Socialismo o Barbarie, periódico Nº 180, 08/07/10
 

 

 

 

 

 

El SUTNA San Fernando llama a formar una lista independiente en la CTA

El “nuevo clasismo” y sus desafíos

El pasado lunes 5 de julio la Ejecutiva y el Cuerpo de Delegados de la seccional San Fernando del SUTNA dieron el enorme paso de llamar a constituir una Lista Clasista para las próximas elecciones de la CTA. No se trata de un hecho menor que una experiencia como la de la Marrón se plantee y postule para dirigir la conformación de una lista y, eventualmente, una corriente clasista como alternativa a las dos expresiones de la burocracia que dividen hoy esa central. No deja de ser un dato político de enorme importancia para el futuro del proceso de recomposición del movimiento obrero argentino[1].

El paso dado por los compañeros resalta cuando las presiones sobre las experiencias independientes se redoblan y las mismas burocracias logran también sus “triunfos”, como la reciente cooptación de “Beto” Pianelli del cuerpo de delegados del Subterráneo de Buenos Aires. Lamentablemente, acaba de “cruzar el Rubicón” yendo en la lista oficialista de la FETIA (la rama de privados de la CTA) nada más y nada menos que de la mano de Pedro Wasiejko… En lo que sigue, trataremos entonces de dar cuenta de qué es lo que está en juego en todo este proceso.

Clasismo todavía con “c” minúscula

El marco más general para comprender la importancia del paso dado por los compañeros del SUTNA San Fernando tiene que ver con la comprensión  del proceso que está en desarrollo. El hecho es que como subproducto de las transformaciones ocurridas en el llamado “mundo del trabajo” y el proceso del Argentinazo, sumado a la recuperación económica de los últimos años, fue surgiendo una nueva generación obrera. Esta nueva generación obrera se fue expresando a lo largo de los últimos años alrededor de una serie de luchas, conquistas, recuperación de organizaciones obreras de manos de la burocracia, tendencias hacia la sindicalización y/o la exigencia de la conformación de nuevos sindicatos.

Junto con el desarrollo de esta experiencia comenzaron también, inevitablemente, las que podríamos llamar “presiones sindicales-políticas”. Es decir, se empezó a colocar “objetivamente” la exigencia de una definición de la identidad más general del fenómeno en curso. En su marca “en el orillo”, todas las experiencias comenzaron como consecuentemente antiburocráticas: esto ha venido siendo así desde el Hospital Garrahan, el Subterráneo de Buenos Aires, pasando por el Neumático y la Marrón hasta el caso de Kraft, etcétera.

Sin embargo, casi inmediatamente, sobre todo la burocracia de la CTA, comenzó a darse una astuta política de cooptación de estos desarrollos por la vía de lo que podríamos llamar una orientación de “domesticación político-sindical”. Hace esto apoyándose en un problema (o necesidad) no siempre comprendida y que excede el mero terreno sindical debiendo ser asumida de manera consciente. El mantenerse en una ubicación consecuentemente antiburocrática (independiente de las burocracias tanto de la CGT como de la CTA en todas sus variantes) de alguna manera “obliga” a tener aunque sea la “intuición” de la independencia política de clase: ser consecuentemente antiburocrático lleva a ser consecuentemente antipatronal no sólo en el sentido económico del término, sino político de no ir detrás de ningún sector burgués: sea K o sojero.

De ahí que casi “insensiblemente”, lo que ha ido emergiendo –y debe profundizar su curso para no perecer– es algo más que un mero fenómeno “sindical” (aunque necesariamente nace en ese terreno): se trata que por primera vez desde la década del 70[2], a diferencia del proceso más estrechamente sindical de los años 80, emerge una experiencia que, partiendo de rasgos de democracia de bases y acción directa, tiene implícitamente una tendencia hacia una comprensión más política de lo que está en juego.

