisis política que el acontecimiento provocó, las cosas para nada hubieran tenido el desarrollo que han tenido. Esto más allá de si esa acción –realmente minoritaria– fue correcta o no [3].

La cosa es que la muerte de Mariano ha sido un hecho político de primera magnitud en la actual coyuntura que influyó decisivamente en la evolución de la pelea de los tercerizados; y la pelea por el castigo a los autores materiales e intelectuales de su asesinato es una obligación de primer orden para el activismo y la izquierda.

El PTS no parece entenderlo del todo así; o lo comprende sólo formalmente. Por ejemplo: la pretensión de anteponer la bandera de la agrupación ferroviaria que integran algunos de sus militantes a la de Mariano en la marcha del viernes 20 de noviembre, justamente llevada a cabo en el mes aniversario de su asesinato, fue un evidente error –por decir lo menos…– que sólo puede atestiguar lo que estamos señalando (esto más allá del desastre de que la situación se haya dirimido a palos frente a la TV).

Unificar la lucha

Yendo más lejos, lo que está en juego aquí es un debate de fondo que se ha expresado en otros acontecimientos de la lucha de clases y que hace a cierta “regularidad” en el comportamiento de ambas organizaciones, y que tiene que ver con la intervención de la izquierda en los conflictos.

Si por un lado, el PO tiene una práctica reiterada de tender a “sustituir” –con acciones minoritarias y muchas veces “irresponsables”– a la mayoría de los trabajadores; el PTS, por regla general, ha venido estando por detrás de las necesidades en los momentos en que “las papas queman”, sea en determinadas luchas obreras o, incluso, estudiantiles [4].

El problema inmediato son las graves consecuencias que podrían tener estas divisiones. Todo el mundo sabe que la burocracia de Moyano está operando y lo propio parece querer hacer una de las fracciones de la CTA. Para su “incursión”, estos aparatos burocráticos se están apoyando en la despolitización general de muchos compañeros, y en intentar usufructuar el rechazo a la izquierda que estos enfrentamientos puedan generar en sectores de los compañeros tercerizados.

Entonces, la única manera de evitar que una u otra ala de la burocracia ocupe el lugar de la izquierda en la lucha, que fue la que puso el cuerpo en la pelea junto con los compañeros, es acabar con estas prácticas aparatistas vergonzosas.

Es decir: continuar la pelea por la dirección de la lucha –a la cual, insistimos, toda corriente de la izquierda tiene derecho inalienable– pero dentro del marco de reunificar la asamblea de los tercerizados, así como también establecer una sola comisión negociadora con el Ministerio. En ese contexto también, toda corriente tiene derecho de impulsar la corriente o agrupación ferroviaria que mejor le parezca.


Notas:

1.- Si Izquierda Socialista ha tenido cierta intervención en este proceso a partir de su inserción en el ferrocarril Sarmiento, sus posiciones, por regla general, han estado “a la derecha del dial”… siendo las más sindicalistas de toda la izquierda presente en el mismo.

2.- Su autoproclamación como supuesta “encarnación” del sindicalismo de bases -cómo ellos llaman al nuevo clasismo emergente- no deja de ser de antología…

3.- A nuestro modo de ver, es obvio que la acción como tal fue un error; esto por su carácter extremadamente minoritario y de espaldas a lo que habían resuelto la mayoría de los tercerizados.

4.- Esto mismo se expresó en los acontecimientos que dieron finalmente lugar al asesinato de Mariano Ferreyra por parte de la patota de la Unión Ferroviaria; de ahí que el PO esté acusando de “cagón” al PTS; y que este esté criticando al primero por impulsar acciones “minoritarias”. La realidad es que los dos tienen una parte de la verdad en sus acusaciones mutuas las que se pusieron al rojo vivo en conflictos de envergadura como los del Casino y Kraft.