Socialismo o Barbarie, periódico Nº 180, 08/07/10
 

 

 

 

 

 

Estallido obrero frente al recorte de salarios

Huelga “salvaje” del Metro revienta Madrid

Por Claudio Testa

“Una huelga del Metro sin servicios mínimos, en la que tengamos todos derecho a huelga, pues revienta Madrid (Entrevista con miembros del Comité de Huelga del Metro, Kaos en la Red, 28/06/10)

Está en curso en el Estado español uno de los conflictos obreros más resonantes de los últimos tiempos: la huelga “salvaje” de los trabajadores del Metro de Madrid. Las medidas de fuerza –desarrolladas del 28 de junio al 5 de julio– han quedado en suspenso hasta el próximo lunes 12, mientras los delegados del Comité de Empresa están negociando con la patronal, que en este caso es la Comunidad de Madrid, propietaria de esa empresa de servicios públicos.

La huelga del Metro madrileño ha tenido gran repercusión, tanto en el Estado español como en Europa y otros continentes. Este eco no se debe sólo a que los trabajadores lograron paralizar varios días una de las principales capitales europeas. Lo principal es que ha sido una de las primeras respuestas contundentes a los brutales planes de recortes y medidas antiobreras decididas por la Unión Europea (UE) en las últimas semanas.

Y en estos planes coinciden tanto la “izquierda” del PSOE (que con Zapatero gobierna el Estado español) como la “derecha” (que con el PP gobierna Madrid).

El Estado español no era justamente un país como Grecia, que estuviese a la cabeza de la resistencia obrera a las medidas cada vez peores con que el capitalismo europeo descarga la crisis sobre los trabajadores. Por eso, el estallido de Madrid es doblemente significativo.

Para colmo, la respuesta de los obreros del Metro desbordó en un primer momento los diques de contención de los burócratas de la UGT y CCOO. Días antes, estos “luchadores” habían respondido a la “reforma laboral” y los recortes salvajes dispuestos por Zapatero y los gobiernos de la comunidades, con el llamado a un paro general... el 29 de septiembre.

Semejante burla debe haber causado poca gracia a los “metreros”, como se llama en Madrid a los trabajadores de esa rama del transporte. No esperaron hasta septiembre. La huelga del Metro, que inicialmente era de paros parciales por turno y con servicios mínimos, se hizo total al votar la Comunidad de Madrid una rebaja del 5% de los salarios.

Más allá del resultado final de este conflicto, en él ya se cruzan las coordenadas de la actual situación, junto con los inicios de un cambio histórico y desafíos inmensos para la clase trabajadora y el movimiento obrero europeos.

Primera respuesta a planes de recorte salvajes

Los medios españoles y europeos claman contra el “salvajismo” de los huelguistas. Una campaña histérica ha intentado poner contra ellos a los trabajadores y sectores de la población que usan el Metro. Pero lo único verdaderamente salvaje son los recortes y los cambios en la legislación laboral que pretende introducir Zapatero.

En un país en que la cifra oficial de desempleo llega al 20% y el desempleo juvenil alcanza el 40%, la reforma laboral apunta en primer lugar a facilitar y abaratar los despidos. Simultáneamente, se intenta generalizar en todos los sectores los “contratos de trabajo temporal”, que implican indirectamente una rebaja brutal de salarios y de las indemnizaciones por despidos. En este contexto, los convenios colectivos pasan a ser “papel mojado”.

Además, se pretende montar un sistema por el cual los subsidios de desempleo serían pagados... por el mismo trabajador. Mientras tenga empleo, se le descontará un porcentaje del salario para un “fondo de capitalización”. Cuando lo despidan, pasará a vivir de ese “fondo”. De esa manera, los capitalistas y su estado “se lavan las manos” de lo que pase con los desempleados. ¡Los burgueses se ahorrarán las indemnizaciones por despidos y el estado burgués se sacará de encima a los desempleados!

Junto a este proyecto de reforma laboral, están haciendo cola otras medidas recomendadas por la Unión Europea a los países miembros, como llevar la edad de retiro (jubilación) a los 70 años, exigiendo 43 años de aportes. Es decir, que una pensión de retiro sea inalcanzable para la mayoría de los trabajadores. ¡Los jubilados: otro problema del que los burgueses europeos y sus estados quieren “liberarse”!

La huelga del Metro de Madrid ha sido la primera respuesta importante a las “reformas” en curso: concretamente, en este caso, a la rebaja de salarios y la virtual liquidación del convenio colectivo.

La capitulación de las burocracias tradicionales

Como ya señalamos, los burócratas de los sindicatos UGT (Unión General de Trabajadores) y CCOO (Comisiones Obreras) han batido records a nivel europeo. Ante semejantes ataques, ni siquiera ensayaron la farsa de un día de manifestaciones, como su colegas franceses. En junio, llamaron a un paro, pero sólo de los empleados públicos. La “huelga general” se realizará el 29 de septiembre, cuando previsiblemente esas “reformas” ya estarían aprobadas.

