Socialismo o Barbarie, periódico Nº 179, 24/06/10
 

 

 

 

 

 

Francia: Los cambios de la situación europea acentúan el descalabro del proyecto de los “partidos amplios” electoralistas

Crisis del Nuevo Partido Anticapitalista (NPA)

Por Claudio Testa

Europa está en los umbrales de un cambio histórico. Las burguesías europeas –más allá de sus diferencias de intereses y de las divergencias políticas entre sus gobiernos– han decidido hacer frente a la crisis mediante la liquidación del llamado “estado de bienestar social” (o de lo que resta de él).

En los países del Occidente europeo, el “Estado benefactor”, establecido después de II Guerra Mundial, ya venía erosionado desde hace tiempo, aunque en diferente grado según los países y las resistencias sociales. Pero este notable pero desigual deterioro era aún “evolutivo”. Y las grietas y agujeros que iba dejando este proceso, se fueron disimulando con un creciente endeudamiento de los trabajadores y sectores populares que mantenía el espejismo del “consumo”.

Ahora estos países están ingresando en otra galaxia, que ha sido definida por muchos como de “latinoamericanización” de Europa. Y, en relación a los estados del Este europeo –que volvieron al paraíso capitalista después de la caída del Muro de Berlín (1989) y la disolución de la URSS (1991)– posiblemente habrá que hablar de “africanización”. ¡Tal es la crisis social en estados como Rumania, Hungría o los Países Bálticos!

Si, como es de prever, este giro histórico sigue su curso espoleado por la crisis mundial, el marco de las relaciones (y de la lucha) entre las clases sufrirá cambios trascendentales. Y es en este marco que hay que ubicar la fenomenal crisis de uno de los experimentos políticos más publicitados internacionalmente en la vanguardia y la izquierda: el NPA (Nuevo Partido Anticapitalista) de Francia. Para tratar de encauzar esta crisis, la dirección del NPA ha llamado a un Congreso en noviembre próximo.

Esta crisis no es un fenómeno exclusivamente “francés”. Es la bancarrota de un proyecto estratégico y largamente teorizado por varias corrientes que se dicen (o, más bien, se decían) trotskistas; en primer lugar, la llamada IV Internacional del Secretariado Unificado (SU). Es la corriente inspirada por Ernest Mandel (1923-1995) y después por Daniel Ben Saïd (1946-2010), que fue mayoritaria en el trotskismo de Europa continental y posiblemente sigue siéndolo.

Asimismo la dimensión internacional de la crisis del NPA se multiplica porque es paralela al estallido hace pocos meses de otro gran experimento de “partido amplio” electoralista: el del PSoL (Partido Socialismo e Liberdade) de Brasil.

Esta estrategia de los “partidos amplios anticapitalistas” consiste en buscar un atajo para llegar a ser “partidos de masas”, por la vía de adelgazar el programa y tomar como actividad casi exclusiva la participación en las elecciones burguesas.

En ese tren, se elimina todo lo que se estime “pianta votos”. Las palabras “revolución”, “socialismo”, “comunismo”, “clasismo”, “burocracia sindical”, “lucha de clases”, “huelga general”, etc., etc., quedan totalmente proscriptas. Son reemplazadas por un vago anti-neoliberalismo y un “anticapitalismo” aún más impreciso. No se sabe qué se propone concretamente y por la positiva, como alternativa al capitalismo.

Frente a la crisis capitalista, el NPA plantea medidas concretas –por ejemplo, “prohibición de despidos”–. Pero estas consignas no constituyen un “programa de transición”, un programa global de lucha revolucionaria. Es decir, un sistema de “reivindicaciones transitorias”, que arranque de las reivindicaciones inmediatas de las masas trabajadoras (salario, empleo, opresión capitalista, etc.) y “conduzca a un resultado final: la conquista del poder por la clase obrera”.

El doble fracaso de un proyecto electoralista

La crisis larvada que venía arrastrando el NPA prácticamente desde su fundación en febrero de 2009, estalló abiertamente en marzo de 2010, con los resultados de las elecciones regionales.

En ellas, al NPA sufrió el peor golpe que puede experimentar una organización que no se dedica a militar en las luchas obreras, estudiantiles y populares ni a construir un partido de combate, sino a hacer propaganda electoral los 365 días del año, incluso cuando no hay elecciones a la vista. En efecto, para un partido esencialmente electoralista, no hay nada peor que sacar pocos votos.

El NPA, en la primera vuelta de las elecciones regionales de marzo, obtuvo un 2,25%. Fue un claro descenso en relación al 4,88% que había logrado en las elecciones al Parlamento europeo de junio de 2009 y también respecto al 4,08% que en el 2007 obtuvo la candidatura presidencial de Olivier Besancenot como postulante de la LCR (Liga Comunista Revolucionaria), fundadora del NPA.

Éste 2,25% no es un resultado insignificante para un partido que es visto aún como de “extrema izquierda” y para una situación política que todavía no es de grandes luchas generalizadas obreras y populares, ni por consiguiente de radicalización política de masas. Pero ese 2,25% es una catástrofe, para la orientación política que presidió la fundación del NPA y, en general, para la estrategia de “partidos amplios anticapitalistas”, que iban a ganar sectores de masas por vía electoral.

