Socialismo o Barbarie, periódico Nº 179, 24/06/10
 

 

 

 

 

 

A 34 Años de la Masacre de Soweto

La Sudáfrica que el Mundial no cuenta

Por Luis Barth

Sudáfrica está hoy a los ojos de todo el planeta, y el espectáculo comercial-deportivo que significa el Mundial de fútbol sirve de “cortina de humo” para que no se vean las penurias de negros y trabajadores en el continente africano. El lado deportivo de este deporte, que es pasión para millones, bajo la lógica capitalista es deformado para ser utilizado en contra de las masas trabajadoras y explotadas. Acá en el país podemos recordar como la dictadura militar utilizó el Mundial del `78 para anestesiar a la gente, mientras torturaba y mataba a toda una vanguardia de lucha. Y no es casualidad que en España el presidente Zapatero haya votado la reforma laboral “justo” el día que la selección española jugaba un partido, mientras la gente estaba pegada al televisor, el PSOE reventaba los derechos de la clase obrera.

Desde estas páginas queremos contar lo que la televisión no cuenta de Sudáfrica: el tenaz enfrentamiento masivo del pueblo negro sudafricano contra la opresión racial del régimen del apartheid (derrotado hace apenas 16 años) centrándonos en la conmovedora Masacre de Soweto, y las traiciones de quienes hoy son mostrados como héroes.

La “Etapa Inferior” del apartheid  (1867-1950)[i]

Común a la historia de todo el continente africano, Sudáfrica fue durante siglos un territorio en disputa entre distintas potencias coloniales (Portugal, los Países Bajos, Gran Bretaña) voraces por apropiarse de las riquezas naturales disponibles (particularmente oro, diamantes y platino) descubiertas a partir de 1867. Ya en los primeros complejos mineros instalados los trabajadores negros obtenían un ingreso quince o veinte veces menor a los trabajadores blancos, eran recluidos en alojamientos “exclusivos” (sin “mezclarse” con los blancos) y, si querían salir del complejo para transitar por las ciudades, debían solicitar a las autoridades un “pase”, que no siempre obtenían, y, que en el caso de que sí lograran obtenerlo, siempre era limitado temporalmente y restringido territorialmente. El conjunto de la población negra (70% de la población sudafricana en los inicios del siglo XX) tampoco tenía libertad de asentamiento y desplazamiento ya que, de acuerdo a la Native Lands Act  (1913), debían vivir en “territorios designados” especiales que en su totalidad abarcaban el 13% del territorio nacional. La tendencia hasta 1950 es de mayor reclusión, segregación y apartamiento pero con un salto importante que transforman a estos rasgos en un régimen racial capitalista que liga más “eficazmente” segregación racial y social, explotación económica y producción capitalista.

El régimen del apartheid en su plenitud: organización, función, resistencia y represión (1950-1976)

En 1947, el racista Partido Nacional triunfó en las elecciones generales representando a la minoritaria población afrikaner (grupo étnico germánico-holandés) y presentando un programa abiertamente racista y segregacionista: el apartheid  (“separación” en el idioma afrikaan). Inmediatamente fueron prohibidos los matrimonios “mixtos”,  “cualquier acto inmoral e indecente” entre blancos y personas “de color”. También, por las dudas, se prohibió el “comunismo” (decreto 44 de 1950). Pero la base de la organización del apartheid son los bantustanes, una farsa de “Estados independientes” creados arbitrariamente con el objetivo de recluir allí forzada y permanentemente a la población negra. Millones y millones de personas fueron desplazadas. Una vez instaladas en el bantustan eran despojadas de su ciudadanía sudafricana y de todo (poco) derecho, sólo podían salir al territorio sudafricano “blanco” como “transeúntes” o “población temporal” con un contrato de trabajo y un “pase”. La vida en los bantustanes era miserable, las tierras improductivas, el agua potable ausente, la electricidad inexistente y el hambre abundante[ii]. El único camino para apenas subsistir era venderse como pura fuerza de trabajo a los blancos, y así garantizar el cumplimiento efectivo de la principal función del apartheid: “proporcionar mano de obra negra barata a las fábricas, minas, granjas y oficinas de los blancos”[iii], o sea, garantizar la superexplotación de los trabajadores negros. Y así, con una barbarie tan explícita, Sudáfrica se convirtió progresivamente en el país capitalista más desarrollado del continente africano, y su burguesía blanca, riquísima y poco sutil, envidiada por los burgueses de los países europeos.

Salir de los bantustanes para trabajar en la ciudad implicaba inevitablemente vivir en un township, “barrio especial” para negros en los suburbios de las “ciudades blancas”. Los residentes no sólo estaban obligados a vivir allí sino también a pagar un alquiler que, además, era aumentado por la administración blanca cada vez que se presentaba algún problema económico. Como puede esperarse, la alta concentración de trabajadores negros en un mismo espacio y el trato directo (“cara a cara”) con las autoridades generaba un estado de tensión latente que frecuentemente se tornaba explícito.