La conducta de UGT y CCOO no es para sorprender a nadie. Estas burocracias han recorrido un largo camino de traiciones, y de sometimiento al estado y las patronales. Comenzó con la “transición a la democracia” después de la muerte de Franco (1975) y tuvo su primer hito en 1977 en la firma del “Acuerdo Marco” que sería parte fundamental de los Pactos de la Moncloa. En esa ocasión, CCOO (orientada por el Partido Comunista) y la UGT (afín al PSOE) aceptaron entre otras cosas la “libertad de despedir” y mantener los aumentos de salario por debajo de la inflación.

Las más de tres décadas transcurridas profundizó la degeneración de estos aparatos, en dos sentidos: por un lado, se han integrado a los departamentos de “recursos humanos” de las empresas; por el otro lado, se han estatizado.

Esto de la estatización es algo bien concreto: la casi totalidad de sus ingresos no provienen de las cuotas de sus afiliados, sino de subvenciones del Estado español. En el 2008, estas “ayuditas” a UGT y CCOO sumaron 163 millones de euros. A eso se agrega lo que reciben de los gobiernos autonómicos.

Pero, al mismo tiempo, junto a UGT y CCOO –los dos “sindicatos oficiales” con los que firman pactos el gobierno y la CEOE (central patronal)– existen una variedad de organizaciones sindicales con distintos grados de independencia. Además, la falta de reacción de las cúpulas de UGT y CCOO a los ataques antiobreros ha generado malestar en organizaciones más de base de ambos sindicatos.

En un período de creciente descontento esto puede facilitar el desencadenamiento de luchas como la del Metro de Madrid. Asimismo, las formas organizativas del sindicalismo español dejan grietas y zonas grises que pueden escapar al control férreo y directo de los burócratas de los sindicatos oficiales.

En épocas de calma chicha, esto quizás no asuma mayor importancia. Pero si las tensiones sociales aumentan, las cosas podrían ser distintas.

Por el camino del desborde a los burócratas, hacia un nuevo movimiento obrero

Para entender eso, aclaremos que el sindicalismo español (como el de toda Europa continental) tiene formas de organización muy distintas a las de Argentina. Aquí, los sindicatos estructurados por el peronismo en la década del 40, adoptaron la forma británica de la “Union”. Es decir, del sindicato único por rama con cuerpos de delegados y comisiones internas por empresa. Eso facilitaba el férreo control verticalista de Perón.

En cambio, en el Estado español (como en el resto de Europa continental) hay pluralismo sindical. En cada establecimiento existe un Comité de Empresa, que representa a todos los trabajadores ante la patronal. Para formar ese Comité de Empresa, se hacen elecciones donde se presentan listas de los distintos sindicatos. En el caso del Metro de Madrid, en el Comité de Empresa hay representantes de siete sindicatos, en número proporcional a los votos obtenidos. En esa elección pueden votar todos los trabajadores, sean o no afiliados a un sindicato. En verdad, los sindicatos son corrientes político-sindicales.

La mayor cantidad de representantes en el Comité de Empresa del Metro los tiene el SCMM (Sindicato de Conductores), el SO (Sindicato Solidaridad Obrera, anarquista), CCOO y UGT (sindicatos “oficiales”), aunque ninguno de ellos con mayoría propia.

Por supuesto, no conocemos en profundidad los entretelones de este proceso. Pero, por los trascendidos, los del SCMM (Sindicato de Conductores) y los de Solidaridad Obrera parecen haber jugado un papel fundamental en el lanzamiento del conflicto. Es decir, dos agrupaciones sindicales que no están bajo el control directo de UGT y CCOO.

Combinado con eso, otro de hecho de decisiva importancia ha sido el funcionamiento asambleario. Todas las decisiones se tomaron en asambleas masivas de los turnos en que funciona el Metro.

Esta suma de factores, desde la fenomenal bronca de los trabajadores hasta las fallas en el control burocrático facilitaron que los compañeros del Metro le pasaran por encima a los burócratas de UGT y CCOO, y rechazaran su calendario de esperar hasta fines de septiembre para protestar.

El conflicto pasó por tres fases. Hubo un primer tramo de paros parciales, encuadrados en las exigencias de “servicios mínimos” marcados por la legislación antiobrera vigente. La segunda fase, de radicalización de la lucha, fue detonada por la provocación de la Comunidad de Madrid, que votó la rebaja de salarios, que implica además la liquidación del convenio colectivo. Frente a eso, los trabajadores respondieron con la huelga total que implicó “reventar” Madrid. La tercera fase del conflicto es la actual, de suspensión de las medidas hasta el lunes 12 y reapertura de negociaciones con la empresa y las autoridades de Madrid.