En tren de adaptarse y desarrollar esa orientación electoralista, el NPA fue diluyendo cada vez más su política y su programa, y la actividad quedó reducida a la de campaña electoral permanente. Pero, como era previsible, tomar por ese atajo para llegar a ser un “partido de masas” no produjo la soñada montaña de votos.

Una vez más en la historia, la gente prefirió los originales y no la copia. Para votar rosado, los electores ya tienen suficientes partidos y candidatos auténticamente rosas y en variedad de matices. Son las organizaciones plenamente integradas al régimen burgués, desde el Partido Socialista hasta las corrientes que aparecen como “antineoliberales”, como el PCF (Partido Comunista Francés), el PdeG (Partido de Izquierda), los “ecologistas”, etc. Son rosados legítimos y no simples imitaciones.

Pero la crisis del NPA expresa un doble fracaso. Por un lado, es el que señalamos del electoralismo sin votos. Por el otro, es la frustración de un proyecto que se dice «anticapitalista», pero que, al centrarse exclusivamente en el electoralismo, no contribuyó a impulsar ninguna lucha anticapitalista, en primer lugar, las del movimiento obrero. Eso lo ha ido divorciando de los activistas obreros y estudiantiles; es decir, de la vanguardia de las luchas.

Esto no significa que una parte de los miembros del NPA, individualmente, no intervengan en luchas. Pero lo hacen por cuenta propia. La “actividad” del NPA como organización se reduce casi siempre a sacar alguna inofensiva “declaración de apoyo” de Besancenot. Es decir, se reduce al puro propagandismo, con el ojo puesto en los réditos electorales de esas declaraciones. No actúa en las luchas obreras y estudiantiles como una organización militante y de combate.

El saldo fue, por un lado, que el NPA no ganó millones de votos; y que, por otro lado, perdió influencia y simpatía en la vanguardia de las luchas obreras y estudiantiles.

Una posición vergonzosa frente a la burocracia sindical traidora

Si bien, como dijimos, la situación de Francia no ha sido de grandes luchas generalizadas que impulsaran una radicalización política, ha habido sin embargo una fuerte resistencia fragmentaria a las medidas de los capitalistas para descargar la crisis en los trabajadores y sectores populares.

Estas luchas han sido en muchos casos con medidas contundentes (toma de fábricas con ejecutivos y patrones de rehenes, destrucción de comisarías, amenaza de hacer estallar fábricas, etc.) y movilizaciones en las calles.

Por supuesto, los burócratas sindicales franceses –como sus pares de Europa y el resto del mundo– han jugado a la derrota de las luchas y, sobre todo, a impedir a toda costa que ellas lleven a la huelga general: dos palabras prohibidas para las burocracias de la CGT, FO, CFDT & Cía... y también para la dirección del NPA.

Además, la burocracia sindical francesa, como en muchos otros países, ha ido profundizando cualitativamente en las últimos décadas su proceso degenerativo de estatización y/o de convertirse en “funcionarios anexos al aparato de administración de las empresas”.[1] A eso se lo llama “sindicalismo de proposiciones” o “participativo”. Viene acompañado de un radical cambio estructural: las finanzas de los sindicatos han pasado a depender de las subvenciones del Estado y los patrones, y no de los aportes de sus afiliados cada vez más raleados.

Ya no se trata simplemente, como en las épocas de Trotsky, de burócratas “obreros” más o menos reformistas y capituladores pero sometidos también a la presión de las bases hasta desde el punto de vista de su bolsillo.

Las luchas obreras y la política derrotista de las burocracias han generado, lógicamente, enfrentamientos con la vanguardia de activistas que las encabezan. Esto se ha expresado también en iniciativas de formación de corrientes de oposición, como la CGT-lutte-de-classe.

El NPA no sólo ha estado divorciado de este rico proceso de luchas y también de agrupamientos de la vanguardia contra los burócratas. La dirección del NPA se opone expresamente a combatirlos. En relación a eso, un episodio escandaloso fue la reunión hecha pública del NPA y el mayor burócrata de Francia, el secretario general de la CGT, Bernard Thibault, el 1º de septiembre de 2009.

En ella, los dirigentes del NPA le aseguraron a Thibault que no impulsarían ninguna corriente de oposición en la CGT porque “no tienen vocación de substituir a los sindicatos” (!!!).[2] Muy satisfecho con esas garantías, el máximo traidor de la clase obrera francesa, que ha sido en varias ocasiones abucheado por los activistas en marchas y actos, destacó días después en Le Monde la buena voluntad de estos “anticapitalistas”.[3]

El NPA se vacía de luchadores y activistas

Inicialmente el NPA atrajo la atención de sectores más o menos amplios de la vanguardia obrera y juvenil. En eso confluyeron diversos motivos, desde su descontento con los partidos de la “izquierda” tradicional (PS, PCF, etc.) hasta el hecho de que la dirección de la ex LCR presentó el proyecto del NPA bajo una forma no tan descaradamente electoralista.