En 1960 estalló el township de Sharpeville. El 21 de marzo 20.000 personas se movilizaron ante la principal oficina policial ofreciéndose en arresto por no cargar sus “pases”. La respuesta fue tan contundente como cruda: disparar. 69 personas fueron asesinadas. Inmediatamente, con la sangre todavía fresca, el gobierno sudafricano decreta el Estado de Emergencia, detiene a 12.000 personas y prohíbe al “Congreso Nacional Africano”, la organización política negra más importante que sostenía como programa (condensado en la “Carta de la Libertad” de 1955) la igualdad de derechos entre blancos y negros, el reparto de la tierra para los que la trabajan y la propiedad del pueblo de las minas, bancos e industrias, todo lo cual atacaba la base política y económica de la burguesía blanca[iv]. Tras la lucha de Sharpeville, Nelson Mandela (como otros dirigentes del C.N.A. y de diversas organizaciones negras) es detenido y condenado a cadena perpetua. La represión provocó la radicalizacion de los métodos de lucha pero también cierto aislamiento. Recién en 1976 la resistencia del pueblo negro, y la brutalidad del régimen, engendran en su encuentro una gran acción de masas: el levantamiento de Soweto.

El apartheid  en la educación y la Masacre de Soweto como principio del fin

El apartheid no hubiera sido tan esencialmente eficaz sin ordenar la totalidad de la vida del pueblo sudafricano. Y la educación, o la (con)formación de nuevos (no)ciudadanos, era, en este perverso engranaje, fundamental. En 1953 se sancionó el “Decreto de Educación Bantú[v]” según el cual se creó un sistema educativo totalmente nuevo y separado para los estudiantes de “color”. El objetivo de la reforma es expresado muy claramente por el ministro del Interior Hendrik Verwoerd (principal impulsor): “La escuela debe preparar al bantú para las exigencias de la economía. De esa forma, ¿cuál sería la necesidad de enseñar matemáticas a un niño bantú si nunca las va a usar?”. Además (por si fuera poco) todos los negros deben, según Hendrik, “... ser educados desde edad temprana de forma tal que entiendan que la igualdad con los europeos (blancos) no es para ellos”[vi]. Esta “escolarización” del sometimiento y la esclavitud “productiva” con una finalidad económica práctica estaba acompañada por una generalizada miseria estructural (pocas y derruidas escuelas, pocos docentes, etc.). En 1975 el gobierno sudafricano invertía 644 rands (moneda nacional) por año en la educación de un niño blanco y 43 rands en la de un niño negro[vii]. Pero, paralelo a la ofensiva cada vez mayor del apartheid, también crecía (progresiva y desigual) la politización de los jóvenes canalizada con cierta masividad por el “Movimiento de Conciencia Negra”, ocupando el vacío creado por la represión contra el Congreso Nacional Africano. Los “conciencias negras”, a diferencia del C.N.A., se oponían a los “frentes únicos” con los blancos liberales afirmando desafiantemente: “... la construcción de la identidad y el orgullo negro como tarea esencial para la verdadera liberación del pueblo”[viii]. La liberación de las colonias portuguesas en 1975 por la combinación de la revolución obrera en Portugal y la guerra de liberación sostenida por las masas en las colonias, sumado a que especialmente en una de ellas (Angola) había actuado (y sido derrotado) el poderoso Ejército Sudafricano (ejecutor militar del rol de “submetrópoli” del Estado Sudafricano contra las colonias negras circundantes), imprimieron enorme convicción de triunfo a las masas negras. Sólo era necesaria una “excusa”. Y no tardó en aparecer.

En 1974 el régimen decretó la obligación del aprendizaje del afrikaans (idioma germánico emparentado con el holandés) en todas las “escuelas negras”. La oposición contra esta imposición fue inmediata aunque, producto de una lenta acumulación de pequeñas “escaramuzas”, estalla en el township negro de Soweto recién en junio de 1976. Soweto expresaba “... en forma concentrada la situación del negro urbano en Sudáfrica”[ix]: 86% de viviendas sin electricidad, 97% sin agua caliente y el 54% de desempleados. En este ambiente la imposición del idioma del opresor era una torpe provocación.