Tendencia más que una realidad efectiva, de ahí la importancia de la batalla política porque se mantenga la intransigente posición antiburocrática que necesariamente implica una batalla política y ayudar a la maduración de un punto de vista de independencia de clase que las más de las veces no está claro entre los compañeros. Por eso, hay que saber mirar con atención y explicar a los compañeros cómo el fenómeno de la cooptación de sectores independientes está funcionando más de lo político a lo sindical que en el camino inverso[3].

De ahí entonces que “dialogando” con la experiencia de los años 70 y dando cuenta no sólo de lo que es sino de lo que debe ser, opinamos que la mejor manera de llamar a los primeros pasos que está dando la nueva generación obrera sea la emergencia de un “nuevo clasismo”, aunque todavía sea con “c” minúscula.

Cuando la CTA vuelve al ruedo

Pasemos entonces al análisis de los que más pérfidamente están peleando para que este nuevo clasismo aborte. La CTA se viene dando una orientación para intentar canalizar y cooptar el proceso de desprestigio de la CGT. Esto es parte de un fenómeno de alcance internacional que la CTA busca capitalizar: la emergencia de nuevos sectores de trabajadores que entran a la lucha.

Para los sectores jóvenes, “vírgenes”, no sindicalizados, el buscar la organización sindical es como el primer y obvio movimiento de progreso en su conciencia y organización en el plano de la lucha cotidiana, fenómeno que no deja de ser, obviamente, de enorme y revolucionaria importancia. Para bloquear un curso progresivo de estos sectores la CTA se postula y tiene la ventaja del desprestigio gigante de la CGT.

Pero al fenómeno anterior se le viene a sumar otro: la CTA logró reubicarse del 2001 a esta parte. La Central “alternativa”, al igual que la CGT, se borraron olímpicamente de los acontecimientos del “Argentinazo” y por todo un período fue desbordada por izquierda. Fue ésta la que tendió a expresar los fenómenos nuevos, si bien éstos tuvieron la “inorganicidad” de que no se dieron en el núcleo de los trabajadores ocupados[4]. Pero no hay que olvidar que alrededor de los movimientos piqueteros se llegó a hablar de la eventualidad de “una tercera central”…

En esas condiciones, cuando la construcción de un Congreso de los Trabajadores o Encuentro Nacional alternativo a la CGT y la CTA quedó en “abstracto” (aquí hay también responsabilidad de la mayoría del cuerpo de delegados del Subterráneo que se negó a convocarlo en las varias oportunidades en que pudo hacerlo[5]), la CTA, mediante su campaña por la “libertad sindical”, comenzó a capitalizar casi “naturalmente” a los nuevos sectores que buscan organizarse al no existir ningún otro polo alternativo.

Si bien todavía no hay una irrupción generalizada de nuevos sectores que salen a sindicalizarse y a organizarse para la lucha, ya tiene el peso de la “estadística”, prácticamente todo nuevo sector que busca organizarse termina yendo a golpear la puerta de la CTA. De ahí que darse una política respecto de la misma sea de tanta e impostergable importancia estratégica.

Interna propatronal en la CTA

Pero junto con el fortalecimiento relativo de la CTA está en curso un fenómeno que va en sentido contrario: como nunca se habla de la posibilidad de la “división o estallido” de la misma. Es que nunca como ahora la burocracia que dirige la central está dividida de manera pública. Es sabido de la existencia de un ala pro-K (Yasky-Wasiejko-Baradel) y otra pro-campo (De Gennaro-Micheli).

¿Qué refleja esto? Sencillamente, que como toda burocracia no puede tener un proyecto independiente de uno u otro sector patronal. Si bien ambos sectores se llenan la boca de la “CTA de los trabajadores” esto es sólo como campaña para diferenciarse de la CGT y ocultar su verdadero carácter pro-burgués ante los trabajadores. Como la sombra al cuerpo, las burocracias sindicales no tienen otra que seguir a un sector patronal u otro. Su punto de apoyo viene de arriba y no de abajo: del Estado y las patronales, no verdaderamente de los trabajadores.