Por el contrario, se hablaba de otra cosa. Así en un documento de convocatoria “Adresse du XVIIème congrès" se decía:

“En los últimos años se han expresado el descontento, la revuelta y una nueva voluntad de resistir... La esperanza viene de las grandes movilizaciones, las luchas de los asalariados, de la juventud escolarizada o de los barrios populares y las luchas de los ‘sin’... Pero ellas resultan frecuentemente infructuosas...

“Falta cruelmente un instrumento que ayude a la convergencia de las luchas en un movimiento de conjunto, capaz de hacer recular al poder y cambiar la relación de fuerzas...

“Somos muchos y muchas que queremos esa herramienta: un partido útil para las movilizaciones de hoy. Un partido para preparar un cambio radical, revolucionario de la sociedad; decir, el fin del capitalismo, de la propiedad privada de los medios de producción, del pillaje del planeta y la destrucción de la naturaleza.”[4]

Lógicamente, muchos de los activistas que se acercaron con estas expectativas se sintieron estafados y se han ido del NPA. Así, uno de los documentos aparecidos en medio de la crisis y de la convocatoria al Congreso, comienza diciendo: “Numerosos militantes, sobre todo los más radicales, están en tren de irse”.[5] El texto continúa señalando como motivos fundamentales de esto la política electoralista que desembocó en la búsqueda de alianzas cada vez más a la derecha y sobre todo “el abandono de nuestras críticas a las direcciones sindicales, en relación a las cuales hacemos la vista gorda”. El resultado de esa política de “apertura hacia ‘nuestra derecha’...” es que el NPA no ha ganado a nadie “cortejando a las organizaciones [políticas] tradicionales y las direcciones sindicales” mientras se alejan de él los “militantes más radicales”.[6]

¿Hacia una decantación política?

Han fracasado el atajo electoralista y la fórmula de llegar a ser un “partido de masas” aguando el programa. En ese camino, la dirección de la ex LCR (hoy NPA) se ha quedado sin el pan y sin la torta. No ha ganado a las masas de votantes de los partidos tradicionales (PS, PCF, etc.) pero ha ido perdiendo simpatía y militantes entre los luchadores de vanguardia.

Rumbo al Congreso de noviembre, esta situación crítica se ha expresado en una fragmentación política notable. En primer lugar, el núcleo central de la dirección del NPA se ha partido al medio. Este sector era continuidad del equipo dirigente de la ex LCR, tenía mayoría propia, y hacía un juego de equilibrio entre “derecha” e “izquierda”.

Hoy, ningún sector tiene mayoría por sí mismo. El CPN (Comité Politique National) del NPA se parece más a un parlamento europeo en crisis, sin un bloque mayoritario, que al comité central de un partido “normal”.

A grandes rasgos, hay, en primer lugar, un ala derecha que quiere ir hasta el fin en el camino de adaptación al electoralismo burgués. Esto implica, renunciar a cualquier veleidad de independencia política para ir a un frente con el PCF y el PdG... que a su vez son furgón de cola del Partido Socialista, y actúan con la perspectiva de participar como socios menores en otro gobierno burgués “de izquierda” (estilo Union de la Gauche). Este camino es el del entierro del NPA como organización independiente de la burguesía y el Estado.

En el medio, se ubican los trozos divididos de la antigua mayoría, que trató de aliarse al PCF y Cía., pero sin aceptar pegarse al PS.

En el otro extremo, se delinea un agrupamiento heterogéneo de “izquierda”, que rechaza “ser parte de un proceso de recomposición a la izquierda del PS por vía de procesos electorales”, y postula un “partido anticapitalista y revolucionario” y “en ruptura con las instituciones de la izquierda institucional”.[7

A su vez, estas tres alas están cruzadas por muchas diferencias de opinión, algunas de trascendental importancia. Por ejemplo, el agrupamiento de izquierda tiene como cuestión pendiente definir una política de combate consecuente a las burocracias sindicales.

En resumen: la situación abierta en Europa por la crisis mundial y sus consecuencias políticas y sociales, pone al marxismo revolucionario europeo ante desafíos inmensos. Para hacer frente a esto, hay que arrojar el lastre de las adaptaciones oportunistas, que sólo llevan a la desmoralización de los luchadores obreros y juveniles que se acercan para combatir por una salida revolucionaria para cambiar de raíz la sociedad, y no por unas miserables bancas de diputados.


Notas:

1.- Pascal Morsu, “CGT: dans l’oeil du cyclone...”, www.socialismo-o-barbarie.org, edición del 23/05/10.

2.- "Communiqué du NPA. Rencontre NPA-CGT", 02/10/09.

3.-www.lemonde.fr/archives/article/2009/11/09/bernard-thibault-compromis-ne-veut-pas-dire-compromission_1264674_0.html

4.- "Adresse du XVIIème congrès de la LCR”, 28/01/08.

5.- "Appel de militants de la Meuse – Pour la création d’une nouvelle tendance dans le NPA", 11/04/10.

6.- Cit.

7.- "Face à la crise, réaffirmons ensemble l'actualité d'un projet anticapitaliste et révolutionnaire pour le NPA", 09/06/10.