En este curso, sin que de ninguna manera se pueda hablar de derrota, parece haber un momento de dificultades y vacilaciones. Eso posiblemente se refleja en los voceros del conflicto y del Comité de Empresa. Inicialmente, los voceros fueron los del SCMM y SO, que hacían declaraciones radicalizadas, entre ellas las de “reventar Madrid”. Luego, la vocería pasó a manos del dirigente de CCOO, Antonio Asensio, que apuntó en sentido opuesto: que “los sindicatos están dispuestos a hablar de todo”[1]. Es decir, declaraciones nada tranquilizadoras.

De todos modos, sería un error completo dar las cosas por terminadas. Pero en el ánimo de los trabajadores en la asamblea que suspendió las medidas de fuerza, parece haber pesado la fenomenal campaña desatada contra ellos por los medios y el gobierno, que posiblemente prendió en sectores de la población.

Como siempre que paran los transportes, sea en Madrid, Buenos Aires o el planeta Marte, las autoridades y los canallas de la TV y los diarios se compadecen de los pobres trabajadores que no pueden ir a sus empleos. Y denuncian el “egoísmo” de los huelguistas, que “hacen daño a todos” por sus “problemas particulares”.

En este caso, ésta era una mentira al cubo, porque los “metreros” de Madrid son sólo la primera línea de resistencia a un ataque global y generalizado contra todos los trabajadores del Estado español. Pero ganar su simpatía y apoyo general exige una dura batalla que, por su contenido, es una lucha política y no sindicalista ni corporativa.

En ese sentido, es un ejemplo valioso el de los trabajadores del TMB (Transports Metropolitans de Barcelona), que realizaron una campaña que les valió el apoyo de usuarios y vecinos a sus conflictos. Hoy esto es posible, precisamente porque cada vez más todos los problemas y situaciones “particulares” son parte de una lucha global para derrotar los planes de hambre y miseria que quieren imponer el gobierno y la Unión Europea.


Notas:

1- Público.es, 05/07/10.


El fin de una época

Del “estado de bienestar social” a
la “latinoamericanización” de Europa

Por Claudio Testa

Europa y especialmente la “eurozona” han pasado a ser los eslabones más débiles de la crisis capitalista mundial [1]. Las bancarrotas de Grecia e Irlanda amenazan generalizarse, en primer lugar, a España, Portugal y otros estados.

La situación se agrava por el “corsé” que implica la existencia del euro, que impide a los gobiernos de los países en dificultades “maniobrar” con la emisión de moneda propia, con el tipo de cambio y con la inflación (como hicieron el gobierno y los capitalistas de Argentina, en la bancarrota del 2001).

Por eso, en aras de mantener el euro (y la tambaleante UE), las burguesías europeas tienen que ir a un ajuste directo (y no “indirecto” y “mediado” por vía de la inflación): simplemente meter la mano en el bolsillo a los trabajadores, decretando la reducción de salarios, tratando de llevar la edad de jubilación a los 70 años, facilitando los despidos en masa con la simultánea extinción de los subsidios de desempleo, recortando los “improductivos” gastos en salud, educación, etc.

Han optado así por el más brutal de los “ajustes”: los planes deflacionarios de recorte brutal del salario directo o indirecto y del gasto público... por supuesto, del “gasto” que tenga que ver con beneficios a los trabajadores y sectores populares. Simultáneamente, siguen floreciendo los gastos militares, los pagos a los usureros de la deuda pública, los subsidios y “rescates” billonarios a bancos y corporaciones, la corrupción fenomenal de los políticos burgueses (ahora con resonantes escándalos en Francia) y la virtual condonación de impuestos a los más ricos, con sus fortunas a salvo en los “paraísos fiscales”.

La profundidad de la crisis y la medidas que las burguesías europeas han acordado frente a ella, tienen consecuencias que van más allá de la coyuntura. Se está esbozando un cambio histórico, que ha sido definido como el fin del “estado de bienestar social” [2]. Las consecuencias sociales y políticas de esto son inmensas.

Después de la Segunda Guerra Mundial de 1939-45, el “estado de bienestar social” se desarrolla en Europa occidental y otros continentes no por “amor al prójimo” de sus capitalistas, sino por sus justificados temores a la clase obrera y al peligro de revolución socialista.

Luego, la reacción neoliberal que comienza golpear en la década de los 80 y triunfa en los 90, fue deteriorando cada vez más las concesiones de posguerra. Pero este proceso de desgaste, muy desigual según los países, había sido hasta ahora evolutivo y gradual. Hoy está en el umbral de un salto cualitativo.

Las medidas tomadas por los gobiernos y las burguesías europeas están marcando el fin de una época. Del “estado de bienestar” estamos ingresando a lo que algunos han denominado como la “latinoamericanización” de Europa [3].


1- Ver: José Luis Rojo, “Se abre la tercera fase de la crisis mundial”, Socialismo o Barbarie, periódico Nº 177, 27/05/10.

2- Jaime Baquero, “La muerte del estado de bienestar”, en www.socialismo-o-barbarie.org, edición del 06/06/10.

3- José A. Estévez Araujo, “El mecanismo europeo de estabilización o la ‘latinoamericanización’ de Europa”, en www.socialismo-o-barbarie.org, edición del 06/06/10.