Todo empezó[x] con el boicot de las clases de afrikaans y siguió con el boicot de todas las clases. A comienzos de junio miles de estudiantes del township ya habían declarado la huelga. El 13 de junio una Asamblea General en la que participaron 400 estudiantes de 55 escuelas y colegios decidieron convocar a una movilización para el día 16. A los fines de organizar la agitación y acción se conformó un “Consejo Representativo de los Estudiantes de Soweto” integrado por 2 delegados de cada colegio. El día señalado gruesas columnas de jóvenes partieron desde distintos puntos de reunión acordados a la hora señalada para estirar las líneas de cobertura represiva de la policía lo máximo posible. Camino al Orlando Stadium (lugar elegido para la confluencia de todas las columnas) los estudiantes negros se encontraron con el bloqueo de la policía que, en un instante inesperado fatal, abrió fuego. Hector Pieterson, un niño de 12 años, es la primera víctima. La respuesta a este salvaje ataque es improvisada, desesperada, pura furia. Pero la policía retrocede. Todos los edificios de instituciones del régimen son atacados con bombas “molotov”. Helicópteros del Ejército arrojan desde el cielo gases lacrimógenos. Varias “Unidades Especiales de Contrainsurgencia” son desplazadas desde Pretoria y Johannesburg. El saldo final del día es de, al menos, 100 muertos. Al día siguiente todos los establecimientos educativos de Soweto son cerrados y el township es ocupado por 1.500 policías y militares. La línea de acción de la ocupación es muy simple: disparar. Los cadáveres ya empiezan a apilarse por cientos. Un grupo de jóvenes estudiantes blancos universitarios realizan un acto de apoyo a la juventud negra con una pancarta que sobresale: “No Empiecen la Revolución Sin Nosotros”. La solidaridad se extiende a otras universidades... y también a algunas fábricas. El 22 de junio 1.000 obreros de la Fábrica Chrysler ubicada en un township cerca de Pretoria se suman a la lucha convocando a una huelga (ilegal) en solidaridad con los jóvenes estudiantes. La rebelión ya no es sólo juvenil, ni exclusiva de Soweto, ni contra la imposición del afrikaans o la “educación bantú”, es un levantamiento general de la población negra sudafricana contra el régimen del apartheid. Tras la masacre, el “Consejo Representativo” convoca a una serie de movilizaciones y huelgas generales que llegaron a tener un carácter casi nacional. Las respuestas del régimen eran puramente represivas llegando al punto cúlmine con la detención y asesinato de Steve Biko el 12 de septiembre de 1977. La muerte del líder del “Movimiento de Conciencia Negra”, influencia real entre los activistas de Soweto, provocó protestas en todo el país. El 19 de octubre el régimen prohíbe a la mayoría de las organizaciones políticas y sociales de la población negra. La represión se agudiza y logra cerrar el ciclo de conflictividad que, iniciado por la “Masacre de Soweto”, costó la vida de 1.000 jóvenes negros. Después de Soweto nada fue igual. La juventud, vanguardia del pueblo sudafricano en esta etapa, y los trabajadores, comprendieron, por la fuerza tozuda de los hechos, la necesidad de establecer la unidad de todos los oprimidos y explotados como precondición necesaria para una victoriosa lucha contra el régimen, o, al menos, para hacerlo temblar. Las potencias capitalistas empezaron a “despegarse” de la “mala imagen” del apartheid  y a apostar por una salida “humanitaria” y “pacífica” del régimen sin alterar la rentabilidad de su estructura económica. Y el régimen mismo, perdiendo legitimidad tanto “dentro” (incluso entre algunos blancos) como “fuera”, intentó dejar de ser pura represión para también conceder. Pero, repetimos, ya nada fue igual. El apartheid estaba herido de muerte...


[i] Para este apartado hemos consultado diversas fuentes. Recomendamos especialmente “El Apartheid”, artículo escrito por Eugenio Greco, Raphael Coat y Susy Shelley para la Revista “Correo Internacional” Nº12, Agosto 1985. También nos fue útil “Oro, Boers y Apartheid”, de W. H. Silva para “Correo Internacional” Nº 69, Octubre 1996.

[ii] Cualquier similitud con la vida cotidiana del pueblo palestino en la Franja de Gaza y Cisjordania no es pura coincidencia.

[iii] Alex Callinicos, “The Soweto Uprising”, Revista International Socialism Nº 90, Julio/Agosto 1976.

[iv] La “Carta de la Libertad” está reproducida parcialmente en Eugenio Greco, Raphael Coat y Susy Shelley, “El Volcán Negro”, artículo incluido en el mismo número de la revista “Correo Internacional” que el ya citado “El Apartheid”.

[v] Los “bantú” son, básicamente, los “no-blancos”.

[vi] Ambas declaraciones en “Se Cumplen 34 Años de la Masacre de Soweto, inicio del fin del apartheid”, artículo sin firma publicado en aporrea.org, 16 de Junio 2010.

[vii] Ibíd.

[viii] W. H. Silva, op. cit.

[ix] Alex Callinicos, op. cit.

[x]Para la crónica del levantamiento y la masacre nos hemos basado privilegiadamente en Weizmann Hamilton, “The Soweto Uprising 1976”, socialistworld.net.