CTA: otro “modelo” burocrático

La CTA encarna –hasta cierto punto– un modelo burocrático limitadamente alternativo al de la CGT: cuestionan el unicato sindical, es decir, la existencia de una sola central. Frente al monopolio en la representación de la CGT (modelo clásico peronista), y siguiendo lineamientos más “modernos” como los de la OIT (Organización Internacional del Trabajo), su “modelo” es el de una representación más “repartida”. En el fondo lo que buscan no es tanto disputar los “reductos” donde es fuerte la CGT, sino más bien su reconocimiento y una “convivencia de caballeros” con la CGT.

Es decir, su “ampliación” pasa más bien por los nuevos sectores, o, en el caso de la disputa de sectores enrolados en la CGT, no buscan tener el monopolio de esa representación. En fin: su objetivo no es la organización democrática por la base sino compartir el monopolio de la representación burocrática con la CGT, un modelo sindical más adaptado a los tiempos que corren de fragmentación de la masa de los trabajadores entre situaciones de contratación diversas.

Democracia burguesa al interior de las organizaciones sindicales

Hay otro elemento para dar cuenta: la idea que la CTA sería “más democrática que la CGT”. Esta campaña se completa con la forma de votación de las autoridades de la misma. La verdad es que esta supuesta “democracia” es una redonda mentira: el mecanismo de “un afiliado un voto” solamente está al servicio de que a la hora de las elecciones de la central, las mismas tomen la forma de una elección tipo interna patronal donde los que deciden son los aparatos clientelares.

Nos explicamos: la votación a la dirección de una central obrera debería ser a partir de los lugares de trabajo e indirecta –es decir, votaciones de delegados– además de proporcional. De esta manera, los lugares más concentrados de los trabajadores se harían valer, se podrían hacer asambleas y reuniones para votar los delegados y luego un congreso de delegados sería el encargado de votar la dirección: eso sería democracia obrera.

El mecanismo de la CTA es el opuesto: es la democracia burguesa dentro de las filas de la clase obrera. No es casual que a Pedro Wasiejko del Neumático le guste abusar de los plebiscitos. Lo mismo hace el SUTEBA muchas veces para buscar el apoyo de los sectores más atrasados. ¿Por qué democracia burguesa? Porque la elección de la dirección de la central se hace por la vía de una votación secreta en urna, independiente del lugar de trabajo, donde lo que pesa no es el carácter estructural de los trabajadores, sino ¡quién puede acarrear más gente a votar! Además, como cualquiera se puede afiliar “libremente” a la CTA… la trampa está servida: D’Elía o Milagro Salas de Jujuy son los que pueden definir una elección al llevar a votar los miles y miles de compañeros que tienen en sus movimientos de desocupados. También se pueden pasar acuerdos con el PS, la UCR o el mismo PJ para que lleven gente a votar en la elección… Se trata de una riña de aparatos que, además, de encarnizarse, puede hacer explotar todo por los aires porque son las reglas de juego para un vale todo. De ahí los temores a que si hay interna entre ambos sectores burocráticos después no haya más CTA.


[1] Dato político decimos porque está claro que, la burocracia que dirige la CTA va hacer de las elecciones mismas una compulsa de aparatos al mejor estilo de una interna burguesa. Volveremos sobre esto más abajo. 

[2] La experiencia del clasismo con c “mayúscula” del setenta, fue un “clasismo” que sin embargo era, en su inmensa mayoría frente populista y no de independencia de clase…

[3] Ver en este sentido el ya señalado caso de Beto Pianelli que a partir de erróneas posiciones políticas se desliza hacia la capitulación a la burocracia sindical de Wasiejko y Yasky.

[4] Esto amen de los problemas de estrategia de la misma izquierda, principalmente el cerrado “piqueterismo” de esos días… orientación encarnada sobre todo, en las filas de la izquierda independiente, por el PO.

[5] La última fue a finales del año pasado cuando terminó defeccionando en la lucha –que estaba en su apogeo- por el reconocimiento del nuevo sindicato.